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Authors: Adolfo Losada Garcia

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

El simbolo (34 page)

BOOK: El simbolo
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—Nada, nada, se me había caído una cosa —le dijo mientras intentaba disimular buscando algo—. Pero… ¿qué ha pasado? ¿Cómo es posible que haya luz ahora? —preguntó mientras se levantaba.

—Parece mentira, pero he encontrado el interruptor de la luz.

—¿Cómo? —preguntó extrañado.

—Sí, mira.

Natalie le enseñó una fina cuerda que sostenía en su mano y que estaba atada a un trozo de madera clavado en la pared. Aquella cuerda, que ascendía hasta el techo, accionaba una pequeña trampilla que había en él y que al abrirse dejaba al descubierto uno de esos cristales lumínicos.

—No me lo puedo creer, esto sí que es asombroso —dijo Thomas observando aquel invento.

—Mira Thomas, estamos en una casa —le decía mientras le señalaba con su dedo el interior.

Al girarse, vio lo que Natalie le estaba diciendo y señalando.

Estaban en una habitación con unas dimensiones y acabados parecidos a los que habían visto en los edificios del anterior anillo. Thomas tenía al lado una mesa cuadrada de madera. Encima de ella, y como si los que habitaron allí hubieran salido corriendo, había tres platos con restos de comida, vasos y cubiertos de metal. Las sillas eran también de madera y estaban colocadas una delante de cada plato, menos una, que era con la que se había golpeado.

Atravesaron un pequeño arco que había en una de las paredes y que estaba adornado con vivos colores y encontraron, tras iluminar el interior de la misma forma que lo había hecho Natalie en la otra habitación, otra estancia más pequeña que la anterior. En ella vieron lo que parecían ser unos fuegos para cocinar y al lado, en unas estanterías de piedra, estaban los vasos, los platos y los cubiertos, y bajo esa estantería, una pequeña puerta. Natalie se acercó, se agachó y la abrió con mucha cautela, pues no sabía qué podía haber tras ella.

—Ten cuidado —le aconsejó Thomas.

—Tranquilo, no te preocupes —le dijo Natalie tranquilizándolo.

Cuando estuvo abierta, introdujo su cabeza con sumo cuidado para ver qué había.

—¿Ves algo? —preguntó Thomas.

—Es una despensa, está llena de comida —le respondió con la cabeza aún metida en el interior.

Durante unos minutos más estuvieron mirando todo lo que contenía aquella estancia, luego volvieron a atravesar el arco y se dirigieron hacia una escalera de piedra que habían visto al entrar junto a la puerta.

—Cuidado Natalie, puede que no sea muy estable —le dijo muy atento mientras la ayudaba a subir.

—Deja de preocuparte, no me va a pasar nada.

Cuando llegaron al piso superior, vieron una habitación con grandes ventanas que daban al exterior y tres camas de piedra situadas una al lado de la otra. Sobre cada una de ellas había un saco de tela que, por su grosor, parecía estar relleno con algún tipo de material. Thomas, intrigado por lo que debieron usar para hacer el relleno, se acercó a uno de ellos, le hizo una pequeña incisión con una navaja que había sacado de su mochila, y comprobó que habían utilizado plumas de ave.

Tras salir de aquella casa y visitar algunas más, llegaron a un edificio muy diferente a los que ya habían visto y visitado, no sólo por su tamaño, ya que era enorme, sino también por su aspecto majestuoso e imponente.

Lentamente, pasaron bajo el gran arco de piedra que hacía de entrada y se introdujeron en una especie de pasadizo. Caminaron por él durante unos pocos segundos completamente a oscuras y, al llegar al final, Thomas dijo:

—Asombroso.

Frente a ellos estaba, posiblemente, el primer teatro de la historia.

Aquella edificación no tenía techo, dejando así que la luz entrara sin problema alguno. Cientos de asientos, agrupados en varias gradas y conectados entre sí por escaleras de piedra, miraban hacia una plataforma circular de piedra que estaba en el centro, elevada del suelo unos cuatro metros y rodeada de arena. Tras acceder a la plataforma por unas escaleras de piedra y ver en su totalidad aquella majestuosa y fantástica construcción, Thomas y Natalie se quedaron sin palabras, pues se sentían insignificantes y pequeños ante aquella civilización que había logrado levantar de la nada tan fantástica e increíble ciudad.

—Esto es fascinante Natalie, no me puedo creer que consiguieran hacer todas estas cosas.

—Es verdad, no me puedo imaginar de qué modo pudieron construir todo esto ni las técnicas que usaron.

—Además, estaban organizados perfectamente. Tenían dos zonas separadas, la primera servía para la fabricación, abastecimiento y venta, y la otra, que es donde estamos ahora, era de ocio y descanso —le decía sin poder dejar de mirar aquel lugar.

—¿Y qué me dices de los canales de agua para conectar la ciudad entre sí? Aquellos canales son como las carreteras de hoy día.

