Read Historia del Antiguo Egipto Online
Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock
Tags: #Historia
El descubrimiento de los frescos ha vuelto a sacar a la palestra las viejas ideas, desechadas hasta ahora, de que Ahmose era aliado de los reyes de Creta y pudo haber tomado como esposa a una princesa cretense. Las pruebas esgrimidas son un grifo de estilo minoico presente en un hacha de Ahmose y el hecho de que Ahhotep, la madre del rey, tuviera el título de «señora de Haunebut», que en principio se pensó que se refería a las islas de Grecia, si bien hace poco se ha sugerido que se trata de una interpretación inverosímil. No obstante, los frescos demuestran que los minoicos estuvieron presentes en Tell el Daba, ya fuera como artistas o como supervisores de los artistas egipcios.
La cuestiones planteadas por los frescos conducen de manera irremediable a otro problema, la fecha de la erupción del volcán de Thera, puesto que los mejores frescos encontrados hasta la fecha son los que proceden de esta isla de las Cicladas, donde se conservaron sellados bajo las capas de lava. La erupción es un acontecimiento clave para relacionar entre sí y con una cronología absoluta las secuencias cronológicas del Egeo y del Mediterráneo oriental. Se ha invertido mucho esfuerzo en intentar identificar este acontecimiento en las fuentes egipcias para datarlo en años de reinado. Las referencias a tormentas que aparecen en el Papiro Rhind y una estela de Ahmose donde se describe un destructivo acontecimiento se han incorporado a la argumentación, pero la prueba más reveladora hasta ahora procede de Tell el Daba. En estratos del asentamiento fechables en el período que va desde el reinado de Amenhotep I hasta el comienzo del de Tutmosis III se ha encontrado piedra pómez que los análisis identifican como originada por el volcán de Thera. No obstante, la piedra pómez procede de un taller, donde era utilizada como materia prima y su contexto sólo proporciona un
terminus ante quem
, pues la piedra pómez puede haber sido recogida en un momento anterior en algún lugar como la orilla del mar, donde puede que llevara mucho tiempo. No toda la piedra pómez procede de Thera: la fuente de al menos una de las muestras ha sido identificada como una erupción en Turquía que tuvo lugar hace más de cien mil años. Es interesante que hasta el momento no se haya encontrado piedra pómez en los primeros estratos de Tell el Daba y que no se haya encontrado ningún resto de ceniza (producida por la erupción). Utilizando varias fuentes diferentes, incluyendo datos procedentes de núcleos de hielo y anillos de árboles, donde en ocasiones condiciones atmosféricas excepcionales pueden ponerse en relación con acontecimientos históricos, se ha sugerido que la erupción de Thera tuvo lugar en 1628 a.C. Se puede considerar que las pruebas procedentes de Tell el Daba apoyan la fecha tradicional de c. 1530 a.C. (durante el reinado de Ahmose); pero se necesitan muchos más estudios para poder clarificar los datos científicos y, por el momento, la cuestión ha de quedar en suspenso.
El reinado de Ahmose terminó no mucho después de su reconquista de Egipto. Muchos proyectos constructivos quedaron sin terminar, pero los beneficios de la unificación eran evidentes. Los delicados objetos presentes en los enterramientos reales y las listas de donaciones a los dioses de Tebas atestiguan una riqueza y habilidad artística crecientes. Los pocos fragmentos de relieves procedentes de Abydos, llegados hasta nosotros tras sobrevivir a la depredación de los canteros ramésidas, demuestran que el estilo que fácilmente reconocemos como XVIII Dinastía ya había aparecido a finales de su reinado.
Los descubrimientos arqueológicos de las décadas de 1980 y 1990, combinados con nuevos estudios de la antigua documentación textual, sugieren que la reunificación de Egipto sólo tuvo lugar en la última década de los veinticinco años de reinado de Ahmose (1550-1525 a.C.), el primer rey de la XVIII Dinastía. Por lo tanto, se puede decir que la reunificación comenzó oficialmente en torno a 1530 a.C., pero que estuvo gestándose mucho tiempo durante el reinado de Ahmose. De hecho, la naturaleza del Estado egipcio a comienzos de la dinastía seguramente fue una continuación de formas y tradiciones que nunca llegaron a quedar interrumpidas del todo durante los enfrentamientos internos del Segundo Período Intermedio. Es posible que esta considerable fe en las tradiciones fuera en parte responsable de que los predecesores de Ahmose en la XVII Dinastía pudieran consolidar una base de poder entre las otras poderosas familias del Alto Egipto. Cuando, posteriormente, Ahmose y sus sucesores intentaron asegurar la línea dinástica de la familia, crearon o modificaron aspectos de la realeza que, junto a las presiones externas procedentes del noreste y del sur, terminaron por afectar profundamente al resto de la XVIII Dinastía.
