Especies en peligro de extinción (13 page)

BOOK: Especies en peligro de extinción
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—Oh —Faith no supo que decir. Cuantas más cosas decía George, más cuenta se daba de lo poco que sabía de él.

George volvió a suspirar con fuerza.

—Iba a ser la primera de la familia en ser universitaria... Podría haber acabado siendo una chica lista con un bonito título en su haber. Como tú corazón —sonrió a Faith con algo de añoranza, y apartó la cara haciendo una mueca—. Perdonad que me enrolle con esto. Es que me reconcome que no atienda a razones, ¿sabéis? Cree que le irá mejor sin la ayuda de su viejo padre.

—Ningún hombre es una isla, completa en sí misma —dijo Locke, mientras rebuscaba en la maleta desenterrada. Lo dijo John Donne.

George se le quedó mirando como si le hubiera brotado una cabeza nueva.

—¿De verdad? Suena como algo que diría mi hija. También le gusta citar esas cosas de intelectuales.

Hablaba con un tono sarcástico, y Faith se encogió, preguntándose si Locke se ofendería. En vez de eso, se limitó a mirar la maleta que tenía delante.

—Vaya, mirad lo que acabo de encontrar —dijo, sacando un estuche rectangular.

—¿Es un juego de Backgammon? —preguntó Faith.

—Sí que lo es.

Locke parecía complacido. Le sacudió la arena de la tapa y lo abrió, depositándolo en la playa. Se inclinó hacia delante y hurgó entre las piezas de plástico limpiamente encajadas en sus respectivos compartimentos—. Parece que está completo.

—Qué bien —Faith estaba algo distraída por George, que contemplaba el océano con una mirada distante en el rostro—. Será una forma agradable de pasar el rato hasta que nos rescaten. Mantendrá la mente ocupada.

George los miró.

—Vale. Será una juerga para los intelectuales que hay por aquí; ya sabéis, esos que se preocupan más por la vida de las cucarachas y de las ranas arborícolas que por la de las personas...

Esas palabras golpearon a Faith como una descarga eléctrica al corazón. ¿Qué intentaba decir? Igual seguía pensando en su hija... pero, claro, puede que no. El corazón empezó a latirle más deprisa, y tuvo la incómoda sensación de que George había visto a través de ella, que de algún modo sabía lo que había hecho.

Es imposible, se dijo. No lo sabe nadie. Al menos nadie que esté aquí... Aún así, la culpa burbujeó amarga en su interior, quemándole.

—Enseguida vuelvo —dijo George, echándose al hombro otro pedazo de fuselaje.

Faith miró la playa, en un intento de olvidar lo que él había dicho. Sus ojos acabaron centrándose en una figura alta y delgada que se acercaba a ellos. Era la mujer de pómulos altos.

—Hola. Me llamo Kate —se protegió los ojos haciéndose sombra con una mano al detenerse ante Faith y Locke—. Habéis estado clasificando el equipaje, ¿verdad? Necesito una mochila. Algo ligero pero resistente.

—¿Una mochila? —Faith la miró sin expresión, aún medio perdida en sus pensamientos—. ¿Para qué?

Kate pareció algo sorprendida de que le preguntaran.

—Nos vamos de excursión. Sayid y yo.

No parecía una gran respuesta. ¿Quién se va de excursión en un momento así? Pero Faith no conseguía que le importase lo suficiente como para seguir preguntando. Si Kate y Sayid querían arriesgarse a perder el avión de rescate por irse de paseo por la selva, era problema de ellos.

—Una mochila, ¿hmm? —replicó Locke, frotándose pensativo la barbilla mientras miraba a su alrededor— Has venido al lugar adecuado. Acabo de encontrar un par que podrían valeros —cogió dos mochilas de nylon del montón de bolsas vacías—. Elige.

—Me llevo las dos —Kate alargó el brazo para cogerlas. Seguro que a Sayid también le vendrá bien una. Gracias.

—¿Y a dónde vais de excursión? —le preguntó Locke.

Kate le respondió algo sobre un transmisor y encontrar una señal, pero Faith volvía a ensimismarse en sus propios problemas. Seguía enfadada con George por lo que dijo e hizo, pero cuanto más pensaba en ello, más se enfurecía consigo misma. Como siempre le recordaba Gayle, no se puede controlar a los demás. Solo a ti mismo. ¿Por qué sentía que, hiciera lo que hiciera, volvía a recaer en viejos hábitos? ¿Qué pasaba con ella?

—Eh, ¿estás bien?

—¿Eh? —Faith pestañeó, dándose cuenta de que Kate la miraba con expresión preocupada.

—Estás algo pálida —dijo la otra mujer, encogiéndose de hombros—. Igual deberías apartarte del sol por un rato.

—Er... igual sí —Faith forzó una sonrisa—. Gracias.

—De nada. Adiós.

Kate se alejó, con las mochilas en una mano. Faith apenas se dio cuenta. Su mente actuaba a cien por hora y no estaba segura de volver a sentirse normal alguna vez. Ni siquiera estaba segura de merecerse volver a sentirse normal...

—¿Jugamos una partida?

Casi había olvidado que Locke también estaba allí.