Thomas, abrumado ante tan fantástico hallazgo, se sentó en el suelo y dijo:

—Me parece un lugar increíble, maravilloso. Debemos averiguar más cosas para poderlo dar a conocer.

Natalie, que estaba de espaldas a él y mirando la magnitud de aquel lugar, le respondió:

—Date cuenta que necesitaríamos muchísimo tiempo para poder recorrerlo todo y desgraciadamente no lo tenemos.

—Eso ahora no me preocupa —le respondió Thomas.

—¿Y qué es lo que te preocupa? —le dijo dándose la vuelta y mirándolo.

—Más que una preocupación es una duda que me está dando vueltas todo el rato. Hay algo que no entiendo de este lugar —le respondió mientras se tocaba la barbilla.

Natalie se sentó a su lado y mirándolo fijamente le preguntó:

—Anda, dímelo. ¿Qué es eso que no entiendes?

—Desde que hemos llegado no he visto ni un solo esqueleto, ni una sola escritura.

—En la entrada hemos visto una —puntualizó Natalie interrumpiéndole.

—Ésa es la única. Después de ésa, nada de nada. No hay ni un solo indicio que nos arroje algo de luz sobre cómo llegaron hasta aquí y cuándo, dónde están, cómo vivieron y murieron o por qué desaparecieron.

Thomas, en ese mismo instante, se levantó y dijo:

—Natalie, creo que la solución sólo la podemos encontrar en el edificio del centro de la ciudad. Tiene que estar allí, porque si no, nunca sabremos qué les ocurrió realmente.

Tras decir esto, se encaminaron en busca de uno de los cuatro puentes que atravesaban el último anillo de agua.

INCÓGNITAS RESUELTAS

C
aminaron durante ocho largos minutos hasta encontrar el puente. Al llegar a él, Thomas, con la cara descompuesta, se detuvo en la entrada.

—Eso es… —dijo angustiado.

Lo que Thomas estaba viendo era un seguido de estatuas situadas en la entrada y a lo largo de todo el puente.

—Son ellos, los Itnicos —dijo acercándose a una de ellas.

—¿Seguro? —preguntó Natalie.

—Sí, sí, estoy seguro. Su vestimenta es inconfundible, y además la espada que tienen en la mano señalando hacia el cielo la tuve bien cerca de mi cara, y nunca la podría olvidar. Todo cobra sentido ahora, el dibujo de aquella pared y aquello que me dijeron en una ocasión de que eran los guardianes del secreto —comentó mientras tocaba una de las estatuas.

—Bueno, sólo son estatuas, no creo que nos vayan a hacer nada —le dijo mientras le tocaba la espalda.

—Ya, éstos seguro que no —le dijo girándose hacia ella y con una sonrisa dibujada en su cara.

Tras la pequeña pausa, reanudaron la marcha y comenzaron a atravesar el último anillo de agua.

—Dios mío —susurró Natalie.

Frente a ellos se erguía una de las construcciones más hermosas que habían visto en su vida. Debía medir unos doscientos metros de altura y tenía forma piramidal. La cara frontal, completamente plana y con un color blanquecino, tenía en cada lado una escalera de piedra que subía unos pocos metros hasta llegar a una entrada cuadrada. En el centro de aquella cara había una enorme plataforma con dos entradas a cada lado. A la plataforma se accedía gracias a una escalera que llegaba hasta ella por su mitad y que continuaba hasta llegar a la parte superior, que era plana y albergaba una especie de construcción cuadrada con el techo en forma de punta de pirámide que, debido a la altura de la construcción, no podían distinguir bien de qué estaba hecha.

Las otras tres caras, del mismo color que la frontal, tenían un ángulo de unos cincuenta o cincuenta y cinco grados, y en la mitad de cada cara, sobre un gran pedestal que surgía de la piedra, se alzaba una gigantesca estatua de aquellos hombres que custodiaban el secreto.

—Esto es increíble, parece como si hubieran fusionado una pirámide egipcia y otra maya —dijo Thomas.

—Sí que lo parece —afirmó Natalie—. Cuanto más indagamos en este lugar, más sorpresas vamos teniendo —continuó.

A medida que se acercaban por el puente a aquella construcción, Thomas notaba una sensación muy extraña, que surgía de su pecho y se apoderaba de su cuerpo.

—Espera Thomas, no te muevas —le dijo Natalie mientras lo cogía de los brazos y se ponía frente a él.

—¿Qué pasa? —preguntó asustado al ver la reacción que había tenido.

—Mira, tu pecho.

Thomas agachó la cabeza y vio que su pecho relucía.

—Ha vuelto a suceder —dijo sacándose el medallón. Nuevamente estaba brillando, pero esta vez era una luz diferente, mucho más cálida. De repente, Thomas agarró a Natalie de la cintura y la giró, le señaló la parte superior de la pirámide y le dijo:

—Mira la punta de aquella construcción, está brillando también, es como si el medallón y la pirámide estuvieran conectados.

—¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que lograran hacer todas estas cosas?

—No lo sé, pero seguramente allí arriba están todas las respuestas a nuestras preguntas.

