Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
—¿Crees poder hacerlo, Tom? —dijo Gonzalo.
—No creo. Es por eso que traje el problema aquí. Quiero que todos lo intentemos. Le dije a Pochik que le llamaría esta noche antes de las 10:30 horas —Trumbull miró su reloj de pulsera—, y le diría la clave para mostrarle que puede ser quebrada. Supongo que estará esperando junto al teléfono.
—¿Y si no la conseguimos? —dijo Avalon.
—Entonces no hay manera razonable de suponer que el
lemma
fue robado y realmente ninguna manera ética de tratar de forzar a Sandino a que lo admita. Pero al menos no estaremos peor.
—Entonces, comienza —dijo Avalon—. Has estado pensando en ella por más tiempo que nosotros, y está en tu línea de trabajo.
Trumbull se aclaró la garganta.
—Está bien. Mi razonamiento es que si Pochik no escribió esa cosa, entonces tiene que recordarla. Hay personas con memorias especiales y ese tipo de talentos es bastante común entre los matemáticos. De todos modos, hasta los grandes matemáticos no siempre tienen la habilidad de recordar cadenas largas de símbolos inconexos, y de acuerdo a lo que preguntamos a sus compañeros de equipo, la memoria de Pochik es de las ordinarias. No puede confiar en recordar una clave a menos que sea fácil de recordar.
»Eso la limitaría a una frase común o alguna progresión regular que no sea posible olvidar. Supongamos que sea ALBERTEINSTEIN, por ejemplo. Tiene catorce letras y no puede haber temor de olvidarla. O SIRISAACNEWTON, o ABCDEFGHIJKLMN, o de otra manera, NMLKJIHGFEDCBA. Si Pochik intentara algo así, podría ser que Sandino intentara varias combinaciones obvias, y que una de ellas funcionó.
—Si eso es cierto —dijo Drake—, entonces no tenemos esperanzas de resolver el problema. Sandino puede haber intentado cualquier cantidad de posibilidades diferentes durante un periodo de varios meses. Una de ellas finalmente funcionó. Si la obtuvo por azar, y en ello pasó mucho tiempo, no tenemos oportunidad de tener la correcta en hora y media, sin haber probado cualquiera de ellas en el ordenador.
—Está eso, por supuesto dijo Trumbull—, y es posible que Sandino haya estado trabajando en el problema por meses. Sandino hizo la rutina del camarero a Pochik en junio pasado, y Pochik, fuera de sí le gritó que le mostraría cuando la prueba estuviera lista. Sandino puede haber puesto esto con el frecuente uso del ordenador que hizo Pochik, y se puso a trabajar. Puede haber pasado meses, desde entonces.
—¿Dijo Pochik en esa ocasión algo sobre la clave? —preguntó Avalon.
—Pochik jura que todo lo que dijo fue, “Te la mostraré cuando la prueba esté lista”, ¿pero quién sabe? ¿Podría Pochik recordar sus propias palabras exactamente cuando estaba fuera de sí?
—Me sorprende —dijo Halsted— que Pochik no haya intentado golpear a Sandino.
—No te sorprenderías si los conocieras —dijo Trumbull—. Sandino tiene la constitución de un jugador de fútbol, mientras que Pochik pesa 110 libras con la ropa puesta.
—¿Cuál es el nombre de este tipo? —preguntó repentinamente Gonzalo.
—Vladimir —dijo Trumbull.
Gonzalo hizo una pausa, con todos los ojos sobre él.
—Lo sabía —dijo—. VLADIMIRPOCHIK tiene catorce letras. Ha utilizado su propio nombre.
—Ridículo —dijo Rubin—. Sería la primera combinación que cualquiera intente.
—¡Seguro! Como el asunto de la carta robada. Sería tan obvio que nadie pensaría en utilizarlo. Pregúntale.
—No —dijo Trumbull sacudiendo la cabeza—. No puedo cree que haya usado eso.
