Desahucio de un proyecto político (20 page)

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Authors: Franklin López Buenaño

BOOK: Desahucio de un proyecto político
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Otro
factor importante para lograr concentrar el poder radica en la propaganda. Como
dice Fabián Corral (2010):

«La propaganda política tiene una meta: contar con
masas dóciles, suplantar las ideas con lugares comunes, confundir, endiosar a
personajes y lograr la identificación de la felicidad con ilusiones vacías, el
“cambio” por ejemplo, la revolución, la soberanía y los demás lugares comunes
que, sometidos a la prueba de una reflexión básica, a un análisis crítico
elemental, resultan.. ganchos para vender, estampitas para rezar, santitos
laicos para venerar. No importa, porque de lo que se trata es de lograr
adhesión irracional, convicción dogmática, emotividad y, si se necesita en un
momento oportuno, iracundia contra el enemigo inventado. Lo que se busca es
neutralizar a los otros, obtener tal capacidad de movilización que sea el aval
definitivo del Régimen. Movilización contra el hereje que se atreve a criticar
a la religión política, al catecismo ideológico que satura la vida, que invade
la escuela, que se ensaña en la universidad y que se cola en cada hogar, entre
telenovelas y folletones de crónica roja».

Como
afirmamos anteriormente, el despotismo para funcionar necesita de una mayoría
servil, de instituciones democráticas débiles o sumisas al autócrata y de una
prensa silenciosa. La llamada “ley “mordaza”, consecuentemente, no debe llamar
la atención, puesto que es parte integral del proyecto político.

La búsqueda de rentas

Explicamos
que el afán de enriquecerse a la sombra del Gobierno es una de las causas para
el fracaso del intervencionismo. El caso de Fabricio Correa es muy
representativo. Él sostiene que no hizo nada “malo”, que, como empresario, ha
contratado con el Gobierno y ha cumplido. Le doy el beneficio de la duda.

Lo
importante es anotar que lo malo no está en los contratos o en los
contratistas, sino en que se usó la excusa de las “emergencias” para dar los
contratos “a dedo”. Pues, aunque cumplan con los contratos, el que no haya
habido licitación pone en duda la idoneidad ética de la contratación.

El deterioro institucional

Otro
aspecto de la Revolución Ciudadana ha sido la desinstitucionalización del país,
caracterizada por el irrespeto al Estado de Derecho y la violación a la
Constitución.
 
Francisco Rosales Ramos
(2010) lo explica de la siguiente manera:

«…la propia Asamblea Legislativa ha incumplido la
disposición transitoria Primera al no haber aprobado varias leyes que estaba
obligada a hacerlo hasta octubre de 2009, como la ley de Recursos Hídricos, la
ley de Comunicación y las leyes penales militar y policial.

»El Consejo de la Judicatura debía organizar el
servicio notarial en un plazo no mayor de 360 días contados desde el 20 de
octubre de 2008, según la disposición transitoria Novena. El banco del IESS
debió estar creado en abril de 2009, según la disposición transitoria Vigésimo
Tercera. La Carta Geodésica del Territorio Nacional para el diseño de los catastros
rurales y urbanos de la propiedad inmueble debió estar elaborada hasta el 20 de
este mes. La Corte Constitucional debió estar integrada con arreglo a lo que
dispone la Carta de Montecristi tan pronto se constituyeron las nuevas
funciones legislativa, ejecutiva y de transparencia y control social, según el
artículo 25 del Régimen de Transición. Todavía se mantienen en funciones los
miembros del antiguo Tribunal Constitucional convertido en Corte por arte de
prestidigitadores. El contralor, procurador, fiscal general, defensor del
pueblo, superintendentes de telecomunicaciones, compañías y bancos son
funcionarios provisionales designados por la Asamblea Constituyente que llevan
más de dos años en sus cargos.

»El Consejo de Participación Ciudadana y Control
Social ni siquiera ha iniciado los concursos de méritos y oposición para
designar a sus titulares. El Consejo de la Judicatura debió organizarse en un
plazo no mayor de 180 días contados a partir del 20 de octubre de 2008 con las
normas establecidas en el artículo 180 de la Constitución, esto es que habrá
paridad entre hombres y mujeres, que seis vocales serán abogados y tres serán
administradores o economistas.

