El corredor del laberinto (38 page)

Read El corredor del laberinto Online

Authors: James Dashner

Tags: #Fantasía, #Ciencia ficción

BOOK: El corredor del laberinto
5.37Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¡Han cogido a Dave! —gritó alguien con la voz aguda por el terror.

Nadie movió un músculo en la habitación de Thomas. Éste sabía que todos se sentían probablemente culpables por el alivio de no haber sido uno de ellos. De que, quizás, estaban a salvo una noche más. Durante dos días seguidos, se habían llevado a un chico por noche y la gente estaba empezando a pensar que lo que había dicho Gally era verdad.

Thomas se sobresaltó cuando se oyó un terrible estrépito justo al otro lado de la puerta, acompañado de gritos y de madera astillándose, como si un monstruo con fauces de hierro se estuviese comiendo la escalera entera. Un segundo más tarde, se oyó otra explosión de madera arrancada: la puerta principal. El lacerador había entrado en la casa y se estaba marchando.

Una oleada de miedo atravesó a Thomas. Era ahora o nunca.

Se puso de pie, echó a correr hacia la puerta del salón y la abrió de un tirón. Oyó gritar a Newt, pero le ignoró y siguió corriendo por el pasillo, esquivando y saltando trozos de madera partida. Vio que donde había estado la puerta principal ahora había un agujero recortado que daba a la noche gris. Fue hasta allí y salió a toda velocidad hacia el Claro.

¡Tom!
—gritó Teresa dentro de su cabeza—.
¿Qué estás haciendo?

La ignoró y continuó corriendo.

El lacerador que se había llevado a Dave, un chico con el que Thomas nunca había hablado, rodaba sobre sus pinchos hacia la Puerta Oeste, agitándose y zumbando. Los demás laceradores ya se habían reunido en el patio y seguían a su compañero hacia el Laberinto. Sin dudarlo, a sabiendas de que el resto pensaría que estaba cometiendo un acto de suicidio, Thomas corrió en su dirección hasta que se encontró en medio de aquellas criaturas. Al haberlos pillado por sorpresa, los laceradores vacilaron.

Thomas saltó sobre el que llevaba a Dave e intentó soltar al chico con la esperanza de que el bicho reaccionara. El grito de Teresa en el interior de su cabeza fue tan alto que sintió como si le clavaran un puñal en el cráneo.

Tres laceradores se echaron sobre él a la vez, con sus largas pinzas y agujas volando por todos lados. Thomas sacudió los brazos y las piernas para retirar los horribles brazos metálicos mientras daba patadas a los cuerpos vibrantes de los laceradores. Tan sólo quería que le picaran, no que se lo llevaran como a Dave. Su incesante ataque se intensificó y Thomas notó que el dolor estallaba en todo su cuerpo; los pinchazos de unas agujas le avisaron de que había tenido éxito. Gritó, pataleó, empujó y golpeó hasta hacerse un ovillo, intentando librarse de ellos. Forcejeó, lleno de adrenalina, y por fin encontró un espacio abierto para meter los pies; después, echó a correr con todas sus fuerzas.

En cuanto escapó de los instrumentos de los laceradores, se dieron por vencidos, se retiraron y desaparecieron en el Laberinto. Thomas se desplomó en el suelo, quejándose de dolor.

Newt apareció sobre él al cabo de un segundo, seguido inmediatamente de Chuck, Teresa y otros. Newt le cogió por los hombros y le levantó agarrándole por debajo de los brazos.

—¡Cogedle las piernas! —gritó.

Thomas notó el mundo dando vueltas a su alrededor, le entraron náuseas y se puso a delirar. Alguien, no supo quién, obedeció la orden de Newt. Le estaban llevando por el patio; cruzaron la puerta de la Hacienda, pasaron por el pasillo hecho pedazos hacia una habitación, donde le colocaron sobre un sofá. El mundo continuaba dando vueltas.

—¡Qué estabas haciendo! —exclamó Newt en su cara—. ¡Cómo puedes ser tan estúpido!

