Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
Más allá todavía, sea correcto o incorrecto, los habitantes de los Asentamientos persisten en ver a los Terráqueos mismos como particularmente peligrosos. Es sobre la Tierra donde se encuentran la mayor parte de las formas de vida indeseables y los parásitos; son los Terráqueos los que más probablemente estén infectados, y hay fanáticos en todos los Asentamientos que sostienen la idea —algunas veces muy vehementemente— de suspender todo contacto entre los Asentamientos y la Tierra.
Ése es el peligro sobre el que quiero advertir a los Terráqueos. La desconfianza —y aun el odio— hacia los Terráqueos está creciendo constantemente entre los Colonos.
Como la Tierra está a sólo unas pocas decenas o centenas de miles de millas, no tiene sentido hablar de suspender todo contacto. El atractivo y magnetismo de la Tierra es demasiado grande. Por lo tanto, ahora se habla —hasta ahora, apenas un susurro, pero que crecerá, se los aseguro— de dejar por completo el Sistema Solar.
Cada Asentamiento puede ser equipado con un mecanismo propulsor, utilizando motores de microfusión. La energía solar nos alimentará mientras estemos todavía entre los planetas, y recogeremos algunos cometas pequeños como fuente de combustible hidrógeno, en el proceso de dejar todos los planetas atrás, cuando el Sol se vuelva demasiado distante para sernos de utilidad.
Cada Asentamiento le dirá adiós a la Tierra, entonces, y se lanzará como un mundo independiente en los vacíos inimaginables entre las estrellas. Y quién sabe, algún día un millón de años adelante, un Asentamiento puede encontrar un mundo parecido a la Tierra, vacío y esperando, al que puedan poblar.
Pero de eso debo advertir a la Tierra. Los Asentamiento se irán un día, y si construyen otros, eventualmente también partirán, y los dejarán solos. Y aun así, de alguna manera, sus descendientes se estarán expandiendo, y poblando, la Galaxia entera. Pueden encontrar consuelo en esa idea, mientras los ven desaparecer.
“Robot Visions”
Supongo que debo empezar explicando quién soy yo. Soy un miembro muy joven del Grupo Temporal. Los Temporalistas (para aquellos de ustedes que han estado demasiado ocupados intentando sobrevivir en este duro mundo del 2030 para prestar atención a los avances de la tecnología) son los actuales aristócratas de la física. Se ocupan del más espinoso de los problemas —el de moverse a través del tiempo a una velocidad diferente de la constante progresión temporal del Universo—. En definitiva, están intentando desarrollar los viajes en el tiempo.¿Y qué estoy yo haciendo con esta gente, cuando ni siquiera soy físico, sino meramente un…? Bien, meramente un meramente. A pesar de no estar cualificado, fue de hecho una observación mía hecha hace algún tiempo lo que inspiró a los Temporalistas a elaborar el concepto TVEET («Trayectorias virtuales en el tiempo»). ¿Saben? Una de las dificultades de viajar a través del tiempo es que la base del viajero no permanece en un lugar relativo al Universo como un todo. La Tierra se mueve alrededor del Sol; el Sol alrededor del centro galáctico; la Galaxia alrededor del centro de gravedad del Grupo Local… Bien, ya se hacen una idea. Si uno se desplaza un día en el futuro o en el pasado —sólo un día— la Tierra se ha desplazado unos 2,5 millones de kilómetros en su órbita alrededor del Sol. Y el Sol se ha desplazado en su viaje, arrastrando a la Tierra con él, y así ha ocurrido con todo lo demás.
Por consiguiente, uno debe moverse a través del espacio así como a través del tiempo, y fue mi observación lo que condujo a una línea de argumento que mostraba que esto era posible; que uno puede viajar con el movimiento espacio-tiempo de la Tierra no de forma literal, sino de un modo «virtual» que permitiría al viajero del tiempo permanecer con su base en la Tierra allí donde fuese en el tiempo. Sería inútil que intentase explicarlo matemáticamente si ustedes no tienen una preparación Temporalista. Limítense a aceptar la cuestión. Fue asimismo una observación mía lo que llevó a los Temporalistas a desarrollar una línea de razonamiento que mostraba que viajar en el pasado era imposible. Los términos clave de las ecuaciones deberían aumentar más allá del infinito cuando los signos temporales hubiesen cambiado.
Tiene sentido. Estaba claro que un viaje al pasado sin duda cambiaría allí algunos acontecimientos, por lo menos ligeramente, y por muy ligero que pudiese ser el cambio introducido en el pasado, alteraría el presente; muy probablemente de forma drástica. Dado que el pasado parece fijado, tiene sentido que viajar atrás en el tiempo es imposible.
Sin embargo, el futuro no está fijado, por consiguiente viajar en el futuro y regresar de él seria posible.
No me recompensaron particularmente por mis observaciones. Supongo que el equipo de Temporalistas presumió que yo había tenido suerte con mis especulaciones y que eran ellos los realmente inteligentes por captar lo que yo había dicho y llevarlo a conclusiones útiles. Dadas las circunstancias, no me dolió, sino meramente me alegré —como un loco, de hecho— porque gracias a ello (creo) me permitieron seguir trabajando con ellos y formar parte del proyecto, aun cuando yo era meramente un… bien, meramente.
