Puerto humano (61 page)

Read Puerto humano Online

Authors: John Ajvide Lindqvist

Tags: #Terror

BOOK: Puerto humano
7.97Mb size Format: txt, pdf, ePub

Se le cerraban los párpados y vio vagamente que Henrik se levantaba y se colocaba delante de la escalera como si pensara dar un discurso. Björn y Anders, moribundo, iban a ser su público.

—¿Desaparecerá el mundo por la noche? —preguntó Henrik.

Y Björn respondió:

—La verdad, no sé.

—¿Desaparecerá el mundo por el día?

—La verdad, no sé.

Anders cayó de lado y su mano derecha fue a parar sobre el bolsillo de la cazadora. Sintió la caja a través del tejido y al mismo tiempo que Henrik decía:

—¿Y sirve realmente para algo tener hijos?

Anders introdujo la mano en el bolsillo y cogió la caja. Sentía los dedos rígidos como si los tuviera helados, y con las uñas arañaba impotente la superficie escurridiza. La sangre le salía ahora del cuello en sacudidas más débiles, pero aún lo bastante fuertes para que una ligera cascada le salpicara los ojos. Y vio el agua, vio el agua del plasma sanguíneo que se le escapaba, pero no tenía fuerzas para hacer nada.

—La verdad, no sé —repitió el propio Henrik. Hizo un pausa escénica y continuó—: Todo lo que sé es que estamos aquí y ahora.

Anders sintió un cosquilleo contra la piel cuando la caja se abrió sola y el Spiritus reptó hasta la palma de su mano, mientras Henrik decía:

—Así que túmbate y espera. No hay nada que discutir.

Fluye. El agua fluye
.

Le pidió que se detuviera. El ruego partió como una flecha de su mano y se extendió por todo el árbol que formaban sus vasos sanguíneos. La súplica se concentró en la zona de la herida y atrajo a todo lo que era agua en el flujo de sangre hasta que solo quedaron en la herida sustancias sólidas coaguladas. Para compensar la pérdida de líquido, la arteria derecha empezó a pulsar tan fuerte que sentía sacudidas en la piel del cuello.

Anders cerró la mano con cuidado alrededor del Spiritus y a través de un velo rojo vio que Björn estaba ahora sentado de espaldas delante de él. Henrik estaba buscando la frase adecuada con la que terminar su discurso. Sus rasgos se iluminaron cuando dio con ella. Extendió las manos y estaba a punto de ponerse a recitar, pero en ese momento Anders cayó sobre Björn y lo abrazó por atrás.

Agua
.

Él lo vio. Un pepino. De la misma manera incomprensible que un pepino contiene casi exclusivamente agua y no obstante tiene una forma sólida, lo mismo pasaba con Björn. Su sangre, sus entrañas, su esqueleto, todo era agua con distintos grados de densidad, y esta agua estaba ahora en las manos de Anders.

Björn intentó levantarse para liberarse, pero Anders pidió calor. Pidió todo el calor que fuera posible movilizar, le pidió al agua que tenía entre sus manos que hirviera.

¡Hierve, cabrón!

Björn cayó de espaldas sobre las escaleras y en ese momento le golpeó una ola de calor. En un par de segundos quedó convertido en una bola de agua en ebullición y Anders se quemó las manos, sobre el pecho. Henrik corrió hacia las escaleras y cuando llegó Björn abrió la boca para gritar.

No se oyó ningún grito, pero por su boca salió un chorro de agua hirviendo que cayó sobre la cara y el pecho de Henrik. Se tambaleó hacia atrás y cayó a lo largo, envuelto en una nube de vapor. Björn se desplomó sobre las escaleras y vomitó una última cascada de agua hirviendo encima de Henrik antes de caer de bruces en el suelo y contraerse rápidamente. En unos momentos quedó reducido a un montón de ropa mojada y humeante.

Henrik se retorcía en la hierba, se revolcaba de un lado a otro tratando de apagar su cuerpo abrasado. Luego aflojaron los movimientos y se quedó quieto.

Anders se echó hacia delante e intentó levantarse. No pudo. Se había quedado sin fuerza en las piernas por la pérdida de sangre. Se sentía como un trapo y como un trapo se dejó caer sin fuerzas hacia delante, apenas si podía valerse con las manos.

