Cuentos completos (533 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
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—Entonces de acuerdo —Russo cerró los ojos por un momento como si estuviera decidiendo dónde comenzar. Entonces dijo con firmeza—: Tengo una hermana que acaba de cumplir dieciocho.

—¿Cuál es su nombre? —dijo Gonzalo.

—Se los diré —dijo Russo—, aun si no lo hubieran preguntado porque es parte del problema. Su nombre es Susan. Toda la vida le llamé Suzy, pero ahora tiene en la mente que quiere ser llamada Susan y así es como le decimos ahora.

»Es mi hermana menor. Tengo veinticuatro años y he estado haciéndome cargo de ella por seis años… desde que murió nuestra madre.

—¿Tiene empleo? —preguntó Avalon.

—Claro que tengo empleo —dijo Russo indignado—. ¿Qué clase de pregunta es ésa? ¿Cómo podría haberme hecho cargo de mi hermana sin un empleo? Estuve conduciendo un camión para una cervecería desde que tenía quince y desde hace dos años tengo el puesto de supervisor. No soy rico, pero gano dinero honrado y puedo pagarles… algo.

Avalon parecía incómodo.

—No es un asunto de pago, señor. Sólo siga con la historia. ¿Su padre también ha fallecido?

—No sé dónde está mi padre —dijo Russo—. Tampoco me importa. Él se fue —su brazo hizo un desdeñoso gesto final—. Yo cuido de Susan. La cuestión es que Susan no es… brillante.

—¿Quiere decir que es retardada? —dijo Drake.

—No es loca. No lo piensen. Sólo que no es brillante. Las personas podrían sacar ventaja de ella y no hay mucho que ella pueda hacer como trabajo.

—Con cuidados educativos especiales… —comenzó Avalon.

El rostro de Russo se retorció.

—¿De qué sirve hablar de eso? No tengo el dinero para eso.

Avalon enrojeció y murmuró:

—Otra vez el problema sociológico. Las personas reconocen la necesidad y dicen querer una solución, pero si es cuestión de fondos públicos el contribuyente abotona su bolsillo.

—Ella cocina —dijo Ruso—. Cuida el lugar. También puede hacer las compras, y los muchachos del vecindario la conocen y se aseguran de que no le suceda nada. Si alguno se sale de la línea, alguien le dará su merecido.

Su puño se cerró y en sus ojos se vio una mirada de acero.

—Todos son cuidadosos, se los aseguro, pero es algo que ha estado preocupándome más y más. Ella es la niña más buena del mundo, siempre deseando ayudar, siempre sonriente. Se cuida ella misma realmente bien, y la cuestión es que ella está comenzando a ser muy atractiva. Es algo por qué preocuparse, ¿saben a qué me refiero?

—Sabemos lo que quiere decir —dijo Drake—. ¿Le gustan los hombres?

—Seguro que sí. Le gustan todos, todo el mundo, pero no sabe sobre esa clase de cosas. No lee y nadie le habla sucio, se lo puedo asegurar. Pero en estos días uno tiene que ser cuidadoso con las películas que ella ve; y ya que estamos… uno tiene que ser cuidadoso con la televisión, ¿saben qué quiero decir? Además, cualquier tipo quiere algo, ella aceptará, porque tiene buenos sentimientos, ¿saben qué quiero decir?

—¿Tiene usted una novia? —dijo Drake.

—¿Qué se supone que quiere decir? —dijo Russo rápidamente—. ¿Cree que soy gay?

—Le estoy preguntando si tiene una novia.

—Claro que sí.

—¿Sabe sobre Susan?

—Claro que sí. Y cuando nos casemos, ella sabe que deberemos seguir cuidando a Susan. Y está dispuesta. Se queda con ella por las noches cuando me tengo que salir. Como ahora.

Avalon se aclaró la garganta y preguntó, tan delicadamente como pudo:

—¿Ha pensado que, con una operación, ella podría…?

Claramente Russo había pensado en eso ya que no permitió que terminara la pregunta.

—No vamos a cortarla.