Las inscripciones de la tumba de Ahmose, hijo de Ibana, en Elkab describen la derrota de los hyksos a manos de su tocayo, el rey Ahmose, así como el asedio que éste puso a la fortaleza de Sharuhen, en la Palestina meridional, y sus campañas en Kush, cuya capital era la ciudad de Kerma, cercana a la tercera catarata. La conclusión de esta campaña nubia se dejó en manos de Amenhotep I (1525-1504 a.C.) y una serie de monumentos en la isla de Sai conmemoran las victorias de ambos soberanos; es posible que todos ellos fueran erigidos por Amenhotep I, pero es innegable que Ahmose se mostró activo en la región.
En los estratos de comienzos de la XVIII Dinastía en Avaris (Tell el Daba) encontramos el nombre de Ahmose y de varios reyes que lo sucedieron. Durante esta época, en el yacimiento se utilizaron varios edificios monumentales decorados con frescos minoicos (véase el capítulo 8). Ciertamente, esto sugiere la existencia de un contacto creciente con el Egeo, aunque sólo sea mediante artistas itinerantes encargados de realizar o supervisar los trabajos. Como las armas encontradas en el pequeño ataúd de la reina Ahhotep I (madre de Ahmose), dentro de su tumba en la orilla occidental de Tebas, lucen elementos y técnicas artesanales egeas o al menos mediterráneas orientales aplicadas a objetos egipcios, los elementos exóticos extranjeros apreciados en el delta parecen haberlo sido también en Tebas, cuando menos adaptados. En Egipto es difícil encontrar objetos egeos contemporáneos a la XVIII Dinastía, si bien en Creta y en menor grado en la Grecia continental se encuentran en gran número pequeños objetos comerciales faraónicos. No obstante, sigue sin estar claro (de hecho es incluso dudoso) si a comienzos de la XVIII Dinastía hubo intercambios diplomáticos directos entre Egipto y Creta. Es posible que Ahmose y sus sucesores se limitaran a continuar participando en el sistema de intercambio del Mediterráneo oriental, exactamente igual que habían hecho los hyksos. Comoquiera que sea, el impulso creativo que dio forma al estilo de influencia «egea» visible en los objetos de la época de Ahmose, así como en las pinturas de estilo minoico de Tell el Daba, no sobrevivió al comienzo de la XVIII Dinastía. Al final, como sucede casi siempre durante los períodos de monarquía fuerte, terminó imponiéndose la iconografía egipcia tradicional. Los pocos elementos que persistieron (como el dibujo del «galope», por ejemplo) se adaptaron rápidamente a contextos iconográficos más familiares.
Parece que el proyecto constructivo más inmediato de Ahmose tuvo lugar en la capital de Avaris, que había arrebatado a los hyksos. Las excavaciones de Manfred Bietak han identificado una plataforma de palacio de comienzos de la XVIII Dinastía undante con la muralla hyksa. En estratos posteriores han aparecido sellos con los nombres de los soberanos de la XVIII Dinastía, desde Ahmose hasta Amenhotep II; aunque Bietak considera que el constructor del complejo palacial decorado con frescos minoicos fue Ahmose. Es posible que este soberano tuviera otros proyectos constructivos en la región del delta, pero ciertamente se quiso convertir Avaris en un centro importante —con bastante probabilidad comercial— para uso del nuevo gobierno. Gracias a las excavaciones de las décadas de 1980 y 1990 se sabe que también Menfis fue reurbanizada a comienzos de la XVIII Dinastía: al desplazarse el río hacia el este, se utilizó la tierra liberada para crear un nuevo asentamiento. Las secuencias cerámicas y los escarabeos reales indican que, ya en el reinado de Ahmose, Menfis estaba volviendo a recibir población tras un paréntesis que puede corresponder a las guerras entre Tebas y Avaris, descritas en el capítulo 8.
Los templos de los últimos años del reinado de Ahmose constituyen los cimientos de un programa constructivo faraónico tradicional, mediante el cual se honraba a los dioses cuyos templos habían florecido durante el Reino Medio: Ptah, Amón, Montu y Osiris. Ahmose veneró a las deidades tradicionales de los centros de culto egipcios. Donde mejor queda recogida la relación de Ahmose con el dios luna Iah (representado en el elemento «Ah» de su nombre) es en las inscripciones de las joyas de Ahhotep I y Kamose (1555-1550 a.C.), que describen a Ahmose como «hijo del dios luna Iah». Se desconoce cuál era el principal centro de culto de este dios, a pesar de la ubicua presencia del elemento «Ah» en los nombres de la familia real. Es posible que Ahmose comenzara a hacer escribir su nombre, con el creciente lunar «Iah» con las puntas hacia abajo, en el momento mismo en que realizó la reunificación. Por lo tanto, todos los monumentos que presentan esta forma del nombre de Ahmose son posteriores a los años 17 o 18 de su reinado. Al ser el primer rey en más de cien años que era capaz de erigir monumentos para los dioses tanto del Egipto septentrional como del meridional, Ahmose abrió canteras de caliza en Maasara con la intención de construir tanto en Menfis, el antiguo y venerado centro del norte, como en Tebas, la casa de Amón y Montu. Si bien sus construcciones de Menfis no se han hallado todavía, aún siguen en pie algunas de Tebas y otros lugares.
