Axiomático (8 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Axiomático
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Angela y Bill intercambiaron miradas de incredulidad. Treinta segundos antes, habían estado hablando de un bebé normal y sano. Este intento de sacarles los cuartos era tan transparente que apenas podían creerlo.

Cook siguió hablando, aparentemente sin darse cuenta. Naturalmente, tal donación se reconocería cambiando el nombre al laboratorio L. K. Robinson / Margaret Lee / Duneside Rotary Club del edificio, a laboratorio Angela y Bill Cooper / L. K. Robinson / Margaret Lee / Duneside Rotary Club, y un contrato garantizaría que su filantropía se mencionase en todos los artículos científicos y notas de prensa que resultasen de la investigación.

Angela se puso a toser para evitar reír. Bill miró a un punto de la alfombra y se mordió el interior de las mejillas. Para los dos la idea de unirse a las filas de los vividores más odiosos y pagados de sí mismos de la ciudad era tan atractiva como comer sus propios excrementos.

Sin embargo, había una tercera razón.

—El mundo —dijo Cook, de pronto serio y meditabundo— está hecho un desastre —la pareja asintió en silencio, conteniendo todavía las risas... estando totalmente de acuerdo, pero preguntándose si a continuación iba a decirles que no se molestasen en tener hijos—. Todos los ecosistemas del planeta sobre los que no han edificado están muriendo por la contaminación. El clima cambia más rápido de lo que nosotros podemos modificar nuestras infraestructuras. Las especies desaparecen. La gente se muere de hambre. Durante los últimos diez años han fallecido más personas a causa de la guerra que durante todo el
siglo
pasado —volvieron a asentir, ahora sombríos, aunque todavía aturdidos por el súbito cambio de tema.

»Los científicos hacen lo que pueden, pero no
es suficiente.
Lo mismo vale para los políticos, Lo que es triste, pero en nada sorprendente: esa gente sólo está una generación por delante de los idiotas que nos metieron en este lío. ¿De qué hijo podría esperarse que evitase, que deshiciese, que
transcendiese
por completo, los errores de sus padres?

Hizo una pausa, y luego de pronto mostró una sonrisa deslumbrante, casi beatífica.

—¿De qué hijo? De uno muy especial.
De su hijo.

A finales del siglo veinte, los opositores a la eugenesia molecular se habían ceñido casi exclusivamente a señalar las similitudes entre las tendencias actuales y las obscenidades del pasado: pseudociencias del siglo diecinueve, como la frenología o la fisiognomía, inventadas para apoyar ideas preconcebidas sobre diferencias raciales y de clase; la ideología nazi sobre la inferioridad racial, que había conducido directamente al Holocausto; y el determinismo biológico radical, un movimiento en general limitado a las páginas de las revistas académicas, pero infame precisamente por sus intentos de convertir el racismo en una posición respetable científicamente.

Pero con el paso de los años, la mácula racista fue perdiendo terreno. La ingeniería genética produjo gran cantidad de nuevas medicinas y vacunas beneficiosas, así como terapias —y en ocasiones curas— para docenas de enfermedades genéticas que antes habían sido debilitantes y a menudo fatales. Era absurdo afirmar que los biólogos moleculares (como si todos pensasen lo mismo) tuviesen la intención de crear un mundo de superhombres arios (como si ése, y sólo ése, fuese el único abuso concebible). Los que habían recurrido a terrores del pasado se quedaron sin munición.

Para cuando Angela y Bill consideraban la propuesta de Cook, la retórica habitual era casi la inversa de la de una década atrás. Los practicantes de la eugenesia moderna la consideraban una fuerza
opuesta
a los mitos racistas. Lo importante eran las características individuales, que debían valorarse "objetivamente" según sus propios méritos, y la conjunción histórica de características que en su momento se habían considerado "características raciales" tenía tanto interés para un eugenista moderno como los límites nacionales para un geólogo. ¿Quién podía oponerse a reducir la incidencia de terribles enfermedades genéticas? ¿Quién podía oponerse a reducir la susceptibilidad de la siguiente generación a la arteriosclerosis, el cáncer de mama y el derrame cerebral, e incrementar su capacidad de tolerar la radiación ultravioleta, la contaminación y el estrés? Por no mencionar la radiación tras una guerra nuclear.

En cuanto a producir niños tan inteligentes que pudiesen resolver los problemas ambientales, políticos y sociales del mundo... quizá esperanzas tan grandes no llegasen a cumplirse, pero ¿qué tenía de malo
intentarlo
?