—¿Ha hablado con su predicador? —dijo Gonzalo.

—Nah… —dijo Russo—. Ya sé lo que dirá. Sólo dirá que sigamos haciendo lo que estamos haciendo y que confiemos en Dios.

—Ella podría ser una buena monja —dijo Gonzalo.

—No, ella no tiene vocación. Y yo no voy a hacerla monja sólo por librarme de ella. Yo no quiero librarme de ella, ¿sabe?

—¿Espera que ella se case algún día? —dijo Rubin.

—Puede ser —dijo Russo, desafiante—. Sería una buena esposa; mucho mejor esposa que la mayoría que veo por allí. Tiene buenos sentimientos, es trabajadora, limpia —Dudó—. Por supuesto, quien se case con ella tiene que entender que ella no es lista, y que tendrá que cuidar de ella porque cualquiera podría tomar ventaja, si sabe qué quiero decir. Y tendrá que tener eso en cuenta si alguien lo hace, y no tomárselas con ella.

—¿Qué pasa si tiene niños?

—¿Qué pasa si los tiene? Ella los cuidaría bien. Y ellos no tienen que ser como ella. Yo no lo soy. Mi mamá no lo era.

De repente, Trumbull hizo sonar la copa de agua con la cuchara. Hubo un silencio.

—Caballeros —dijo—, esto está todo bien, pero el señor Russo nos está haciendo perder el tiempo. ¿Cuál es el problema? No han nada que podamos hacer con su hermana, si ese es el problema. Si ha venido a pedir consejo acerca de qué hacer con ella ahora que tiene dieciocho años, me parece que yo diría lo mismo que el predicador, seguir haciendo lo que está haciendo y confiar en Dios. Hago la moción de que terminemos este asunto ahora.

—Hey, espere —dijo Russo, ansioso—. No les he contado mi problema todavía. Toda esta cuestión ha sido sólo para explicar.

—Bien, entonces, señor Russo —dijo Halsted—, creo que entendemos lo de su hermana. ¿Nos contaría su problema ahora?

Russo se aclaró la garganta y hubo un momento de silencio mientras parecía una vez más estar eligiendo entre comienzos alternativos.

—Hace dos semanas —dijo—, el día diez, mi hermana fue recogida.

—¿Por la policía? —preguntó Gonzalo.

—No, por algún tipo. Ninguno del vecindario. No sé quién era el tipo. Yo estaba trabajando, por supuesto, y Susan había salido a hacer algunas compras. Ella tenía estrictas instrucciones de no hablar con nadie que no conociera. Nunca. Pero adivino que debió hacerlo esta vez. Hice un montón de preguntas por el vecindario en las dos últimas semanas. Todos conocen a Susan y todos estaban contrariados, y de lo que un tipo decía a lo que decía otro, lo que parece es que estaba conversando con un tipo alto, delgado, buen mozo, pero nadie pudo jurar exactamente cómo era, excepto tal vez que tenía cabello rubio. Les dije que cómo permitieron algo así, que estuviera conversando con un tipo extraño. Todos me dijeron que pensaron que era algún amigo porque se imaginaban que Susan no hablaría con un extraño.

»La llevó en un automóvil y cuando regresé del trabajo ella aún no había regresado, y puedo decirles que me volví loco. Corrí por todo el vecindario y tuve a todos los tipos revisando todo —sacudió la cabeza—. No sé qué hubiera hecho si ella no regresaba a casa.

—Entonces, ¿ella regresó a casa? —dijo Trumbull.

—Cuando estaba oscureciendo. Como sea, la había puesto sobre un tren y ella se bajó en la estación correcta, gracias a Dios, y supo lo suficiente para tomar un taxi. Tenía dinero. Todavía tenía su billete de tren y creo que vino desde Larchmont en Westchester.

—¿Estaba ella bien? —preguntó Gonzalo.

Russo asintió.

—No estaba herida. Logré no decirle nada en el momento, pero al día siguiente me quedé en casa, avisando que estaba enfermo, y la tuve contándome todo lo que había pasado. Tenía que saber.

