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Authors: Martin Gardner

Tags: #Ciencia, Ensayo

¿Tení­an Ombligo Adan y Eva? (21 page)

BOOK: ¿Tení­an Ombligo Adan y Eva?
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En una divertida contrarréplica, Sokal escribió: «Mi objetivo no es defender a la ciencia de las hordas bárbaras de la crítica de libros (sobreviviremos perfectamente, gracias), sino defender a la izquierda de un segmento papanatas de sí misma». Su réplica va seguida por una serie de cartas de intelectuales, algunos alabando a Sokal y otros condenándolo. Añaden un poco de sustancia al debate.

Addendum

Desde que apareció la famosa broma de Sokal, se han publicado tantos libros y artículos a favor o en contra del posmodermismo que se necesitarían muchas páginas sólo para citar las referencias más importantes. Dos libros muy recientes son
A House Built on Sand: Exposing Postmodernist Myths About Science
(1998), editado por Noretta Koertge, y
The Social Construction of What?
(1999), de lan Hacking, un filósofo de la ciencia canadiense que hace grandes esfuerzos por no tomar partido.

«Sokal's Hoax» («La broma de Sokal»), de Steven Weinberg, publicado en
The New York Review of Books
(8 de agosto de 1996), es una brillante demolición del posmodermismo. Free Inquiry, en su número de otoño de 1998, publicó una sección de dieciocho páginas sobre el posmodermismo, con artículos del sociobiólogo E. O. Wilson y otros cinco intelectuales, más unos agudos comentarios finales del filósofo John Searle. En el
New York Times
del 11 de noviembre de 1998, Janny Scott informaba sobre duras disputas ideológicas acerca del posmodermismo en el departamento de inglés de la Universidad de Duke, que provocaron la desconstrucción del departamento. Stanley Fish fue uno de los que se marcharon. Ahora es decano del Colegio de Artes y Ciencias Liberales de la Universidad de Illinois en Chicago.

En
Critical Quarterly
(vol. 40, verano de 1998, pp. 3-18) se publicó el artículo de Alan Sokal «What the Social Text Affair Does and Does Not Prove», «Lo que demuestra y lo que no demuestra el asunto de
Social Text
». El año anterior, se publicó en París su libro
Impostures intelectuelles
, escrito en colaboración con el físico belga Jean Bricmont, al mismo tiempo que la edición inglesa,
Intellectual impostares
.

Un año después, St. Martin's Press, en su sello Picador, retituló la edición americana
Fashionable Nonsense: Postmodem Intellectual's Abuse of Science
. Omite un capítulo sobre el ingenuo fracaso de Henri Bergson en sus esfuerzos por comprender la teoría de la relatividad. El libro está repleto de jugosas citas, increíblemente absurdas y oscurantistas. He aquí un típico párrafo de la ultrafeminista freudiana Luce Irigaray:

¿Es E = mc
2
una ecuación sexuada? Tal vez lo sea. Supongamos, como hipótesis, que lo es en la medida en que privilegia a la velocidad de la luz sobre otras velocidades que son vitalmente necesarias para nosotros. Lo que a mí me parece que indica el posible carácter sexuado de la ecuación no es su aplicación directa a las armas nucleares, sino más bien que otorgue privilegios a lo que va más rápido…

El incesante desvarío de Irigaray es superado por el argumento de Jacques Lacan sobre el órgano sexual humano, que es «equivalente a la raíz cuadrada de menos uno».

