Alien (16 page)

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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

BOOK: Alien
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"Una falla, desde luego", pensó ella. La falla selectiva. Sin embargo, el científico podía estar diciendo la verdad. Más le valdría a ella ver a cuántos de sus compañeros había insultado. Ya Parker y Brett no sentían precisamente amor hacia ella, y ahora estaba a punto de hacerse un enemigo en Ash.

Pero ella no podía librarse de su desconfianza. Casi deseaba que Ash se enfureciera en su contra.

—Te las arreglaste para olvidar la básica ley de cuarentena de la división de ciencias, algo que se enseña a todo oficial de nave desde la escuela de vuelos.

—No.

"Al fin", pensó Ripley, una declaración, una declaración que ella podría creer.

—No olvidé eso —dijo Ash.

—Ya veo, no lo olvidaste.

Ripley hizo una pausa para dar énfasis.

—Entonces, sencillamente seguiste adelante y la violaste.

—Crees que lo hice a la ligera, que no consideré las posibles consecuencias de mi acción.

—No, Ash, nunca pensé eso.

Una vez más, él no reaccionó a la provocación.

—No me gustó tener que hacerlo, me pareció que no tenía alternativa —explicó Ash suavemente.

—¿Qué habrías hecho tú con Kane? Su única oportunidad de seguir con vida parecía ser la entrada en la enfermería, donde el automédico podría atenderlo lo antes posible. Su estado se ha estabilizado; me inclino a dar crédito de eso a la máquina y a su rápido tratamiento, a la aplicación inmediata de antiseptia y de alimentación intravenosa.

—Te estás contradiciendo, Ash. Hace un minuto dijiste que era la criatura la que lo mantenía con vida, no el auto-médico.

—Sí, parece que la criatura está haciendo una contribución, pero en la atmósfera y en el medio de Kane. No tenemos modo de saber qué habría pasado si la dejábamos con él allá afuera. Aquí podemos observar de cerca su sistema, y estamos listos a compensar lo que sea necesario si la criatura da señales de actuar hostilmente contra él. No podríamos hacerlo si aún estuviese afuera.

Hizo una pausa, movió un interruptor y verificó su lectura.

—Además, era una orden directa.

—¿Quiere decir eso que tú obedeces a Dallas por encima de mí, sea cual sea la situación?

—Quiero decir que el capitán es el capitán, y el hecho de que estuviera un metro fuera del corredor en lugar de dentro no es razón suficiente, a mi parecer, para pasar por alto sus decisiones.

Ella apartó la mirada, furiosa contra él y contra ella misma.

—Violando los procedimientos de cuarentena, has puesto en peligro la vida de todos, no sólo la de Kane.

Ash se movió tranquilamente para perforar una petición al tablero de la computadora, y contempló solemnemente la información recibida. Luego habló sin mirar a la insistente Ripley.

—Crees que esa decisión fue fácil para mí. Conozco bien las reglas respecto a la cuarentena y las formas extrañas de vida. Posiblemente mejor que tú. Tuve que contraponerlas con la vida de un hombre. Quizás debí dejarlo morir ahí afuera, quizás he puesto en peligro a todos los demás. Pero sé una cosa: los que hacen las reglas siempre las redactan en seguridad y con comodidad, afuera del campo, donde esos mismos absolutos supuestamente habrán de aplicarse. Pero ahí hemos de depender de nuestra inteligencia, de nuestros sentimientos. Y eso fue lo que hice. Hasta ahora la criatura no ha hecho ningún gesto amenazador hacia él o hacia ninguno de nosotros. Quizás lo haga más tarde y entonces se enfrentará a un grupo de seis, preparado y ya dispuesto y no a un solo hombre desprevenido, en la cámara oscura de una nave desconocida. Estoy dispuesto a contrapesar ese riesgo contra la vida de Kane.

Los dedos de Ash danzaron por el tablero.