»En suma, los incumplimientos constitucionales son
tan numerosos y de tanta importancia, que se ha producido la más grande
desinstitucionalización que registra la historia ecuatoriana. Sus efectos son
palpables en la violencia, la inseguridad, el raquítico crecimiento de la
economía, los brotes de insurrección e irrespeto a la autoridad y en una sociedad
permisiva que mira a la norma legal como algo etéreo que se cumple o aplica
según las conveniencias e intereses de quienes deben hacerlo».

No
hacen falta más comentarios.

Prometieron cambio, ¿cuál cambio?

En los
albores de la Independencia, en el siglo XIX, una mano anónima escribió en las
paredes de Quito: “Último día del despotismo y primero de lo mismo”. Qué
trágico es que, después de más de 200 años, tengamos que repetir esta frase
lapidaria. Y, como he venido sosteniendo, los cambios radicales son
prácticamente imposibles en una sociedad evolutiva como la humana. Para dar fe,
me voy a referir a un artículo que Fernando Bustamante* (2004) escribiera al
cabo de un año de la Administración de Lucio Gutiérrez para demostrar que el
afán de insertarse en el sistema de reparto estatal se remonta al inicio de la
vida republicana y se vienen repitiendo consuetudinariamente. Invito al lector
a comparar y comprobar que lo que afirma Bustamante se puede aplicar bastante
bien a la manera de gobernar de Correa y Alianza País.

* Fue profesor de Ciencia
Política de la Universidad San Francisco de Quito, ministro de Gobierno de
Correa y, actualmente, es asambleísta de Alianza País.

Según
Bustamante «…la corrupción, el nepotismo, el favoritismo sobre las bases de lealtades
personalistas, el desprecio por las formalidades del Estado de Derecho, etc.,
no son atributo exclusivo de los “populismos rudos”, mas en ellos se
representan sin maquillaje ni agradables modales de disimulo… En realidad, la
crítica a los populistas termina en una mera repugnancia ante lo chabacano de
la presentación, más que en una crítica al fondo a naturaleza sustantiva de la
acción, que, en definitiva, no es muy diferente por su naturaleza a las
consuetudine (
sic)
de las élites
tradicionales…. Enumeremos algunos de estos ‘ciclos’: el floreano, a partir de
1823, el de los señores de la guerra (ejemplo, Urbina, Robles, Franco, etc.),
el de Veintimilla, la Revolución ‘liberal’, el período ‘juliano’, el
velasquismo y sus empresarios advenedizos de la política, el CFP, el
roldosismo. […]».

En
otras palabras, el fenómeno de Correa y de Alianza País no tiene nada de nuevo:
es una repetición terriblemente aproximada de un patrón muy ecuatoriano.
 
Continúa Bustamante: “en el Ecuador, hay un
lumpen aventurero de saltar desde la nada a la más notoria de las publicidades
y, de ahí, al poder, en un mero parpadeo de la historia… El caudillo aventurero
termina rodeado y se presenta escoltado por una horda de personajes de
picaresca, llenos de esperanza en que su adhesión seductora/seducida les dará
el pasaporte [al] poder social necesario para proyectar una biografía
idealizada de ascenso social y el escape de la nada”.

Finalmente,
Bustamante explica que: «…El movimiento indígena representa el esfuerzo de los
indígenas por levantar su propio ‘
standestaat

(su lugar en un orden estamental), emancipándose de la tutela patronal, en un
pie de mayor igualdad. [… y semejante proyecto está en contradicción con] la
retinue
(el conjunto de seguidores como
los llamados
círculo oscuro
o
círculo rosa)
que debe ser el crisol y
matriz excluyente del grupo aspirante al poder».

Por lo
tanto, la ruptura entre Correa y el movimiento indígena no debe ser vista como
resultado de discrepancias ideológicas o cosmovisiones incompatibles, sino como
resultado de una contradicción estructural y verdaderamente antagónica. ¿Qué
más se puede decir sobre por qué la Administración de Correa no tiene grandes
diferencias con movimientos históricos que también prometieron
cambio
? La historia nos arrastra, nos
encamina a caer sobre las mismas trampas de antaño. Sólo así se puede entender
por qué la manera de hacer política en el país sigue siendo la de siempre.

La manera de hacer política

Sostengo
que los economistas OCP (ortodoxos, conservadores, prudentes) estaban llevando
la economía por buen camino, visto desde el punto de vista de la macroeconomía:
crecimiento del ingreso, desempleo, disponibilidad de créditos, diversificación
de exportaciones, aunque quedaba mucho por hacer. El derrocamiento de Lucio
Gutiérrez no fue por razones económicas, fue por razones
políticas.

