Read Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
El 7 de diciembre, el sindicato de pintores se manifestó contra la rebelión calificándola de fascista, y el 9 publicó un manifiesto contra el Cuartelazo. Los más militantes del grupo, Revueltas, Siqueiros, Rivera y Guerrero se fueron hacia los frentes de combate, aunque no tuvieron participación en los enfrentamientos (Siqueiros estuvo en Puebla y Diego en Guanajuato).
La caracterización del partido que se produjo días más tarde, bajo presión de B. Wolfe, resultaba muy superficial, y el sindicato de pintores la había impulsado. Si bien es cierto que entre los alzados se encontraban algunos de los generales más reaccionarios y que habían tenido largos enfrentamientos con el movimiento obrero y el agrarismo, entre las fuerzas gubernamentales se encontraban ese mismo tipo de personajes. Definiéndose contra la rebelión delahuertista (llamada así porque el candidato de los alzados era Adolfo de la Huerta) se pasaba a una solidaridad acrítica hacia el bloque gubernamental. Un año después, el informe del III Congreso del PCM acusaba al Comité Ejecutivo Nacional y en particular a Díaz Ramírez y Rivera, aunque sin mencionar sus nombres, de haber llevado al partido a un «callismo no menos burdo y anticomunista».
La rebelión, que terminó con la total derrota militar de los sublevados, tuvo un epilogo que resultó muy peligroso para los pintores. A raíz del asesinato por la CROM del senador oposicionista Fidel Jurado, Vasconcelos presentó su renuncia al gobierno. Aunque Obregón no la aceptó, señalando que el gobierno no era solidario con el asesinato, la posición de Vasconcelos se vio debilitada, lo que aprovecharon los estudiantes conservadores de la preparatoria, eternos enemigos de los muralistas, para hostigar a los pintores. En los primeros meses de 1924 (enero-febrero) los choques se multiplicaron y fueron dirigidos principalmente contra Orozco y Siqueiros. Insultos, ataques en la prensa, e incluso agresiones; críticas solapadas de funcionarios, desprecios, ninguneos. En marzo, Rivera tuvo que salir públicamente a la defensa de Orozco declarando lo que era una gran verdad: «José Clemente no nació para ser un pintor al gusto de los burócratas».
Siqueiros cuenta: «Tan grave fue la situación que los pintores tuvimos que defendernos a balazos de los disparos que con frecuencia lanzaban los estudiantes, sin duda alguna más contra nuestras obras que contra nosotros mismos […] Hacían funcionar la fonética mediante un incesante golpear contra las bardas de madera que habíamos nosotros colocado para proteger nuestros trabajos en desarrollo […] El choque más grave con los estudiantes se produjo de la manera siguiente: empezaron los alumnos de la preparatoria provocando a quien ya desde entonces era más susceptible a la provocación, o sea a mí; y su provocación consistió en el uso de cerbatanas para lanzar en contra de la pintura […] una ininterrumpida sucesión de plastas de papel masticado. Y después, ante mis respuestas de puntería familiar muy directa, alguno de ellos llevó una pistola de pequeño calibre […] a lo cual yo contesté haciendo un ruido horrible con mi cuarenta y cuatro. Entonces ellos, en formación cerrada, pretendían arrebatar la justiciera arma ofensiva. Felizmente las detonaciones de mi casi arcabuz llegaron hasta el primer patio y de esa manera todos los flamantes muralistas acudieron rápidamente en mi auxilio. Juntos todos nosotros y con nuestros ayudantes, hacíamos un número muy próximo al de treinta [...] Hasta ese momento tanto nuestros disparos como los de los estudiantes tenían una finalidad más psicológica que real, pero las cosas empezaban a tomar un sesgo en extremo peligroso. Una bala de las nuestras, al rebotar, le pegó en la cara a uno de los estudiantes, con lo cual la mayor parte de ellos creyó que había recibido un disparo directo y empezaron a tratar de atinarnos en lo que nos veían de las cabezas. El escándalo crecía cada vez más en sus proporciones, haciéndolo llegar hasta el edificio que había ocupado antes la escuela de leyes, entonces ocupada por un batallón de indios yaquis. Creo que alguno de los nuestros […] fue hasta aquel lugar para explicarles a los soldados la finalidad de nuestra pintura “estrechamente ligada a la revolución” y por tanto a ellos que eran los artífices de la misma. Los soldados yaquis comprendieron perfectamente las palabras de nuestro agitador furtivo y llegaron para imponer el orden con toda energía. Después se quedaron viendo lo que habían defendido y me parece que no estuvieron muy seguros de haber procedido adecuadamente».
