Read Historia del Antiguo Egipto Online
Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock
Tags: #Historia
Se sabe casi con certeza que Ahhotep, madre de Ahmose, fue enterrada en el cementerio tebano, igual que los reyes y reinas de la dinastía anterior. Las excavaciones en la zona realizadas durante la década de 1990 se centraron en lo que podía ser una de esas tumbas reales y, a pesar de que todavía no existen pruebas concluyentes, el trabajo de Daniel Polz en Dra Abu el Naga ha demostrado la continuidad de este cementerio tebano septentrional desde la XVII hasta la XVIII Dinastía
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. También ha demostrado la existencia de grupos de tumbas de élite (cada una de ellas con tumbas más pequeñas rodeando una tumba mayor), donde una única estructura cultual puede haber sido compartida por varías de las tumbas adyacentes. Estos grupos de tumbas se encuentran situados en el desierto al pie de las colinas de Dra Abu el Naga, justo al sur de la entrada al Valle de los Reyes. Las tumbas reales, algunas de las cuales quizá fueran capillas del Reino Medio reutilizadas, están excavadas en la propia ladera de las colinas, dominando a las tumbas menos importantes.
Hasta ahora, las pruebas arqueológicas sugieren que durante la XVII Dinastía la riqueza funeraria se restringió y de esta época no se conoce en Tebas casi ninguna tumba decorada. Además, la costumbre de reunir las tumbas de la élite y de los ligeramente menos acomodados por debajo de los lugares de enterramiento regios, a pesar de recordar la antigua práctica de enterrar a sus seguidores cerca del rey, también puede ser reflejo de un nuevo patrón de organización (si bien es imposible llevar la conclusión más allá hasta que no se investigue más). No obstante, es interesante mencionar al respecto que en la región de Sakkara un cementerio no regio de la época de Ahmose y Amenhotep I consiste en tumbas superficiales, descritas como ricas. Como desconocemos en gran parte los lugares de enterramiento de los más altos funcionarios de estos dos reinados (visires, grandes sacerdotes y tesoreros), identificar los patrones de desarrollo de los cementerios podría terminar ayudando a localizar las tumbas que faltan. Este trabajo ya ha sido realizado por Geofirey Martin y Martin Raven en el centro de Sakkara, al sur de la calzada de Unas, y por Alain Zivie en Sakkara Norte.
Durante la Antigüedad (y quizá también en época más moderna), los cuerpos de algunos soberanos y los ataúdes y ajuares de otros fueron sacados de sus emplazamientos originales. Los sacerdotes de finales del Reino Nuevo y comienzos del Tercer Período Intermedio inhumaron de nuevo algunas momias reales en una tumba cercana a Deir el Bahari, en la cual se encontraron las momias de Ahmose y Seqenenra Taa (c. 1560 a.C.), ambas en ataúdes no regios de época ligeramente posterior. El gran ataúd exterior de Ahhotep, la madre de Ahmose, probablemente fabricado en el momento de su muerte (quizá en una fecha tan tardía como el reinado de Amenhotep I), también fue encontrado en el
caché
, si bien su ataúd interior (presumiblemente ambos pertenecieron a una única reina llamada Ahhotep) se halló con anterioridad en la que puede haber sido su tumba. Contenía objetos con los nombres tanto de Ahmose como de Kamose. La zona de Dra Abu el Naga continuó durante siglos asociándose a la familia real de Ahmose, sobre todo Ahhotep y Ahmose-Nefertari; de hecho, las tumbas, capillas y estelas ramésidas de la región veneraban su memoria.
No obstante, tras el comienzo de XVIII Dinastía, la región del cementerio cambió de forma dramática. Una vez que las tumbas reales dejaron de excavarse en Dra Abu el Naga, la zona sólo conservó su categoría como la parte más elitista de la necrópolis tebana durante otros treinta años aproximadamente, hasta el reinado de Hatshepsut (1473-1458 a.C.). Con la creación del Valle de los Reyes como lugar para las inhumaciones reales, se comenzaron a excavar unos cuantos enterramientos de élite en Sheikh Abd el Qurna, la línea de colinas situada al sur de Deir el Bahari. Los grupos de tumbas pozo, en gran parte sin estructuras para capillas, siguieron el traslado del cementerio hacia el sur y, durante el reinado de Hatshepsut y hasta el de Tutmosis III (1479-1425 a.C.), se excavaron pozos en Deir el Bahari y Asassif para crear tumbas familiares con una o más cámaras, similares a las de Dra Abu el Naga. Con el repentino incremento de riqueza experimentado por la élite más avanzado el reinado de Tutmosis III, esta práctica parece haber desaparecido en gran parte. Los constructores de tumbas estuvieron ocupados construyendo y decorando hipogeos en Sheikh Abd el Qurna para la creciente administración real.
