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Authors: Daniel F. Galouye

Tags: #Ciencia Ficción

Simulacron 3 (24 page)

BOOK: Simulacron 3
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—Desapareceré y no me volveré a proyectar.

Retrocedió dos pasos y esperé.

Al cabo de un momento repetí impaciente:

—Desaparecerás...
¡ahora!

Se puso a temblar y su imagen se hizo indistinta, como si lo fuera a conseguir. Pero volvió a recobrar su estado y una vez más dio sensación de solidez.

¿Qué pasaría si no conseguía hacerla volver? Desesperado cogí el revólver. Si volvía a actuar sobre sus centros volitivos...

Pero me quedé dudando:

—¡Jinx! ¡Desaparece! ¡Te lo ordeno!

Su rostro adquirió una expresión de protesta y de súplica.

—No, Doug murmuró débilmente—. No hagas...

—¡Desaparece! —grité.

Su imagen pareció nublarse de nuevo. Después se fue.

Volví a meter el revólver en el bolsillo y me dejé caer desesperado sobre el borde de la cama. ¿Y ahora qué? ¿Podía hacer algo excepto esperar? ¿Cómo iba uno a querer oponerse a un adversario que era omnipotente y un todopoderoso megalomaníaco.

¿Cuándo llegaría? ¿Me dejaría en paz basta aquel momento o jugaría al ratón y al gato conmigo? ¿Era mi fin coincidir con la desprogramación general de todo y de todos? ¿O tendría preparado algo especial para mí, como iniciación a la ruina universal? ¿Me tendría preparado algo similar a lo que había hecho con Avery Collingsworth?

Tratando de olvidar la proximidad de aquel momento, me pregunté si se podría hacer algo desde aquí abajo para hacerle cambiar de parecer respecto a la destrucción de su creación simuelectrónica.

Empecé a reparar en los hechos. La utilidad de su máquina era irrevocablemente amenazada. Fuller había perfeccionado un simulador dentro de un simulador, pretendiendo el interior realizar las mismas funciones que el exterior. La finalidad de ambos era pulsar la opinión pública solicitando respuestas de los análogos a los seres humanos, siendo tales respuestas prioritarias a las de las personas.

Llevando a cabo tal propósito, la máquina de Fuller, haría imposible el funcionamiento del simulador más grande. Pues cuando Reactions empezara a proporcionar predicciones sobre marketing, sobre el gobierno, instituciones religiosas y sociales de los trabajadores, y cosas por el estilo, los encuestadores no tenían nada a hacer.

La solución era simple: Tendría que haber algún medio de proteger a la ARM para poder continuar proporcionando datos al simulador más grande, y que serían los facilitados por las unidades reaccionales de aquí.

¿Pero cómo?

No había ni una unidad ID en existencia, fuera de la organización de ARM, que se sumara a la defensa del simulador de Fuller. Y era porque Siskin les había prometido mucho de ella.

Oh, el operador hubiera podido destruir el simulador de Fuller con facilidad. Con otra bomba. O con una descarga eléctrica. Pero eso no resolvería nada. Pues no solamente habría un movimiento universal de reconstruirlo inmediatamente, sino que las unidades reaccionales harían responsables a los encuestadores y se lanzarían de lleno contra la ARM.

De cualquier modo que se mirara, la ARM estaba desahuciada.

De nuevo junto a la ventana, vi el enorme disco rojizo del sol que se abría paso en el cielo, forzando a las sombras a quedar tras él. Era un sol que nunca llegaría a alcanzar su cenit.

De pronto presentí que alguien estaba en la habitación conmigo. Era como la sutil percepción de que alguien se había movido tras de mí, con una pisada casi inaudible.

Sin traicionar ni el hecho de que me había dado cuenta, metí distraídamente la mano en el bolsillo. Saqué el revólver y me giré rápidamente.

Era Jinx.

Se quedó mirando el arma.

—Eso no serviría de nada, Doug.

Me contuve pero sin dejar de apoyar el dedo sobre el gatillo.

—¿Por qué no?

—Aunque dispares sobre mí tanto como quieras no serviría de nada. Puedes apartar de mí, mi poder de voluntad. Pero cada vez que me obligues a marchar, el cambio me libera de la parálisis volitiva. Y al momento volveré.

—Frustrado me metí el revólver en el bolsillo. Actuando por la fuerza no conseguiría nada. Tenía que encontrar otro medio. ¿Y si recurriera al razonamiento? ¿Si la hiciera comprender que tenía que estar lejos de aquí cuando aquello ocurriera?

Vino hacia mí:

—Doug..., te amo. Y tú me amas. Lo vi perfectamente en el acoplamiento. No necesito otra razón para estar contigo.

Quiso rodear mi cuello entre sus brazos, pero yo me aparté

—Si estuviéramos acoplados ahora, comprenderías que no te quiero aquí.

—Lo comprendo, cariño. Creo que a mí me sucedería igual. Pero a pesar de todo no volveré allí.