Lo que
enfureció a mucha gente fue el nepotismo, el canibalismo político y la
inefectividad del Congreso para realizar cambios importantes, como la creación
de distritos electorales o la eliminación del sistema electoral
por listas
. Se hablaba de buscar un
sistema político cuasiparlamentario o semiparlamentario para dar cabida a que,
de manera democrática, se obligue de cierta manera al Gobierno a cambiar.

Los
partidos políticos ecuatorianos eran jerárquicos, caudillistas, en los que el
jefe dictaba y ordenaba a sus miembros a votar en el Congreso como él y su
círculo cercano determinaban, según las conveniencias electorales y no de
acuerdo a una ideología o plan de Gobierno. Por ello, se discutía la necesidad
de que los partidos tuvieran elecciones
primarias
para que aquellos que se lanzaren a una campaña electoral fueran legítimos
representantes de los miembros del partido.

¿Qué
pasó? Que la política sigue siendo manejada como cuando lo hacía la
partidocracia. La Asamblea que aprobó la nueva Constitución no fue deliberante.
Unos “asesores españoles” la escribieron muy
igualita
a la de Venezuela de Hugo Chávez o a la de Bolivia de Evo
Morales. Ni de lejos se ha propuesto la creación de distritos electorales para
que los representantes estén más cerca de sus representados. El sistema de
listas, que antes tenía al menos un componente de elección personal, regresó a
como era hace doce años. Correa prefiere que Alianza País siga siendo “movimiento”
para, así, no sufrir las vergüenzas de no llevar a cabo
primarias
. La Revolución Ciudadana aniquiló los partidos políticos,
los que, en una democracia, son los legítimos
intermediarios
entre el pueblo y el poder.

Porque
no se alteró el sistema político (excepto por lo de la muerte cruzada), los del
buró político
simplemente han
reemplazado a los caudillos y su grupito. La Asamblea Legislativa se allana sin
aspavientos a los vetos del Ejecutivo, el “hombre del maletín” parece solamente
haberse cambiado de género, la manera de actuar de la Asamblea es casi
indistinguible del Congreso de antes, no hay ni pizca de fiscalización y la
legislación está prácticamente dictada desde Carondelet.

Hogaño
sigue y seguirá siendo “último día del despotismo y primero de lo mismo”, a
menos que los académicos, los intelectuales, los forjadores de la opinión
pública, los maestros, comiencen a impartir en la población ideas nuevas y se
dejen de repetir: planificación y redistribución como los remedios para
combatir la pobreza y saltar al verdadero progreso.

Capítulo V
:
Lecciones y conclusiones

Conclusiones

La
historia ecuatoriana está llena de episodios de experimentos fallidos, de
visiones equivocadas, de proyectos inconclusos. En el Ecuador, como en casi
todos los países del mundo, el Estado ha tenido una clara tendencia a crecer, a
intervenir más y más en la vida de los ciudadanos. El tamaño del sector
público, es decir, el gobierno central, el de las provincias, cantones y
parroquias llega a 40% de la economía nacional. Y si se incluyen los
presupuestos de las empresas públicas y el costo de cumplir regulaciones,
controles y ordenanzas, la intervención llega a 70%-75%.*

* Para 2010, el gasto público,
estimado en la proforma presupuestaria del gobierno central, se calcula será
del 37,79%, para 2011 llegará al 41.57%, si se añade el gasto provincial y
municipal, el presupuesto del Banco de la Vivienda, Banco del Pacífico,
Corporación Financiera Nacional, Banco del Estado, así como entidades públicas
como IESS, Petroecuador, Alegro, las empresas mediáticas, etc. se puede
concluir que más de la mitad de la economía ecuatoriana está en manos del
Gobierno.

Se ha
generalizado la creencia de que el Gobierno, al ser depositario monopólico del
poder, podía utilizarlo para mejorar la condición humana. Esta perspectiva,
llamada aquí “construccionista”, pervive no solo en los políticos, sino también
en intelectuales, comunicadores sociales, educadores, militantes de movimientos
sociales, en otras palabras, es parte importante de la ideología de la mayoría.

El camino andado

El
afán de hacer
ingeniería social
se fundamenta en esta
creencia. Pero esto choca contra la realidad. El estudio de la historia nos
hace caer en cuenta de que los fracasos consuetudinarios son el producto de
valores culturales tradicionales, patrones de comportamiento y actitudes
ancestrales que no pueden cambiar de la noche a la mañana, sino que son parte
de un proceso lento, evolutivo, unas veces progresivo y otras veces regresivo.

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