Desahucio de un proyecto político (8 page)

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Authors: Franklin López Buenaño

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*
Literalmente, el dios (que baja) de la máquina. Esta expresión se usa en una
obra de teatro cuando una divinidad baja para solucionar alguna situación
complicada o trágica.

Veamos algunos
ejemplos de estos saltos de lógica. Supuestamente, la contaminación ambiental
radica en la codicia de los empresarios. Motivados por sus ganancias
monetarias, se despreocupan de la calidad del ambiente, carecen de
conciencia social
. La pobreza de los
agricultores les lleva a deforestar, a quemar y a sembrar; la de los
pescadores, a pescar indiscriminadamente. Es decir, ni a agricultores ni a
pescadores ni a industriales les interesan las generaciones venideras.
Entonces, la búsqueda del interés propio en lugar de conducir al bienestar
general —contra lo que afirmaba Adam Smith— termina perjudicando a todos. Es
así como se identifica la causa de los problemas ambientales.

En los
problemas de asimetría de información sucede algo parecido. Las compañías de
seguro de salud cobran a los clientes que no se enferman para cubrir los gastos
de los clientes que puedan necesitar cuidados médicos. Los banqueros no ofrecen
préstamos a los verdaderamente necesitados de fondos, sino sólo a aquellos que
suponen un riesgo mínimo. Los dueños de casas abusan de los inquilinos
haciéndoles firmar contratos onerosos porque quieren proteger su inversión. Las
medidas que toman las aseguradoras de salud, la banca o los dueños de casa, se
suponen abusivas aunque, en realidad, son maneras de compensar su falta de
información sobre la futura actuación de sus clientes.

Malas políticas y sus
consecuencias
.
 
Es
lógico deducir que, si la identificación de la causa es errada, el remedio
también será errado. Para el problema ambiental, se concluye que el
comportamiento egoísta debe ser “penalizado” o “controlado” con el poder
coercitivo del Gobierno. Prolifera, en consecuencia, lo que se conoce como el
sistema
comando-regulador
. Esto es un
conjunto de vedas, prohibiciones, estándares, multas y castigos por el
incumplimiento de las regulaciones. Sin embargo, cuando se evalúan los
resultados, la deforestación continúa, la depredación de recursos marítimos
sigue campante, la crisis ecológica se empeora. Y lo triste es que, en lugar de
identificar las verdaderas, causas se busca profundizar las medidas
coercitivas.

Una
reflexión más prolija identifica el problema de las externalidades con la falta
de derechos a la propiedad privada. Los pollos no corren peligro de extinción
porque tienen dueño. El río que es de todos no es de nadie, por eso se lo
contamina. La propiedad en manos del Gobierno no puede ser bien administrada
porque los gobernantes o los burócratas no son dueños y, por tanto, no están
motivados a administrar los recursos de una manera eficiente.

Mala idea 2: La riqueza como fenómeno de suma cero

La
segunda trampa de las malas ideas comienza por suponer que la
prosperidad se alcanza a costa del perjuicio
de otros
. Este engaño toma varias formas. Por ejemplo, según la teoría de
la dependencia (cimiento conceptual del cepalismo), la riqueza de los países
desarrollados (centro) se debe a la explotación de los países pobres
(periferia). Según la teoría del valor-trabajo los empresarios extraen de los
obreros plusvalía pues cobran por su producto más que el costo del valor del
trabajo incurrido en su producción.

También
se asegura que los especuladores acaparan y cobran precios excesivos en tiempos
de escasez y, así, se enriquecen a costa de los consumidores. O que el libre
comercio favorece a los países ricos y empobrece a los más débiles.

Malas políticas y sus
consecuencias
.
 
Nuevamente,
la izquierda busca remediar estas situaciones mediante la utilización del
sistema coercitivo del Estado. Para equiparar el ingreso, hay que imponer un sistema
tributario progresivo (el que más gana más paga). Para evitar la dependencia,
hay que sustituir importaciones, hay que “proteger” a los productores locales a
través de altos aranceles o cuotas de importación. Para remediar la explotación
del obrero, hay que establecer códigos laborales “progresistas”. Para impedir
la especulación, hay que establecer control de precios. Pero, al final de
cuentas, el sistema tributario progresivo incentiva la evasión, la doble o
triple contabilidad. La sustitución de importaciones termina creando
monopolios, industrias ineficientes y capitalismo de compinches, prácticas que
retrasan el desarrollo. El proteccionismo arancelario propicia el contrabando,
promueve la sobrefacturación o subfacturación en las transacciones internacionales.
Los códigos laborales restrictivos consolidan la inflexibilidad del mercado
laboral y obstaculizan la inversión. El control de precios incentiva el
contrabando, los mercados negros, el desabastecimiento de productos básicos y
la mala calidad de los mismos. Resumiendo, hemos caído en la trampa de las
malas ideas y malas prácticas y, en lugar de mejorar la situación de los
pobres, la trampa ha ocasionado una economía que no despega, ha propagado las
inequidades en la distribución del ingreso y ha forzado a cientos de miles de
ecuatorianos a abandonar el país.