Había seguridad en sí misma, en sus movimientos y en sus palabras en el momento en que se acercó a la ventana para mirar hacia la ciudad.

—El operador no ha vuelto a cargar sobre ti, ¿verdad? —me preguntó.

—No —y entonces vi lo que tenía que hacer si quería que ella saliera de este mundo (y mantenerla lejos) antes de que tuviera lugar la desprogramación universal.

—Tenias razón respecto a su acoplamiento técnico —dijo pensativa—. Normalmente la unidad reaccional no se da cuenta de ello. Pero hay un medio de que la experiencia resulte tan dolorosa como quieras para el sujeto. Todo cuanto hay que hacer es desfasar un poco el modulador.

No había estado bromeando cuando me dijo que tantas como paralizara sus centros volitivos, volvería. La solución pues, era ordenarle que lo hiciera, precisamente en el
momento
final, cuando ya no tuviera tiempo para volver.

La cogería desprevenida, la sometería a la paralización de los centros volitivos... y entonces. Eso la reduciría a una automatización obediente. Y haría lo que yo quisiera.

Y entonces podría sentarme y esperar el menor indicio de que la desprogramación era inminente. Tal vez el sol, o quizás otras cosas fundamentales, serían los primeros en perder su existencia. Cuando tal cosas ocurriera, me dirigiría hacia ella, la obligaría a desaparecer, y entonces no tendría más que esperar a que no fuera demasiado tarde para su reproyección.

Pero cuando me fui hacía ella con el revólver en la mano, se vio mi silueta reflejada en la ventana.

—Quita eso de ahí, Doug —dijo tranquilamente—. Está descargado.

Miré el medidor de carga. Estaba a cero.

Cuando me mandaste allí, pude haber vuelto antes —me explicó—. Pero me llevó cierto tiempo el programar la descarga del revólver —se dejó caer sobre un sillón, encogiendo las piernas sobre él.

Cariacontecido me fui hacia la ventana. En el exterior, las calles estaban ya llenas de gente. La mayor parte de los viandantes iban camino de Reactions. La demostración pública que Siskin había anunciado, había producido una atracción inaudita.

Me volví de pronto:

—¡Pero Jinx! ¡Si no soy nada!

Ella sonrió:

—Y yo tampoco lo soy... ahora.

Pero tú eres real, auténtica, verdadera. ¡Tienes una vida física completa ante ti! Me hizo señas para que me acercara: —¿Y cómo sabes tú que la más real de las realidades, no daría un resultado subjetivo, si se la sometiera a un análisis total?

—Nadie puede demostrar su existencia, ¿no es cierto?

—¡Déjate de filosofías!— dije alzando los brazos—. Estoy hablando de algo directo, algo que tiene un significado.

—Tú tienes un cuerpo y un alma. ¡Y yo no!— Sin dejar de sonreír, me clavó una uña en el dorso de la mano.

—Ahí tienes. Esto convencería a todo el mundo de que tienes un cuerpo.

La tomé por los brazos y la atraje hacia mí: —¡Por Dios te lo pido, Jinx! —le rogué, viendo que estaba perdiendo terreno, en mi obstinación de que volviera a su mundo. ¡Te estoy hablando en serio!

—No, Doug —dijo pensativamente—. No hay seguridad en ninguna parte, ni aun en mi propia existencia física, de que las cosas materiales sean realmente materiales y sustanciales.

»Y en cuanto al alma, ¿dijo alguna vez alguien que el espíritu de una persona, estuviera asociado en mayor o menor grado, a algo físico? Si éste fuera el caso, entonces un enano amputado, tendría que tener menos alma que un gigante tiroides... en el mundo de cualquiera.

Me limité a mirarla.

—¿No lo comprendes? Simplemente porque estemos aquí, no tenemos por qué reemplazar nuestro concepto de Dios por el de un omnipotente y megalomaníaco operador de un simulador de medio ambiental.

Empezando a comprender, asentí.

—Es el intelecto lo que cuenta —dijo con convicción—. Y si hay una vida más allá, no habrá discriminación para las unidades reaccionales de este mundo, las unidades ID del simulador de Fuller, o para la gente real de mi propia existencia.

Recostó su mejilla contra mi hombro:

—No hay esperanza para la salvación de este mundo, Doug. Pero no me importa. De verdad que no. Mira, te perdí allá arriba pero te he encontrado aquí abajo. Si nuestros papeles estuvieran cambiados, a ti te ocurriría lo mismo y yo lo comprendería.

La besé, como si el momento siguiente fuera el último ante la desprogramación.

Pensó unos instantes y me dijo:

—Si supiera que él iba a dejar este mundo tranquilo durante unos días más, volvería allí..., pero sólo para cambiar el voltaje del modulador. Y después volvería contigo. Al cabo de unos segundos, el acoplamiento entre mi proyección aquí, y mi físico allí, se rompería totalmente. Y entonces formaría parte integral de este mundo simuelectrónico.

No supe qué decir. Había tratado de convencerla, pero en cambio, me había convencido ella a mí.

