Read Historia del Antiguo Egipto Online
Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock
Tags: #Historia
Desde nuestro punto de vista es difícil juzgar el daño infligido a los hyksos durante la campaña de Kamose; pero lo cierto es que todos sus logros fueron repetidos por su sucesor, y el almirante Ahmose, hijo de Ibana, no menciona a Kamose, aunque tanto él como su padre sirvieron sucesivamente en las flotas de combate de Seqenenra Taa y Ahmose. Los tebanos no continuaron de inmediato con la campaña y al menos transcurrieron once años antes de que otro ejército, esta vez dirigido por Ahmose, comenzara a abrirse camino de nuevo hacia el norte. La razón del paréntesis es que tanto Kamose como su contrincante, Aauserra Apepi, habían fallecido. Les sucedieron respectivamente Ahmose y Khamudi. En el momento de su ascenso al trono Ahmose era un chiquillo, por lo que la reina madre, Ahhotep, gobernó el reino. A ésta se le dedican epítetos únicos: «Una que se preocupa de Egipto; se ha preocupado de sus soldados […] ha traído a los fugitivos y recogido a los desertores; ha pacificado el Alto Egipto y expulsado a los rebeldes».
La fase final de la guerra tuvo lugar en el año undécimo de un rey desconocido, en ocasiones identificado con Ahmose y en otras con Khamudi. Las pruebas consisten en unas notas fragmentarias en el verso del Papiro matemático Rhind. El recto se copió en el año 33 de Aauserra Apepi, es decir, en una región donde los acontecimientos se databan según los años de reinado de los reyes hyksos. El tema especializado del texto y la elevada calidad del papiro sugieren que su origen se encuentra en Menfis. En el verso se leen algunas notas: «Año de reinado 11, segundo mes de
shemu
: se penetró en Heliópolis; primer mes de
akhet
, día 23: este príncipe meridional penetró en Tjaru. Día 25: se dice queTjaru había sido penetrada». Es probable que se pueda identificar Tjaru con la fortaleza de Tell el Habua y —al menos en mi opinión— el «príncipe meridional» ha de ser identificado con Ahmose, mientras que el año 11 sería el de Khamudi, cuyo nombre, sin años de reinado, aparece en el Canon de Turín.
La estrategia de Ahmose parece haber sido dejar atrás Menfis para apoderarse de Heliópolis y luego, pasados tres meses, a mediados de octubre (cuando el nivel de la inundación había comenzado a disminuir y los hombres y carros podían moverse de nuevo por el valle), atacar Tell el Habua, lo que supuso cortar la vía de retirada de los hyksos por el norte del Sinaí hasta Palestina. El siguiente movimiento fue el ataque a Avaris.
Poseemos tres fuentes contemporáneas para la campaña: la biografía de Ahmose, hijo de Ibana, las pruebas físicas procedentes de Tell el Daba y fragmentos de un relieve narrativo del templo de Ahmose en Abydos. Como es natural, Ahmose, hijo de Ibana, se centra en su propio papel, de modo que su perspectiva es más bien limitada, pero carece por completo de la pose grandilocuente de los textos de Kamose. Los relieves de Ahmose en Abydos (descubiertos en 1993) se estudian aquí como anticipo de su publicación definitiva y por cortesía de su excavador, Stephen Harvey. Nos ofrecen imágenes fascinantes de los protagonistas: los caballos y carros de los egipcios; la flota de combate del rey; los soldados cortando cosechas; un cautivo hykso, con la cabeza afeitada, una mínima barba y una cuerda en torno al cuello; un guerrero hykso con los brazos levantados y vestido con una prenda plisada de manga larga; y el caos de los cuerpos que caen y luchan. El relieve puede incluir episodios de la campaña posterior del rey en Siria y Palestina, pero la narración central implica a la flota de combate y sólo puede referirse al asedio de Avaris.
Ahmose, hijo de Ibana, describe una serie de combates en Avaris, pero, como no sabemos cuánto duró la campaña desde el asedio hasta el ataque, su descripción puede narrar acontecimientos repartidos a lo largo de varios años. El sencillo estilo narrativo sugiere sin duda que los acontecimientos se describen en orden cronológico. Si así lo consideramos, podemos reconstruir la campaña como sigue: Ahmose, hijo de Ibana, es miembro de los soldados del barco
Septentrional
(quizá el navío del rey), que encabeza la flota de combate. Llegan a Avaris y, tras una batalla, el rey comienza el asedio. Mientras éste continúa, el ejército lucha para pacificar la región circundante. Ahmose, hijo de Ibana, es trasladado a un nuevo barco, apropiadamente llamado
Amanecer en Menfis
, y lucha en las aguas de Avaris matando a un enemigo. Participó en otros dos combates, uno «de nuevo en este lugar» —presumiblemente Avaris— y otro al sur de la ciudad. Sólo tras estas escaramuzas informa lacónicamente: «Avaris fue saqueada y traje botín de allí: un hombre, tres mujeres […] su majestad me los dio como esclavos».
