No había asegurado nada a Derek, dejando la decisión para último momento. Pero llamó a Tommy para avisarle y apenas colgó el teléfono se sintió falso y mentiroso. ¿A quién estaba engañando? Era con Tommy con quien quería estar.
El 22 por la tarde fue a despedirse de Derek, abordó el tren a Londres y se dirigió directo a casa de los Andrew.
Si había tenido dudas respecto al recibimiento que le darían, éstas fueron disipadas cuando Ariel corrió a sus brazos y Angel lo abrazó con cariño. En ese alegre ambiente familiar comenzó a contarles cómo era su nueva vida en Oxford, esperando que Tommy apareciera en cualquier momento. Como esto no sucedió, se animó a preguntar:
—¿Dónde está Tommy?
Angel y Alex intercambiaron una mirada y ella respondió:
—Está en su habitación. Creo que está dormido, parece que no ha estado descansando bien en la residencia.
—Voy a verlo —anunció Sasha y subió las escaleras lo más aprisa que pudo.
Al llegar a la puerta de la habitación donde habían pasado tantos momentos juntos, vaciló un momento. No se había portado muy bien con Tommy y lo sabía. Esa idea de alejarse le funcionaba perfectamente cuando no lo tenía cerca, pero cuando era así, simplemente se moría de deseos de estar con él.
Finalmente, decidió llamar despacio, entreabriendo la puerta:
—¿Tommy? —Al no oír respuesta, entró—. ¿Tommy? —repitió, pero sólo vio una figura cobijada en la cama. Cerró la puerta suavemente y avanzó sin hacer ruido. Era demasiado temprano para dormir y se preguntó si estaría enfermo. Apartó un poco la cobija, lo suficiente para ver su rostro y sintió una punzada de culpabilidad. Pero se recordó lo que había estado pensando todo ese tiempo: Tommy no podía estar con una sola persona. No era su culpa, simplemente era su forma de ser.
Recorrió la habitación con la mirada y vio sus matrioskas sobre el tocador. Una sonrisa se dibujó en sus labios pero fue reemplazada rápidamente por una expresión de asombro cuando descubrió el cuadro. Se acercó para verlo mejor. Sus dedos tocaron el lienzo como para convencerse de que era real. ¡Le transmitía tantas cosas! Si pudiera pintar, quizá pintaría a Tommy de ese modo: desnudo, con el sol iluminando su piel dorada, tan tranquilo y tan bello que podría contemplarlo siempre, podría amarlo siempre.
«Es perfecto. ¿De dónde lo habrá sacado? ¿Por qué nunca me habló de él?»
Caminó nuevamente hacia la cama y se sentó en ella, sin dejar de contemplar al durmiente. Habría deseado tanto que las cosas fueran de otro modo…
Tommy se giró y gruñó bajito, aún dormido, y Sasha acarició su mejilla con el dorso de la mano. El muchacho manoteó, volvió a gruñir y se dio la vuelta. Llevaba días durmiendo mal, dándole vueltas al tema de Sasha, y ahora que estaba consiguiendo descansar no quería despertar.
Al ver que seguía durmiendo, Sasha se tumbó a su lado y le dio un ligero beso en los labios.
Él entreabrió los ojos y con mirada adormilada, comenzó a murmurar, creyendo que soñaba:
—¿Por qué no vienes a estar conmigo, Sasha? ¿Por qué me abandonas? —Se deslizó sobre el cuerpo del ruso, y tras abrazarlo, volvió a cerrar los ojos.
La culpabilidad se hizo mayor y Sasha suspiró. Había sido muy desconsiderado con su amor egoísta y exclusivo. Sólo logró decir:
—No te he abandonado.
Tommy abrió los ojos de golpe y pestañeó por el cambio de luz, aunque la habitación no estaba muy iluminada.
—¿Sasha? ¿Sigo dormido? —preguntó con voz pastosa.
—Sí, sigues dormido.
