El hombre unidimensional (20 page)

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Authors: Herbert Marcuse

BOOK: El hombre unidimensional
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El pensamiento dialéctico entiende la tensión crítica entre «es» y «debe», primero como una condición ontológica, que pertenece a la estructura del ser mismo. Sin embargo, el reconocimiento de este estado del ser —su teoría— intenta desde el principio una
práctica concreta
. Vista a la luz de una verdad que aparece en ellos falsificada o negada, los mismos hechos dados aparecen como falsos o negativos.

En consecuencia, el pensamiento es llevado, por la situación de sus objetos, a medir su verdad en términos de otra lógica, otro universo del discurso. Y esta lógica proyecta otra forma de existencia: la realización de la verdad en las palabras y los hechos del hombre. Y en tanto que este proyecto implica al hombre como «animal social», la
polis
, el movimiento del pensamiento tiene un contenido político. Es así como el discurso de Sócrates es un discurso político, en tanto que contradice las instituciones políticas establecidas. La búsqueda de la definición correcta, del «concepto» de virtud, justicia, respeto y conocimiento se convierte en una labor subversiva, porque el concepto supone una nueva
polis.

El pensamiento no tiene poder para provocar tal cambio a no ser que se trascienda a sí mismo entrando a la práctica, y la misma disociación de la práctica material en la que se origina la filosofía, le da al pensamiento filosófico su cualidad abstracta e ideológica. Gracias a esta disociación, el pensamiento filosófico crítico es necesariamente trascendente y
abstracto
. La filosofía comparte esta abstracción con todo el pensamiento auténtico, porque nadie piensa realmente si no abstrae de aquello que es dado, si no relaciona los hechos con los factores que los provocan, si no deshace —en su mente — los hechos. La abstracción es la vida misma del pensamiento, el signo de su autenticidad.

Pero hay abstracciones falsas y verdaderas. La abstracción es un suceso histórico en una continuidad histórica. Procede sobre bases históricas y permanece relacionada a las mismas bases de las que parte: el universo social establecido. Incluso cuando la abstracción crítica llega a la negación del universo establecido del discurso, la base sobrevive a la negación (subversión) y limita las posibilidades de la nueva posición.

En los orígenes clásicos del pensamiento filosófico, los conceptos trascendentes permanecieron comprometidos con la separación prevaleciente entre el trabajo manual y el intelectual; con la sociedad establecida de la esclavitud. El Estado «ideal» de Platón conserva y reforma la esclavitud, organizándola de acuerdo con una verdad eterna. Y en Aristóteles, el filósofo-rey (en el que la teoría y la práctica estaban combinadas todavía) deja paso a la supremacía del
bios theoreticos
, que difícilmente puede tener una función y un contenido subversivos. Aquellos que llevaban el peso de una realidad falsa y quienes, por tanto, parecían necesitar más la subversión no entraban en las preocupaciones de la filosofía. Ésta se abstraía de ellos y siguió abstrayéndose de ellos.

En este sentido, el «idealismo» estaba emparentado con el pensamiento filosófico, porque la noción de la supremacía del pensamiento (la conciencia) implica también la impotencia del pensamiento en un mundo empírico que la filosofía trasciende y corrige, en el pensamiento. La racionalidad en nombre de la cual la filosofía hacía sus juicios alcanzó esa «pureza» abstracta y general que la hizo inmune al mundo en el que se tenía que vivir. Con la excepción de los «heréticos» materialistas, el pensamiento filosófico raramente fue afectado por las aflicciones de la existencia humana.

Paradójicamente, es precisamente el intento crítico en el pensamiento filosófico el que lleva a la purificación idealista, un intento crítico que se dirige al mundo empírico como totalidad, y no sólo a ciertas formas de pensamiento o de conducta dentro de él. Definiendo sus conceptos en términos de potencialidades que son de un orden de pensamiento y existencia esencialmente diferentes, el crítico filosófico se encuentra a sí mismo anulado por la realidad de la que se separa y procede a construir un campo de la razón expurgado de la contingencia empírica. Las dos dimensiones del pensamiento —la de las verdades esenciales y ¡a de las aparentes— ya no interfieren entre sí y su relación dialéctica concreta llega a ser una relación abstracta epistemológica u ontológica. El juicio que se hace de la realidad dada es reemplazado por proposiciones que definen las formas generales de pensamiento, objetos de pensamiento y relaciones entre pensamientos y objetos. El sujeto del pensamiento se convierte en la forma pura y universal de la subjetividad, de la que todas las particularidades son separadas.

Para este sujeto formal, la relación entre όν y μήόν, cambio y permanencia, potencialidad y actualidad, verdad y falsedad deja de ser una preocupación existencial;
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es más bien un problema de filosofía pura. El contraste entre la dialéctica de Platón y la lógica formal de Aristóteles es sorprendente.