En una reseña del libro para
The New Republic
(12 de octubre de 1998), el filósofo Thomas Nagel resume del siguiente modo las posturas del quimérico grupito francés:

Los escritores denunciados por Sokal y Bricmont utilizan términos técnicos sin saber lo que significan, aluden a teorías y fórmulas que no comprenden ni lo más mínimo, e invocan la física y las matemáticas modernas en apoyo de posturas psicológicas, sociológicas, políticas y filosóficas con las que no tienen nada que ver. No siempre es fácil determinar cuánto es debido a la estupidez incurable y cuánto al deseo de apabullar al público con fraudulentos despliegues de sofisticación teórica. Lacan y Baudrillard quedan como perfectos charlatanes, Irigaray como una idiota, Kristeva y Deleuze como una mezcla de las dos cosas. Pero éstos son juicios muy delicados. Por supuesto, cualquiera puede incurrir en este tipo de cosas, pero parece que hubiera algo en la situación parisina que la hace especialmente propicia a la verbosidad temeraria.

El
Skeptical Inquirer
publicó en su número de marzo/abril de 1998 dos airadas cartas de lectores que me acusaban de ataques injustos a John Dewey y Thomas Kuhn. Uno de ellos, Daniel Nexon, estaba tan indignado que canceló su suscripción a la revista, como protesta porque yo me había «pasado de la raya» de lo que él consideraba «discurso aceptable». Le respondí que por supuesto que mis columnas son polémicas y no pretenden ser discusiones técnicas corteses. Le dije que todo el que estuviera interesado en mis opiniones sobre la verdad y la realidad puede encontrarlas cuidadosamente expresadas en
The Whys of a Philosophical Scrivener
, donde incluyo un comentario del famoso enfrentamiento entre Dewey y Bertrand Russell sobre cómo definir la verdad.

Una pocas referencias más:

The Flight from Science and Reason
. Editado por Paul Gross, Norman Levitt y Martín W. Lewis. New York Academy of Sciences, 1996.

«Cuando la ciencia choca con las creencias», de Janet Raloff, en
Science News
, vol. 149, 8 de junio de 1996, pp. 360-361.

«El posmodernismo desenmascarado: Ciencia-ficción», de Peter Berkowitz, en
The New Republic
, 1 de julio de 1996, pp. 15-16.

«La ciencia como artefacto cultural», de Kurt Gottfried y Kenneth G. Wilson, en
Nature
, vol. 10, 1997, pp. 545-547.

«La broma de Sokal: ¿de quién nos estamos riendo?», de Mará Beller, en
Physics Today
, septiembre de 1998, pp. 29-34.

15. Internet: ¿un cerebro mundial?

World Brain
, una de las muchas obras olvidadas de H. G. Wells, se publicó en 1938. Aunque se escribió antes de la revolución informática, en muchos aspectos anticipaba Internet y la Red Mundial. Pero antes, un poco de información sobre Wells como profeta.

Tanto en sus obras de ficción como en las de no ficción, las predicciones de Wells fueron una fascinante mezcla de aciertos y fallos. Se tomó en serio la creencia en los canales de Marte, y en su novela
La guerra de los mundos
y varios relatos cortos aparecen marcianos inteligentes. En
Anticipaciones
(1901) consideraba poco probable que los aviones «lleguen algún día a representar una modificación importante del transporte y las comunicaciones». En el mismo libro, en el capítulo que trata sobre la guerra moderna, escribió: «Debo confesar que mi imaginación, por mucho que la estimulen, se niega a ver que un submarino, del tipo que sea, sirva para algo más que para asfixiar a su tripulación y hundirse hasta el fondo del mar». En
The Way the World is Going
(1928), Wells anticipaba la «completa desaparición de las emisiones de radio».

En «La extraña historia del periódico de Brownlow», publicada por primera vez en
The Ladies' Home Journal
(abril de 1932), Wells describía el contenido de un periódico de 1972. Entre sus aciertos están el empleo del color en los periódicos, la dedicación de más espacio a las noticias científicas, la disminución de la cantidad de ropa y el hundimiento del comunismo, aunque esto no ocurrió hasta mucho después de lo que había previsto Wells.

