Read El Secreto de las Gemelas Online
Authors: Elisabetta Gnone
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico
—¿Y por qué ha vuelto? —preguntó Babú.
—Se habrá enterado del engaño, supongo.
—Entonces estará enfadado sobre todo con los Mágicos de la Oscuridad...—. —exclamó Pervinca—. Por eso me ha raptado...
—Te ha raptado porque eres una bruja, Vi, y ahora basta de preguntas. Conformaos con las explicaciones que os he dado, han sido demasiadas... —cortó tajante la tía, decidida a no revelar más sobre los peligros que aquel oscuro enemigo representaba para la pequeña Vi. Sí, sobre todo para ella.
Pervinca no cejaba.
—¿Qué es la Roca de Arrochar? —preguntó, recordando que su tía había mencionado ese nombre a propósito de las dos brujas raptadas.
—¡Nada que debas saber ahora! —dijo Tomelilla—. Sabed, en cambio, que mañana empezarán las clases de magia. Tendréis que estudiar y aplicaros, y yo seré vuestra maestra.
Las niñas aplaudieron entusiasmadas.
—Y como todos saben, seré muy severa y exigente.
Las niñas dejaron de aplaudir.
—Me gustaría que leyerais esto hoy...
Tomelilla les entregó un rollo de pergamino. Era "El Reglamento Mágico".
—¿... Son las reglas de las brujas? —preguntó Babú perpleja—. ¡Cuántas son!
—Ahora tengo que irme —dijo finalmente la tía dando un beso a las niñas.
—¿Irte? ¿A dónde? Es de noche... ¡y llueve! —exclamó Babú, a la que no le gustaba nada la idea de que su tía saliera a aquellas horas y con aquel tiempo.
—Puedo asegurarte, Vainilla, que dentro de poco ya no lloverá y que pronto estaré de vuelta —la tranquilizó Tomelilla.
Cuando mamá Dalia subió para darles el beso de buenas noches, yo aproveché para ir a despedir a mi bruja.
—¿No podría ir con usted? —dije.
—Eres muy amable, Felí, pero prefiero que te quedes con las niñas. No debes perder nunca de vista a Pervinca, ¿entiendes?
El reloj de la chimenea dio las doce y yo suspiré:
—Es la primera vez que nos saltamos la Hora del Cuento.
—Tienes razón, pero... mira afuera...
—¡Ha dejado de llover! —exclamé.
—Habrá calma durante un rato. Tengo que aprovecharlo para encontrarme con los demás sabios y ver si los Poppy están bien. Babú se pondrá contenta. Ahora vuelve con ellas, Felí.
Tomelilla se puso su capa negra y la vi desaparecer en la oscuridad.
Cuando subí, encontré a las niñas inmersas en la lectura del Reglamento Mágico.
—Va a ser duro —suspiró Babú.
—Pero, ¿de qué sirven los poderes si aquí dice que no se pueden utilizar? —Pervinca parecía un poco desilusionada.
—Estas reglas las escribieron hace mucho tiempo un Sinmagia y un Mágico para que sus pueblos vivieran en paz y serenidad. Quien no las respete se meterá en problemas. Por eso cumplid siempre las reglas. Y usad los poderes sólo cuando sea necesario, y siempre con buen fin. Babú, da un beso a Pervinca en la herida que tiene en la mejilla, así mañana por la mañana descubrirá lo que quiere decir el reglamento —expliqué con una sonrisa—. Y ahora, ¡a la cama!
—No podemos dormir, Felí, ¡estamos demasiado nerviosas! —protestaron—. Por favor, ¡cuéntanos una historia!
Me sabía muchas, pero aquella vez decidí contar una historia real.
—Está bien —dije—. Os contaré la historia del nombre de Vainilla...
Cuando las niñas se durmieron, fui hasta la ventana y esperé la vuelta de Tomelilla. La luna había recuperado su lugar en el cielo y velaba el pueblo como las luces de las hadas velan y apaciguan el sueño de los niños.
Pensé de nuevo en mi reino: ¡llevaba tanto tiempo sin volver! ¿Estarían bien mis compañeras? A esa hora, las hadas descansaban en las grandes flores de los magnolios o sobre las blandas hojas de los nenúfares, acunadas por la respiración de la laguna... ¡Cómo me habría gustado estar allí con ellas! Sólo para descansar un poco, porque era feliz en el pueblo y no deseaba marcharme. Había conocido a nuevas haditas, amigas sinceras y fieles, y de todas había aprendido algo. Incluso de Pic, aquella testaruda de Pic.
Era la más joven del grupo, una hadita alegre y simpática a la que le encantaba reír por puro placer. Pero era también muy susceptible, y nos divertíamos tomándole el pelo.
— Pic, ¿nos dices otra vez tu nombre entero? —le preguntábamos de vez en cuando.
— ¡Enlospulgarespicorsiento! —respondía impaciente, y nosotras estallábamos en risas. Era el nombre de hada más extraño que habíamos oído nunca—. Si leyerais más, sabríais que se trata de una cita famosa —refunfuñaba—. Y además, tengo un problema más grave que mi nombre, ¡y vosotras no me ayudáis nada!
—Oh, Pic, ¿todavía con esa historia? —le decíamos sin parar de reír.
—Ya verás cómo se te pasa...
Pic tenía miedo a volar. Un miedo terrible. Así que, fuera donde fuera, ¡iba a pie!
Nosotras estábamos acostumbradas a verla andar, pero para ella era distinto.
—¿Sabes cuál es la frase que más oigo gritar en casa? —nos repetía siempre—: "¡TENED CUIDADO DE NO APLASTAR A PIC!". Esa cucaracha de Pic...
