Especies en peligro de extinción (16 page)

BOOK: Especies en peligro de extinción
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Faith sonrió y permitió que Arreglo los condujera a Óscar y a ella a través de la puerta. Esperó mientras cerraba la puerta tras él, y después le siguió por un estrecho pasillo que debía de tener como nueve metros de largo. Al final del mismo había una gruesa puerta de madera, y al otro lado una espaciosa sala de estar. Una de las paredes era una sólida lámina de cristal que les ofrecía una vista aérea del centro de Sydney situado una docena de pisos más abajo. Por una puerta entreabierta que daba a otra habitación se veía un dormitorio pequeño pero cómodo. Los muebles eran modernos y lujosos, y grandes palmeras en maceta se inclinaban hacia ellos desde las esquinas.

—Esto es muy agradable —dijo Faith educadamente cuando Arreglo se detuvo en el centro de la sala.

—Sí. Normalmente no me alojaría en un sitio tan elegante —dijo Arreglo, mesándose la barba y mirando a su alrededor—. Pero la Q Corp insistió en patrocinar mi viaje, así que aquí estoy.

Faith clavó en Óscar una mirada rápida y nerviosa, segura de que no dejaría pasar esto. Pero él apenas parecía prestar atención mientras jugueteaba con la cazadora, sacudiéndola y depositándola en la silla de liso cuero negro. También se quitó el sombrero y las gafas de sol, y las depositó en la misma silla.

—Hablando del diablo, que es como la mayoría de nosotros hemos considerado siempre a la Q Corp... —añadió Arreglo, con una breve risita—. Te aseguro, Faith que intentaré explicarte lo mejor posible por qué he hecho lo que he hecho. Sé que te afectó mucho, y comprendo el porqué.

—Supongo que me sorprendió —dijo Faith tímidamente—. Yo... yo... seguramente me excedí... pero me pareció un cambio enorme en usted, y me dejó descolocada. No me gustan los cambios repentinos.

Arreglo asintió y sonrió.

—Vamos a hablarlo. Quiero que comprendas un poco mejor mis motivos. Cuando lo sepas todo, te darás cuenta de que tomé la mejor decisión posible. Y si aún así no estás de acuerdo, al menos la entenderás mejor. Me alegro tanto de que estés aquí... me siento muy mal por lo que pasó entre nosotros.

—Vale. Gracias.

Faith le sonrió, sintiéndose como si le quitaran un enorme peso de encima. Por fin su mundo parecía recuperar la normalidad....

De pronto, se dio cuenta de que no había presentado a Óscar, y se volvió hacia él con una sonrisa. Estaba algo apartado de ellos, con las manos en los bolsillos de los abolsados pantalones de color caqui.

—Lo siento mucho, Dr. Arreglo. Olvidé que no conoce a mi novio, Óscar Wolfe. Óscar, te presento al Dr. Arreglo.

—Bienvenido, hijo —repuso Arreglo, dirigiéndose hacia él y alargándole la mano—. Cualquier amigo de Faith es amigo mío.

—Es un placer conocerlo, señor. —Óscar sacó la mano derecha del bolsillo para agarrar la mano del hombre y sacudirla con fuerza—. Le he traído un pequeño regalo...

Óscar todavía le estrechaba la mano cuando sacó la mano izquierda del bolsillo. Sujetaba algo cilindrico y brillante.
¿Eso es una jeringuilla?,
se preguntó Faith confusa.
¿Qué es lo que...?

Antes de que pudiera acabar esa idea, Óscar tiró de Arreglo hacia sí y le hundió la jeringuilla en el pecho.

—19—

Faith sentía que el corazón le latía con fuerza en el pecho mientras miraba la serpiente, intentando saber lo que debía hacer.

—No te muevas —le dijo a George, cuando vio que apoyaba alternativamente el peso en una rodilla y en otra.

—No sé si podré —dijo con un gemido—. Al menos no por mucho tiempo....

