Cuando las agitadas respiraciones fueron calmándose, Tommy sólo pudo decir:
—Bienvenido a casa.
Los días que siguieron estuvieron llenos de preparativos navideños: compras, paseos, comidas fuera y espectáculos propios de las fiestas. Aunque los chicos no sabían nada, Alex y Angel habían planeado todo eso para hacer de estas primeras navidades de Tommy sin su familia las mejores.
Tommy le había comprado a Sasha un pequeño medallón que se abría mostrando las fotos de los dos. Era una tontería, pero esperaba que con eso no lo olvidara.
A última hora de la tarde del 24 llegó un paquete. Lo enviaba el tío Joseph y tenía una colección en edición de lujo de varios libros de filosofía, discos de moda y una increíble chaqueta de cuero negra, que Tommy se probó enseguida.
—Tu tío es genial —declaró Sasha—. ¿Vas a llamarlo para agradecerle?
—No, está fuera del país. Le gusta pasar la Navidad y Año Nuevo en distintos países para ver cómo lo celebran otro tipo de personas. No sé dónde le toca este año y no creo que siquiera pudiera localizarlo —dijo Tommy, que lo había intentado el día anterior, recibiendo la misma respuesta: el señor Stoker estaba de viaje, no sabían exactamente dónde y no había dejado un número al que pudieran llamarlo.
Esa Nochebuena Alex no tenía invitados. Desde la muerte de su madre, se ponía melancólico en esas fechas y deseaba pasarlas en familia. La cena, largamente esperada, fue deliciosa y Alex tuvo que reconocer que la afición de Tommy por la cocina era más que un pasatiempo: había ayudado con el
pudding
y con el postre y su toque se notaba. Incluso había recibido la felicitación del cocinero de la mansión por su buen trabajo.
La sobremesa fue breve. Ariel estaba muy ansioso por mirar sus obsequios y tuvieron que adelantar el intercambio, y por fin se fueron a acostar luego de armar el enorme tren que Sasha y Tommy le habían obsequiado. El niño no tenía sueño y Sasha tuvo que contarle tres cuentos para conseguir que se durmiera. Más tarde se reunió con Tommy en su habitación para recibir la Navidad juntos, como siempre habían hecho desde que se conocieron.
Apenas entró, sonrió.
—Gracias —dijo—. Digo… por el regalo. Me gustó mucho, en verdad.
—Me alegra que te gustara. Hubo un momento en que pensé que era un poco pretencioso, por eso de nuestras fotos y tal. Pero no sé, realmente me gustaba y sentí que te gustaría.
Sasha volvió a sonreír y se sentó en el pequeño sillón frente al fuego. Tomó un paquetito que sacó de su chaqueta y se lo tendió a Tommy.
—Feliz cumpleaños —susurró.
Tommy cogió el paquete con emoción contenida y lo abrió. Era otra matrioska, un poco más grande que las que ya tenía. Con una brillante sonrisa, besó a Sasha.
—Gracias. Pensé que no tendría otra…
—Tonto… tendrás muchas. Muchas más. —Sasha le sujetó la mano, acariciándola—. ¿Sabes? Aunque Derek me invitó a pasar la Navidad en su casa de campo, preferí venir aquí.
—Es buen chico —dijo Tommy sin saber qué más decir. Ciertamente Derek era buen chico, pero también era el posible amor de Sasha. Aun así, no le podía caer mal. Retiró la mano con suavidad.
—Sí. Bueno… Ya sabes cómo es eso. ¿Qué hacemos ahora?
—¿Ver una peli? ¿O dibujos? ¿Te apetece algo en especial? —Tommy estaba algo nervioso. Aunque llevaban varios días juntos y todo parecía normal, se sentía inseguro, como si eso fuera una pausa y luego Sasha volvería a alejarse.
—Me apetece algo, sí. —Sasha lo miró y le tendió la mano. Apenas Tommy se la dio, lo atrapó y lo sentó en su regazo—. Me apeteces tú. —Sin esperar respuesta, comenzó a besarlo.