Como es natural, hicieron falta años para desarrollar un aparato práctico para viajar en el tiempo, incluso después de haber sido establecida la teoría, pero yo no pretendo escribir un tratado serio sobre Temporalidad. Mi intención es escribir sólo sobre ciertas partes del proyecto, y hacerlo únicamente para los futuros habitantes del planeta, y no para nuestros contemporáneos.
Incluso después de haber enviado al futuro objetos inanimados —y luego animales— no estábamos satisfechos. Todos los objetos desaparecían; según parecía todos viajaban al futuro. Cuando los enviábamos a cortas distancias al futuro cinco minutos o cinco días, al final volvían a aparecer, aparentemente ilesos, sin alteraciones y, cuando empezamos con la vida, todavía con vida y en buen estado de salud.
Pero lo que se quería era enviar algo lejos en el futuro y hacerlo volver.
—Tenemos que enviarlos por lo menos a doscientos años en el futuro —dijo un Temporalista—. El punto importante es ver cómo es el futuro y que el informe de la visión llegue a nosotros. Tenemos que saber si la Humanidad sobrevivirá y bajo qué condiciones, y doscientos años debería ser el espacio suficientemente largo para estar seguros. Con franqueza, creo que las probabilidades de supervivencia son escasas. Las condiciones de vida y el medio ambiente que nos rodea se han deteriorado nocivamente en el último siglo. (No tiene sentido describir al Temporalista que dijo esto. En total había un par de docenas y la historia que estoy contando no cambiará por saber cuál de ellos hablaba en cada ocasión, incluso aunque estuviese seguro de poder recordar quién dijo qué. Por ello, diré simplemente «dijo un Temporalista» o «uno dijo» o «alguno de ellos dijo» u «otro dijo», y les aseguro que todo quedará suficientemente claro para ustedes. Por supuesto, especificaré mis propias declaraciones y las de otro, pero verán cómo estas excepciones son esenciales.) Otro Temporalista dijo con bastante tristeza:
—Me parece que no quiero conocer el futuro, si ello significa descubrir que la raza humana tiene que desaparecer o que sólo existirán restos miserables.
—¿Por qué no? —preguntó otro.
—Podemos descubrir en viajes más cortos lo que pasó exactamente y entonces hacer lo posible para, con nuestro especial conocimiento, actuar en consecuencia, cambiando el futuro en una dirección más idónea. El futuro, a diferencia del pasado, no está fijado.
Surgió entonces la cuestión de quién iría. Estaba claro que cada Temporalista, él o ella, se consideraba justo un poco demasiado valioso para arriesgarse en una técnica que podía no estar todavía perfeccionada a pesar del éxito de los experimentos con objetos sin vida: o, si con vida, objetos que carecían de un cerebro de la increíble complejidad que tenía un ser humano. El cerebro podía sobrevivir pero, quizá, no así toda su complejidad.
Yo advertí que, de todos ellos, yo era el menos valioso y podría ser considerado como el candidato lógico. De hecho, estaba a punto de levantar la mano como voluntario, pero la expresión de mi cara debió de traicionarme pues una de los Temporalistas dijo, bastante impaciente:
—Tú no. Hasta tú eres demasiado valioso (no era un gran cumplido) Lo que tenemos que hacer —prosiguió— es enviar a RG-32.
Esto tenía sentido. RG-32 era un robot bastante anticuado, perfectamente reemplazable. Podía observar e informar —tal vez sin toda la ingenuidad y la penetración de un ser humano— pero suficientemente bien. No tendría miedo, preocupado sólo por seguir las órdenes, y se podía esperar que contaría la verdad.¡Perfecto!
Estaba bastante sorprendido conmigo mismo por no haberlo visto desde el principio, y por haberme considerado estúpidamente como voluntario. Quizá, pensé, tenía alguna especie de sentimiento instintivo que me hacia ponerme en una posición desde la cual podía servir a los demás. En cualquier caso, era RG-32 la elección lógica; de hecho, la única.
No fue difícil explicarle de algún modo lo que necesitábamos. Archie (era costumbre llamar a un robot por alguna perversión vulgar de su número de serie) no pidió explicaciones, o garantías de su seguridad. Aceptaría cualquier orden que fuese capaz de comprender y seguir, con la misma falta de emotividad que esgrimiría al pedírsele que levantase una mano. Tenía que hacerlo, puesto que era un robot.
Sin embargo, hizo falta tiempo para los detalles.
—Cuando estés en el futuro —dijo uno de los Temporalistas veteranos—, puedes quedarte tanto tiempo como consideres sea necesario para poder hacer observaciones útiles. Cuando hayas acabado, volverás a tu máquina y regresarás con ella al mismo momento en que te marchaste, ajustando los controles de la forma que te explicaremos. Te marcharás y a nosotros nos parecerá que estarás de vuelta después de un abrir y cerrar de ojos, si bien a ti te puede haber parecido que has pasado una semana en el futuro, o cinco años. Naturalmente, tendrás que asegurarte de que guardas la máquina en un lugar seguro mientras estás fuera de ella, lo cual no debería ser difícil por ser bastante ligera. Y tendrás que recordar dónde guardaste la máquina y cómo regresar a ella.