Al igual que su padre, Amenhotep I tal vez no fuera adulto en el momento de su ascenso al trono, sobre todo porque sólo unos cinco años antes había sido designado como sucesor un hermano mayor suyo. Es posible que hubiera una corta corregencia con Ahmose para asegurar la continuidad y que se produjera una transición tranquila en la recién creada dinastía; en cualquier caso, resulta indudable que su madre, Ahmose-Nefertari, fue una figura destacada de su reinado. En general, el reinado de Amenhotep I fue una continuación del de su padre: se construyeron edificios concebidos quizá por Ahmose y se realizaron expediciones militares al sur para completar campañas anteriores. A pesar de esta falta de
imprimatur
personal, Amenhotep I fue un soberano de éxito por derecho propio. Quizá nada lo demuestra mejor que el hecho de que, poco después de su muerte, tanto él como su madre fueron deificados y adorados en Tebas, sobre todo en Deir el Medina, el poblado de los trabajadores de la necrópolis real.
Deir el Medina, situada en la orilla occidental de Tebas, al sur de la colina de Sheikh Abd el Qurna, se construyó a comienzos de la XVIII Dinastía para albergar a los artesanos que iban a excavar y decorar las tumbas reales. Tutmosis I es el primer nombre real atestiguado en los monumentos contemporáneos, pero Amenhotep I y su madre, Ahmose-Nefertari, fueron los dioses patrones del poblado durante todo el Reino Nuevo y, muy probablemente, desde el momento mismo de la creación del asentamiento. En el poblado no sólo había centros para el culto de ambos, sino que la mayor parte de las casas de Época Ramésida contenían en sus habitaciones anteriores una escena honrando al rey y a la reina. La relación del Amenhotep I y su madre con la región de la necrópolis, con los soberanos deificados y con el rejuvenecimiento en general, se transmitió visualmente mediante representaciones de la pareja con la piel negra o azul, colores ambos de la resurrección. El tercer mes de
peret
se le dedicó a Amenhotep (recibió su nombre) y, durante esta época, dentro de Deir el Medina se llevaron a cabo varios rituales que dramatizaban su muerte, enterramiento y retorno. No obstante, Amenhotep I fue un dios importante de la región y como tal se celebraban fiestas en su honor durante todo el año. Es probable que el rey y su madre se convirtieran en importantes soberanos deificados debido a su relación con el comienzo del Reino Nuevo y a su actividad como constructores en la orilla occidental del río.
Los éxitos militares de Amenhotep I y las subsiguientes ganancias territoriales en Nubia comenzaron a mejorar la economía general de Egipto, mientras que sus monumentos de templos tuvieron un significativo impacto como símbolos del poder real. La actividad militar contra los nubios al sur de la segunda catarata tuvo lugar en torno al año 8, a juzgar por las inscripciones fechadas en los años 8 y 9. Si bien no es posible asegurarlo con certeza, puede que ésta sea la campaña descrita en las tumbas de Ahmose, hijo de Ibana, y de Ahmose Pennekhbet en Elkab. No obstante, conviene destacar que las biografías de estos dos hombres proceden de tumbas excavadas con mucha posterioridad a los acontecimientos que describen en sus paredes, cerca de sesenta o setenta años después.
Según Ahmose, hijo de Ibana, él mismo fue el encargado de llevar al rey hasta Kush, donde «su majestad mató al arquero nubio en medio de su ejército» y luego persiguió a la gente y al ganado (probablemente tierra adentro). Ahmose sería recompensado después con oro al hacer regresar al rey en sólo dos días desde una zona llamada Pozo Superior hasta el valle del Nilo. Una estela extremadamente erosionada dejada en Aniba y con fecha del año 8 menciona que los arqueros (
iuntyu
) y los moradores del Desierto Occidental (
mentyu
) entregaban oro y grandes cantidades de productos al rey. Es posible que la estela conmemore en realidad que a la exitosa expedición a Kush siguió una visita oficial de la familia real a una parte segura de la Baja Nubia.
A finales del reinado de Amenhotep I, las principales características de la XVIII Dinastía ya existían: su clara devoción al culto de Amón en Karnak; sus exitosas conquistas militares en Nubia, destinadas a extender Egipto hacia el sur en busca de recompensas materiales; su cerrada familia real nuclear (la cual evitaba reclamar derechos políticos o económicos sobre la realeza); y el desarrollo de una organización administrativa formada presumiblemente a partir de familias poderosas y parientes colaterales, que en este momento estaban asociados sobre todo a las regiones de Elkab, Edfu y Tebas. No obstante, hasta el momento sólo se ha encontrado un pequeño número de tumbas de altos funcionarios de los dos primeros reinados.