Lo
trágico es que los izquierdistas han logrado atribuir estos males a un supuesto
neoliberalismo, atribución que los exime de culpa y les permite seguir
predicando las mismas ideas y las mismas recetas ya fracasadas, sin advertir
que la profundización de las malas ideas y de las malas recetas desemboca
inexorablemente en la elección de individuos como Bucaram y Correa. Esto es, lo
que ha sucedido en el Ecuador.

El mito del construccionismo o
la ingeniería social

Entre
las creencias de la ideología reinante, y que da forma a lo que nos gobierna,
esta la
fe
en que los gobernantes y los líderes pueden cambiar el orden
socio-económico-político. Sin embargo, no puede ser atribuida a los ecuatorianos
o a los latinoamericanos solamente, porque es una creencia que predomina en el
mundo.

Esta fe
se traduce en las ofertas que nos hacen los que aspiran a gobernarnos y en los
gobernantes que elegimos. Por eso, buscamos líderes carismáticos o partidos políticos
que prometen el oro y el moro. El mito del construccionismo es el que está
detrás de la creación de nuevos ministerios o nuevas agencias estatales.

Esta
creencia está en nuestra médula, y no es por mala fe o mala voluntad, es porque
la idea de que no es necesario un “ordenador” para que exista un orden no ha
cuajado. Y es muy difícil que sea desterrada porque tiene orígenes psicológicos
como explica Laso:

«… el cerebro humano está compuesto de
“módulos” que manejan tareas definidas en dominios específicos y que
evolucionaron porque nuestros antecesores debían enfrentar estas tareas
repetidamente (lo que generó una presión evolutiva). Así, por ejemplo, existe
un conjunto de módulos que simulan el comportamiento de los objetos del mundo
físico y nos permiten predecir su trayectoria de modo que podamos anticiparnos
a ella.

»Ahora bien: los objetos siguen siempre
trayectorias en línea recta o casi recta, sin curvas o ángulos abruptos. Esto
tiene una implicación curiosa: el cerebro humano está mucho más capacitado para
predecir las trayectorias rectas que las curvas. Así, en ajedrez, se puede
saber de una ojeada a dónde puede moverse un alfil, una torre o una dama; pero
el caballo es mucho más difícil de predecir, pues su trayectoria no es
“natural” (o sea, no coincide con las de los objetos en el mundo físico). De
ahí que sea la pieza más compleja de vigilar y usar —y la más peligrosa para el
principiante—; para manejarla adecuadamente, el cerebro debe corregir sus
propias predicciones erradas.

»En el caso del mundo social, el concepto
primitivo de los módulos que lo manejan es el de “intencionalidad”, es decir,
la suposición de que las causas de los fenómenos son agentes activos con
propósitos definidos. El cerebro humano viene con módulos que interpretan
automáticamente la conducta de los demás como efecto de sus intenciones; a la
inversa, tiende a comprender el “orden” como producto de la acción intencional
de un agente. Así, aprender que la economía es un “orden espontáneo” exige
corregir las suposiciones inherentes al cerebro humano (como pasa con el
caballo en el ajedrez); esto supone un esfuerzo consciente de discutir las
propias creencias, cosa muy difícil de lograr sin la educación adecuada».

En un
mundo incierto, inseguro, mezquino, cuando surgen problemas, es natural pedir y
hasta exigir que se haga algo. Pensar que el problema se va a arreglar por sí
solo parece una insensatez o irresponsabilidad o un “corazón duro”. El pensar
que lo mejor que podría pasar es que el Gobierno no interviniese permitiendo al
mercado recuperar el equilibrio genera en la gente una sensación inaceptable de
descontrol y confusión.
 