—No dudo de tus sentimientos personales —dijo Ripley, cambiando su peso sobre su pierna izquierda y luego levantándose—. Estoy diciendo, sencillamente, que no tienes derecho ni autoridad para imponerlos a los demás. Quizás nosotros no estemos dispuestos a correr el mismo riesgo.

—Eso ya no importa. Kane está a bordo... y vivo. Los acontecimientos partirán ahora de esa realidad, no de alternativas pasadas. Es perder el tiempo discutirlas.

—Entonces, ¿es esa tu posición oficial como hombre de ciencia? No es exactamente la que prescribe el manual.

—Estás repitiendo las cosas, Ripley. ¿Por qué? ¿Para provocarme? Ya he anotado mis actos en la bitácora oficial, y me someteré a cualquier decisión que la Compañía tome sobre el asunto. Sí, es mi posición oficial. Recuerda que la primera consideración de la ciencia es la protección y el mejoramiento de la vida humana. Eso es algo que nunca voy a contravenir.

—No, pero tu idea de lo que mejora la vida humana puede diferir de la de otros.

Por alguna razón, eso hizo que Ash se volviera y la mirara abiertamente, cuando otras preguntas no habían obtenido respuesta.

—Yo tomo mi responsabilidad de oficial en ciencias tan seriamente como tú tu cargo. Eso debiera bastarte. Estoy cansado de eso. Si tienes alguna acusación específica que hacer, ve a decírsela a Dallas —Ash se volvió entonces a sus amados instrumentos—. Si no, haz tu trabajo, y yo haré el mío.

Ripley asintió con la cabeza.

—Me parece justo.

Dándose vuelta, se encaminó hacia el corredor aún insatisfecha, sin saber ya muy bien por qué. Las respuestas de Ash tenían el sello de la validez y eran difíciles de rebatir. Eso no era lo que estaba preocupándola.

Era el hecho de que el acto de Ash, abrir la escotilla para dejar entrar a los exploradores, violaba mucho más que las reglas: iba contra toda faceta de la personalidad del científico, contradecía directamente su profesionalismo, demostrado en otras cuestiones. Ripley no lo conocía desde hacía mucho, pero hasta aquel incidente, Ash había dado la impresión de que para él no había nada por encima del manual del oficial en ciencias.

Ash afirmaba que había hecho aquello por salvar la vida de un hombre. Ella se había puesto del lado oficial. ¿Estaba ella en un error? ¿Estaría Kane de acuerdo con ella?

Ripley se dirigió al puente, muy preocupada. Pequeñas coincidencias giraban por su cabeza, ahogando todos sus pensamientos. Y había algo que faltaba, que hacía imposible unir todas aquellas coincidencias.

Ahora no quedaba en el
Nostromo
más que esperar. Esperar a que Parker y Brett terminaran su trabajo, esperar un cambio del estado de Kane.

En el puente, Lambert estaba haciendo jugar al gato Jones con unos hilos. Se suponía que aquellos hilos tan sólo estaban a bordo para divertir a Jones, pero el gato sabía demasiado. Ocasionalmente le tocaba a él entretener a los humanos. Parecían obtener considerable diversión con los manazos y las piruetas que hacía mientras ellos manipulaban las cuerdas con sus manos torpes.

Lambert llamaba aquello el juego del gato; Jones le llamaba el juego de la gente. Era un gato muy concienzudo y hacía todo lo que podía por mantener de buen humor a la navegante. A veces se volvía solemne. Era un empleo difícil para un gato. Pero Jones era concienzudo. Continuaba trabajando para complacer a los humanos, pensando en alimentos, en ratones cálidos y gordos.

—¿Qué piensas? —dijo Brett, levantando la mirada por encima de su tablero.

Parker ajustó un control y se enjugó el sudor de la frente.

—Por poco... otro medio grado y habríamos quedado listos. Quizás eso satisfaría a Ripley.

El técnico en ingeniería hizo un ruido procaz.