—Eso último seguro que lo has añadido tú, nadie te llama así.
—Está bien, no me llaman cucaracha, pero es igual de humillante.
—Pic, lo dicen por tu bien, eres tan diminuta que es difícil verte...
—Y además, mira el lado positivo: andando se conoce a gente interesante.
—¿Ah, sí, como a quién?
—Bueno, últimamente se ven unos sapitos muy majos por ahí...
Era más fuerte que nosotras, no lográbamos tomarnos en serio el problema de Pic y a veces nuestras bromas conseguían hacerla reír. Otras veces, en cambio, Pic sacudía la cabeza, daba una patada a una piedra e iba a sentarse aparte. En esos casos intervenía Devién, la única que lograba consolarla. Para ello, le contaba esta historia.
—Pic —decía—, ¿sabes que los avispones no tendrían que poder volar? Sus alas son demasiado pequeñas para levantar su peso. Y sin embargo vuelan. Enlospulgarespicorsiento, tú sabes volar, lo que pasa es que no crees que puedas hacerlo. ¡Y nunca haces ejercicio!
Pic salía de estas charlas con Devién alegre como una abeja con un traje de miel. Y durante algunos días la veíamos tirarse desde escalones, alféizares, ramas, incluso desde tejados.
—Desde abajo no tomo bastante impulso, tengo que saltar desde lo alto —opinaba.
Al poco tiempo, llegaba hasta nosotras con hinchazones por los golpes, ¡parecía un cojín de plumas!
—¿Andamos un rato? —nos preguntaba.
—¡Será un placer! —respondíamos a coro.
Caminamos mucho con Pic y vimos cosas que, desde arriba, volando, ni siquiera imaginas, como la hierba que nace, o la naricita de las hormigas y los granos de oro de la arena. Y también algún que otro sapillo encantador.
De Pic aprendí a volar bajo de vez en cuando.
Estaba pensando en lo afortunada que había sido conociendo a esas haditas, y a Tomelilla y Pervinca y Vainilla y toda la familia Periwinkle y sus amables amigos, cuando la luz de la luna desapareció de pronto.
Un cúmulo de niebla pasó frente a la ventana. Me asomé y, con gran estupor, descubrí que el pueblo estaba envuelto en la bruma. ¿En aquella época del año? Era muy extraño. En muy poco tiempo, el cielo, las montañas, el valle, las casas... todo desapareció. Desde detrás de los cristales veía la colada tendida: oscilaba como un fantasma y daba miedo.
Miraba atónita aquél mundo espectral cuando...
¡BANG!
…Algo golpeó el cristal justo delante de mi nariz.
—¡AHH! —grité. Y del susto caí volando del alféizar.
—Soy yo, Felí, ¡Devién! —sentí susurrar.
Suspiré de alivio.
—Te ruego, Docesutilessoplosdeviento, que no aparezcas así en estos días "extraños" —protesté mientras salía a encontrarme con ella.
—¡Eres una miedica!
—No, no es cierto... Bueno, ¿tienes noticias de las brujas?
—No.
—¿Crees que ha pasado algo?
—No creo. Estoy aquí fuera desde hace ya unas horas y no he visto resplandores de batalla ni relámpagos de encantamientos en el horizonte, es una buena señal.
Había tenido el mismo pensamiento, pero oírselo decir a Devién me animó: era el hada más sabia que había conocido nunca. Estar con ella en aquellos momentos me tranquilizaba, había una atmósfera tan especial...
—Parece un lugar hechizado —susurré mirando a mi alrededor.
—¡Lo es! —respondió Devién.
—Sí, pero las brujas de Fairy Oak son buenas. Lo que quiero decir es que de repente todo es... tétrico.
—Sólo es la niebla —comentó con calma Devién—. Sólo la niebla...
Sí, pero los magos de la Suma Asamblea, mientras tanto, no volvían y el alba se acercaba. Los pájaros estaban callados y las gaviotas, normalmente parlanchinas a esa hora, permanecían mudas. Un Sinmagia habría dicho que se podía oír "la respiración de un hada". Y yo oía la respiración de Devién mientras miraba moverse la niebla sinuosamente a nuestro alrededor.
Entonces percibí a lo lejos tres pequeños resplandores que volaban en nuestra dirección.
—Son Tedemí, Lolaflor y Talosén —exclamé feliz—. A lo mejor traen noticias...
—No, no sabemos nada, todavía no han vuelto —anunció Talosén, que me había oído. También ellas estaban preocupadas.
—¿Dónde está Pic? —pregunté, notando que sólo faltaba ella de nuestro grupo.
—No lo sabemos, hemos pasado por su casa, pero no estaba.
—¡Estoy aquí! —oímos gritar entonces.
—¿Dónde es "aquí"? ¡No te vemos!
—Ya voy, ya voy... ¡Uf! Es que desde el suelo no se ve nada... Llevo andando dos horas y me he perdido tres veces. ¡Ay!
—¿Qué ha pasado?
—¡He chocado con una babosa! ¡Todos estos bichos han salido a beber!
Oímos un ruidito junto a nosotras y repentinamente las antenas de Pic aparecieron en medio de la niebla. Esa gordinflona se había encaramado al vallado de nuestro jardín.
—Veo que estamos todas en el mismo barco —dijo sentándose exhausta—. Y bien, ¿hay novedades? —estaba empapada y muerta de frío.
—Por desgracia, no... —respondí mientras le frotaba las manos para calentarla.
—No os lo voy a ocultar, chicas, estoy preocupada... —confesó Pic tendiéndome sus pies helados.
—¡A quién se lo vas a decir! —corroboró Lolaflor—. Hacedme caso, ¡están en peligro! —dijo Tedemí, la "optimista" del grupo.