En
otras palabras, la búsqueda de soluciones gubernamentales radicaría en la
configuración del cerebro humano que no examina la complejidad de los fenómenos
económicos y que se refugia en la simplicidad de los remedios gubernamentales,
a pesar de las consecuencias no intencionadas que acarrean.

El orden espontáneo

El
construccionismo no es más que la proposición de que se puede diseñar un orden
económico próspero “desde arriba”. En su forma más radical, el marxismo buscaba
construir un
hombre nuevo
, y se
demoraron 70 años tratando. En Cuba, el partido comunista de los hermanos
Castro lleva ya 50 años, y no pasan del intento. Los fracasos saltan a la
vista. Hugo Chávez lleva 10 años en el empelo y lo que ha logrado es
desabastecimiento de víveres, aumento de la delincuencia, polarización del país
y otros males que la prensa está revelando continuamente. Lamentablemente, en
el Ecuador no faltan los creyentes. Por ejemplo, el asambleísta gobiernista
César Rodríguez sostiene que es hora de cambiar las viejas estructuras que han
detentado el poder: “No está en disputa el texto de la Ley, están en disputa
formas y tradiciones que algunos se resisten a cambiar. Dejémonos de vainas:
aquí
hay un modelo que busca construir un país con equidad y hay otro que busca
regresar al pasado
” (Teleamazonas). ¿Cuántos años nos pasaremos en el
intento?

Sistemas adaptivos complejos
.
 
Aunque suena muy “técnico”, lo
que se busca explicar es que, muchas veces, lo que aparenta ser caótico no lo
es. En la misma naturaleza, la evolución biológica o la mecánica cuántica nos
enseña que, detrás de un caos existe, un orden que, aunque no se pueda predecir
su resultado, se puede entender el proceso que lo origina y en el que se
desenvuelve.

Se
describe así un proceso espontáneo. Un gran número de agentes independientes
interactúan en un sinnúmero de maneras. Cada agente busca mejorar su situación
y, sin darse cuenta siquiera, genera una auto-organización. Es decir, los
individuos, cuando compran, venden, alquilan, prestan, forjan una especie de
“organismo” que se va
adaptando,
evolucionando, acomodando,
de tal manera que
trasciende
su actividad individual y sus intenciones particulares,
que se convierten en efectos globales. El sistema de mercado libre es un
sistema adaptivo complejo.

En el
mundo real, la actividad económica es extremadamente compleja, no sólo
“complicada”. Un empresario tiene que evaluar la calidad y la cantidad de insumos
y productos, buscar cómo reducir los costos de organización, coordinación,
supervisión, monitoreo, control y medición. La clientela es volátil, los
suministradores y los empleados también. El empresario, para tener éxito, tiene
que identificar suministradores, compradores, tiene que saber negociar y saber
cómo hacer cumplir los contratos. Los precios internacionales cambian
inesperadamente, las innovaciones tecnológicas vuelven obsoletos productos o
procesos que, hace pocos años o meses, eran la tecnología de punta; se
descubren substitutos sintéticos para materias primas naturales porque, como
diría Wilson Pérez (op. cit.): “la única certidumbre es que no hay
certidumbre”.

Mientras
más compleja es una organización, más difícil su control. Es una verdad de
Perogrullo. Lo que no es evidente es que es muy posible la coordinación de las
actividades de los participantes sin control o planificación “desde arriba”. La
interacción de los participantes, a nivel global o agregado, tiene efectos
impredecibles. No es posible guiar desde arriba la economía porque no sabemos
ni podemos saber hacia dónde camina ni cómo se organiza.

A lo
largo de la historia, el hombre ha ido buscando y descubriendo “instituciones”
o reglas de juego que limiten y conformen la interacción humana. Como
consecuencia, estas reglas estructuran los incentivos que motivan al
intercambio social, político o económico.

Veamos
un ejemplo. La diferencia entre reglas que promueven la espontaneidad de los
arreglos sociales y las construccionistas, aunque a veces no es muy clara, se
puede explicar con las leyes de tránsito. Las leyes de tránsito —bien diseñadas
y bien aplicadas— son reglas que permiten que cada uno busque el camino más
adecuado respetando los derechos que los otros tienen a lo mismo. Entonces, el
tráfico, aunque aparentemente caótico, se mueve ordenadamente. Reglas
construccionistas de tránsito serían aquellas que obligaran a los conductores a
ir por rutas preestablecidas o a las personas a utilizar un determinado tipo de
vehículo.
 
Por eso es que hay tantos
problemas en la implementación del sistema pico-y-placa, por ejemplo.

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