—Ya decía yo que era imposible que estuvieras aquí y encima en mi cama —replicó Tommy y cerró los ojos para volver a dormirse.
—¡Oh, vamos! ¡Soy yo! —exclamó el ruso dándole un pellizco.
—¡Auch! ¿Cómo quieres que supiera que eras tú? Llevas un montón de tiempo sin venir, dijiste que no vendrías… ya pensaba que se me iba a olvidar tu cara.
—Lo siento —dijo Sasha, arreglándoselas para sentarse en la cama—. Ya te dije que estuve muy ocupado, el trabajo y los estudios ocupan todo mi tiempo.
—Ya lo sé y… lo entiendo. —No lo entendía. O más bien no quería entenderlo, porque si se ponía a pensar en razones por las que Sasha no querría estar con él, se pondría malo.
—Pues… ya estoy aquí —dijo Sasha con una sonrisa—. Me invitaron al campo, pero preferí venir. Tenía muchas ganas de veros.
—Yo también estaba deseando verte, me dejaste preocupado con tu llamada. Creí que no vendrías… que no estarías en mi cumpleaños. Vas a estar, ¿no?
—Claro —dijo Sasha—. Estaré de vacaciones y Angel me ha pedido que me quede aquí hasta el 2, así que podremos estar juntos estos días.
—Genial —respuso Tommy, aunque no muy efusivo. Se sentía un poco raro, como si no hubiera la misma confianza entre ellos. Como si Sasha no confiara en él.
—Tommy, ese cuadro… ¿de dónde lo sacaste?
—Era de mi tío. Lo ha tenido durante años y siempre me gustó. Un día, cuando fui a visitarlo, me lo regaló —explicó con una melancólica sonrisa.
—Es hermoso. No sabía que tu tío se interesara en ese tipo de arte…
—Oh, sí. Trató de conseguirlo durante años. Por eso significa tanto que me lo regalara sabiendo lo que le costó. Lo hizo un pintor de los años treinta, representa a su novio. Siempre me ha fascinado, desde pequeño. ¡Hay tanto amor plasmado ahí...!
Sasha miró el cuadro, pensativo. Por un momento pensó en decirle a Tommy que le gustaría verlo así, plasmado en un lienzo, como recordatorio perpetuo de su amor. Pero se sintió ridículo diciendo semejante cosa. Ellos ni siquiera eran novios.
—Es casi la hora de cenar, será mejor que nos alistemos o Angel se enfadará —dijo levantándose—. Tiene invitados.
—Creo que necesito un mayor incentivo para levantarme...
Sasha se inclinó sobre él, buscando sus labios en un hambriento beso que rompió cuando Tommy trató de tirar de él para tumbarlo sobre la cama.
—Después habrá tiempo —susurró y se dirigió a su habitación.
—En fin... —Tommy suspiró, se levantó y se miró al espejo—. Tendré que esmerarme. Tendremos a una estrella de cine en la cena.
Para cuando estuvieron listos, los invitados ya habían llegado. Estaban sir Larry Crane y Sandra, su esposa; la actriz norteamericana Valerie Mitchell y su esposo Edmund Clemens, socio minoritario del laboratorio; Ralph Flint, director general de Thot Labs en los Estados Unidos y su esposa Eileen, que trabajaba en Marketing; y finalmente, Lord Anthony Patrick Fauntleroy, antiguo amigo de la familia y Par del Reino, cuya influencia política era para tener en cuenta.
El matrimonio Andrew sonrió al ver bajar a los muchachos: Sasha vestido de blanco y Tommy de negro, haciendo un curioso contraste.
Durante la cena se habló sobre política y Sasha se dedicó a estudiar a lord Fauntleroy, cuyos agudos comentarios le agradaron, aunque también notó que sería un enemigo formidable. El hombre estaba claramente a favor del control de los beneficios de la industria farmacéutica y la disminución del gasto público sanitario per cápita.