»Bueno, se encontró al tipo y él le habló, y la siguió, ya saben. Ella dijo que era muy buen mozo y que hablaba bien y que le compró un refresco de helado, y le preguntó si quería un paseo en su coche y que era un coche muy hermoso. Bueno, no se pudo resistir; siempre está de acuerdo con lo que sea de todos modos. Me imagino que él es uno de esos tipos de clase alta que viene a un vecindario pobre a recoger algo fácil de pagar. Esta vez recogió algo fácil por nada, excepto un refresco de helado.

—¿Acaso él…? —comenzó Avalon.

Russo lo cortó.

—Sí. Lo hizo.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque Susan me lo dijo. Ella no sabía de qué se trataba, y me lo dijo. El sucio… —Se controló, entonces dijo furiosamente—: Él tuvo que saber que ella no sabía de qué se trataba. Él tuvo que saber que ella no era… lista. Fue como tomar ventaja de un niño pequeño.

—Si ella hubiera tenido la instrucción apropiada… —comenzó Avalon, pero recibió una mirada furiosa de Russo, se detuvo, y miró para otro lado.

—¿Cómo se siente su hermana acerca de esto? —dijo Rubin.

—Ella piensa que fue grandioso. Esa es la peor parte. Querrá hacerlo otra vez. Se lo sugerirá a los tipos.

—No —dijo Rubin—, esa no es la peor parte. ¿Está embarazada?

—Cuide su lenguaje —dijo tenso Russo.

Rubin levantó sus cejas.

—Permítame decirlo de otra manera. ¿Está esperando familia?

—No, gracias a Dios. No lo está. Ha tenido su… periodo… desde entonces. Está todo bien.

—Bien, entonces, señor Russo —dijo Trumbull—, ¿cuál es su problema?

—Quiero encontrar al tipo —dijo Russo.

—¿Por qué? —dijo Avalon.

—Quiero enseñarle una lección.

Avalon sacudió su cabeza.

—Si estuviera pensando en matarle, no podemos ser parte de eso. Tal como están las cosas, su hermana es mayor de dieciocho años, y no ha sido llevada más allá del límite estatal. No fue herida ni embar… espera familia. Fue con él voluntariamente y tuvo un buen momento, y él siempre puede alegar que no tenía idea de que ella era retar… no responsable. No creo que pueda ser acusado de secuestro. Ella fue regresada puntualmente y no hubo pedido de rescate. De hecho, no creo que pueda ser acusado de ningún crimen para nada.

—Es por eso que no voy a la policía —dijo Russo—. De todos modos no podría, aun si pudiera endilgarle un crimen. No puedo permitir que la gente sepa lo que le pasó a Susan. Sería una desgracia para ella y para mí. Y si los tipos saben que ella no es… no es… ustedes saben lo que quiero decir, no la respetarán. Se pueden imaginar, bueno, tantos como somos, qué importa uno más.

»De modo que tengo que encontrarlo. No voy a matarlo, pero sólo quiero explicarle que lo que hizo no estuvo bien, y ya que probablemente yo no tengo su educación y no se lo puedo explicar con palabras finas, me gustaría usar una clase diferente de lenguaje. Escuchen, es posible que le haga eso a las hermanas e hijas de otras personas y tal vez, sólo tal vez, si le arreglo el rostro un poco así no es tan buen mozo, no será tan fácil la próxima vez.

—Simpatizo con su punto de vista —dijo Avalon—. Creo que el hombre es un canalla y que le vendría bien pagar por su intrusión en la vida de su hermana y la suya… pero no logro ver cómo podemos ayudarle a encontrarlo.

—Realmente —dijo Russo—, Susan recuerda algunas cosas.

—Por ejemplo.

—Ella dijo que el tipo decía siempre, “No te preocupes. No te preocupes”. Por supuesto, el sucio bastardo. Él no tenía nada de qué preocuparse. Pudo ver que ella era una chica limpia y que no le daría nada; sin embargo con su clase de vida, él pudo darle algo a ella, y no quiero decir un bebé.