Thomas tenía que hablar antes de desaparecer en la oscuridad:

—No…, Newt… No lo entiendes…

—¡Cállate! —gritó Newt—. ¡No malgastes tu energía!

Thomas notó que alguien le examinaba los brazos y las piernas y le arrancaba la ropa del cuerpo para comprobar los daños. Oyó la voz de Chuck y no pudo evitar sentirse aliviado porque su amigo estuviera bien. Un mediquero dijo algo sobre que le habían picado un montón de veces.

Teresa estaba a sus pies y le apretaba el tobillo derecho con la mano.

¿Por qué, Tom? ¿Por qué lo has hecho?

Porque…
—no tenía fuerzas para concentrarse.

Newt gritó para que le trajeran el Suero de la Laceración y, un minuto más tarde, Thomas sintió un pinchazo en el brazo. El calor se extendió desde aquel punto a todo su cuerpo, calmando y aliviando el dolor. Pero el mundo parecía seguir derrumbándose, y sabía que todo se acabaría para él en unos segundos.

La habitación daba vueltas, los colores se fusionaban y todo giraba cada vez más rápido. Le costó mucho esfuerzo, pero dijo una última cosa antes de que la oscuridad se lo llevara:

—No os preocupéis —susurró, esperando que le oyeran—. Lo he hecho a propósito…

Capítulo 47

Thomas no fue consciente del tiempo mientras pasaba por el Cambio.

Empezó, más o menos, como su primer recuerdo en la Caja, frío y oscuro. Pero esta vez tenía la sensación de que ni sus pies ni su cuerpo tocaban nada. Flotaba en el vacío, con la vista clavada en la negrura. No veía nada, no oía nada, no olía nada. Era como si alguien le hubiese robado sus cinco sentidos, dejándole en el vacío.

El tiempo se extendía más y más. El miedo se convirtió en curiosidad y, luego, en aburrimiento.

Se levantó un viento distante, que no sentía pero sí oía. Entonces, un remolino blanco y neblinoso apareció a lo lejos, un tornado de humo que giraba como un largo embudo y se estiraba hasta que ya no pudo ver ni la parte superior ni la inferior del torbellino blanco. Después, notó que el vendaval se transformaba en un ciclón; sopló por detrás de él y tiró de su ropa y de su pelo como si fueran banderas cortadas a tiras, atrapadas por la tormenta.

La torre de espesa niebla empezó a moverse hacia él —o él se acercaba a ella, no lo sabía— a una velocidad alarmante. Donde hacía unos segundos había podido diferenciar la forma del embudo, ahora sólo veía una planicie blanca que le consumió.

Notó que la neblina se llevaba su mente y los recuerdos flotaron en sus pensamientos. Todo lo demás se convirtió en dolor.

Capítulo 48

—Thomas —la voz era distante, con gorjeos, como un eco en un largo túnel—, Thomas, ¿me oyes?

No quería contestar. Su mente se había cerrado al no poder soportar el dolor; tenía miedo de recordar todo si se permitía volver a estar consciente. Percibió la luz al otro lado de sus párpados, pero sabía que no podía abrir los ojos. No hizo nada.

—Thomas, soy Chuck. ¿Estás bien? Por favor, no te mueras, tío.

Su mente recuperó todo de golpe: el Claro, los laceradores, las agujas punzantes, el Cambio. Los recuerdos. El Laberinto no podía resolverse. La única manera de salir era algo que no se esperaban. Algo aterrador. Se vio dominado por la desesperación.

Gruñó y se esforzó por abrir los ojos, entrecerrándolos al principio. La cara regordeta de Chuck estaba allí, mirándole con unos ojos asustados. Pero, entonces, se iluminaron y una sonrisa le atravesó el rostro. A pesar de todo, a pesar de toda aquella porquería, Chuck estaba sonriendo.

—¡Se ha despertado! —gritó el niño a nadie en particular—. ¡Thomas se ha despertado!