Como Josefo considera que los hyksos fueron los fundadores de Jerusalén, su versión de Manetón incluye un detallado relato de los acontecimientos que siguieron tras su expulsión de Egipto a manos de Ahmose. Del asedio de Avaris dice: «[Los hyksos] rodearon [Avaris] con una alta y fuerte muralla para salvaguardar todas sus posesiones y botines. El rey egipcio intentó obligarlo a rendirse mediante un asedio, bloqueando la fortaleza con un ejército de 480.000 hombres. Finalmente, abandonando desesperado el asedio, firmó un tratado mediante el cual todos ellos debían salir de Egipto».
Las pruebas procedentes de la propia Avaris tienden a confirmar la imagen de que tras la victoria de Ahmose se produjo un éxodo masivo más que una matanza. Entre el último estrato hykso y el primero de la XVIII Dinastía se aprecia una clara interrupción cultural en todo el yacimiento, sobre todo por la aparición de un nuevo repertorio cerámico. El mismo fenómeno ocurre en Menfis (véase más arriba). Tras la interrupción no existen pruebas de ninguna ocupación continuada por parte de gente con una cultura mixta egipcia/Bronce Medio y en algunos puntos del yacimiento la ocupación cesó por completo. Por otra parte, el culto a Seth, que guardaba las características de un dios sirio de las tormentas, continuó e incluso aumentó durante el Reino Nuevo. El último estrato hykso, como ya hemos visto, se corresponde con la mayor expansión de la ciudad y la construcción de inmensas fortificaciones defensivas. Esta pudo haber tenido lugar a comienzos del reinado de Khamudi, pero no fue suficiente. Parte de la explicación de la derrota hyksa podemos encontrarla en una prueba que sugiere que, en la época del asalto final tebano, el ideal de una élite guerrera entre los hyksos ya no se correspondía con la realidad. Las hachas de batalla y las dagas del estrato D/3 eran de cobre sin alear, mientras que las armas de los estratos más antiguos eran de bronce, que produce un filo mucho más cortante. Se ha sugerido que ha de descartarse la posibilidad de una interrupción en el suministro de estaño y que la explicación reside más bien en el cambio de función de las armas, que dejaron de ser objetos prácticos para convertirse en objetos de lucimiento y categoría social. En cambio, durante este mismo período las armas del Alto Egipto estaban hechas de bronce, lo que habría dado a los tebanos una clara ventaja en la lucha cuerpo a cuerpo.
Es una creencia generalizada que los hyksos introdujeron el caballo y el carro en Egipto, puesto que no existen pruebas firmes de la presencia de ninguno de ellos durante el Reino Medio y, sin embargo, sí están presentes a comienzos de la XVIII Dinastía. Hasta el momento, en Tell el Daba no hay restos de carros y las pruebas respecto a la presencia de huesos de caballos no son concluyentes. No obstante, un esqueleto completo encontrado en un contexto de finales del Segundo Período Intermedio en Tell el Habua ha sido identificado positivamente como de caballo. Los textos de Kamose mencionan los caballos del enemigo y los equipos de carros de Avaris como parte del botín de Kamose y quizá ésta sea la explicación de su introducción en el Alto Egipto. En los relieves de Ahmose en Abydos aparecen caballos sueltos y caballos unidos a carros; además, los carros no son simples prototipos, sino perfectamente comparables a los presentes en el templo mortuorio de Tutmosis II.
A pesar de la derrota de los hyksos, el alarde de Hatshepsut, que afirma: «He desterrado la abominación de los dioses y la tierra ha borrado sus huellas» ha quedado desmentida gracias al meticuloso trabajo de Bietak y su equipo en Tell el Daba.
El saqueo de Avaris fue sólo el primer paso de una serie de campañas necesarias para asegurar la unificación de Egipto. La secuencia de acontecimientos no está umversalmente aceptada, pero según el relato de Ahmose, hijo de Ibana, a la campaña de Avaris le sucedió una campaña en el sur de Palestina, durante la cual se conquistó Sharuhen. Desconocemos si el objetivo era destruir lo que quedaba de los hyksos o explotar el vacío de poder dejado por éstos para penetrar en Palestina e incluso tan al norte como el Líbano. Hay referencias posteriores a la importación de cedro libanes y bueyes de «Fenekhu» (un término que se cree que hace referencia a Fenicia). Ahmose, hijo de Ibana, continúa: «Ahora, cuando su majestad había masacrado a los nómadas de Asia, navegó hacia el sur hasta Khent-hen-nefer (pasada la segunda catarata) para destruir a los arqueros nubios». Tenemos confirmación de que el rey Ahmose restauró (si es que ello era necesario) el control egipcio sobre Buhen, porque una jamba le muestra realizando junto a su madre ofrendas a Min y Horus (de Buhen) y menciona a un comandante de Buhen llamado Turo.