—¿Dijiste —preguntó pensativo Rubin— que estaba en su habitación leyendo poesía?
—Sí.
—¿Es esa su pasión? ¿La poesía? Pensé que habías dicho que fuera de las matemáticas no era particularmente educado.
Sarcástico, Trumbull respondió:
—No tienes que tener un doctorado para leer poesía.
—Tendrías que ser un idiota —dijo Avalon apenado— para leer poesía moderna.
—Esa es una cuestión —dijo Rubin—. ¿Lee Pochik poesía contemporánea?
—Nunca se me ocurrió preguntar —dijo Trumbull—. Cuando le visité estaba leyendo un libro de poesía de Wordsworth, pero es todo lo que puedo decir.
—Eso es suficiente —dijo Rubin—. Si le gusta Wordsworth entonces no le gusta la poesía contemporánea. Nadie puede leer esa cosa chapada a la antigua por placer y gustarle la basura que sacan en estos días.
—¿Entonces? ¿Qué diferencia hay? —preguntó Trumbull.
—La poesía más antigua tiene ritmo y el ritmo es fácil de recordar y puede servir como clave. La clave puede ser un pasaje de catorce letras de uno de los poemas de Wordsworth, posiblemente uno común: LONELYASACLOUD
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tiene catorce letras. O cualquier combinación de catorce letras de líneas como, “El niño es el padre del hombre”, o “arrastrando nubes de gloria”, o “¡Milton! Deberías estar vivo ahora”. O tal vez de algún otro poeta del tipo.
—Aunque nos limitáramos —dijo Avalon— a los pasajes de los poetas románticos y clásicos, hay un enorme campo para adivinar.
—Lo repito —dijo Drake—. Es una tarea imposible. No tenemos el tiempo para intentarlo. Y no podemos decidir una u otra sin intentarlo.
—Es aun más imposible que lo que tú piensas, Jim —dijo Halsted—. No creo que la clave esté en inglés.
—¿Quieres decir que utilizó su idioma nativo? —preguntó Trumbull frunciendo la frente.
—No, quiero decir que utilizó una colección de letras al azar. Mencionaste que Pochik dijo que la clave era inquebrantable porque había millones de trillones de posibilidades para una combinación de catorce letras. Bueno, supón que la primera letra pueda ser cualquiera de las veintiséis, que la segunda pueda ser cualquiera de las veintiséis, y que la tercera, y así todas. En ese caso, el total de combinaciones sería de 26 x 26 x 26… tendrías que obtener el producto de catorce 26 multiplicadas juntas y el resultado sería… —tomó su calculadora de bolsillo y la manipuló por un rato—… cerca de 64 millones de trillones de posibilidades diferentes.
»Ahora, si se utiliza una frase en inglés o una frase en cualquier idioma europeo razonable, la mayor parte de las combinaciones de letras simplemente nunca ocurren. Nunca tendrás un HGF o un QXZ, o un LLLLC, si incluimos solamente las combinaciones de letras posibles en palabras, entonces podríamos tener trillones de posibilidades. Pochik, al ser un matemático, no diría millones de trillones a menos que quisiera decir exactamente eso, de modo que creo que la clave es una serie de letras al azar.
—Él no tiene la clase de memoria… —comenzó Trumbull.
—Incluso una memoria normal puede manejar catorce letras al azar si se repite el tiempo suficiente.
—Espera un poco —dijo Gonzalo—. Si hay tantas combinaciones se podría utilizar un ordenador. El ordenador podría probar todas las combinaciones posibles y detenerse en la que lo destraba.
—Ahora no te das cuenta lo grande que es realmente el número 64 millones de trillones, Mario. Supón que puedes hacer que un ordenador pruebe un billón de combinaciones diferentes en un segundo. Tomaría dos mil años de constante trabajo, día y noche, probar todas las combinaciones posibles.