Lo que hizo que las instrucciones se alargasen todavía más fue el hecho de que uno después del otro los Temporalistas recordaron una nueva dificultad. Así, uno de ellos dijo de repente:
—¿Cuánto pensáis que habrá cambiado el lenguaje en dos siglos?
Por supuesto, esto no tenía respuesta y se inició un largo debate sobre si podía existir la posibilidad de que no hubiese comunicación alguna, que Archie ni entendería ni se haría entender.
Por último, un Temporalista dijo, secamente:
—Escuchad, el idioma inglés se ha ido volviendo casi universal durante varios siglos y es seguro que seguirá así otros dos. Tampoco ha cambiado de forma significativa en los últimos doscientos años, ¿por qué entonces debería hacerlos en los próximos doscientos? Aun siendo así, tiene que haber estudiantes capaces de hablar lo que ellos pueden llamar «inglés antiguo». E incluso si no es así, Archie podrá a pesar de todo llevar a cabo observaciones útiles. Para determinar si existe una sociedad en funcionamiento no se requiere necesariamente hablar.
Surgieron otros problemas. ¿Y si resultaba enfrentado a hostilidad? ¿Y si la gente del futuro encontraba y destruía la máquina, bien por malevolencia o por ignorancia?
Un Temporalista dijo:
—Sería sensato diseñar un aparato temporal tan miniaturizado que se pudiese llevar en la ropa. En estas circunstancias, se podría abandonar una posición peligrosa muy rápidamente.
—Aun cuando fuese completamente factible —contestó otro bruscamente—, para diseñar una máquina tan miniaturizada haría falta tanto tiempo que nosotros, o más bien nuestros sucesores, llegaríamos a un tiempo dos siglos más allá sin necesidad de utilizar máquina alguna. No, si tiene lugar algún tipo de accidente, Archie sencillamente no volverá y nosotros tendremos que intentarlo de nuevo.
Esto fue dicho estando Archie presente, pero no importaba, por supuesto. Archie podía contemplar como era abandonado en el tiempo, o incluso su propia destrucción, con ecuanimidad, a condición de que estuviese siguiendo órdenes. La Segunda Ley de la robótica, según la cual un robot tiene que cumplir las órdenes, tiene preferencia sobre la Tercera, que requiere proteja su propia existencia.
Por último, como es de suponer, se había dicho todo y ya nadie podía pensar en otra advertencia, u objeción, o posibilidad que no hubiese sido tratada a fondo.
Archie repitió todo lo que se le había dicho con robótica calma y precisión, y el siguiente paso fue enseñarle a manejar la máquina. Y también esto lo aprendió con robótica calma y precisión.
Deben ustedes saber que el gran público no estaba enterado, en aquel momento, de que se investigaba el viaje en el tiempo. No era un proyecto caro mientras se trató de trabajar en teoría, pero el trabajo experimental había devorado el presupuesto y sin duda lo iba a agotar todavía más. Esto resultaba de lo más molesto para unos científicos involucrados en un empeño que parecía ser totalmente «aire».
Si tenía lugar un fallo grande, dado el estado de las arcas públicas, habría una sonora y clamorosa protesta por parte de la gente, y el proyecto podrá ser abandonado. Todos los Temporalistas estuvieron de acuerdo, sin siquiera necesidad de debate, en que sólo podían dar cuenta de un éxito, y que mientras no se tuviese constancia de algún resultado el público tendría que saber muy poco, o nada en absoluto. Y por ello este experimento, crucial, les colapsaba a todos el corazón.
Nos reunimos en un lugar aislado del semi-desierto, una zona astutamente protegida dedicada al Proyecto Cuatro. (Hasta con el nombre se pretendía no dar una pista real sobre la naturaleza del trabajo, pero siempre me había sorprendido que la mayoría de las personas pensasen en el tiempo como en una cuarta dimensión y, por ello, creía que alguien debía por consiguiente sospechar lo que estábamos haciendo. Hasta donde yo sé, nadie lo hizo)
Entonces, en un momento dado, instante en el cual todo el mundo contenía la respiración, Archie, dentro de la máquina, levantó una mano para indicar que estaba a punto de ponerse en movimiento. Media respiración después —si alguien estaba respirando— la máquina relampagueó.
Fue un relámpago muy rápido. No estaba seguro de haberlo observado. Me parecía que había simplemente presumido que debía relampaguear, si regresaba casi al instante de haberse marchado —y vi lo que estaba convencido que debía ver. Pensé en preguntar a los demás si ellos también habían visto un relámpago, pero siempre vacilaba en dirigirme a ellos si no me hablaban primero. Eran unas personas muy importantes, y yo era meramente… pero esto ya lo he dicho. Por otra parte, luego, en la excitación de examinar a Archie, me olvidé del asunto del relámpago. No era en absoluto importante.