El Secreto de las Gemelas (10 page)

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Authors: Elisabetta Gnone

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico

BOOK: El Secreto de las Gemelas
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Entre espantosos crujidos, la Torre se enderezó y subimos por los viejos peldaños escurridizos. Cuando llegamos a la cima, escrutamos el cielo en busca de Pervinca aferrados a las almenas de la Torre. Pero solamente veíamos nubes, lluvia y relámpagos a nuestro alrededor.

En un intento desesperado, Tomelilla lanzó un conjuro de luz hacia la tormenta: las nubes se iluminaron como si fuera de día y, como biombos de seda, dejaron entrever lo que escondían. Pervinca estaba justo encima de nosotros. La masa de zarzas todavía la envolvía y ella lloraba y gritaba.

Tomelilla trató entonces de hablarle al viento:

Cordones de zarza, del viento las manos,

que infligís dolor y pánico tanto,

la que raptáis es una niñita

jamás culpable de ser brujita.

Vuestro amo cometió un error

sólo atento a devastar y causar terror.

Algo centelleó de repente entre las zarzas. Pervinca desapareció y del ovillo de púas salió una minúscula criatura. La veíamos con dificultad, pues la lluvia y las nubes difuminaban su figura y a veces la hacían invisible a nuestros ojos. Entonces, en silencio y conteniendo la respiración, esperamos verla reaparecer... —¡Ahí, ahí! —gritamos felices. Pero volvía a perderse de vista. Volaba en nuestra dirección, pero le costaba mucho y parecía agotada.

—¡VOY A AYUDARLA! —grité lanzándome a la tormenta.

—¡FELÍ, NO...! —Tomelilla intentó detenerme, pero era tarde, ya estaba volando.

No oía ni veía nada, y el viento jugaba conmigo como con una mosca, pero mis antenitas me guiaban hacia ella. En seguida la tuve delante de mis ojos:

—¡SÍGUEME! —le grité con toda mi voz. Me volví para regresar a la Torre y me encontré de nuevo con la tormenta en contra. —Ánimo, pequeñas... —susurré—, ¡demostradle al viento de qué son capaces las alas de un hada!

Bajé la cabeza y puse rumbo hacia la única luz que veía, Tomelilla. Aleteo tras aleteo, metro tras metro, empapadas y cansadas a más no poder, avanzamos hacia la salvación. Hasta que logré distinguir el rostro de mi bruja y sus brazos tendidos hacia nosotras.

—Estamos a salvo —resoplé cayendo exhausta en las manos del señor Burdock. Tomelilla tomó al vuelo a la pequeña criatura y sólo en ese momento se dio cuenta de que era un abejorro azul.

—¡Oh, Felí, qué has hecho! ¡Gracias, gracias, hadita mía! —exclamó la bruja llenándome de besos—. Y tú, mi adorado Duff..., has salvado a mi Vi con tu encantamiento...

—¿Yo? Yo no he hecho nada. Tú le has hablado al viento, ¡creía que había sido cosa tuya! —repuso sorprendido el señor Burdock.

—Oh, vamos, sabes bien que yo no puedo hacer ciertas transformaciones... —exclamó Tomelilla entreabriendo otra vez la palma para observar al pequeño bicho. Lo miró durante un largo, larguísimo instante, y cuando cerró la mano sus ojos estaban llenos de lágrimas—: Ha sido ella... —dijo conmovida—. Lo ha hecho sola, Duff... Es una bruja, pero... ¡una Bruja de la Oscuridad!

Nos quedamos sin palabras. La más estupefacta era Tomelilla. Y tenía sus motivos... ¡Pervinca, una Bruja de la Oscuridad! ¿Cómo es que no se había dado cuenta? Esa niña había sido distinta desde su nacimiento: el color de su pelo, la mirada inquieta y rebelde, su familiaridad con la noche, su determinación, su pasión por los animales que normalmente asustan, las arañas, los búhos... De golpe, todo adquiría sentido. Pero, al mismo tiempo, daba miedo. Con el Terrible 21 acechando, no era, desde luego, un buen momento para convertirse en una criatura mágica de la oscuridad.