La rebelión delahuertista dejó al PCM más débil de lo que había estado anteriormente. En Veracruz, los rebeldes, dirigidos por el general Sánchez y al servicio de los latifundistas, mataron a varios de los militantes del partido. En Michoacán, los agraristas del PCM se vieron colocados entre los dos bandos, que a escala local pactaron con los caciques y las guardias blancas. Su apoyo al gobierno de Obregón, aunque condicionado en una segunda instancia por el manifiesto «Hacia un gobierno obrero y campesino», había sido repudiado en los apolíticos medios del radicalismo sindical, y el Comité Ejecutivo Nacional había fracasado al intentar mantener cohesionadas a las organizaciones locales. Al llegar al mes de marzo de 1924, el partido estaba formado por «no más de un centenar de personas en todo el país».
Paradójicamente, la respuesta de los pintores a la revuelta los había fortalecido políticamente y su posición, equivocada, pero coherente, era la única definida entre las tendencias de la dirección nacional del PCM. Esto influyó indudablemente en que el sindicato tomara la iniciativa de realizar un periódico, en un momento en que la prensa del partido estaba prácticamente muerta en el país (su último órgano,
Frente Único
de Veracruz había fallecido en junio de 1923).
El Machete
, dirigido colectivamente por Rivera, Siqueiros y Xavier Guerrero, salió a la calle en la primera quincena de marzo de 1924. Había sido financiado por el sindicato, fundamentalmente por Diego, que era el que ganaba un mayor sueldo. Graciela Amador, esposa de Siqueiros y tesorera del grupo, había compuesto un verso para los contribuyentes: «El que quiera su rojo celeste, que le cueste». De ella también era la versión final de la cuarteta que lucía el diario en su cabecera y que justificaba el título (una brillante nacionalización de las obligadas hoz y martillo): «El machete sirve para cortar la caña, para abrir las veredas en los bosques umbríos, decapitar culebras, tronchar toda cizaña y humillar la soberbia de los ricos impíos».
En el editorial, firmado por Xavier Guerrero, se atacaba con igual devoción a los intelectuales europeizantes y reaccionarios y a la burguesía nacional y el imperialismo. El periódico mostraba bien a las claras su voluntad de combinar la divulgación ideológica, las expresiones del sindicato de pintores y la difusión del trabajo del PCM y su programa. Curiosamente su primer número no tenía más que unas pocas ilustraciones (entre ellas la cabecera debida a Guerrero) y aún no se desplegaban los trabajos gráficos que habían de hacerlo famoso. Además de los citados, en el equipo de colaboradores se encontraban Bertram Wolfe, miembro entonces de la dirección en el D.F. del partido, el profesor universitario marxista Alfonso Goldschmidt, el periodista canario dirigente del PCM Rosendo Gómez Lorenzo y el joven periodista Jorge Piñó Sandoval.
Rivera no dibujó en
El Machete
; en cambio, en los primeros tres números escribió invariablemente su art un culo, al igual que Siqueiros y Guerrero. La parte gráfica en las diez primeras ediciones del quincenario quedó en manos de Guerrero, apoyado por Siqueiros.
A pesar de la constancia de la publicación y el aumento de la calidad gráfica, los números de marzo, abril y mayo hicieron patente su debilidad, el alejamiento del sindicato de pintores y sus animadores de las luchas obreras y campesinas, que era suplido por la abundancia de artículos editorializantes y materiales teóricos del PCM, en su enorme mayoría debidos a las plumas de Wolfe, Goldschmidt y Rafael Mallén.
Cuenta Xavier Guerrero: «Escribíamos los artículos, dibujábamos las ilustraciones, grabábamos la madera; imprimíamos y doblábamos el periódico, lo entregábamos y pagábamos el costo. El gobierno estaba contra nosotros y trabajábamos en secreto. A las cuatro de la mañana, las luces callejeras se extinguían y quedaba un breve tiempo antes del amanecer. Entonces, actuábamos Siqueiros y yo, cargados con papeles, brochas y un bote de cemento. En la oscuridad nos apresurábamos para pegar
El Machete
en paredes estratégicas y retirarnos antes del amanecer.
»Sufrimos colectivamente por la causa del periódico. A Siqueiros le suspendieron su salario en la SEP por un dibujo que yo hice, uno muy fuerte contra el imperialismo; y yo fui despedido de mi empleo en el Ministerio de Agricultura por un dibujo de Orozco contra el presidente Obregón…»
En abril de 1924, el PCM comisionó a Diego Rivera para que tuviera una entrevista con el candidato presidencial Plutarco Elías Calles y le ofreciera el apoyo condicionado del partido. Rivera, que creía posible una alianza con el grupo en el poder, cumplió su cometido. Sin embargo, su posición en el interior del PCM se estaba debilitando, enfrentada con una propuesta más radical, y en la conferencia del 25 de abril fue cesado en su puesto en el Comité Ejecutivo Nacional junto con Díaz Ramírez.
Mientras tanto, los pintores miembros de
El Machete
recibían presiones y amenazas del gobierno por su intervención en el quincenario, transmitidas a través de Vasconcelos. Y en junio, los estudiantes conservadores de la preparatoria, eternos enemigos de los muralistas, pasaron a la ofensiva junto con la prensa.
