Desde sus orígenes, el movimiento Baha'i ha sufrido violentas persecuciones por parte de los fanáticos islámicos. Esta persecución alcanzó un terrible climax en los primeros años ochenta, cuando los líderes shiítas encabezados por Jomeini intentaron acabar con el bahaísmo en Irán. Más de doscientos bahaistas fueron asesinados, y varios centenares más fueron a parar a la cárcel.
Miles de ellos perdieron sus hogares y posesiones. Las turbas profanaron los locales bahaistas, saquearon sus templos, cementerios y santuarios. Las escuelas y organizaciones bahaistas fueron confiscadas. La Casa de Bab, un santuario sagrado, fue demolida. La violencia perdió ímpetu a partir de 1985, pero las actividades religiosas bahaistas siguen prohibidas en Irán.
Los bahaistas están fascinados por los números 9 y 19, una fascinación que tiene sus raíces en la tradición islámica. El 9 representa las nueve manifestaciones del trascendente, sobrehumano e incognoscible Alá. Estas nueve manifestaciones son Moisés, Buda, Zoroastro, Confucio, Jesús, Mahoma, Krishna, el Bab y Baha'u'llah. El templo de Wilmette tiene nueve fachadas, nueve puertas, nueve columnas, nueve arcos, nueve costillas en su cúpula y nueve fuentes. En cada entrada hay 2 x 9= 18 escalones. Todos los demás templos bahaistas tienen estructuras similares. El símbolo más utilizado de la fe bahaista es una estrella de nueve puntas. A los bahaistas les gusta hacer notar que el 9, siendo el dígito de valor más alto, es un símbolo de perfección, y que el Baha'i tiene un valor numérico de 9, según un sistema de numerología muy utilizado en tiempos del Bab.
El otro número sagrado del Islam, el 19, se menciona en el vigésimo quinto versículo de la sura 74 del Corán, titulada «El secreto oculto». Todo el que niegue que el Corán es obra de Alá, dice este capítulo, sufrirá para siempre en el infierno bajo la supervisión de diecinueve ángeles. «¿Qué misterio se propone Dios con este número?», pregunta otro versículo. Los primeros místicos islámicos hicieron constante hincapié en el misterio y el carácter sagrado del número 19, y de ellos pasó a las enseñanzas del Bab, a los bahaistas actuales y al reverendo Farrakhan.
El Bab se enorgullecía de tener 2x9= 18 discípulos principales, que junto con él mismo sumaban 19. El babismo incluía una gematria que rivalizaba con la Cábala en su obsesión por los significados ocultos, y que se basaba en asignar números a las veintiocho letras arábigas. El número 19 aparecía por todas partes, sobre todo como la suma de los valores numéricos de las letras arábigas y persas de la palabra Wahid, que significa el Único, uno de los principales nombres de Alá.
El producto de 19 x 19 es 361, que los babistas llamaban «el número de todas las cosas». Es el número de días y meses del calendario babista, que siguen utilizando los bahaistas. Su año consta de diecinueve meses, cada uno de diecinueve días. Los cuatro días restantes se intercalan entre los meses, y los años bisiestos se añade un quinto día. Cuando el Bab hizo su peregrinación a La Meca, sacrificó diecinueve corderos.
Siempre que era posible, los babistas dividían las cosas en diecinueve partes. Los años forman diecinueve ciclos, y ahora estamos en el octavo. Los seguidores del Bab intentaron incluso basar su sistema de moneda en el número diecinueve, pero tuvieron que renunciar por resultar poco práctico. El primer día de cada mes, siguiendo las instrucciones del Bab, los bahaistas se reúnen para la fiesta del Decimonoveno Día. El movimiento está dirigido por la AEN (Asamblea Espiritual Nacional), que está formada por nueve miembros elegidos anualmente por un número fijo (171 = 19 x 9) de delegados de asambleas locales de la parte continental de Estados Unidos.
Las iniciales de Farrakhan son L. F. Utilizando la clave A = 1, B = 2, y así sucesivamente, sus iniciales suman 18, una unidad por debajo de 19. Tal vez debería cambiarse el nombre a Moisés o Mohamed.
En el próximo capítulo contaremos la trágica historia del doctor Rashad Khalifa, que intentó convencer al mundo de que la predominancia del número 19 en el Corán demostraba que había sido escrito por Alá, y que fue asesinado a puñaladas en 1990 por sus opiniones heréticas.
Addendum
Según el
Final Call
, la revista de la Nación del Islam, la Madre Rueda es un «planeta de construcción humana» que ahora se encuentra en órbita alrededor de la Tierra. Mide 800 x 800 metros, y transporta 150 aviones armados con bombas diseñadas para destruir la Tierra. Farrakhan asegura haberlo visitado el 17 de septiembre de 1985, y dice que allí habló con Elijah Muhammad.
Algunos miembros de la Nación del Islam creían que en 1999, las bombas de la Madre Rueda destruirían al gobierno blanco de la Tierra y devolverían a los negros el poder que en otros tiempos tuvieron en el antiguo Egipto.