Después de regresar de Nubia, Ahmose tuvo que hacer frente a dos alzamientos. El primero fue un motín menor, en el que un personaje no egipcio llamado Aata (posiblemente un nubio) llevó al Alto Egipto desde el norte una pequeña fuerza. Es posible que no se tratara más que de una incursión en busca de botín, puesto que Aata no buscó enfrentarse al ejército del rey. Fue encontrado y derrotado, y tanto él como sus hombres fueron capturados vivos, acción por la que Ahmose, hijo de Ibana, recibió como recompensa dos guerreros jóvenes. Si asumimos que Aata era nubio y dado que había nubios de Kerma sirviendo en el ejército en Avaris y
Menfis y que disponían de riqueza suficiente como para tener enterramientos importantes, no resulta inverosímil que un grupo de ellos hubiera intentado aprovechar la presencia del rey en Nubia para realizar una incursión de saqueo en el Alto Egipto.
El segundo alzamiento tuvo un carácter diferente. Estuvo encabezado por un egipcio, Teti-an, quien «reunió en torno a sí a los descontentos; su majestad lo mató; sus tropas fueron exterminadas». La seriedad de esta rebelión queda demostrada por la severidad del castigo. Que los descontentos fueran aquéllos que hasta entonces habían servido al rival de Ahmose, el rey de Avaris, es sólo una posibilidad. Los últimos cinco años del reinado de Ahmose estuvieron dedicados a un enorme programa constructivo en los grandes centros de culto (Menfis, Karnak, Heliópolis y, sobre todo, Abydos), además de en las fronteras septentrional y meridional de Egipto, Avaris y Buhen.
El primer estrato de la XVIII Dinastía en Tell el Daba ha producido hallazgos extraordinarios, incluso para este yacimiento único. En el período inmediatamente posterior al saqueo, las fortificaciones y el palacio del rey hykso se destruyeron de forma sistemática. Ahmose los reemplazó con fortificaciones y edificios palaciegos similares y de vida igual de corta, que en la actualidad sólo se pueden reconstruir estudiando sus cimientos y los fragmentos de las pinturas murales encontrados en los vertederos creados cuando los edificios se nivelaron. Las pinturas murales son minoicas en su estilo, técnica y motivos, pero los especialistas en el mundo egeo todavía no se han puesto de acuerdo en si fueron artistas minoicos quienes las realizaron o egipcios que los imitaban. Se han encontrado cientos de fragmentos, pero en muy malas condiciones, por lo que serán necesarios años de restauración y estudio antes de que puedan evaluarse por completo. No obstante, su presencia en un contexto anterior en cien años a las primeras representaciones de cretenses en las tumbas tebanas y más antiguo que los frescos conservados de Knossos, cuya temática comparten, ha revolucionado las ideas preexistentes respecto a las relaciones entre Egipto y Creta.
Uno de los edificios de donde proceden es un palacio real y la única construcción comparable de la época es el palacio norte de Deir el Bailas. Las escasas pinturas murales conservadas en el mismo son por completo diferentes, están pintadas en un estilo sencillo, similar al de las pinturas de las tumbas contemporáneas. Los frescos de Tell el Daba parecen deberle poco a la tradición de las pinturas murales egipcias, que se remonta al Reino Antiguo. Por analogía con los frescos de Knossos, puede que se realizaran con un propósito ritual y están llenos de referencias simbólicas al culto del soberano cretense. Saltadores de toros y acróbatas, asociados a motivos como cabezas de toro y laberintos, pertenecen por completo al mundo egeo. Las diferentes escalas de los frescos, su temática y el color del fondo indican que se trataba de un esquema decorativo extremadamente complejo, que se extendía a lo largo de varios edificios. En Tell Kabri, Palestina, han aparecido otros frescos, menos complejos y más claramente imitaciones del estilo minoico. Uno de los rasgos más desconcertantes de los de Tell el Daba es que aparecen en un vacío. Hay una pequeña cantidad de cerámica Kamares cretense, pero aparece en estratos de comienzos de la XIII Dinastía y no hay continuidad entre los edificios o los objetos que contienen y el estrato de los frescos. Lo más extraño de todo es que no hay objetos cretenses asociados a los propios frescos o al estrato del que proceden.