Y sin embargo, Angela y Bill no se decidían, e incluso se sentían vagamente culpables ante la idea de aceptar la propuesta de Cook, sin saber bien por qué. Sí, la eugenesia era sólo para los ricos, pero lo mismo había pasado durante siglos con los tratamientos médicos más avanzados. Ninguno de los dos se hubiese negado a recibir los procedimientos médicos o las medicinas más avanzadas simplemente porque la mayor parte de la población del mundo no podía permitírselo. Su mecenazgo, razonaron, ayudaría en el largo y lento proceso que conduciría a la extensión de la terapia genética a los hijos de
todos.
Bien... al menos a todos los miembros de las clases medias— altas de los países más ricos del mundo.

Regresaron a Potencial Humano. Cook les dio el paseo de los VIPs, mostrándoles los delfines parlantes y la muestra de corteza, y aun así seguían sin estar convencidos. Así que él les dio un cuestionario para que lo rellenasen, una especificación del hijo que deseaban; puede que eso, sugirió, hiciese que la cuestión fuese algo más tangible.

Cook miró el formulario y frunció el ceño.

—No han respondido a todas las preguntas.

Bill dijo:

—No... quer...quer...

Angela le hizo callar.

—Queremos dejar algunos aspectos al azar. ¿Es un problema?

Cook se encogió de hombros.

—Técnicamente no lo es. Simplemente es una pena. Algunas de las características que han dejado en blanco podrían tener gran importancia a lo largo de la vida de Eugene.

—Por eso precisamente las hemos dejado en blanco. No queremos especificar hasta el último detalle, no queremos dejarle sin espacio...

Cook negó con la cabeza.

—¡Angela, Angela! Lo está considerando mal. Al negarse a tomar una decisión, no le está dando libertad personal a Eugene... ¡se la está negando! Renunciar a la responsabilidad no le dará a él el poder de escoger por sí mismo estas cosas; simplemente significa que tendrá que conformarse con características que podrían no ser ideales. ¿Podemos repasar algunas de las respuestas en blanco?

—Claro.

Bill dijo:

—Quizá el a...a...azar sea p...p...parte de la libertad.

Cook pasó de él.


Altura.
¿De verdad no les importa? Ustedes dos están por debajo de la media, así que los dos deben ser conscientes de las desventajas. ¿No quieren algo mejor para Eugene?

»Constitución.
Seamos sinceros; usted pesa de más. Bill es bastante flacucho. Podemos darle a Eugene cierta ventaja hacia un cuerpo socialmente óptimo. Evidentemente, gran parte dependerá de su estilo de vida, pero podemos influir en sus hábitos dietéticos y de ejercicio más de lo que creen. Podemos hacer que aprecie o desprecie ciertas comidas, y podemos disponer una susceptibilidad máxima a los opiáceos endógenos que se producen durante el ejercicio.
»Longitud del pene...
Angela frunció el ceño.

—Eso sí que es de lo más trivial...

—¿Eso cree? Una encuesta reciente entre dos mil graduados de la escuela de negocios de Harvard demostró que la longitud del pene y el CI predecían con
igual precisión
el sueldo anual.

»Estructura ósea de la cara.
En los más recientes estudios de dinámica de grupos, resultó que tanto la frente
como
las mejillas eran factores importantes en la determinación de qué individuos asumirían un estatus dominante. Les daré una copia de los resultados.

»Preferencia sexual...

—Él podrá...

—¿Decidir por sí mismo? Eso es una fantasía, me temo. Las pruebas no dejan lugar a la ambigüedad: se determina en el embrión por la interacción de varios genes. Bien, no tengo nada en contra de los homosexuales, pero serlo está lejos de ser una bendición. Oh, la gente siempre puede dar una lista de famosos genios homosexuales, pero se trata de una muestra parcial; evidentemente, sólo hemos oído hablar de los éxitos.

»Gusto musical.
Ahora mismo, sólo podemos influir de forma muy tosca, pero no hay que subestimar las ventajas sociales...

Angela y Bill estaban sentados en el salón con la tele encendida, aunque no le prestaban mucha atención. Ahora emitían un anuncio interminable del departamento de defensa, todo música enardecedora y cazas de combate en atractivas formaciones simétricas. La legislación de privatización más reciente indicaba que cada contribuyente podía especificar la disposición precisa de sus impuestos entre los distintos departamentos gubernamentales, que a su vez tenían libertad para gastar la parte de sus ingresos que quisiesen en anuncios destinados a atraer más fondos. A Defensa le iba bien. Seguridad Social despedía a gente.

La última reunión con Cook no había conseguido despejar su sensación de incomodidad, pero sin razones sólidas para sustentar sus sentimientos, se sentían en la obligación de pasarlos por alto. Cook
poseía
razones sólidas para todo, todo según las últimas investigaciones; ¿cómo podían ir a verle y cancelarlo todo, sin al menos una docena de argumentos impecables, cada uno sostenido por una referencia a un informe reciente en
Nature
?