Volvieron a amarse y en esos mágicos momentos toda la tensión, las dudas y los celos fueron olvidados. En la cama se unían sin fingimientos y limitaciones, sinceramente. Y también con mucha imaginación.
Antes de dormirse, Sasha pensó en las palabras que Tommy le dijera días atrás: «Bienvenido a casa». Sí… ése era su hogar. Su hogar estaba junto a Tommy.
Alex miraba por la ventana. Afuera, en el jardín, la nieve cubría parte del sendero en medio del cual se erguía un muñeco de nieve. La risa de Ariel podía oírse. El niño tenía las mejillas rojas por la batalla de bolas de nieve que acababa de librar contra Sasha.
—¿Qué estás mirando? —preguntó Angel acercándose por detrás.
—A ellos. Me han recordado mi infancia —dijo Alex—. Ebenezer y yo solíamos jugar allí.
Angel no dijo nada. Ebenezer no se había portado bien con ella en los últimos tiempos. En cambio, sonrió al ver a Sasha y Tommy tomarse de la mano mientras avanzaban por el sendero de regreso a la casa con Ariel trotando por delante.
—Se ven muy bien juntos, ¿no crees?
—No sé —dijo Alex.
—¿Qué ocurre? —Angel no pudo evitar la pregunta. Estaba notando raro a su marido desde hacía un tiempo cuando se trataba de Sasha.
—No sé si Tommy... —Se interrumpió—. En realidad no sé si Sasha le hará algún bien a Tommy.
—¡Alex!
—Ya lo sé. Es Sasha y lo aprecio mucho, al igual que tú. Pero eso no significa que deba ser pareja de Tommy y de hecho, no lo es. Está allí, como si nada, sin saber por todo lo que Tommy está pasando...
—Eso es decisión del propio Tommy.
—Sí. Eso es parte del problema. Tommy es joven e impulsivo y se dejó llevar. Ama a Sasha, se le nota en la mirada. Y Sasha... ¿te das cuenta que lo tiene en vilo? Cuando no viene, Tommy se deprime totalmente aunque lo disimule y él no se da por enterado. Tampoco entiendo por qué tuvo que hacer ese espectáculo. Muchas cosas se han visto truncadas a causa de ello.
Angel reflexionó brevemente. Estaba segura de que eso tenía que ver con Ebenezer y con el ofrecimiento de Alex de darle un puesto de gerencia a Sasha.
—Sasha también es joven —observó—. Y ha pasado por muchas privaciones. Siempre se ha medido mucho para actuar, creo que por no vulnerar tu posición, pero en esa ocasión me parece que quiso romper esquemas. No lo culpes del todo a él.
—¡Lo sé! —dijo Alex—. Pero tuvo que hacerlo precisamente allí y tú has oído cómo se expresa de él Ebenezer. No, no puedo permitir que vuelva al laboratorio hasta que demuestre su valía. Su reputación está deteriorada y tendría dificultades para manejar al personal. No puedo exponerlo a eso.
Los muchachos acababan de entrar con Ariel y el bullicioso grupo se dirigió a la cocina por leche y galletas.
Alex suspiró.
—¿Qué has pensado? —preguntó Angel.
—Aún no he pensado nada, pero tendré que hacerlo y no sé si me gustará lo que decida.
Después de despedir a Sasha, el 2 de enero, Tommy llamó despacio a la puerta del estudio de Alex.
—¿Puedo?
El empresario levantó el rostro. Se veía agotado pero esbozó una sonrisa.
—Claro. Pasa.
—Gracias —dijo sencillamente y Alex entendió que lo decía por Sasha.
—¿Feliz? —preguntó.
—Eso creo — dijo Tommy—. Sí, soy feliz.
—Me alegro.