—¿No lo sabías? Es imposible satisfacer a Ripley.

Unos zumbidos surgieron tras la pantalla que estaba trabajando.

Parker echó una mirada al silencioso magnavoz de comunicación y preguntó:

—Si no nos dan participación plena de esto, presentaré una queja. Nos hemos ganado paga doble. Probablemente esto pueda considerarse como azar. Esta vez, más le valdrá a la Compañía portarse a la altura, o presentaremos nuestra queja al gremio. No soportaremos más.

—De acuerdo —dijo Brett.

Una mano se extendió hacia adentro del tubo donde estaba asegurada la pantalla.

—El sellador Nº 3 debiera hacerlo.

Parker metió la mano en una caja de plástico bien sellada, pero sucia, extendió a su compañero un pequeño esténcil cuadrado, pintado de gris y de rojo y volvió a mirar a la intercomunicación.

El ritmo era primitivo, sencillo, y la grabación había perdido la brillantez con la edad y el mucho uso, pero Dallas se echó hacia atrás y disfrutó de la música como si se hubiera encontrado presente en la antigua sesión de grabación. Un pie llevaba el compás silenciosamente, en increíble contrapunto con la melodía.

El comunicador pidió comunicación con un "bip", lo hizo tres veces, antes de que el capitán se diera cuenta. Exhalando un suspiro de resignación, tendió la mano y apagó la música; luego encendió un interruptor.

—Aquí Dallas.

—Aquí Ash. Creo que debieras echarle una ojeada a Kane. Ha ocurrido algo.

Dallas hizo girar sus piernas por encima del asiento y se enderezó rápidamente. La voz de Ash no era de preocupación, lo cual era alentador. Pero parecía confuso, lo cual no lo era.

—¿Algo grave?

—Algo interesante.

—Voy ahora mismo.

Dallas se puso de pie y apagó la grabadora; con tristeza vio apagarse la luz verde en su costado.

Ash había dicho "interesante". Eso podía significar que muchas cosas, no necesariamente buenas, habían ocurrido.

Sintió cierto alivio pensando que Ash habría dicho algo muy distinto si Kane hubiera muerto. Aquello significaba que el ejecutivo aún estaba con vida... En un estado "interesante".

Tal como resultaron las cosas, Ash ni siquiera estaba refiriéndose a Kane. Había llamado a Dallas al descubrir la condición de otra cosa.

Dallas encontró al científico en el corredor ante la enfermería con la nariz oprimida contra el cristal. Se dio vuelta al acercarse el capitán.

—¿Qué pasa? —dijo Ripley apareciendo súbitamente al otro extremo del corredor; su mirada pasó rápidamente de Ash a Dallas y de vuelta—. Oí algo por un monitor abierto.

—¿Curioseando? —dijo Dallas, mirándola sorprendido.

Ella hizo un gesto.

—No hay otra cosa que hacer en esta nave. ¿Por qué? ¿Alguna objeción?

—No. Simple curiosidad.

Dallas miró a través del grueso cristal de la enfermería y habló a Ash al no notar nada extraño.

—¿Bueno?

—Kane —dijo el científico, señalándolo con el dedo—. Míralo bien. Todo su cuerpo.

Dallas miró, entornando los ojos y luego notó de qué estaba hablando Ash; o mejor dicho, no lo notó.

—Se ha ido.

Una rápida inspección de la enfermería no mostró señales del ser extraño. Kane permanecía inmóvil en la plataforma médica. Su pecho subía y bajaba tranquilamente. Al parecer estaba respirando con normalidad y sin esfuerzo, pese a la ausencia de la criatura. Una inspección más detallada reveló unos pequeños puntos negros dispersos por el borde de su rostro.

—Habrá plantado algo en él —dijo Dallas, casi retrocediendo ante aquel pensamiento repulsivo.