El sol se había elevado, y hacía penetrar sus rayos por la ventana.

—¿Todavía no ha operado sobre ti? —me preguntó.

—No. ¿Por qué?

—Tengo miedo, Doug. Tal vez se decida por entretenerse un poco contigo antes de que desconecte el simulador.

Noté cómo sus hombros se estremecían y la rodeé entre mis brazos.

—¿Me lo dirás cuando estés acoplado? —me pidió.

Le dije que sí, pero una vez quise saber por qué.

—Porque podría provocarle alguna reacción cuando sepa que estoy aquí... para siempre.

Me puse a pensar en el Douglas Hall de la otra existencia. En cierto modo, él y yo, éramos diferentes facetas de una misma persona. La frase «a su imagen» vino a mi memoria, pero no quise profundizar en lo que para mí era ya falsa teología. Él era una persona; y yo era una persona. Él disfrutaba de una infinita ventaja sobre mí, naturalmente. Pero aparte de esto, todo cuanto nos separaba, era una barrera simuelectrónica... una barrera que había pervertido su perspectiva, que había enturbiado su mente, que le había proporcionado grandeza y que le había convertido en un megalomaniáco.

Había torturado y asesinado de una forma grotesca, y había manejado a las unidades reaccionales con brutal indiferencia. Pero moralmente, ¿era culpable de algo? Se había apoderado de algunas vidas... la de Fuller y la de Collingsworth. Pero en realidad nunca habían existido. Su única realidad, su único sentido y sensación del ser, había sido la percatación subjetiva que él les había proporcionado a través del intrincado circuito de su simulador.

De pronto me detuve en mis razonamientos. No iba a ser yo el apologista del supremo Hall. Había asesinado de un modo abominable. No había habido ni la menor huella de compasión en disposición que había adoptado con aquellos análogos que habían visto a través de la ilusión de la realidad. Y no había matado simplemente a unidades reaccionales. Había asesinado de un modo salvaje a seres humanos. Pues el estado de estar enterado de una cosa es la mejor medida de la existencia.

Cogito ergo sum
, me recordé a mí mismo. Pienso, luego, existo.

Y así tenía que ser.

Me levanté y fui hacia la ventana por enésima vez, y volví a mirar hacia la calle.

Incluso veía una parte del edificio de Reactions. Cientos de gentes angustiosas, impacientes, corrían de una parte a otra por ver la prometida demostración del simulador de Siskin.

—¿Todavía nada del operador? —preguntó Jinx.

Negué con la cabeza sin dejar de mirar por la ventana. Era la gente, las unidades de reacción mismas quienes habían hecho tomar aquella determinación al operador.

Ellos mismos habían labrado su propia destrucción.

La presión de la opinión pública era como un sólido escudo protector del simulador de Fuller, que había que destruir para siempre si es que este mundo tenía que continuar su existencia.

En cierto modo era irónico, Siskin era el responsable de la actitud de la masa. Había manejado a la gente con mayor efectividad, con más atractivo psicológico, que el mismo operador en todo el proceso simuelectrónico.

Pues para cambiar el sentido de la insoslayable opinión pública, el simuelectrónico tendría que reprogramar a casi todas las unidades reaccionales. Era un trabajo demasiado enorme. Sería más fácil eliminar a todos los circuitos y volver a empezar otra vez.

De repente, quedé erguido, me giré hacia Jinx, con la boca abierta de estupor.

Ella vino hacia mí y me cogió por un brazo:

—¡Doug! ¿Es... él?

—No. Jinx, ¡creo que tengo un plan!

—¿Un plan para qué?

—¡Tal vez podamos salvar a este mundo! Ella suspiró desesperanzada:

—No hay nada que nosotros podamos hacer desde aquí.

—Tal vez sí. Es una oportunidad remota, Pero es
algo
. Este mundo... el simulador del operador... no tiene salvación porque la gente, las unidades reaccionales, insisten en tener su propio simulador a cualquier precio. ¿No es eso?

Jinx asintió:

—¡Él no puede cambiar sus convicciones y actitudes de no llevar a efecto una total reprogramación!

—¡Él no puede! ¡Pero quizá yo sí pueda! Esas gentes de ahí fuera están todas de parte de Siskin porque creen que el simulador les va a transformar su mundo.

—Pero imagínate que se enteran de cuales son los verdaderos motivos. Supónte que descubren que Siskin lo único que quiere es convertirse en el dueño y señor absoluto.

Que él y los suyos están conspirando precisamente contra ellos. Que no tiene la menor intención de hacer uso del
Simulacron-3
como medio de esclarecer el progreso social.

Frunció el ceño y yo no hubiera sabido decir si es que estaba consternada por mi sugerencia o si es que se estaba preparando para rebatirme mis argumentos.

—¿No lo entiendes? —continué—. ¡Destruirían el simulador ellos mismos! Se sentirían tan desilusionados y engañados que se volverían todos contra Siskin! Eso acabaría con él y los de su partido.

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