Todo comenzó con una campaña de
El Heraldo
contra los murales de Diego volviendo al argumento de las exorbitantes ganancias de los pintores. El sindicato respondió el 22 de junio señalando que el pintor que más ganaba lo hacía tanto como un artesano que pintara paredes por metro cuadrado. El público podía comprobarlo viendo los contratos.
A pesar de las presiones, el 23 de junio, Vasconcelos amplió el contrato de Diego, ahora para pintar la escalera de la SEP a seis pesos el metro cuadrado.
Un día más tarde, el 24, los estudiantes mutilaron los frescos de Orozco y de Siqueiros en la preparatoria. Navajazos, pedradas, palos, raspones…
El fresco de Orozco
El rico arrasa la cara del pobre
quedó absolutamente destruido, al igual que
Monarquía y democracia
de Siqueiros. Los pintores fueron arrojados a la calle. En medio de una huelga estudiantil,
el día 25 Vasconcelos accedió a suspender los trabajos en la escuela, a petición de los estudiantes.
El 2 de julio, el sindicato respondió violentamente advirtiendo a los estudiantes y a los profesores reaccionarios que el asunto sería de «ojo por ojo y diente por diente».
Un día después, Vasconcelos presentó su renuncia definitiva; se iba a hacer campaña para la gobernación de Oaxaca. Los pintores le agradecieron el día 4 el apoyo, ya que les había permitido trabajar «a pesar de los imbéciles que lo rodean» y se reunieron en sesión. Una parte del sindicato propuso que se respondiera a las agresiones con el boicot a los murales de la SEP, en los que en esos momentos trabajaba Rivera ayudado por Guerrero. Rivera se declaró en contra. Había que seguir pintando si se podía. El sindicato votó por el boicot. Rivera se negó a acatarlo y se le expulsó.
Las mutilaciones prosiguieron reduciendo algunos de los murales a viles restos y el sindicato, impotente, protestó a través de volantes.
Mientras tanto, Bernardo Gastélum se había hecho cargo de la SEP y el 15 de julio despidió a Siqueiros y Orozco. Rivera hizo pública su renuncia señalando que estaba en contra del llamado boicot que proponía el sindicato. De cualquier manera su posición fue inútil. El 23 de julio de 1924 el decreto presidencial 1200, a petición del secretario de Educación, cancelaba todos los contratos que Diego tenía pendientes con la SEP y además suspendía contratos futuros para pintar murales en el Estadio Nacional y en la escuela Gabriela Mistral.
Rivera siguió pintando a pesar de tener suspendidos los sueldos y por esos días realizó el mural
Afilando el machete
, donde un indígena acuclillado afilando un machete fue acompañado de algunos de los versos del periódico. Se podía morir, pero los muralistas estaban dispuestos a morir al pie del andamio.
Con Rivera fuera del equipo y los miembros del sindicato despedidos, Graciela Amador se hizo cargo de la administración del periódico. Gómez Lorenzo sustituyó a Rivera en la dirección colectiva y Orozco inició sus colaboraciones con una serie de violentísimos dibujos, que mostraban la sana furia que tenía contra el Estado mexicano.
En el número extra del 10 de agosto, los muralistas desempleados declaraban por boca de su secretario general David Alfaro Siqueiros: «A nadie puede ocultársele la fuerza de la gráfica satírica o simplemente de la plástica como arma social. Los miembros del sindicato de pintores y escultores que hemos sido arrojados por los reaccionarios colados en la administración pública, y los que sus intrigas jesuíticas sigan arrojando, colaboraremos en
El Machete
. Cambiaremos los muros de los edificios públicos por las columnas de este periódico revolucionario». El 3 de septiembre de 1924, uno de los murales de Rivera en la SEP fue dañado por mano desconocida y el sindicato protestó por el hecho, haciendo público que Rivera había abandonado la organización desde julio.
Sólo quedaba la posibilidad de que al entrar Calles al poder el primero de diciembre reconsiderara la actitud de Gastélum y la administración de Obregón. Mientras tanto, Guerrero y Siqueiros fueron incorporados, el 16 de septiembre, al Comité Ejecutivo Nacional del PCM por cooptación y el periódico se volvió el eje de la política del partido, incorporando cada vez más la información sobre las luchas populares, sindicales y agrarias.
La experiencia muralista se encontraba en el final de su primera etapa. Cuando Edward Weston tomó el 24 de noviembre la foto de Rivera, que más tarde éste utilizaría para su autorretrato, se descubría en el rostro y la actitud del pintor un tremendo cansancio, una absoluta desesperanza respecto al destino de su obra en manos de los futuros funcionarios. Los rumores de que las pinturas serían borradas abundaban. Muchos burócratas del próximo equipo de Calles alardeaban, ante todo el que quisiera oír, de que la primera medida de Puig Casauranc, futuro ministro de Educación, sería «borrar esos horribles monos de Rivera».