—¿Perdón?

Locke alzó la mirada desde su posición, sentado ante el juego de Backgammon.

—¿Una partida? Creo que ya hemos trabajado lo suficiente como para merecernos un pequeño descanso.

No parecía notar la consternación de ella, aunque estaba segura de que era tan visible en su rostro como la cicatriz vertical en el de él. ¿De verdad no se daba cuenta, o sólo estaba siendo educado? Faith estaba demasiado alterada para saberlo, o para que le importara.

—Creo que no —farfulló—. Cre... creo que ella tenía razón; creo que debería apartarme del sol por un rato. Creo que iré a buscar esa ave que vi.

—Ve con cuidado —replicó Locke—. ¿Faith?

—¿Sí?

—Espero que encuentres lo que andas buscando.

—14—

—...como ves, Faith, es muy importante que una cosa funcione con la otra y que la tercera resultante juegue un papel importante. Entonces todas las aves podrán irse volando a casa. Así es como funciona el mundo —le dijo el Dr. Arreglo, con una amplia sonrisa—. Estoy seguro de que lo entiendes.

—No, no lo entiendo —Faith se esforzaba por entender lo que le decía su tutor. Pero cuanto más intentaba explicarle él por qué apoyaba los planes de la Q Corp, menos sentido tenía. ¿Por qué no podía entenderlo? Quería entenderlo...

De pronto, por la ventana entró un ave y se posó en el escritorio de Arreglo. Era una especie que Faith no había visto nunca, una bonita cacatúa. Agitó sus coloridas alas, emitió un gorjeo y habló con voz familiar.

—No pasa nada, Faithie. No tienes por qué entenderlo todo. Solo tienes que saber en quién puedes confiar.

—¿Gayle? —el corazón se le aceleró al reconocer la voz de su hermana. Al fijarse más, vio que la esencia de su hermana le miraba por los ojos de la pequeña ave—. ¿De verdad eres tú?

El ave lanzó una risa melodiosa y gorjeante.

—¡Claro que soy yo, corazón! Sabías que nunca te dejaría sola, ¿verdad? Por eso he vuelto. Ahora podremos volver a estar juntas... como una familia.

—¡Oh, Gayle! —Faith apenas podía hablar por el nudo que tenía en la garganta—. Te he echado tanto de menos...

—Faith —dijo el Dr. Arreglo con severidad—. Tu hermana tiene razón. Debes pensar en quién debes confiar, o todo se habrá perdido.

—No lo escuches, nena —dijo Óscar, entrando de pronto en la habitación con ojos enloquecidos y furiosos—. Te está mintiendo. Los de su clase mienten siempre. ¿Cómo puedes ser tan estúpida? Seguro que también te ha engañado para hacerte creer que esa ave habla.

—¡No, Óscar! —ahora que Gayle había vuelto, todo tenía de pronto sentido. Faith sabía cómo reconciliar a Arreglo con Óscar para que todo el mundo fuera feliz—. Por favor, escúchame...

—El momento de escuchar ha pasado —Óscar se acercó más, con ojos más oscuros y estrechos que nunca—. Ahora es el momento de actuar.

En un abrir y cerrar de ojos, las flacas extremidades de Óscar se fusionaron... y en vez de a su novio vio una enorme serpiente tigre. Antes de que ella pudiera reaccionar, esta reptó hasta el escritorio y hundió los colmillos en el ave-Gayle. La pequeña criatura forcejeó por un momento, un débil gorjeo brotó de su pequeño pico, y se quedó inmóvil.

Faith intentó gritar cuando la serpiente-Óscar volvió hacia ella sus ojos como canicas, pero la garganta se le contrajo en un espasmo semejante al de una serpiente retorciéndose, y nada brotó de ella...

—Faith! ¡Despierta, nena!

Faith abrió los ojos en su hotel y miró aturdida a Óscar, sentado en el borde de la cama, cogiéndola por un hombro y sacudiéndola.

—¿Qu... qué? —murmuró mientras los restos de su pesadilla se desvanecían como la niebla.

—Despierta —repitió Óscar—. Se hace tarde. Y cuando volvía de ir a por café me he encontrado una nota en recepción. Es para ti. Pensé que debías verla cuanto antes.

Faith se incorporó, sentándose en la cama, frotándose los ojos adormilada y preguntándose si no estaría aún dormida y soñando, ¿Quién podía dejarle un mensaje en Recepción?

—¿Es de Tammy? —dijo con un repentino fogonazo de alarma, preguntándose si no le habría pasado algo a una de las serpientes.

—Toma, míralo tú misma.

Él le pasó la nota. Ella se inclinó hacia delante, bostezando, y la cogió.

Se despertó del todo nada más ver el breve mensaje escrito en la hoja de papel con membrete de un hotel. La escritura era clara y característica, y muy familiar.

Querida Faith,

He recibido tu mensaje. Me gustaría hablar contigo cuanto antes. Espero que podamos arreglar las cosas. Has sido uno de los estudiantes más prometedores que he tenido el placer de conocer.