Debido al afán de conseguir dichas respuestas, se olvidaron completamente de las dos escaleras con sus respectivas entradas y comenzaron a subir por la empinada escalera central.

A medida que recorrían los cientos de escalones que debía haber hasta llegar a la parte superior, el medallón y la punta de la pirámide ganaban intensidad.

—Estoy cansada, llevamos un buen rato subiendo escalones. ¿Por qué no descansamos un poco? —le propuso a Thomas mientras se sentaba.

—No, debemos llegar lo antes posible, quiero esclarecer de una vez por todas el misterio —le dijo sin detenerse.

Tras la rotunda negación de Thomas, continuaron subiendo sin hacer ni una sola pausa, ni tan sólo se detuvieron al pasar por la plataforma que había justo en la mitad de la pirámide.

Cuando consiguieron llegar arriba del todo, vieron que la punta con forma de pirámide que tenía aquella construcción, que misteriosamente se parecía muchísimo a un templo egipcio, era de cristal, de un color azul muy suave y cálido.

—Es sorprendente, tienen el mismo color y tonalidad que el medallón —dijo Thomas mostrándoselo a Natalie.

—Aquí todo es sorprendente —le respondió sin hacerle mucho caso, estirada en el suelo y resoplando por el cansancio.

—Anda, levanta, ahora no es momento de descansar. Además, mira qué bonita vista tenemos desde aquí arriba.

Natalie se incorporó despacio y observó aquella vista tan hermosa y fantástica, que jamás olvidaría.

—Qué bonito Thomas, es como haber viajado por un túnel del tiempo y habernos trasladado a tiempos inmemorables.

—Sí, sí, muy bonito. Pero mira esto.

Al girarse, vio a Thomas agachado e intentando sacar de su mochila alguna cosa.

—¿Qué haces? —le preguntó.

—Mira estas dos columnas, están llenas de grabados. Al fin sabremos algo sobre ellos —le respondió ilusionado.

—¿Qué pone?

—Aún no lo sé, estoy buscando la hoja… —le decía mientras removía el interior de su mochila—. ¡Ya está! —exclamó al encontrarla.

Thomas comenzó a leer lo que estaba grabado en aquellas columnas, mientras que Natalie intentaba encontrar algún modo de entrar en aquella especie de templo.

—Hablan de sabiduría, de poder y de las estrellas.

—¿Estrellas? —preguntó Natalie sin dejar de buscar la manera de entrar.

—Sí, estrellas, parece ser que esta gente tenía un conocimiento sobre ellas fuera de lo normal.

De repente y sin previo aviso, Natalie agarró a Thomas, levantándolo bruscamente y acercándolo hasta un bloque de piedra.

—¿Qué haces? Aún no he acabado —le dijo extrañado.

—Me parece que esto te interesará más —respondió señalándole con el dedo una pequeña forma en la piedra.

—¿Qué es? —le preguntó—. Pero si es… —dijo al acercase para verlo mejor.

—Sí —afirmó—, es el símbolo del medallón, y por lo que parece tiene las mismas dimensiones. Acércalo para ver si coincide, quizás sea la llave para abrir alguna cosa. Recuerda que en la sala nos sirvió para ver el mapa que había oculto en el interior de aquel agujero —le recordó mientras lo empujaba suavemente hacia el bloque.

—Vale, vale, tampoco tienes que empujar.

Thomas agarró con fuerza el medallón por el extremo con su mano derecha. Después, muy lentamente, se lo sacó por la cabeza. Abrió su mano y, ayudándose con la otra, lo colocó de manera que encajara con la forma que tenía la piedra.

Tras unos segundos, Natalie dijo:

—No pasa nada.

—Me parece que esta vez nos hemos equivocado —le dijo mientras miraba a un lado y a otro con la esperanza de que ocurriera algo.

—Pues vaya, yo creía que…

Y antes de poder acabar la frase, el medallón y el cristal del techo de aquella construcción dejaron de brillar. Seguidamente, el bloque de piedra donde habían colocado el medallón comenzó a hacer un ruido muy extraño.

—¿Qué pasa? —preguntó Natalie.

—No lo sé, pero por el ruido que está haciendo, algo va a ocurrir —le respondió mientras la cogía del brazo y la apartaba unos metros.

Poco a poco, y bajo la atenta mirada de Thomas y Natalie, el bloque de piedra que les impedía ver el interior de aquella especie de santuario comenzó a abrirse, dejándoles entrever, por la pequeña abertura que estaba surgiendo, una luz que salía desde el interior.

—Dentro hay luz. Acerquémonos para verlo mejor —le dijo Natalie.

—Espera, no seas impaciente. Primero esperaremos a que se haya abierto del todo —le dijo agarrándola del brazo para que no se moviera.

Al detenerse el bloque por completo y dejar el paso libre, Thomas y Natalie se agarraron de las manos con firmeza, tragaron saliva, respiraron hondo y comenzaron a caminar hacia lo desconocido.

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