El estruendo de su voz provocó que Thomas hiciera un gesto de dolor y volviera a cerrar los ojos.

—Chuck, ¿es necesario que grites? No me encuentro muy bien.

—Lo siento, es sólo que me alegro de que estés vivo. Tienes suerte de que no te dé un besazo.

—Por favor, no lo hagas, Chuck —Thomas volvió a abrir los ojos para sentarse en la cama y apoyó la espalda en la pared mientras estiraba las piernas. El dolor le consumía las articulaciones y los músculos—. ¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó.

—Tres días —respondió Chuck—. Te metíamos en el Trullo por la noche para mantenerte a salvo y te volvíamos a traer aquí durante el día. Desde que empezaste, me pareció que estabas muerto unas treinta veces. ¡Pero, mírate, estás como nuevo!

Thomas se imaginó el mal aspecto que debía de tener.

—¿Han venido los laceradores?

La alegría de Chuck se estrelló visiblemente contra el suelo cuando bajó la vista.

—Sí, se llevaron a Zart y a un par más. Uno cada noche. Minho y los corredores han registrado el Laberinto para intentar encontrar una salida o averiguar algún uso para ese estúpido código que descubristeis. Pero nada. ¿Por qué crees que los laceradores se están llevando tan sólo a un pingajo por noche?

A Thomas se le revolvió el estómago. Ahora sabía la respuesta exacta a aquella pregunta y a algunas más. Lo suficiente para saber que a veces el conocimiento da asco.

—Ve a buscar a Newt y a Alby —dijo al final—. Diles que necesitamos convocar una Reunión. Lo antes posible.

—¿En serio?

Thomas dejó escapar un suspiro.

—Chuck, acabo de pasar por el Cambio. ¿Tú qué crees?

Sin decir ni una palabra más, Chuck se puso de pie de un salto y salió corriendo de la habitación mientras sus gritos llamando a Newt se desvanecían conforme se alejaba.

Thomas cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared. Entonces, la llamó con su mente:

Teresa.

No contestó de inmediato, pero luego su voz apareció en medio de sus pensamientos, tan clara como si la chica estuviese sentada a su lado:

Eso ha sido una estupidez, Tom. Una estupidez como una casa.

Tenía que hacerlo
—respondió.

Te he odiado bastante estos dos últimos días. Deberías haberte visto. Tu piel, tus venas…

¿Me has odiado?
—le entusiasmaba que ella se preocupara tanto por él.

La joven hizo una pausa.

Es mi forma de decirte que te habría matado si hubieras llegado a morirte.

Thomas sintió un estallido de calor en su pecho; levantó la mano y se lo tocó, para su sorpresa.

Bueno…, gracias. Supongo.

Y bien, ¿qué recuerdas?

Hizo una pausa.

Lo suficiente. Lo que dijiste sobre nosotros dos y lo que les hicimos a ellos…

¿Era cierto?

Hicimos cosas malas, Teresa.

Percibió frustración en ella, como si tuviese millones de preguntas y no supiera por dónde empezar.

¿Averiguaste algo que nos ayude a salir de aquí?
—preguntó, como si no quisiera saber cuál era su participación en todo aquello—.
¿Para qué sirve el código?

Thomas se calló; no quería hablar de aquello todavía, no antes de aclarar su mente. Su única posibilidad de escape tal vez fuera desear la muerte.

Quizás
—dijo al final—,
pero no será fácil. Tenemos que reunimos. Pediré que te dejen estar presente, no tengo energía para contarlo todo dos veces.

Ninguno de los dos dijo nada durante un rato; un sentimiento de desesperanza flotaba entre ambas mentes.

¿Teresa?

¿Sí?

El Laberinto no puede resolverse.

La joven permaneció callada durante un rato antes de contestar:
Creo que eso ya lo sabemos todos.

Thomas odió el dolor que transmitía su voz; podía sentirlo en su mente.