Es indudable que Ahmose realizó contribuciones significativas al culto de Amón en Karnak. De haber vivido más, quizá hubiera comenzado a reconstruir con piedra más edificios del complejo; los monumeneos suyos que se conservan incluyen una entrada y varias estelas, así como quizá un santuario para la barca, situado probablemente cerca del camino de entrada al templo. De este modo, su deseo de ser reconocido como un piadoso dedicado a Amón habría sido aparente, no sólo para aquellos a quienes su cargo o pertenencia a la élite les permitía el acceso a la casa de Amón, sino también para los habitantes menos importantes de Tebas, que sólo durante las fiestas podían visitar el patio anterior.
Del reinado de Ahmose se conocen varias estelas de caliza que recogen episodios importantes relacionados con el templo de Amón, todas datadas probablemente en los últimos siete años de su reinado. En dos de las recuperadas de los cimientos del Tercer Pilono de Karnak, el rey se representa a sí mismo como propiciador y benefactor del templo. En la llamada Estela de la Tormenta, el rey afirma haber reconstruido las tumbas y pirámides de la región tebana destruidas por una tormenta infligida al Alto Egipto por el poder de Amón, cuya estatua parece haber quedado en extrema necesidad. Ahmose describe que la tierra quedó cubierta de agua y que hizo traer valiosos bienes para sufragar la restauración de la región. La otra estela del Tercer Pilono (conocida como la Estela de la Donación) recoge la compra por parte del rey Ahmose del cargo de «segundo sacerdote de Amón» para su mujer, la «esposa del dios Amón» Ahmose-Nefertari. El coste del cargo fue pagado al templo por el rey, que de este modo se convirtió de nuevo en su benefactor, además de asegurar la relación entre el dios y la familia real.
Una tercera estela de Ahmose, encontrada esta vez en el interior del Octavo Pilono de Karnak, data del año 18 de su reinado. En ella se ensalza el poder universal de la familia real y se detalla el equipo cultual que Ahmose mandó fabricar para luego dedicar al templo de Karnak: vasos de libaciones de oro y plata, copas de oro y plata para la estatua del dios, mesas de ofrendas de oro, collares y cintas para las estatuas divinas, instrumentos musicales y una nueva barca de madera para las procesiones de la estatua. Los objetos donados por el rey a Karnak son los más esenciales del culto y su dedicación puede indicar que en este momento el templo carecía de este tipo de objetos en metales preciosos. Resulta imposible saber si esta circunstancia era resultado de la acción de la gran tormenta, como afirma el rey en la Estela de la Tormenta; pero durante los difíciles años de la XVII Dinastía tanto los objetos de culto del templo como los objetos de los ajuares funerarios pueden haber sido importantes recursos financieros para los tebanos.
Es importante mencionar la gran escasez que hubo en el Alto Egipto de objetos fabricados con metales preciosos durante el Segundo Período Intermedio. Sólo con la momia de Kamose y el ajuar funerario de Ahhotep, madre de Ahmose, encontramos de nuevo extravagantes objetos funerarios de oro, como los que se conocen del Reino Medio. A pesar de que varios centenares de años después del Segundo Período Intermedio los ladrones afirmaron que habían robado el cuerpo forrado de oro del rey Sobekensaf II, de la XVII Dinastía, de la época anterior a Ahmose sólo se han encontrado ataúdes y ajuares funerarios relativamente modestos. ¿Es posible que las inscripciones del rey en Karnak sean una explicación oficial del empobrecimiento de la región tebana y, lo que es más importante, del papel de Ahmose como restaurador de las riquezas del templo de Karnak y su dios? No estamos sugiriendo que no se produjera la tormenta y que no se comprara el «segundo sacerdocio» para Ahmose-Nefertari, sino más bien que estos acontecimientos concretos pueden haber sido narrados en las estela por motivos puramente histórico-religiosos.
Ahmose también construyó monumentos en otros parajes tradicionalmente favorecidos por los reyes, entre ellos Abydos, el principal lugar de culto de Osiris. Se sabe que estos restos, excavados y analizados por Stephen Harvey en la década de 1990, incluyeron pirámides además de templos. Abydos llevaba mucho tiempo siendo un lugar donde se honraba a Osiris y a los antepasados regios, fundidos con el dios tras su muerte. Para señalar las tumbas tebanas de los reyes de la XVII Dinastía se utilizaron pirámides, cuyos restos de adobe posiblemente fueran visibles en la región tebana de Dra Abu el Naga hasta el siglo XIX. Si bien el cuerpo de Ahmose se encontró en el
caché
de Deir el Bahari (véase más adelante), todavía se desconoce el emplazamiento de su tumba.