La mirada de Tommy recorrió el escritorio de su amigo y vio de refilón los documentos legales que estaba estudiando. Una punzada de culpabilidad lo acometió: preocupado por Sasha, había olvidado de nuevo los problemas de Alex.
—¿Cómo van tus asuntos? —quiso saber.
Alex apartó los documentos como si quisiera olvidarlos.
—Allí van. Hemos tenido que retirar el fármaco definitivamente. Las pruebas demostraron que en realidad crea adicción en ciertos individuos.
—¿No los habíais probado antes?
—Claro que sí, pero se simplificaron las pruebas clínicas. Fue algo… —Alex pareció sumamente avergonzado—. Lo hicimos para acelerar las pruebas. Nos respaldamos en los datos de pruebas hechas en la India y… fue un error que ha costado caro.
Tommy se horrorizó.
—Pero… ¿por qué hicisteis eso? ¿No era arriesgado?
—Lo era. Asumimos el riesgo pensando que no tendría mayores consecuencias. Queríamos comenzar a comercializar el fármaco cuanto antes.
Tommy sacudió la cabeza sin poder creer lo que oía.
—Lo hicisteis a sabiendas… Tú lo sabías —afirmó—. ¿Fue idea tuya? ¿De Angel?
—¡Por supuesto que no!
Tommy lo miró, interrogante.
—Verás, Ebenezer sugirió suprimir algunas pruebas, McAllister lo respaldó y Barbara también. Angel se opuso pero yo acepté. Corrí el riesgo.
Alex calló y Tommy interpretó su silencio. Alex había vivido siempre a la sombra de alguien, siempre lo acusaban de no querer arriesgar.
—Y ahora que arriesgaste, se salió de control —completó su pensamiento en voz alta.
—Me temo que sí —murmuró Alex.
«Sasha no habría fallado», pensó Tommy automáticamente. El héroe de su infancia se tambaleaba ante sus ojos y por primera vez vio a Alex como alguien que soportaba un peso excesivo sobre sus hombros.
—Cuando arriesgas y triunfas eres un héroe. Cuando fallas eres un fracasado. Puedo decir que fue culpa de Ebenezer, de McAllister, de los investigadores, pero lo cierto es que pude detenerlo y no lo hice. Quise mostrarme arriesgado. No es la primera demanda que enfrentamos pero me sabe mal ser el causante de ésta. Aún así, no correré a esconderme. Asumiré lo que hice.
Tommy volvió a admirarlo. El estrés de esos últimos meses se notaba en Alex, pero no lo veía derrotado.
—Yo no podría hacerlo. No querría salir jamás…
—McAllister dice que me vaya acostumbrando.
—McAllister es idiota. No se puede jugar con la salud de las personas.
—Eso dice Angel. Me alegro de tenerla conmigo. A veces pienso que a los accionistas sólo les importa el dinero.
—Pero tendrás a Sasha. Faltan diecioho meses…
—Los tienes bien contabilizados. —Alex sonrió.
—Sí. Ya verás cómo te apoyará cuando vuelva a Thot Labs.
La expresión de Alex varió ligeramente y por un momento Tommy tuvo el temor de que dijera que no, que Sasha no volvería. Pero Alex no podía hacer eso, lo había formalizado con un documento.
—Claro —dijo el empresario—. ¿Te apetece ir al teatro? Prometí a Angel que saldríamos hoy.
—De acuerdo. Ahora te dejo trabajar.
La primera semana de febrero, Sasha no podía más. Después de su idílica Navidad había vuelto a separarse de Tommy y volvió a poner en práctica su idea de la separación por un mes con relativo éxito, pero era suficiente. Se decía que no importaba que no fueran pareja todavía, que no pasaran la prueba que había ideado, que Tommy se acostara con Alison. Simplemente quería estar con él.
Iría a Londres el viernes y al demonio con todo. Tendría el resto del curso para ensayar su teoría de la separación
Pero el jueves por la noche comenzó a sentirse mal y el viernes tenía un resfrío tan grande que tuvo que quedarse en la cama, llegando al extremo de pedirle a Larry que llamase a Tommy para avisarle que no iría.