Wells no anticipó la televisión, a pesar de que Hugo Gernsback, que empezó a reeditar la ciencia-ficción de Wells en su
Amazing Stories
, ya estaba emitiendo imágenes por televisión en los años veinte. Había que construir un aparato de televisión para recibir una imagen del tamaño de una tarjeta postal, pero la tecnología estaba ya muy adelantada.

El último intento importante de Wells en la previsión del futuro fue el mundo imaginario de
The Shape of Things to Come
(1932). Sus fallos fueron enormes. Como el periódico de Brownlow, el libro no preveía la televisión, el vuelo espacial, la energía atómica ni los ordenadores.

Las predicciones fallidas de Wells quedaron oscurecidas por su acierto más asombroso. Su novela
The World Set Free
(1914) se inicia con párrafos del diario de un físico que ha fisionado el átomo y liberado energía atómica. El diario podría haber sido escrito por Enrico Fermi. El físico de Wells está angustiado por los horrendos resultados que sin duda se derivarán de su logro, pero razona que de no haberlo hecho él, otros científicos lo habrían hecho al poco tiempo. La novela describe una guerra que comienza cuando Alemania invade Francia a mediados del siglo XX. Se lanzan «bombas atómicas» desde aviones. La novela termina con visiones de exploraciones del espacio, que comienzan con viajes a «ese gran disco plateado», la Luna, «que por necesidad ha de ser la primera conquista del hombre en el espacio exterior».

World Brain, escrita mientras se iban juntando los nubarrones de la Segunda Guerra Mundial, es una recopilación de conferencias y unos cuantos artículos para revistas. Wells consideraba que los conocimientos iban aumentando a un ritmo acelerado. Al mismo tiempo, la mayoría de la población mundial seguía siendo increíblemente ignorante. Tal como Wells había comentado anteriormente, la humanidad es una raza situada entre la educación y la catástrofe. ¿Qué se podría hacer para elevar el nivel de educación del mundo? Wells estaba convencido de que la humanidad necesitaba desesperadamente lo que él llamaba una
Enciclopedia Mundial Permanente
. Constaría de unos cuarenta enormes volúmenes que se irían actualizando constantemente. En la época en que Wells escribía esto, las publicaciones científicas especializadas estaban proliferando con rapidez. En la actualidad hay unas cincuenta mil en todo el mundo. Lo que se necesitaba tan desesperadamente, sostenía Wells, era una cámara central de compensación para este inmenso acopio de información. La gran enciclopedia serviría como «cerebro mundial», que permitiría registrar la información y distribuirla rápidamente por todo el mundo.

Wells compara la raza humana a una persona inteligente con lesiones en el cerebro: hay enormes brechas entre la información disponible y el conocimiento público. Los caballos han sido sustituidos por automóviles, trenes y aviones, escribe Wells, pero la humanidad todavía se encuentra en un estado de coche de caballos.

Hace hincapié en el rápido aumento de los viajes y las comunicaciones —lo que él llama «la abolición de la distancia»—, pero a pesar de este espectacular progreso técnico, el mundo es como un barco en aguas inexploradas, que navega lentamente hacia una comunidad mundial. Para Wells, la gigantesca enciclopedia sería una poderosa fuerza para unificar las naciones y acelerar la llegada de un mundo libre de guerras.

Dado que el inglés era ya el idioma más utilizado del mundo, Wells esperaba que su enciclopedia estuviera en inglés. Estaría conectada con todas las bibliotecas del mundo, donde la información se almacenaría en microfilms:

Parece posible que en un futuro cercano tengamos bibliotecas microscópicas en las que se podrá guardar una fotografía de cada libro y documento importante del mundo, que estaría disponible para que la consulten los estudiantes. […] Los proyectores baratos no ofrecen dificultades. La importancia que esto tiene para la forma material de una Enciclopedia Mundial es obvia. […] Está cerca la hora en que cualquier estudiante, en cualquier parte del mundo, podrá sentarse con su proyector en su propio estudio para examinar a voluntad cualquier libro, cualquier documento, en una reproducción exacta.