—Sí, comprendemos —dijo Avalon—, pero ¿qué recordaba Susan?

—Bueno, él dijo, “No te preocupes. No te preocupes” y entonces dijo, “Mira, esa es mi casa, y mira cómo se llama”.

—¿Cómo se llama la casa? —preguntó Gonzalo.

—Sí. Uno de esos lugares lujosos que hay en los suburbios con un nombre, imagino. Ya saben, un trozo de madera sobre el césped con el nombre escrito. Esa es la clase de tipo que es, trabajo de lujo, casa de lujo, familia de lujo, y cuando la esposa de lujo y los niños salen de unas vacaciones de lujo, él se queda en casa y sale a hacer la ronda por allí.

—¿Cuál era el nombre de la casa? —dijo Trumbull con una visible impaciencia acumulada.

—Susan dijo que la casa había sido nombrada para ella. Ella dijo que este tipo pensaba que ella era una santa.

—¡Qué!

—Ella dijo que la casa se llamaba “Santa Susan”.

—¿Está seguro? —dijo Halsted—. ¿Pudo Susan leerlo?

—Ella puede leer algo, pero realmente dijo que él se lo leyó. Eso me hace pensar que tal vez estaba en letras de fantasía porque una palabra que Susan puede leer fácilmente en letra de imprenta es su propio nombre. Ella dice que él leyó el nombre y que eso la hacía santa. Ella sabe qué son las santas, y le encantó. Pensó que el nombre de la casa era por ella —Russo sacudió la cabeza tristemente—. Ese es el tipo de cosas que ella pensaría.

—Nunca escuché sobre una Santa Susan —dijo Halsted—. ¿Hay alguna?

—No juraría que no lo hay —dijo Rubin—, pero nunca escuché de alguna tampoco. ¿Y tú, Jeff?

Avalon sacudió la cabeza.

—¿Por qué no podría una casa ser llamada Santa Susan —dijo Gonzalo—, aunque no hubiera ninguna en la lista? Tal vez era una referencia a su esposa o a su madre.

—No vas diciéndole a tu esposa o a tu madre que es una santa en una tabla sobre el césped —dijo Rubin.

—Los hay de todo tipo —dijo Gonzalo.

—Hay un punto más —dijo Russo—. Le dijo a Susan que la razón de haber nombrado la casa Santa Susan era por su propio nombre. No por el de su madre o esposa, saben, sino por su propio nombre. Por supuesto, eso también le hizo gracia a Susan. Eso quería decir que la casa tenía el nombre por él y por ella. De las reacciones de Susan a todo esto y por todas las demás cosas que debe haber dicho, ese desgraciado debe haber sabido que ella no era… una… persona completa. Él tuvo que saber que estaba haciendo algo terrible. No tiene excusa.

—Estoy de acuerdo —dijo Halsted—, pero ¿hay algo más? ¿Es sólo que la casa se llamaba “Santa Susan” y que eso era por su nombre? ¿Cuál era su nombre?

Russo sacudió la cabeza.

—No lo sé. Susan no puede recordar. Susan nunca recuerda nombres. Sabe que yo soy Frank, pero le dice a cualquier otro “Johnny”. Ella no recuerda el nombre del tipo. Tal vez nunca se lo dijo por lo que sé.

—¿Eso es todo, entonces? ¿Nada más?

Russo sacudió la cabeza otra vez.

—Eso es todo. ¿Entonces qué hago? ¿Cómo encuentro al tipo?

—Me temo que su hermana debe haberse equivocado —dijo Gonzalo—. “Santa Susan” parece tonto, y no puede tener conexión con el tipo. Él no se llama Susan, estoy seguro. A menos que haya un nombre de varón que suene como Susan.

—¿Sampson? ¿Simpson? —dijo Drake.

—¿Santo Sampson? ¿Santo Simpson? —dijo Gonzalo—. Son peores que Santa Susan.

Pritchard levantó la mano.

—¡Caballeros! Discúlpenme.

—Sí, Haskell —dijo Halsted.

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