Estaba acostado, cubierto hasta la barbilla y afiebrado, cuando Derek hizo su aparición.
—¡Demonios, Sasha! ¿Por qué no me avisaste que estabas enfermo? —protestó.
—No lo pensé y no estoy tan mal —dijo el ruso, tratando de levantarse.
—Nada de eso —repuso Derek—. Larry me dijo que estuviste tosiendo y con fiebre toda la noche. ¿Qué has tomado?
Sasha señaló la bolsita de medicinas que había junto a la cama y Derek la abrió, revisando su contenido que aprobó con un gesto.
—Bien. Entonces lo que necesitas ahora es descansar y alguien que te cuide.
—No te preocupes, Derek. Estaré bien.
—Sí me preocupo —dijo el muchacho con ternura—. Si no cuido de ti, ¿quién más lo hará? Pensaba que estarías en Londres. Si no fuera por que me encontré con Larry no sabría que estabas enfermo. ¿Cuándo confiarás en mí, Sasha?
El ruso no respondió, pero su gesto fue elocuente. Derek le dio un beso en la frente y se acomodó junto a él.
—Yo cuidaré de ti, ya lo verás.
La decepción de Tommy fue muy grande. En lugar de la esperaba visita de Sasha, recibió una llamada de Larry: Sasha estaba resfriado, se quedaría en cama y lo llamaría cuando pudiera.
Aceptó esta nueva excusa y decidió que de todos modos haría lo que habían planeado: salir con Richie como en los viejos tiempos.
Vestido de negro, entró al Heaven del brazo de Richie, disfrutando de las miradas que atraía. Coqueteó, bailó, rió, pero pasada la medianoche su alegría se evaporó cuando vio a un hombre rubio que le recordó a Sasha, bailando con su novio.
—Creo que beberé algo —gritó a Richie que bailaba junto a él y se encaminó a la barra, seguido de cerca por el pelirrojo. Pidió un whisky y comenzó a beberlo mirando hacia la pista, imaginando que Sasha podría aparecer en cualquier momento.
Richie lo abrazó y le gritó al oído:
—¿Te sientes bien?
—No. Sasha me prometió que vendría esta semana, pero no viene. —Suspiró, para luego sacudir la cabeza y darle un trago a su
whisky
—. Olvidémoslo. Si no quiere venir, no lo vamos a obligar. Y a lo mejor es verdad que no ha podido venir por las razones que ha dado —añadió sin mucho convencimiento.
A pesar de la música a todo volumen y de que ambos hablaban casi a gritos, Richie notó cierta angustia en su amigo y preguntó con cautela:
—¿Qué excusa ha dado esta vez?
—La dio su amigo Larry. Llamó por teléfono y dijo que había estado estudiando hasta tarde y que se había resfriado. —Tommy hizo un puchero—. A lo mejor está enfermo y yo aquí pensando lo peor.
—Sí, es lo más probable, con lo escandaloso que eres —dijo Richie tratando de quitarle importancia al asunto y luego de meditarlo un poco, propuso—: ¿Qué te parece si vamos mañana a verlo? Si está enfermo podremos cuidarlo, y si no, aprovecharemos para que me mostréis las discotecas. Yo también lo echo de menos.
—¡Es una idea genial! —exclamó Tommy; su rostro cambió totalmente y sus ojos brillaron. No dijo nada más pero era obvio que estaba haciendo planes para el nuevo fin de semana.
—En ese caso, mejor nos vamos o no podremos estar levantados a las seis para tomar el primer tren que sale a las siete.
—¿Vamos a ir en el tren de las siete? ¿De la mañana? —preguntó Tommy con obvio pesar. La sola idea de tener que madrugar tanto le hizo sentirse agobiado, pero luego asintió y recogió su chaqueta para irse con Richie. Ver a Sasha bien valía el sacrificio.