Podemos perdonar a Wells que no anticipara los ordenadores. Si en el párrafo anterior cambiamos la palabra «proyector» por «ordenador», la visión de Wells resulta sorprendentemente precisa. En la actualidad, se considera normal que todo estudiante universitario, e incluso los de instituto, tenga un ordenador. Con unos cuantos toques a las teclas, las páginas de millones de libros y publicaciones, procedentes de bibliotecas de todo el mundo, aparecen al instante en el monitor. Se pueden descargar copias a todo color de las obras de arte de los museos. Con el equipo adecuado, se pueden oír grabaciones de voces y música.

Publicaciones de investigación que antes tardaban años en llegar a conocimiento de los científicos del mundo están ahora empezando a aparecer en forma de e-prints en Internet, la enorme red de redes que permite que los ordenadores de todo el mundo se comuniquen unos con otros. En el pasado se han malgastado grandes esfuerzos en investigaciones que repetían algún trabajo realizado ya años antes, pero que era desconocido por sus redescubridores. En la actualidad, esas repeticiones y ese despilfarro son poco probables, porque los científicos pueden activar sus programas de búsqueda y repasar rápidamente todos los informes publicados anteriormente.

«Esta organización enciclopédica —escribió Wells— no tendría por qué estar concentrada en un solo lugar; podría tener la forma de una red. Estaría centralizada mentalmente, pero tal vez no físicamente. […] Sus archivos y sus salas de conferencias serían el núcleo de su existencia, la Enciclopedia imprescindible. Representaría el principio material de un auténtico Cerebro Mundial».

Wells escribió lo siguiente sobre esta fuente de información constantemente actualizada:

Se extraería una serie de libros de texto y enciclopedias de consulta más pequeñas y diccionarios enciclopédicos para uso individual y casual. Ésta es, en términos sencillos, la esencia de lo que les propongo. Una organización de dos caras: por un lado, un compendio y una conferencia perpetuos, y por otro un sistema de publicación y distribución. Sería una cámara de compensación para universidades y centros de investigación; desempeñaría la función de una corteza cerebral para estos ganglios imprescindibles. Por una parte, esta organización estaría en contacto directo con todo el pensamiento original y la investigación del mundo; por otra, extendería sus tentáculos informativos hasta todos los individuos inteligentes de la comunidad: la nueva comunidad mundial.

Aunque era imposible que Wells lo supiera en su época, estaba escribiendo sobre Internet y la Red Mundial. ¡Qué asombro y qué satisfacción le habría producido esta revolución si hubiera vivido medio siglo más!

En la actualidad, la revolución informática está cambiando el mundo de maneras que ahora son tan difíciles de predecir como en su momento eran difíciles de predecir las consecuencias de la revolución industrial. Casi todos los temas concebibles tienen ahora uno o más sitios en la Red. Casi cualquier persona, sea cual sea su edad, raza, sexo o inteligencia, puede crear una página en la Red. La edición de 1998 de las
World Wide Web Yellow Pages
(«Páginas amarillas de la Red Mundial»), de Luckman, cita diez mil sitios, una pequeña fracción del número total, que aumenta a cada hora. ¿Está usted interesado en saber más sobre cualquier persona famosa? Lo más probable es que encuentre páginas web dedicadas a dicha persona. Las revistas de divulgación científica, los semanarios de noticias, los principales diarios y los noticiarios de cadenas de televisión como la CNN y C-Span tienen ya sus sitios web. ¡Hay una docena de sitios dedicados exclusivamente a los cigarros puros! Todas las religiones importantes y todos los cultos pequeños y estrafalarios están en la Red. Se pueden descargar miles de clásicos de la literatura. Hay disponibles enciclopedias enteras y colecciones completas de revistas como
National Geographic
. Cada vez son más las bibliotecas, entre ellas la Biblioteca del Congreso, que publican sus catálogos en la Red.

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