—Lo que no entiendo —dijo Valerie— es por qué deseáis reducir el gasto público. ¿No causaría que muchas personas se quedaran sin medicamentos?
—No necesariamente, querida —explicó Fauntleroy—. El gasto público es afectado por el número de medicamentos consumidos y el precio de los medicamentos. Mientras que el número de medicamentos ha tenido un crecimiento moderado y prácticamente estable, el precio se ha elevado. En otras palabras, y con el perdón de nuestros encantadores anfitriones, el gasto público se eleva a causa de que las farmacéuticas incrementan sus precios.
—Oh —murmuró Valerie.
—Los precios se incrementan por la cantidad de recursos dedicados a la investigación —aclaró Alex—. Nuestra industria busca constantemente nuevos tratamientos que permitan que las medicinas estén al alcance de todos.
—¿No controláis los precios? —volvió a preguntar Valerie a lord Fauntleroy—. En los Estados Unidos existe ese control.
—Nuestro sistema es más completo —aclaró el parlamentario—. El Reino Unido es el único país que controla los beneficios. Los precios los establece la industria farmacéutica pero son controlados indirectamente por un esquema de regulación manejado por el Departamento de Sanidad y la Asociación de la Industria Farmacéutica Británica y permite regular los beneficios de las ventas al Sistema Nacional de Salud, y no incluye a los medicamentos genéricos. Cada compañía farmacéutica negocia sus acuerdos y los beneficios se controlan en base al capital invertido, el rendimiento de ventas y otros factores que impiden que una empresa farmacéutica obtenga beneficios excesivos al trabajar con el Estado.
—Es un sistema más equitativo que sólo controlar el precio —dijo Angel.
—Y además, es una relación ganar-ganar —intervino Sasha—. Tanto el Estado como las empresas farmacéuticas se benefician de estos acuerdos y el sistema prospera.
Valerie lo miró confundida. Luego miró a Fauntleroy que sonrió levemente.
—Pero… ¿y si una farmacéutica no está de acuerdo con reducir sus beneficios?
—La respuesta son los medicamentos genéricos —dijo llanamente Fauntleroy.
«Praxa Labs», pensó Sasha y cuando su mirada se encontró con la de Alex, supo que estaba en lo cierto.
La conversación derivó hacia el reemplazo del sistema de impuestos de los ayuntamientos locales aplicado por Margaret Thatcher, que resultó en impuestos mayores a los originales, generando protestas masivas y Sasha se mostró muy cauto en sus opiniones aunque desaprobaba profundamente a la Thatcher. Había aprendido la lección y sólo deseaba mostrarle a Alex que también podía conducirse de la manera más diplomática con sus invitados.
Tommy se dedicó a hablar con Valerie y Angel. La política lo aburría y lo pasó muy bien hablando sobre la vida nocturna de Londres, al punto que la actriz le pidió servirle de guía.
Después de cenar pasaron al salón a beber café y la velada se prolongó hasta la medianoche. Sasha y Tommy subieron las escaleras haciéndose una imperceptible seña y luego se retiraron a sus respectivos dormitorios, pero cuando el resto de la casa dormía, Sasha se escabulló hacia la habitación de su amigo.
—Bueno, ya estoy aquí —dijo Sasha y se sentó en el sofá que había junto a la chimenea.
—Ya veo —respondió Tommy apoyado en uno de los postes de la cama. Durante la cena lo había olvidado, pero ahora, a solas con Sasha, volvía a recordar lo separados que habían estado. Sentía que se había perdido algo y eran incapaces de recuperarlo.
—Interesante sujeto el tal Fauntleroy —comentó Sasha.
—Mi padre lo conoce de vista, lo oí decir un día que era un hueso duro de roer. Tan inamovible como las paredes del Parlamento —añadió Tommy sentándose en los pies de la cama.
—La jugada de Alex es inteligente. Quiere comprar un fabricante de genéricos que prácticamente estará extento de regulaciones, porque los conservadores seguirán con la política de reducir el gasto estatal. Los genéricos le dan poder negociador con el Departamento de Sanidad.