Faith se mordió el labio, forzando su aturdida mente a pensar. Las acontifas, o víboras de la muerte, no temían a los humanos tanto como otras especies, así que no era muy probable que la serpiente decidiera retirarse por su cuenta si no lo había hecho ya. Pero, también se sabía que era poco probable que atacase si no se la tocaba antes. Posiblemente era por eso por lo que George había podido gritar y desplazar su peso y todo lo demás. Pero no quería apostar a que las cosas seguirían así. Si George había alterado el lugar de descanso de la serpiente, esta podía estar lo bastante irritada como para atacarlo en cuanto hiciera algún movimiento repentino.

—Quédate quieto —volvió a decirle.

—Ya lo has dicho —sonaba ansioso y sin aliento— , ¿Y qué se supone que voy a hacer? No puedo quedarme aquí parado para siempre.

Ella se fijó atentamente y vio que tenía razón. El estrecho saledizo de roca en que estaba parado sólo era un poco más ancho que su cuerpo, casi imposibilitándolo para cambiar de posición. La desigual roca estaba salpicada de charcos de la última lluvia, lo cual debía de dificultar aún más el mantener el equilibrio. La pared vertical solo estaba a unos centímetros detrás de él; las espinas de los arbustos a solo centímetros a cada lado, la serpiente a menos de un metro escaso de él. George tenía el rostro "normalmente sonrosado" pálido por el agotamiento y el miedo.

Si no hubiera aparecido ahora...,
pensó Faith, pero no se molestó en acabar la frase. Hasta ahora, su llegada no le había ayudado mucho, aparte de identificar a la serpiente.

—Bueno, aguanta unos segundos más donde estás —le dijo con el tono más tranquilizador que le fue posible, esperando que sus rodillas y su equilibrio aguantasen un poco más—. Voy a sacarte de ahí.

—Deprisa —dijo con dientes apretados. Miraba la serpiente, que se mecía suavemente sacando la lengua.

Faith apartó la mirada de los dos y examinó con desesperación el claro. Ya había considerado y rechazado la idea de tirarle algo a la serpiente para distraerla o matarla. Temía empeorar las cosas, incluso creyendo que su puntería estaría a la altura de las circunstancias, que seguramente no lo estaba. Una serpiente distraída atacaría lo que tuviera alrededor, y si le daba pero no la mataba o la inutilizaba, solo conseguiría irritarla aún más.

Por suerte, se le había ocurrido otro plan que era más probable que tuviera éxito.

—Tú aguanta... —dijo con aire distraído, caminando por el borde del boque y mirando a su alrededor.

—¿Qué haces? —la voz de George adquirió un tinte de pánico a medida que ella se apartaba de su campo de visión—. ¡No me dejes aquí!

—Sigo aquí. No me he icio. Solo busco un... ¡ajá! —Había visto justo lo que necesitaba.

Se apresuró unos pasos, y la recogió. Era una rama caída, de un metro de largo y unos dos centímetros de diámetro. Y, lo que era más importante, acababa en forma de V, y cada uno de los brazos tenía dos o tres centímetros de largo.

Cuando volvió a entrar en su campo de visión, George la miró ansioso.

—¿Qué es eso? —exigió saber— Vas a necesitar un palo más grande si quieres matar a esa cosa.

—No pienso matarla —replicó Faith con calma, dirigiéndose a la plataforma de George lo más silenciosa y pausadamente que podía. No quería que la serpiente la oyera venir y se asustara—. Voy a usar esta rama para atraparla. Si puedo engancharla detrás de la cabeza no podrá moverla lo suficiente para morderte, y podrás saltar sobre ella sin problemas.

—¿Qué? —George sonaba incrédulo— No me vengas con esas, chica. ¡Busca una piedra grande y aplasta esa cosa de una vez por todas!

—No, no será necesario. Esto saldrá bien.

George se la quedó mirando.

—¿Que no es necesario? ¡Parece que te preocupa más proteger a esa maldita serpiente que salvarme la vida! ¿Qué pasa contigo?