En
Free Inquiry
(verano de 1999), Norm Alien informaba de que Parrakhan había revelado a sus seguidores que Elijah Muhammad no había muerto de muerte natural. Fue transportado por un rayo a la rueda de Ezequiel o, como le gusta llamarla a Farrakhan, a la Madre Rueda. Farrakhan desafió a los escépticos a que abrieran el ataúd de Muhammad, que encontrarían vacío.
En 1987, Simon & Schuster entró en las listas de libros más vendidos con
The Bible Code
, un espantoso libro que pretendía atraer a los fundamentalistas protestantes y a los judíos ortodoxos.
Aunque el autor, el periodista Michael Drosnin, se declaraba ateo y decía que no creía que el Antiguo Testamento fuera la palabra de Dios revelada, estaba convencido de que los mensajes ocultos descubiertos por los eruditos israelíes eran demasiado milagrosos para tratarse de coincidencias. Llegó a sugerir a los entrevistadores que tal vez habían sido puestos allí por algún tipo de inteligencia sobrehumana. En una carta publicada en
Los Angeles Times Book Review
(24 de agosto de 1997), comparaba el descubrimiento del código secreto de la Biblia con el descubrimiento por Galileo de que la Tierra gira alrededor del Sol.
El 18 de julio de 1997, el programa de televisión
Crossfire
estuvo dedicado al libro de Drosnin. John Sununu se mostró escéptico, pero Geraldine Ferrare defendió el libro. Dijo que creía en Dios, que estaba fascinada por el código de la Biblia y que no podía creer que las palabras ocultas fueran coincidencias. Probablemente, sus comentarios hicieron vender miles de ejemplares del libro. Éste ya había tenido una promoción aun con más peso a cargo de Oprah Winfrey, a la que le gusta cualquier libro que explore lo paranormal.
Del Washbum, coautor de
Theomatics
, sigue insistiendo en que su numerología, y no la de Drosnin, demuestra que la Biblia fue escrita por Dios. En 1998 publicó
The Original Code in the Bible: Using Science and Mathematics to Reveal God's Fingerprints
.
Washbum opina que el código de Drosnin es una tontería, y que el auténtico es su propio código.
A mí, la controversia sobre el código de la Biblia me parece tan disparatada, tan aburrida e incluso tan indigna de ser criticada, que me conformaré con citar unas cuantas referencias fáciles de encontrar, en las que se desacredita por completo el código:
«Seek and Ye Shall Find», Sharon Begley, en
Newsweek
, 9 de junio de 1997.
«Deciphering God's Plan», David van Biema, en
Time
, 9 de junio de 1997.
«He Who Mines Data May Strike Fool's Gold», Peter Coy, en
Business Week
, 16 de junio de 1997.
«Harum-Scarum», Michael Shermer, en
Los Angeles Times Book Review
, 20 de julio de 1997.
«Hidden Messages and the Bible Code», David E. Thomas, en
Skeptical Inquirer
, noviembre/diciembre de 1997.
«Bible Codes, Marilyn and El Niño», Mark Achilling, en
Math Horizons
, febrero de 1998.
«Bible Code Developments», David E. Thomas, en
Skeptical Inquirer
, marzo/abril de 1998. Ver también la sección de cartas.
«God Only Knows», Hal Cohén, en
Lingua Franca
, julio/agosto de 1998.
«Tolstoy Predicts Bulls' Sixth Championship (Code of Course)», David E. Thomas, en
Skeptical Inquirer
, noviembre/diciembre de 1998.
The Bible Code: Fact or Fake?
, Phil Stanton, Crossway, 1998.
«What Are the Chances of That?», Richard Morin, en
Washington Post
, 4 de abril de 1999. El autor declara haber encontrado en Moby Dick las palabras «M. L. King» cerca de «para ser matado por ellos», «Kennedy» cerca de «disparo», «Lincoln» cerca de «matado» y «Princesa Di» cerca de «mortal en esas mandíbulas de muerte».
«Solving the Bible Code Puzzle», Brendan McKay, Dror BarNatan, Maya Bar-Hillel y Gil Kalai, en Statistical Science, vol. 14, 1999, pp. 149-173.
En los tiempos recientes, el musulmán que más se esforzó en buscar apariciones del número 19 en el Corán fue el difunto doctor Rashad Khalifa. Después de licenciarse en la Universidad Ain Shams de El Cairo, donde fue el primero de su curso, hizo un master en la Universidad de Arizona y en 1964 obtuvo el título de doctor en bioquímica vegetal por la Universidad de California en Riverside. Después de trabajar dos años con el gobierno egipcio, ejerció como ayudante de investigación en la Universidad de Arizona y trabajó en la Compañía Monsanto de San Luis. En 1963 se casó con Stephanie Hoefle, natural de Phoenix (Arizona).