—Pero no tendrías que probarlas todas —dijo Gonzalo—. La correcta podría salir en las primeras dos horas. Tal vez la clave fuera AAAAAAAAAAAAAA y sucede que es la primera que el ordenador controla.
—Bastante improbable —dijo Halsted—. No utilizaría una clave de sólo A como tampoco su propio nombre. Además Sandino tiene de matemático lo suficiente para no comenzar un intento de ordenador que le tomaría cientos de vidas.
—Si utilizó una clave al azar —dijo Rubin pensativo—, apuesto que no fue realmente al azar.
—¿Qué quieres decir, Manny? —dijo Avalon.
—Quiero decir que si no tiene una memoria superlativa y si no la ha escrito, ¿cómo podría haberla repetido una y otra vez en su cabeza para memorizarla? Solamente repite para ti mismo catorce letras al azar y mira si tienes confianza en repetirlas otra vez en el mismo exacto orden inmediatamente después. Y aunque hubiera logrado una serie de letras al azar y se las arregló para memorizarla, está claro que tiene muy poca confianza en cualquier cosa que no sea razonamiento matemático. ¿Podría enfrentar la posibilidad de no ser capaz de recuperar su propia información porque ha olvidado la clave?
—Podría comenzar todo otra vez —dijo Trumbull.
—¿Con una nueva clave al azar? ¿Para también olvidarla? —dijo Rubin—. No. Aunque la clave parezca al azar, apuesto que Pochik tiene alguna forma a prueba de tontos para recordarla, y si podemos imaginar esa forma, tendremos la respuesta. De hecho, si Pochik nos diera la clave, veríamos cómo la memoriza y cómo Sandino la quebró.
—Y si Nabucodonosor hubiera recordado el sueño, los sabios podrían haberlo interpretado. Pochik no nos dará la clave, y si la conseguimos con ayuda nunca estaremos suficientemente seguros de que Sandino la quebró sin ayuda.
»Muy bien, tendremos que darnos por vencidos.
—Podría no ser necesario darnos por vencidos —dijo Henry de repente—. Creo…
Todos giraron hacia Henry, expectantes.
—Sí, Henry —dijo Avalon.
—Tengo una fuerte sospecha. Puede estar mal. Tal vez es posible llamar al señor Pochik, señor Trumbull, y preguntarle si la clave es WEALTMDITEBIAT
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—dijo Henry.
—¿Qué? —dijo Trumbull.
Halsted levantó las cejas y dijo:
—Es una fuerte sospecha, está bien. ¿Por qué eso?
—No tiene sentido —dijo Gonzalo.
Nadie podía recordar haber visto a Henry ruborizado, pero estaba claramente rojo en ese momento.
—Si me pueden excusar —dijo—, no deseo explicar mi razonamiento hasta que la combinación sea probada. Si estoy equivocado, pareceré demasiado tonto. Y, ahora que lo pienso otra vez, no deseo que sea probada.
—No, no tenemos nada que perder —dijo Trumbull—. ¿Puedes escribir esa combinación de letras, Henry?
—Ya lo hice, señor.
Trumbull la miró, caminó hasta el teléfono en un rincón de la habitación, y marcó. Esperó por cuatro tonos, los que se podían escuchar claramente en el silencio de aliento contenido de la habitación. Entonces se escuchó un clic, y una voz aguda dijo, “¿Hola?”.
—¿Doctor Pochik? —dijo Trumbull—. Escuche. Voy a leerle algunas letras… No, doctor Pochik, no estoy diciendo que haya averiguado la clave. Es solamente un exper… Es un experimento, señor. Podemos estar equivocados… No, no puedo decirle cómo… Escuche, W, E, A, L… Oh, buen Dios —colocó la mano sobre la bocina—. El hombre está teniendo un ataque.
—¿Porque es correcta o porque es errónea? —preguntó Rubin.