Se ha dicho que Amenhotep I disfrutó de al menos una docena de años de reinado pacífico, durante los cuales pudo revivir las actividades tradicionales asociadas a la construcción de monumentos. La apertura de las minas del Sinaí (y la subsiguiente ampliación del templo del Reino Medio dedicado a Hathor en las minas de Serabit el Khadim), la extracción de alabastro egipcio en Bosra (en nombre de Ahmose-Nefertari) y en Hatnub, así como el comienzo de los trabajos de extracción en las canteras de arenisca de Gebel el Silsila, proporcionaron la mayor parte de la piedra necesaria para reconstruir el templo de Karnak.
Amenhotep I construyó en varios lugares donde su padre había estado activo: en Abydos, por ejemplo, erigió una capilla que conmemoraba al propio Ahmose. Tras sus éxitos en la Alta Nubia, Amenhotep dedicó monumentos en la isla de Sai, incluida una estatua similar a la de su padre y quizá algún tipo de edificio, a juzgar por los bloques que se conservan inscritos con su nombre y el de su madre, Ahmose-Nefertari.
El interés de Amenhotep I en los asentamientos del delta y Menfis está por confirmar, pero Karnak ocupó un lugar destacado en sus planes. Una amplia portalada de caliza, en la actualidad reconstruida, estaba decorada con las típicas escenas del jubileo. Según su inscripción, se trataba de una «gran puerta de 20 codos» y una «doble fachada del templo». Es posible que en su momento fuera la principal puerta de acceso meridional, reemplazada posteriormente por el Séptimo Pilono. Al este, el rey construyó un recinto de piedra en torno al patio del Reino Medio, con capillas en el interior del muro. Estas mostraban escenas que representaban al rey, la «esposa del dios» Ahmose-Nefertari y otro personal del templo realizando el ritual para Amón y dedicando ofrendas a los soberanos de la XI Dinastía. Unos cuarenta o cincuenta años después, Tutmosis III desmanteló todas estas capillas y las reconstruyó de arenisca; pero en varios puntos del interior de Karnak se han encontrado bloques y dinteles con textos de ofrendas. Es probable que junto a la avenida meridional hubiera una capilla períptera del jubileo de Amenhotep I, de un tipo similar a la de Senusret I (1956-1911 a.C.), de la XII Dinastía. De hecho, el estilo de los relieves de Amenhotep I en los monumentos de caliza de Karnak imita de forma tan decidida al de los artesanos de Senusret I que ha sido difícil asignar un dueño concreto a algunos bloques.
Resulta evidente que la función de Karnak como lugar para venerar la realeza fue básica en los planes constructivos de Amenhotep I. Es difícil saber si esta imitación implicó la celebración de un jubileo real antes de cumplir sus treinta años de reinado (el tiempo ideal que un rey esperaba antes de su primera fiesta
Sed
) o si erigió los monumentos anticipando tres décadas de gobierno. No obstante, son varios los edificios de Amenhotep I en los que se menciona el jubileo, de modo que resulta evidente que el rey pretendía reclamar ese honor, del mismo modo que lo hicieron los grandes soberanos del Reino Medio.
Las jambas de caliza encontradas en los cimientos del Tercer Pilono de Karnak nos proporcionan una lista de las fiestas religiosas y sus fechas de celebración. El estudio realizado por Anthony Spalinger de esos bloques ha permitido saber que, por lo que respecta a su calendario de fiestas, como en la mayor parte de las cosas de Karnak, a Amenhotep I le influyeron los calendarios de la XII Dinastía. Este soberano también construyó un santuario para la barca del dios Amón (muy probablemente) en el patio frontal occidental del templo.
En el otro lado del río, frente a Karnak, Amenhotep I construyó monumentos funerarios en la zona de Deir el Bahari y, hacia el norte y el este, a lo largo del Mmite de los cultivos. Edificado con adobe, el monumento de Deir el Bahari se ha reconstruido de forma teórica con una pirámide; pero in situ sólo se han encontrado unos cuantos ladrillos con los nombres de Amenhotep I y Ahmose-Nefertari. Hasta el momento no se ha identificado con certeza ninguna tumba para ninguno de ellos.
Los lugares donde Amenhotep I y su sucesor construyeron edificios pueden estar relacionados con la cuestión de dónde y cómo se llevaban a cabo las observaciones astronómicas con propósitos calendáricos (véase el capítulo 1). En algunas ocasiones se ha alegado que Elefantina debió de contar con un observatorio para estudiar los ortos helíacos de Sothis y, recientemente, un grafito procedente de Hieracómpolis ha sugerido que algunas observaciones acaecían en lugares desérticos. El renovado interés de la XVIII Dinastía por los lugares de culto situados entre Asuán y Tebas indica un interés similar por los fenómenos naturales asociados a estos cultos, como la aparición de la estrella-perro Sirio (Sopdet/Sothis), el comienzo de la crecida del Nilo y los correspondientes ciclos lunares. La existencia de un calendario de fiestas, recogido en papiro para el reinado de Amenhotep I (verso del Papiro Ebers), plantea la posibilidad de que el rey deseara rehacer los calendarios más antiguos.