Ni siquiera podían indicar ante ellos mismos la fuente de su inquietud. Quizá tuviesen miedo de la fama que Eugene les traería. Quizá ya tuviesen celos de los logros todavía desconocidos —pero inevitablemente espectaculares— de su hijo. Bill sentía la vaga sospecha de que toda la empresa era similar a retirar la alfombra bajo una parte importante de lo que significaba ser humano, pero no sabía cómo expresarlo en palabras, ni siquiera para Angela. ¿Cómo podía confesar que, personalmente, no
deseaba
saber hasta qué punto los genes determinaban el destino de un individuo? ¿Cómo podía declarar que prefería quedarse con los mitos agradables... no, mejor olvidar el eufemismo, prefería tener
mentiras
totales... a que le pasasen por los morros la terrible verdad de que un ser humano se podía fabricar por encargo, como si fuera una hamburguesa?

Cook les había asegurado que no tendrían problemas para manejar al joven genio. Él podía conseguirles una matrícula en las mejores universidades de bebés de California, donde entre prodigios Nobel x Nobel MGT, Eugene podría realizar gimnasia para bebés que estimulaba el cerebro mientras oía a Kant cantado con melodía de Beethoven, y aprender la Teoría de la Gran Unificación subliminalmente mientras dormía la siesta de la tarde. Con el tiempo, evidentemente, superaría a sus compañeros genéticamente inferiores y a sus instructores simplemente brillantes, pero para entonces debería ser capaz de dirigir su propia educación.

Bill pasó un brazo sobre los hombros de Angela y se preguntó si realmente Eugene
haría
más por el mundo de lo que habrían logrado sus millones de dólares en Bangladesh, Etiopía o Alice Springs. ¿Pero podrían enfrentarse al resto de sus vidas preguntándose qué milagros hubiese podido realizar Eugene en su planeta lisiado? Eso sería insoportable. Pagarían el impuesto de la esperanza.

Angela comenzó a quitar las ropas de Bill. El hizo lo mismo con ella. Esta noche —ambos lo sabían sin intercambiar palabra— era el momento más fértil del ciclo de Angela; a pesar de los anticuerpos, no habían abandonado la costumbre que habían adquirido durante los años que habían intentado concebir de forma natural.

La música enardecedora de la tele calló de pronto. Las escenas de material militar se convirtieron en estáticas. Un niño de ojos tristes, quizá de unos ocho años, apareció en la pantalla y dijo con calma:

—Madre. Padre. Os debo una explicación.

Tras el muchacho no había más que un cielo totalmente azul. Angela y Bill miraron en silencio a la pantalla, esperando en vano que una voz externa o unos títulos diesen contexto a la imagen. Luego los ojos del niño se fijaron en los de Angela, y ésta supo que él podía verla y supo también quién debía ser. Agarró el brazo de Bill y susurró, mareada por la conmoción, pero también eufórica:

—Es Eugene.

El niño asintió.

Durante un momento Bill sintió pánico y confusión, pero luego el orgullo paterno se apoderó de él y pudo decir:

—¡Has inventado el v...v...viaje en el t...t...tiempo!

Eugene negó con la cabeza.

—No. Supongamos que introdujiste el perfil genético de un embrión en un ordenador, que a continuación construyó una simulación de la apariencia del organismo maduro; no hay viaje en el tiempo, y sin embargo se manifiestan aspectos de un futuro posible. En ese ejemplo, toda la maquinaria existe en el presente, pero lo mismo
puede
suceder si el equipo adecuado, equipo de una naturaleza mucho más compleja, existe en un
futuro potencial.
Podría ser útil, como formalismo matemático, fingir que ese futuro potencial posee una realidad tangible e influye en el pasado... de la misma forma que en óptica geométrica a menudo es conveniente fingir que hay objetos reales tras los espejos que los crean... pero no dejaría de ser un formalismo.

Angela dijo:

—Por tanto, ¿es debido a que
podrías
inventar tal dispositivo que podemos verte, y hablar contigo,
como
si nos hablases desde el futuro?

—Sí.

La pareja se miró. ¡Aquí tenían el final de sus dudas! ¡Ahora podrían saber
exactamente
qué podría hacer Eugene por el mundo!

—Si nos
estuvieses
hablando desde el futuro —preguntó Angela con cuidado— , ¿qué nos dirías? ¿Que has invertido el efecto invernadero? —Eugene lo negó tristemente—, ¿Que has convertido a la guerra en obsoleta?
—No—.
¿Que has eliminado el hambre?
—No—.
¿Que has encontrado una cura para el cáncer?
—No—
, Entonces, ¿qué?

—Diría que he encontrado el camino al Nirvana.

—¿A qué te refieres? ¿Inmortalidad? ¿Felicidad infinita? ¿El cielo en la Tierra?

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