—Ya veo. —Tommy entrecerró los ojos detrás de sus gafas de sol. —Tío Alistair era el presidente de la Asociación de la Industria Farmacéutica Británica. ¿Quién la preside ahora?
—Sir Ian Bradbury, de Britannia Labs —dijo Sasha—. La competencia.
—¿Por qué no la preside Alex?
—Es cuestión de edad, supongo. En realidad la presidencia se turna entre los socios más antiguos aunque a veces aparece algún candidato más joven. Alex no ha postulado aún, pero McAllister perdió las elecciones hace unos meses e imagino que volverá a presentarse el año que viene.
—Qué complicado —murmuró Tommy. Sasha se veía entusiasmado hablando del tema y había seguido con mucho interés la conversación en la cena y sacado sus propias conclusiones. Era obvio que estaba en su elemento. «Y yo no tengo madera de empresario», se dijo. Quizá por eso su familia había decidido que sería escritor y le había dado la administración de la editorial a Colin. Pero ya no tenía familia…
Sasha sonrió y lo miró.
—Y… ¿cómo has estado?
—Pues… estudiando mucho, quiero intentar sacar las mejores notas posibles.
—Ajá —dijo Sasha. Tommy nunca había mostrado demasiado entusiasmo por su carrera y se le hizo extraño—. ¿Y Richie? ¿Has salido por allí con él?
—No tanto como antes, entre mis exámenes y que Richie últimamente sale mucho por su cuenta, aunque intentamos vernos todas las semanas al menos un día o dos.
Sasha no se sorprendió realmente. Lo de Richie era algo que había visto venir. Se encogió de hombros; no era asunto suyo.
—¿Y has visto a alguien últimamente? ¿A Alan? ¿Patrick? —Todo ese interrogatorio tenía objeto de descubrir si Tommy salía con alguien.
—Ya no tanto, están viviendo juntos en Birmingham y les va bien. Los vi un día que vinieron a arreglar papeleo de la universidad. Parecían muy felices… —añadió absorto.
—Oh. —Dicho de ese modo, parecía algo muy fácil. Pero Sasha sabía que vivir con otra persona no era sencillo y mucho menos con Tommy, acostumbrado a un nivel de vida superior a lo que él podría darle en ese momento. Descartó el pensamiento.
—¿Y tu amiga del
college
? ¿Alison?
Tommy frunció el ceño. Sasha lo estaba interrogando de un modo que no acababa de gustarle.
—En casa de sus padres. Pasará allí las fiestas.
—Ya veo. —No se animó a seguir preguntando. No quería ahondar en lo que más le preocupaba: la relación entre Tommy y Alison. Se llamó cobarde, pero prefería no saber si había algo entre ellos. Optó por cambiar de tema—. Hace frío, ¿vienes?
—¿Por que no vienes tú? Esto es más grande y más cómodo —respondió con una sonrisa pícara palmeando a su lado en la cama.
Sasha se levantó y caminó hacia allí. Llevaba un pijama de seda y una bata granate que se quitó, sin dejar de mirar a Tommy, que todavía llevaba el traje de etiqueta.
Tommy sonrió y con apenas dos dedos, tiró de uno de los lazos de la pajarita que llevaba, y con un lento tirón, la soltó. Tal vez se sintieran incómodos hablando, tal vez ya no tuvieran la misma complicidad, pero el lenguaje del sexo era como montar en bicicleta: nunca se olvida.
Los besos fueron dulces al inicio, mientras ambos se desnudaban, y luego, como respondiendo al estímulo de sus miembros rozándose, se hicieron más apasionados. Ninguno de los dos tenía prisa, se amaron lentamente saboreando cada suspiro y gemido de placer. El orgasmo de Sasha llegó, incontenible, derramándose dentro de Tommy que gritó su éxtasis con el rostro enterrado en la almohada.