—No —respondió Ash, con seguridad y Dallas quiso creerle; tenía que creerle. De todos modos, los documentos personales decían que la visión del científico de a bordo era la más aguda de la nave.

—Son indentaciones, no protuberancias. Apuesto a que son marcas que le dejaron las ventosas.

Hizo una pausa, y luego añadió:

—Por lo demás, Kane parece ileso.

—Quizás todavía no haya pasado todo —intervino Ripley—. La puerta está sellada. El ser debe de estar dentro aún.

Su voz pareció confiada, pero en realidad ocultaba sus verdaderos sentimientos. El solo pensar que aquella especie de araña, especie de mano, con su ojo fijo que no parpadeaba, estuviera arrastrándose ahí dentro, le atemorizaba más de lo que quería mostrar.

—No podemos abrir la puerta —dijo Ash, pensativo—. No podemos dejarlo salir. Lo último que necesitamos es tenerlo libre por la nave.

—No podría estar más de acuerdo —dijo Ripley, mirando el piso de la enfermería, y no viendo más que su metal brillante y pintado.

—No podemos asirlo ni matarlo desde lejos. Así, ¿qué podemos hacer?

—Cuando tratamos de quitarlo del rostro de Kane —dijo Dallas—, lo cortamos, le hicimos una herida. Quizás si no la hubiésemos amenazado tan claramente no habría opuesto resistencia. Quizás habríamos podido tomarla simplemente.

Visiones de espectaculares elogios por la Compañía, quizás un ascenso, ciertamente una bonificación, pasaron por su cabeza. Luego volvió a ver el cuerpo inconsciente de Kane, y se sintió culpable.

Ripley seguía estremeciéndose ante aquel solo pensamiento.

—Puedes tratar de cogerlo; yo vigilaré la puerta.

—Creo que esa idea no es mala —dijo Ash, apartándose del cristal. Es un espécimen inapreciable. Ciertamente, debemos capturarlo vivo y sano.

Tocó el interruptor que controlaba la puerta. La enfermería era un buen lugar para tratar de atrapar al intruso. Tenía paredes dobles y, salvo las entradas de aire, era el compartimiento mejor sellado del
Nostromo.

La puerta se deslizó ligeramente. Ash echó una mirada a Dallas, quien asintió con la cabeza. Nuevamente alguien tocó el control y la puerta se desplazó otros pocos centímetros. Ahora había espacio para que un hombre se deslizara con cuidado. Dallas fue el primero en entrar, cautelosamente seguido por Ripley. Ash entró el último; rápidamente tocó una palanca e hizo que la puerta se cerrara tras ellos.

Permanecieron muy unidos frente a la puerta, escudriñando la habitación. Ni la menor señal de la criatura. Dallas se mordió los labios y luego emitió un ligero silbido. Eso no afectó a la criatura, pero hizo que Ripley riera nerviosamente.

Examinando los lugares ocultos, Dallas echó a caminar hacia un gabinete. Aquel parecía un escondite excelente. Pero una inspección minuciosa del interior sólo mostró abastos médicos, bien arreglados, intactos.

Si se proponían atrapar a la criatura con otra cosa que sus manos, necesitaban algo sólido. Dallas escogió el primer objeto de buen tamaño que vio, una bandeja de acero inoxidable. Al volverse para echar a andar, tuvo plena conciencia de que si la criatura se sentía amenazada, podría abrirse paso a través de aquella bandeja tan fácilmente como de las manos de Dallas. Pero su peso le daba confianza.

Ash estaba inspeccionando el rincón opuesto de la enfermería. Ripley llegó a aburrirse junto a la puerta. La cerró, entró y miró bajo la plataforma que sostenía a Kane, pensando que la criatura acaso se hubiese aferrado a la parte baja. Cada músculo del cuerpo de Ripley estaba tenso, dispuesto a saltar al menor vislumbre del pequeño invasor. No sintió más que alivio cuando vio que la parte baja de la plataforma estaba vacía.

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