En el
Organon
aristotélico, el «término» silogístico (
horos
) está «tan vacío de significado sustancial que una letra del alfabeto es un sustituto totalmente equivalente». Así, es enteramente diferente del término «metafísico» (también
horos
) que designa el resultado de la definición esencial, la respuesta a la pregunta: «τίέστίν?»
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Kapp mantiene contra Prantl que los «dos significados diferentes son totalmente independientes entre sí y nunca fueron mezclados por el propio Aristóteles». De todos modos, en la lógica formal, el pensamiento está organizado de una manera muy diferente a la del diálogo platónico.

En esta lógica formal, el pensamiento es indiferente hacia sus objetos. Ya sea que éstos sean mentales o físicos, pertenezcan a la sociedad o a la naturaleza, se convierten en sujeto de las mismas reglas generales de organización, cálculo y conclusión; pero lo hacen como símbolos o signos funcionales, abstrayéndose de su «sustancia» particular. Esta cualidad general (cualidad cuantitativa) es la precondición de la ley y el orden —en la lógica tanto como en la sociedad—, el precio del control universal.

El concepto general que ha desarrollado la lógica discursiva tiene sus fundamentos en la realidad de la dominación.
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La
Metafísica
de Aristóteles establece la conexión entre concepto y control: el conocimiento de las «causas primeras» es —como conocimiento de lo universal— el conocimiento más efectivo y cierto, porque regular las causas es regular los efectos. Gracias al concepto universal, el pensamiento alcanza el dominio sobre los casos particulares. Sin embargo, el universo lógico más formalizado se refiere todavía a la estructura más general del mundo dado, experimentado; la forma pura es todavía la del contenido que formaliza. La idea misma de la lógica formal es un suceso histórico en el desarrollo de los instrumentos mentales y físicos para el control y el cálculo universal. En esta tarea, el hombre tiene que crear una armonía teórica a partir de la discordia actual, tiene que aliviar al pensamiento de las contradicciones, que hipostatizar unidades identificables y funcionales en el complejo proceso de la sociedad y la naturaleza.

Bajo el mando de la lógica formal, la noción del conflicto entre esencia y apariencia es desechable, si no carente de sentido; el contenido material es neutralizado; el principio de identidad se separa del principio de contradicción (las contradicciones son la culpa del pensamiento incorrecto); las causas finales son apartadas del orden lógico. Bien definidos en su alcance y su función, los conceptos se convierten en instrumentos de predicción y de control. La lógica formal es, así, el primer paso en el largo camino hacia el pensamiento científico; sólo el primer paso, porque todavía se necesita un grado mucho más alto de abstracción y matematización para ajustar las formas de pensamiento a la racionalidad tecnológica.

Los métodos del procedimiento lógico son muy diferentes en la lógica antigua y la moderna; pero la construcción de un orden universalmente válido de pensamiento, neutral con respecto al contenido material está más allá de toda diferencia. Mucho antes de que el hombre tecnológico y la naturaleza tecnológica aparecieran como los objetos del control y el cálculo racional, la mente se hizo susceptible a la generalización abstracta. Los términos que podían ser organizados dentro de un sistema lógico coherente, libre de contradicciones o con contradicciones aceptables, fueron separados de aquellos que no podían serlo. Se hizo una distinción entre la dimensión de pensamiento universal, calculable, «objetiva» y la particular, incalculable, subjetiva; la última entró en la ciencia sólo a través de una serie de reducciones.

La lógica formal anticipa la reducción de cualidades secundarias a primarias en las que las primeras se convierten en las propiedades medibles y controlables de la física. Entonces, los elementos del pensamiento pueden ser organizados científicamente; del mismo modo que los elementos humanos pueden ser organizados en la realidad social. La racionalidad pretecnológica y tecnológica, la ontología y la tecnología, están ligadas por aquellos elementos del pensamiento que ajustan las reglas del pensamiento a las reglas del control y la dominación. Las formas de dominación pretecnológicas y tecnológicas son fundamentalmente diferentes: tan diferentes como la esclavitud lo es del trabajo asalariado libre, el paganismo del cristianismo, la ciudad-estado de la nación, la matanza de la población de una ciudad capturada de lo que eran los campos de concentración nazis. Sin embargo, la historia es todavía la historia de la dominación, y la lógica del pensamiento sigue siendo la lógica de la dominación.

La lógica formal aspiraba a la validez universal de las leyes del pensamiento. Y en realidad, sin universalidad, el pensamiento sería un asunto privado, sin importancia, incapaz de comprender el menor aspecto de la existencia. El pensamiento es siempre algo más y diferente que el acto individual de pensar; si yo empiezo a pensar en personas individuales en una situación específica, las encuentro en un contexto supraindividual del que participan y pienso con conceptos generales. Todos los objetos del pensamiento son universales. Pero también es verdad que el sentido supraindividual, la universalidad de un concepto, nunca es sólo formal; está constituido por la interrelación del sujeto (pensante y actuante) y su mundo.
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La abstracción lógica también es abstracción sociológica. Hay una
mimesis
lógica que formula las leyes del pensamiento en acuerdo protector con las leyes de la sociedad, pero ésta es sólo una forma de pensamiento entre otras.