Mientras bajaba de la Torre, miré los tejados de Fairy Oak: la lluvia los había vuelto relucientes y en algunos de ellos se reflejaban las estrellas. Tal como había previsto Tomelilla, la tempestad se estaba calmando. A medianoche en punto, el Terrible 21 se habría alejado, pero únicamente para recargar sus fuerzas de nueva y destructiva energía. La calma antes de la próxima tormenta.

El señor Burdock sostenía en sus brazos a Pervinca, de nuevo niña.

—¡Santo cielo, está toda arañada! —susurró Dalia corriendo hacia nosotros. El señor Cícero fue a buscar la pomada de consuelda para untársela en las heridas, mientras que Babú acariciaba la frente de su hermana.

—¡Para nosotros es más que suficiente! —dijo el alcalde—. Discúlpennos, pero no estamos acostumbrados a este infierno. Den nuestra enhorabuena a Pervinca —y tras decir esto, él, su mujer y su hija se marcharon, más destrozados que a su llegada.

—Se recobrará, ¿verdad? —preguntó Grisam preocupado. Desde que habíamos vuelto, estaba sentado en el brazo del sofá junto a Pervinca y no se había movido.

—Sí, no temas —contestó mama Dalia—. ¿Ves?, ya abre los ojos...

—¿Qué... qué ha pasado? —preguntó Pervinca con un hilo de voz.

—El viento. Quería llevarte con él, pero tía Tomelilla y Duff te han salvado —le explicó Babú. Habría querido contarle todo, pero Tomelilla dijo que era mejor irse a dormir y dejar las explicaciones para el día siguiente.

—Casi es medianoche y todos estamos cansados. Ven, Grisam —dijo el señor Burdock pasándole un brazo por los hombros—. Mañana vendremos a ver cómo está Pervinca. .

Cuando todos se fueron, Tomelilla fue a sentarse junto a Pervinca e invitó a los demás a hacer lo mismo.

—Esta noche han ocurrido muchas cosas —dijo— y, aunque es cierto que estamos muy cansados, ahora que nos hemos quedado solos quiero daros algunas explicaciones. Empezaré por el principio...

Segunda parte

El tiempo de las brujas

Dalia, Vainilla, Pervinca y el señor Cícero se sentaron alrededor de la tía, mientras que yo me acurruqué entre los pliegues de su chal.

A la luz del fuego que crepitaba en la chimenea, Tomelilla contó la historia de la familia. Recordó a los antepasados brujas y magos, y explicó cómo se transmitían desde siempre los poderes mágicos. Citó el Código Familiar Brujeril y dijo que también Dalia había sido bruja, pero que un día renunció a sus poderes para vivir una vida como sinmagia junto al señor Cícero. En ese instante, él alzó los ojos al cielo: "¡Menos mal!", pareció decir. Las niñas, en cambio, escuchaban extasiadas. "¡¿Mamá, una bruja?!"

Tomelilla prosiguió, pero su tono se volvió más serio.

—En cuanto a esta tarde, tenemos una terrible sospecha, pero antes de hablaros de ella es importante que haga dos anuncios oficiales... —tomó las manos de Babú y, con voz solemne, confirmó lo que todos habíamos intuido—: Vainilla, tú eres una Bruja de la Luz —dijo—. Las Brujas de la Luz tienen el poder de crear. Pueden hacer aparecer lo que no hay, pero no hacer desaparecer. Saben transformar lo feo en bonito y lo bonito en maravilloso. Y nunca al revés. Podrás hacer nacer, pero no causar la muerte. Tú sabes curar y no herir. ¡Eres Luz!

Babú permaneció callada y al señor Cícero debió de metérsele algo en un ojo, aunque yo juraría que estaba llorando.