Faith respiró hondo, haciendo todo lo posible para ignorar su tono insultante.

—Eso no es cierto —le dijo—. Esta es la mejor manera. Es más segura, y no tiene por qué morir nada.

George ladró una risa corta y amarga.

—Oh, Dios. Esto es el colmo. Los ecologistas siempre creéis saber qué es lo mejor... —desplazó el peso del cuerpo, alzó ligeramente los hombros e hizo que unos guijarros cayeran rebotando hasta el suelo—. Tengo un plan mejor, corazón. Tú haces ruido, golpeando ese palito tuyo contra un árbol o algo así, para distraer a la serpiente. Entonces yo saltaré y la lanzaré lejos de una patada antes de que pueda morderme.

—¡No! —exclamó Faith, alarmada— No puedes hacer eso. ¡Si enfadamos demasiado a la serpiente, lo más seguro es que nos ataque directamente a uno o a los dos!

—No si yo la pillo primero —musitó George, sujetando con más fuerza aún el asa de la maleta. Pero de pronto parecía menos excitado para llevar a cabo su "plan", pese a sus valientes palabras.

Faith suspiró, tan frustrada por el estúpido arrebato de George que estuvo a punto de renunciar a su empresa. Igual era preferible correr a la playa en busca de refuerzos. Seguramente George estaría más predispuesto a escuchar a alguien como Jack, un hombre, un líder natural, alguien al que respetaba...

En ese momento, la rodilla de George resbaló unos centímetros, arrojando unos cuantos guijarros más por el borde del saledizo de roca. Recuperó el equilibrio, pero la acantofis se tensó e irguió la cabeza. George volvió a quedarse inmóvil, mirando la serpiente con terror en los ojos.

Faith tragó saliva. No había tiempo para buscar ayuda. George estaba demasiado asustado y era de naturaleza demasiado impulsiva; si ella se iba, era muy probable que él hiciera alguna estupidez sólo para poner fin a esa aterradora situación de bloqueo. Casi era un milagro que no hubiera pasado ya. Debía ser fuerte, quedarse e intentar ayudarlo, pasara lo que pasara. ¿Y si él se asustaba y, a pesar de todo, hacía una locura? Bueno, pues entonces tendría que enfrentarse a ello.

—Muy bien, escúchame —le dijo a George, intentando copiar lo mejor que podía el tono de hombre de negocios que ponía él—. Vamos a hacer esto a mi manera. Tienes que quedarte todo lo inmóvil que puedas hasta que yo te lo diga, ¿vale? No te muevas, ni intentes levantarte para aplastar a esa serpiente con la maleta, ni nada más. Si nos muerde a alguno... —hizo una mueca mientras las estadísticas pertinentes acudían a su cabeza—. Digamos que nuestras posibilidades no son muy buenas sin un antiveneno a mano.

—Lo que tú digas —murmuró él, pareciendo hipnotizado sin apartar la mirada de la serpiente.

Ella titubeó, mirándolo por un segundo o dos. ¿Le haría caso? ¿Se quedaría inmóvil y tranquilo hasta que ella se lo dijera, o se asustaría y se condenaría irremediablemente, y posiblemente también a ella, a una muerte fea y dolorosa por mordedura de serpiente? Era evidente que él no confiaba ni en su plan ni en ella. ¿Podría confiar en él?

Solo había una forma de descubrirlo. Aferró con fuerza el palo bifurcado y avanzó...

—20—

Arreglo se tambaleó hacia atrás, aferrándose el pecho. Su rostro mostraba sorpresa, confusión, dolor. Abrió la boca, pero no emitió sonido alguno; solo una pequeña burbuja de saliva que colgó por un momento del labio inferior. La jeringuilla se soltó y cayó al suelo.

Faith se quedó boquiabierta de horror mientras las piernas de Arreglo se doblaban y él se desplomaba contra el suelo, y su cabeza rebotó dolorosamente contra el borde afilado de la mesita de centro moderna.