La esterilidad de la lógica formal aristotélica ha sido señalada a menudo. El pensamiento filosófico se ha desenvuelto en forma paralela e incluso aislada de esa lógica. En sus principales intentos, ni la escuela idealista ni la materialista, ni la racionalista, ni la empirista parecen deberle nada. La lógica formal era no trascendente en su misma estructura Sancionaba y organizaba el pensamiento dentro de un marco dado, más allá del cual ningún silogismo puede pasar: permanecía en todo momento «analítica». La lógica siguió adelante como una disciplina especial al lado del desarrollo sustantivo del pensamiento filosófico, sin cambiar esencialmente a pesar de los nuevos conceptos y nuevos contenidos que marcaban este desarrollo.

En realidad, ni los escolásticos ni el racionalismo, ni el empirismo de los comienzos del mundo moderno tenían razón alguna para objetar a la forma de pensamiento que había canonizado sus formas generales en la lógica aristotélica. Su intento, al menos, estaba de acuerdo con la validez y la exactitud científica, y el resto no interfería con la elaboración conceptual de la nueva experiencia y los nuevos hechos.

La lógica matemática y simbólica contemporánea es desde luego muy diferente de su predecesora clásica, pero ambas comparten la radical oposición a la lógica dialéctica. En términos de esta oposición, la antigua y la nueva lógica formal expresan la misma forma de pensamiento. Es una forma purgada de ese elemento «negativo» que brilló tanto en los orígenes, de la lógica y del pensamiento filosófico; la experiencia del poder negador, engañoso, falsificador de la realidad establecida. Y con la eliminación de esta experiencia, el esfuerzo conceptual para mantener la tensión entre el «es» y el «debe» y subvertir el universo establecido del discurso en nombre de su propia verdad es igualmente eliminado de todo pensamiento que pretende ser objetivo, exacto y científico. Porque la subversión
científica
de la experiencia inmediata que establece la verdad de la ciencia contra la de la experiencia inmediata no desarrolla los conceptos que llevan en sí mismos la protesta y el rechazo. La nueva verdad científica que ellos oponen a la aceptada no contiene en sí misma el juicio que condena a la realidad establecida.

En contraste, el pensamiento dialéctico es y sigue siendo «acientífico» en la medida en que
es
tal juicio, y el juicio es impuesto sobre el pensamiento dialéctico por la naturaleza de su
objeto
: por su objetividad. Este objeto es la realidad en su verdadera concreción; la lógica dialéctica excluye toda abstracción que deje el contenido concreto solo y marginado, incomprendido. Hegel descubre en la filosofía crítica de su época el «temor al objeto» (
Angst vor dem Objekt
), y exige que un pensamiento científico auténtico supere esta posición de temor y comprenda lo «lógico y lo racional-puro» (
das Logische, das Rein-Vemünftige
) en la misma concreción de sus objetos.
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La lógica dialéctica no puede ser formal, porque está determinada por lo real, que es concreto. Y esta concreción, lejos de oponerse a un sistema de principios y conceptos generales, requiere tal sistema de lógica porque se mueve bajo leyes generales que conducen a la racionalidad de lo real. Es la racionalidad de la contradicción, de la oposición de fuerzas, tendencias y elementos la que constituye el movimiento de lo real y, si es comprendido, el concepto de lo real.

Existiendo como las contradicciones vivientes entre esencia y apariencia, los objetos del pensamiento tienen esa «negatividad interior»
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que es la cualidad específica de su concepto. La definición dialéctica define el movimiento de las cosas desde aquello que no son hasta aquello que son. El desarrollo de elementos contradictorios, que determina la estructura del objeto, también determina la estructura del pensamiento dialéctico. El objeto del pensamiento dialéctico no es ni la forma de objetividad abstracta y general, ni la forma de pensamiento abstracta y general; ni los datos de la experiencia inmediata. La lógica dialéctica deshace las abstracciones de la lógica formal y de la filosofía trascendental, pero también niega la concreción de la experiencia inmediata. En la medida en que esta experiencia llega a descansar en las cosas, tal como ellas aparecen y son dadas, es una experiencia limitada e incluso falsa. Alcanza su verdad si se ha liberado de la objetividad engañosa que oculta los factores detrás de los hechos; esto es, si entiende su mundo como un universo
histórico
en el que los hechos establecidos son obra de la práctica histórica del hombre. Esta práctica (intelectual y material) es la realidad de los datos de la experiencia y la realidad que comprende la lógica dialéctica.

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