Si te es posible, haz el favor de venir a mi suite esta mañana a las diez. Tengo tiempo libre a esa hora, así que podremos hablar en privado todo el tiempo que quieras. Le daré a mi gente tu nombre y te dejarán pasar. Espero impaciente el volver a verte.

Sinceramente tuyo,

L. Arreglo

Faith se quedó un largo instante mirando aturdida la firma. Por un segundo se preguntó si no sería alguna extraña broma. Pero, no. Había visto la escritura de Arreglo lo bastante a menudo como para estar segura de que lo había escrito él. Al examinar el papel y acercárselo a la cara notó que hasta olía ligeramente a su loción para después del afeitado.

La nota era de verdad. Pero, ¿de qué estaba hablando? Ella no le había dejado ningún mensaje...

De pronto, al notar que Óscar la miraba fijamente con una tímida sonrisa en los labios, lo miró fijamente a su vez, con sospecha.

—¿Qué?

—¿Qué quieres decir con "¿qué?" —replicó él juguetón.

Ella frunció el ceño y apartó las sábanas, pasando las piernas por el borde de la cama.

—Mira, es demasiado temprano para andarnos con juegos. Dime lo que sabes de esta nota, y por qué pareces el gato que se ha comido al canario, ¿vale?

Él alzó las manos en gesto de rendición.

—Vale, vale. Me has pillado —dijo alegre—. Puede que yo, er, le dejara una nota a Arreglo en su hotel.

—¿Puede?

—Vale, se la dejé. Llamé por teléfono, e hice que el personal del hotel la escribiera para que mi letra no me delatara; quería que creyera que la habías escrito tú.

Faith se llevó una mano a la frente. Aún tenía la mente algo torpe por el sueño, y tenía dificultades para seguir lo que le decía.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que le pusiste?

Él se encogió de hombros, dejando que una mano cayera hasta su rodilla.

—Me sentía algo culpable, ¿sabes? Por presionarte tanto. Sé que todavía admiras a ese cab... er, al Dr. Arreglo quiero decir. No estuvo bien por mi parte intentar volverte contra él y todo eso.

—¿De verdad? —dijo ella, precavida, esperando una sorpresa final. ¿Seguiría dormida y soñando? Eso no parecía propio del Óscar que conocía.

—De verdad —la aseguró él con una carcajada, apretándole la rodilla—. No tienes por qué poner esa cara de sorpresa, nena. Quiero hacer todo lo que haga falta para que te reconcilies con él; si tú quieres eso, también lo quiero yo. Sólo quiero que seas feliz.

—Así que le enviaste una nota diciéndole que quería hablar con él... —dijo ella despacio, intentando asimilar todavía lo que él le decía.

Ahora que empezaba a entender lo sucedido, lo que había hecho Óscar le hizo sentirse algo incómoda. Ella nunca habría enviado una nota de ese modo, y no estaba muy segura de que él hubiera hecho lo correcto al enviarla por ella, y menos sin consultárselo antes. Óscar era tan impulsivo... ¿Y si hubiera decidido enviar una nota insultante, algo que estropease para siempre su relación con el Dr. Arreglo?

Pero no lo había hecho, recordó, mientras la gratitud iba sustituyendo a la preocupación. Por sorprendente que fuera, Óscar había dejado a un lado la hostilidad que sentía por Arreglo sólo para hacerla feliz. Al margen de que ella hubiera hecho las cosas de ese modo o de otro, su gesto la conmovía. Hacía mucho tiempo que alguien no hacía algo tan generoso por ella. Mucho tiempo...

Supongo que en el fondo sí que le importo,
pensó con un escalofrío. Se sentía bien sabiendo que ya no estaba sola en el mundo.

—15—

Faith se sentía a gusto recorriendo sola la selva. Aunque el avión se había estrellado sólo veinticuatro horas antes, hora más hora menos, empezaba a estar cansada de vivir rodeada de extraños. Y no es que la mayoría de ellos no fueran amables; de hecho le sorprendía lo bien que le caían muchos, como Locke, Claire, Hurley... Estaba acostumbrada a pasar mucho tiempo sola, o con uno o dos acompañantes cuidadosamente elegidos. De niña siempre se preguntaba si no le pasaba algo malo porque no le gustasen las fiestas u otros acontecimientos de multitudes. Pero, con los años, había aceptado que ella era así, como una serpiente que la mayor parte del tiempo prefiere llevar una existencia solitaria. Tras pasar todo un día en compañía de otros, necesitaba alejarse de ellos por un rato.

De George sobre todo.

Se mordió el labio al recordar lo que él había dicho. ¿Se había pasado ella? Gayle siempre decía que era tan sensible como un canario en una mina de carbón, que a menudo veía críticas donde no las había...

¡Crack!

Faith se paró en seco, prestando atención, mirando a su alrededor temerosa. El ruido provenía de alguna parte delante de ella y a la izquierda, aunque no veía moverse nada entre la espesura de lianas de esa zona. Había tenido tanta prisa para alejarse que casi se había olvidado de su miedo anterior a estar sola en la selva, pero ahora volvía a ella. El corazón empezó a latirle más deprisa y se notó la palma de las manos pegajosas. ¿Cómo estaría de lejos la playa?

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