—¡Óscar! —gritó— ¿Qué has...?

Óscar estuvo a su lado en tres pasos rápidos. La agarró, tapándole la boca con la mano.

—Ni un ruido —le murmuró al oído—. Hemos tenido mucha suerte con esta suite de hotel; los guardias de fuera no oirán nada. A no ser que tú hagas alguna estupidez, como gritar.

Faith negó con la cabeza, con ojos desorbitados. De todos modos, lo de gritar no iba con ella. Y Óscar lo sabía. Cuando se asustaba de verdad se quedaba muda, y lo más que conseguía emitir era un jadeo sorprendido.

Óscar aflojó la presión sobre su boca.

—¿Me lo prometes? ¿No gritarás?

Ella asintió, y él la soltó. Faith cayó al instante de rodillas, junto a Arreglo. Este tenía los ojos en blanco, y su pecho se agitaba con una respiración rápida y rota. Parecía estar inconsciente.

—¿Qué has hecho? —exclamó Faith, sin comprender del todo lo que estaba pasando— Óscar, ¿qué...?

—¿Aún no lo has adivinado? —Óscar parecía complacido consigo mismo, casi alegre— Creí que se suponía que eras más lista, Sra. Doctora.

Faith miró la jeringuilla, tirada junto al hombro de Arreglo. Un pequeño charco de sangre se formaba a su lado, empapando el pálido tejido de la alfombra.

—¿Qué había en esa cosa?

—Veneno de serpiente —repuso Óscar sonriendo orgulloso—. Muy apropiado, ¿no crees? —se encogió de hombros—. Bueno, vale, también contiene un tranquilizante de acción superrápida... No queríamos que se revolviera o armara mucho jaleo mientras el veneno hacía efecto, ¿sabes?

Faith pestañeó. Nada de todo eso tenía sentido para ella.

—Pero, ¿de dónde has sacado...? ¿Por qué...? —sintió que la mente se le empezaba a aturdir por el
shock,
e hizo un esfuerzo por despejarse. No era momento de asustarse—. Da igual. ¡Tenemos que ayudarlo! ¿De qué serpiente proviene el veneno? Tenemos que conseguir un antiveneno y...

—No —él posó una mano en el hombro de ella y apretó con fuerza, deteniéndola antes de que pudiera levantarse y correr a la puerta—. Espera. No puedes hacerte eso. ¿Qué crees que te pasará si la gente entra y ve esto? —Hizo un gesto con la mano hacia Arreglo, que aún boqueaba buscando aire como un pez varado en una playa.

—¿Qué quieres decir? —gritó Faith, perdiendo cada vez más el sentido de la realidad. Aquello era excesivo; nada en la vida la había preparado para una situación así. Por un instante tuvo la sensación escalofriante y desequilibrada de estar interpretando una escena en una película o algo parecido— ¡Óscar, sigo sin entender lo que pasa!

Óscar suspiró con impaciencia típica en él.

—Hay que seguir con el programa, nena. No puedes ser tan obtusa. ¿De verdad crees que la LIDA pagaría todos esos costosos billetes de avión solo para que nos manifestáramos aquí con pancartas? Que va; estamos aquí por esto —volvió a señalar a Arreglo—. La LIDA quiere mandar un mensaje a todo el que decida que es buena idea aceptar compromisos con las grandes empresas contaminadoras. Llevamos planeando esto desde el día en que Arreglo hizo su anuncio.

Faith se llevó las manos a los oídos, no queriendo oír nada más. Nada de eso tenía sentido, nada. Ella no era de la clase de personas que se metía en este tipo de cosas; ni siquiera le gustaba leer sobre ellas en la prensa. Y Óscar... Se le quedó mirando, preguntándose si de verdad lo conocía.

Intentó respirar y contener el pánico, pero el aire se le quedó atascado en la garganta. El cuerpo de Arreglo sufrió un espasmo y emitió un gemido grave.

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