Después, Tomelilla se volvió hacia Pervinca. Y la sorpresa fue grande para todos.

—Sí, tesoro, tú también eres bruja —dijo—. Una bruja rara y poderosa, la primera así en nuestra familia. Pervinca, ¡tú eres una Bruja de la Oscuridad!

Al oír esas palabras, faltó poco para que Dalia y Cícero se cayeran del sofá. Pervinca trató de retirarse, pero Tomelilla la retuvo.

—¡Escúchame! —dijo con una voz increíblemente dulce—. Lo que has oído de las Brujas de la Oscuridad, las cosas malas que sabes de ellas, las sabes por las leyendas que circulan desde siempre sobre estas criaturas. Leyendas, precisamente, pues pocos pueden decir que conozcan la verdad sobre los Mágicos de la Oscuridad. Lo que yo sé, y tienes que creerme, es que son criaturas poderosas y muy bellas. Dominan ritos y encantamientos desconocidos para las Brujas de la Luz, ven por la noche, detrás de las cosas, dentro de las personas. Llegan adonde nosotros no vemos, van adonde nosotros no podemos. Sus poderes son grandes e imprevisibles. Alimentados por la rabia y el miedo, se manifiestan cuando todo parece perdido. Tendría que haberlo comprendido, tendría que haber interpretado tu comportamiento. Sin embargo, he permitido que te pusieras en peligro y que tú sola ejercieras tu magia desesperada.

Pervinca bajó los ojos. He aquí por qué nunca había tenido miedo de la oscuridad y ni siquiera temía los truenos, los "tambores de las nubes", como los llamaba. Para ella eran el ritmo con que la naturaleza pautaba las estaciones.

—¿Quién me ha raptado?

—Todavía no estoy segura del todo... Me temo que el Enemigo de antaño haya vuelto para desquitarse.

—¿Quién es? ¿Por qué es nuestro enemigo? —intervino Babú.

—Porque odia la paz y la serenidad, tesoro mío, lucha contra la belleza y la armonía. Es enemigo de la justicia y de la tolerancia, no soporta la alegría ni la felicidad. Adonde quiera que va, lleva el miedo, la tristeza, la destrucción...

—¿Qué aspecto tiene? ¿Lo has visto, Pervinca? —preguntó Babú a su hermana. Pervinca movió la cabeza.

—No tiene rostro —explicó Tomelilla—. Cada vez que llega, esperamos que sólo sea una tormenta y nos cuesta reconocerlo. Luego... las hojas se secan prematuramente en los árboles, la lluvia arrasa las cosechas, las ramas nos azotan al pasar... y entonces es demasiado tarde. Hace ciento veintiún años algunos de nosotros desaparecieron raptados por el viento y las olas del mar, antes de que el pueblo de Fairy Oak aceptara el hecho de que el Terrible 21 había vuelto.

—¿El Terrible 21? ¿Ese es su nombre? Qué extraño...

—Así lo llamaron nuestros antepasados, porque el 21 es un número clave en la manera de actuar de nuestro enemigo: elige siempre la tarde del Solsticio de verano para desencadenar el primer ataque y los asaltos más terroríficos llegan después de las nueve de la noche.

Todo aquello era una novedad incluso para mí, y no una buena nueva.

—¿Cómo habéis logrado vencerlo hasta ahora? —pregunté un poco alarmada.

—Como otros antes que nosotros... —contestó Tomelilla—. Combatiendo unidos, usando toda la magia que poseemos y con la ayuda de Roble, que siempre ha sido nuestro aliado. ¿Sabéis quién nos ayudó a ganar la última batalla?

—No, ¿quién?

—Precisamente los Magos de la Oscuridad.

—¿De verdad?, ¿y cómo? —preguntó Pervinca.

—Simularon unirse al enemigo: los transformaron a todos en monstruos horribles y al valle en un páramo desnudo y desolado. Al no encontrar ya nada hermoso que destruir, el Terrible 21 se marchó.

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