Durante 1975 y 1976, Khalifa fue asesor científico del gobierno libio. Más adelante, estuvo trabajando para la Organización de Desarrollo Industrial de las Naciones Unidas, en Viena, y en 1980 entró como director químico en la Oficina Estatal de Química de Arizona. Publicó más de veinte trabajos científicos, un libro titulado
The Computer Speaks: God's Message to the World
, una nueva traducción del Corán, de 538 páginas, y numerosos artículos y folletos religiosos. Sus libros y otras publicaciones se pueden adquirir en la International Community of Submitters (ICS), P.O. Box 43476, Tucson, AZ 85733.
En 1972, el doctor Khalifa editó por cuenta propia una monografía titulada
Number 19: A Numerical Mimele in the Koran
. Estaba convencido de que este librito ofrecía por primera vez en la historia pruebas físicas de la existencia de Dios. ¿Cómo? Demostrando por encima de toda duda que el Corán tuvo que ser escrito por Alá, y que su texto, a diferencia del de la Biblia cristiana, se había conservado perfectamente. En una carta que me escribió en 1980, decía que sus resultados eran «tan abrumadores que es inevitable que conmuevan al mundo», a pesar de que Satán haría todo lo posible por obstaculizar la gran revelación.
Sólo dispongo de espacio para una pequeña selección de argumentaciones del doctor Khalifa. El Corán tiene 6 x 19 = 114 suras (capítulos). El número de versículos es 19 x 334 = 6.346, y los dígitos de este número suman 19. El Corán contiene 19 x 17.324 = 329.156 letras. El versículo de invocación, llamado Basmala («En el nombre de Alá, el más benévolo, el más misericordioso»), encabeza todas las suras excepto la novena, pero aparece una vez más en medio de la sura 27 (3 x 9). Esta invocación consta de 19 letras arábigas. Su primera palabra, Bism, aparece 19 veces en el Corán. Su segunda palabra, Alá, aparece 19 x 142 = 2.698 veces. La tercera palabra, Al-Rahman, se repite 19 x 3=57 veces; y la cuarta palabra, Al-Rahmeen, aparece 19 x 6=114 veces. La suma de los números de los versículos en los que se nombra a Alá es 19 x 6.217 = 118.123. En el Corán se mencionan treinta números diferentes. Estos treinta números suman 19 x 8.534= 162.146.
Hay veintinueve suras precedidas por un misterioso grupo de una, dos, tres, cuatro o cinco letras sin conexión, que aparentemente no significan nada. El significado de estas letras ha constituido un misterio durante mucho tiempo. Khalifa aseguraba que las había descifrado, y también ellas estaban rebosantes de diecinueves.
Había además docenas de hallazgos en los que intervenía el número 19, derivados de aplicaciones de la antigua gematria árabe.
Para su investigación, el doctor Khalifa utilizó un programa de ordenador que contaba el número de veces que aparecía cada letra en cada sura del Corán. Basándose en la creencia tradicional de que Mahoma no sabía leer ni escribir, Khalifa sostenía que la repetida introducción del 19 en todo el Corán era una prueba de que el libro fue dictado por Alá.
Los escritos de Khalifa sobre el número 19 se vendieron mucho en todos los países islámicos, donde fueron tema de fuertes controversias, no sólo porque su numerología tendía a apoyar la herejía bahaista con su insistencia en el 19 (ver el capítulo anterior), sino también porque Khalifa rechazaba los dos últimos versículos de la sura 9, considerándolos espurios. ¿Por qué? Porque infringían en nueve lugares el código secreto del 19. ¡Pues sí que podemos fiarnos de su anterior afirmación de que el texto del Corán se había librado milagrosamente de la corrupción! En las naciones musulmanas arreciaron los ataques contra Khalifa. Sus escritos fueron prohibidos. Los estudiosos musulmanes compararon su numerología con las gematrias judía y cristiana. Pero había mucho más. Khalifa rechazaba el Hadith (palabras atribuidas a Mahoma), la Sunnah (prácticas supuestamente iniciadas por Mahoma) y el Ijma (el consenso de los eruditos acerca de las doctrinas musulmanas). En pocas palabras, rechazaba la tradición islámica. Como sus equivalentes bíblicos, los fundamentalistas protestantes, Khalifa sostenía que el Corán era la única fuente de creencias islámicas digna de crédito. Los dirigentes islámicos se indignaron ante su exigencia de que se suprimieran los dos últimos versos de la sura 9. Su furia aumentó cuando el delirio de grandeza de Khalifa creció hasta el punto de declarar que él era el mensajero divino de Alá profetizado en el Corán (3:81). Las amenazas de muerte se multiplicaron rápidamente.
La revista
The Muslim Digest
, publicada en Sudáfrica, atacó ferozmente a Khalifa, tachándolo de hereje siniestro. Su número de julio/octubre de 1986 echaba por tierra sus recuentos de palabras. La palabra Ató, aseguraba, aparece en el Corán 2.811 veces, no 2.698, como decía Khalifa. Al-Rahman aparece 169 veces, no 57, como insistía Khalifa, y así sucesivamente. «Evidentemente —escribía un editorialista— el ordenador del doctor Rashad Khalifa necesita repasar la aritmética». Antes de eso, había publicado ataques a Khalifa en los números de julio/agosto de 1981 y de marzo/abril de 1982.