—No lo sé —Trumbull volvió a acercar el tubo—. Doctor Pochik, ¿está allí? ¿Doctor Pochik? El resto es… —consultó el papel—… T, M, D, I, T, E, B, I, A, T. —Escuchó—. Sí, señor, también creo que Sandino la quebró, del mismo modo que nosotros. Tendremos un encuentro con usted y con Sandino y pondremos todo en orden. Sí, por favor, doctor Pochik, haremos lo mejor que podamos.
Trumbull colgó y tomó una enorme bocanada de aire.
—Sandino pensará que Júpiter le cayó encima… Está bien, Henry, pero si no nos dices cómo la obtuviste, no tendrás que esperar a Júpiter. Te mataré personalmente.
—No es necesario, señor Trumbull —dijo Henry—. Se los diré. Simplemente escuché a todos ustedes. El señor Halsted señaló que debería ser una serie de letras al azar. El señor Rubin dijo, respaldando mi propio sentimiento en este asunto, que debía haber algún sistema para recordarlo en ese caso. El señor Avalon, temprano esta noche estaba jugando el juego de juramentos repetitivos, lo que señalaba la importancia de las letras iniciales. Usted mismo mencionó que al señor Pochik le gustaba la poesía anticuada como la de Wordsworth.
»Se me ocurrió que catorce era el número de líneas de un soneto, y que si tomamos la letra inicial de cada línea tendríamos una serie de catorce letras aparentemente al azar, y que puede no ser olvidada mientras el soneto sea memorizado, o por lo menos, ser releído.
»La pregunta era: ¿cuál soneto? Me parecía que tenía que ser uno bien conocido, y Wordsworth ha escrito varios que lo son. De hecho, el señor Rubin mencionó la primera línea de uno de ellos: “¡Milton! Deberías estar vivo a esta hora”. Eso me hizo pensar en Milton, y se me ocurrió que debía ser su soneto “En su Ceguera”, el que sucede me sé de memoria. Por favor, tomen nota de las primeras letras de las líneas sucesivas. Dice así:
Cuando considero cómo se pierde mi luz
En la mitad de mis días, en este mundo ancho y oscuro,
Y aquel talento que es la muerte a ocultar,
refugiado conmigo sin razón, aunque mi alma más se inclina
A servir a mi Hacedor, y presentar
Mi verdadera cuenta, la que él reprenderá;
¿Acaso Dios niega la luz de un día de trabajo?
Pregunté vanamente; pero Paciencia, para prevenir
Ese murmullo, presto responde, “Dios no necesita
Ni el trabajo del hombre si sus dones; quien mejor
Comparte su suave yugo, le sirve mejor. Su estado
Es de realeza. Miles a la velocidad de su deseo
Y enviados sobre tierra y mar sin descanso…”
Henry hizo una pausa y dijo suavemente:
—Creo que es el soneto más hermoso de la lengua, incluyendo los de Shakespeare, pero esa no era la razón por la que sentí que era la respuesta. Era que el doctor Pochik había sido un camarero y estaba consciente de ello, y soy uno, y es por eso que he memorizado el poema. Una tonta fantasía, sin duda, hasta la última línea, la que no he citado, y la cual es tal vez la más famosa que Milton haya hecho jamás…
—Continúa, Henry —dijo Rubin—. ¡Dila!
—Gracias, señor —dijo Henry, y solemnemente dijo—:
También sirven a los que solamente están parados y esperan.
He sentido que los títulos son una parte importante de una historia y tomo un considerable cuidado al elegirlo. De hecho, no puedo comenzar una historia hasta que he elegido el título.
De todos modos, no sigo reglas ciertamente inteligentes al hacer la elección. No sé realmente qué hace bueno un título, o lo contrario. Es solamente una sensación interna. Elijo uno que parece adaptarse a la historia, e incluso agregarle.
Y frecuentemente, Fred Dannay, el editor de EQMM estará en desacuerdo conmigo, y entonces estaré en desacuerdo con él y repondré mi propio título cuando ponga la historia en una colección.