No te preocupes. Los creadores quieren que escapemos. Tengo un plan
—quería darle algo de esperanza, sin importar lo escasa que fuera.

¿De verdad?

Sí. Es horrible y algunos de nosotros puede que muramos. Suena prometedor, ¿a que sí?

Genial. ¿Qué es?

Tenemos que…

Antes de que terminara la frase, Newt entró en la habitación y le interrumpió.

Te lo contaré más tarde
—dijo Thomas rápidamente.

¡Date prisa!
—exclamó la chica, y luego se fue.

Newt se había acercado a la cama y estaba sentado a su lado.

—Tommy, apenas pareces enfermo.

Thomas hizo un gesto de asentimiento.

—Estoy un poco mareado, pero, aparte de eso, me encuentro bien. Creía que sería mucho peor.

Newt negó con la cabeza, con una mezcla de enfado y temor.

—Lo que hiciste fue muy valiente, pero también una maldita estupidez. Parece que se te da muy bien eso —hizo una pausa y volvió a negar con la cabeza—. Sé por qué lo hiciste. ¿Qué recuerdos has tenido? ¿Hay algo que pueda ayudarnos?

—Tenemos que convocar una Reunión —dijo Thomas, cambiando las piernas de postura para estar más cómodo. Aunque pareciese sorprendente, no sentía mucho dolor, sólo estaba atontado—. Antes de que empiece a olvidarme de todo.

—Sí, Chuck me lo ha dicho; lo haremos. Pero ¿por qué? ¿Qué has averiguado?

—Es una prueba, Newt. Todo es una prueba.

Newt asintió.

—Como un experimento.

Thomas negó con la cabeza.

—No, no lo entiendes. Nos están eliminando, quieren ver si nos rendimos para encontrar a los mejores. Nos tiran variables e intentan que nos rindamos. Ponen a prueba nuestra capacidad de tener esperanza y luchar. Que enviaran a Teresa aquí y lo desconectaran todo era sólo la última parte, pero aún falta el análisis final. Ha llegado la hora de la última prueba. La de escapar.

Newt arrugó la frente por la confusión.

—¿A qué te refieres? ¿Sabes cómo salir?

—Sí. Convoca la Reunión. Ya.

Capítulo 49

Una hora más tarde, Thomas estaba sentado enfrente de los guardianes para comenzar la Reunión, igual que lo había estado hacía una o dos semanas. No habían dejado entrar a Teresa, lo que le fastidió tanto como a ella. Ahora, Newt y Minho confiaban en ella, pero los demás tenían sus dudas.

—Muy bien, verducho —dijo Alby, que estaba con mucho mejor aspecto, sentado en medio del semicírculo de sillas, al lado de Newt. Los demás asientos estaban todos ocupados, salvo dos, un crudo recuerdo de que los laceradores se habían llevado a Gally y a Zart—. Olvídate de dar rodeos y empieza a hablar.

Thomas, todavía un poco mareado por el Cambio, se obligó a tomarse un segundo para recuperar la compostura. Tenía mucho que contar, pero quería asegurarse de que pareciera lo menos estúpido posible.

—Es una larga historia —comenzó—. No tenemos tiempo para repasarla entera, pero os contaré lo fundamental. Cuando pasé por el Cambio, vi imágenes, cientos de ellas, como una proyección de diapositivas en avance rápido. Me vinieron muchas, pero sólo unas están lo bastante claras como para hablar de ellas. Lo demás se ha ido o está desapareciendo —hizo una pausa y ordenó sus ideas una última vez—. Pero recuerdo lo suficiente. Los creadores nos están probando. El Laberinto nunca fue para que lo resolviéramos. Todo ha sido una prueba. Quieren a los ganadores, o a los supervivientes, para que hagan algo importante —se calló, confundido porque no sabía en qué orden contar las cosas.

Other books

Malice by Gabriell Lord
Amplified by Alexia Purdy
Los crímenes del balneario by Alexandra Marínina
Simply Organic by Jesse Ziff Coole