Se arrastró. El vapor que salía de la ropa de Björn ascendía y se volatilizaba en el cielo de la noche, y al arrastrarse a su lado Anders pudo sentir el calor que desprendía el montón de ropa, como un pequeño volcán inactivo. Henrik estaba tirado en la hierba con la mirada puesta en el cielo. Anders se iba arrastrando hacia él todo lo deprisa que podía mientras sentía el buzo de Maja deslizándose sobre su estómago.

No te mueras. No te mueras
.

La cara de Henrik estaba a punto de empezar a fluir. La caja torácica se le hundió. La piel fina alrededor de los ojos ya se le había disuelto en líquido y los globos oculares parecían dos bolas de porcelana pintada metidas en una cuenca de carne inflamada. Los dedos de Henrik se movían débilmente sobre la hierba, como si la estuviera acariciando.

Mientras Anders se acercaba se fue frenando el destrozo, a medida que iba disminuyendo el calor del agua hirviendo. Las últimas tufaradas de vapor ascendían de lo que quedaba de la cara de Henrik, y el ataque había terminado.

A lo que Anders se estaba acercando no era una persona. Una persona no puede romperse como Henrik lo había hecho. El agua había penetrado en él sin diferenciar entre lo que, en una persona normal, son tejidos blandos y partes duras. El lado izquierdo del cuello y de la barbilla había desaparecido, tenía las mejillas agujereadas, con agujeros de diferentes tamaños que le atravesaban toda la cabeza.

Una persona que hubiera sufrido heridas semejantes desprendería olor a sangre o piel quemada, pero Henrik no olía a nada; era una cara moldeada en la arena a la que le hubieran echado encima un cubo de agua. Ciertas partes se habían licuado o se habían caído, otras seguían intactas.

—Henrik...

Anders se apoyó en el codo para poder ver los ojos de Henrik, que aún seguían allí pero que miraban fijamente, saltones y enajenados, después de que la piel circundante hubiera desaparecido. Las pupilas de Henrik se movieron hacia él. No era posible ver si Henrik sonreía porque la mayor parte de sus labios habían desaparecido.

—Puedo ver... —dijo Henrik. Su voz era confusa, como si hablara a través de una película de agua—. Puedo ver... lo que tienes...

Anders no comprendió a qué se refería, pero en ese momento el Spiritus hizo un movimiento dentro de su mano, girándose como un dedo tratando de escapar de su puño. Alzó la mano delante de los ojos de Henrik. La abrió y la volvió a cerrar enseguida.

Henrik movió la cabeza casi imperceptiblemente hacia arriba y hacia abajo.

—Ya lo pensaba...

—Henrik —le pidió Anders—. Tienes que contármelo.

Henrik lo interrumpió con su voz burbujeante e inhumana.

—No te pongas triste por mí. Quiero que sepas que, en lo más profundo de mi corazón, realmente quiero irme.

—«Asleep» —dijo Anders—. Lo sé. Lo escuchábamos en tu cabaña. Estábamos sentados en tu cama. Por favor, por favor, por favor, Henrik. Cuéntamelo.

—La llave... —dijo Henrik.

—Sí. ¿Qué tengo que hacer?

Henrik expulsó una tufarada de vapor de agua, o aire que se convirtió en vapor al entrar en contacto con el aire frío, no había forma de saberlo. Su pecho se hundió unos centímetros más. Su voz ya era solo un débil burbujeo y Anders acercó la oreja a su boca para poder entender:

—La tienes en la mano. —Permanecieron en silencio un par de segundos, tras los cuales Henrik añadió—: Idiota...

El dedo extra de Anders se revolvía y empujaba contra la palma de su mano a modo de respuesta y Anders se acercó tanto que su boca casi rozaba la oreja totalmente sana de Henrik, pero antes de que tuviera tiempo de preguntarle algo más, Henrik lanzó un último y susurrante suspiro:

—Existe otro mundo. Existe un mundo mejor. Tiene que existir.

Después no dijo nada más. Anders cedió ante el cansancio de los músculos del cuello y hundió la frente en la hierba junto a la cabeza de Henrik.

Adiós. Idiota
.

La pérdida de sangre y los esfuerzos le habían dejado hecho polvo y no podía hacer otra cosa que seguir tumbado, ya que solo tenía fuerzas para poner la cabeza de lado y respirar. Pasaban los minutos y el frío del suelo hizo que se le durmiera el lado derecho de la cabeza. El Spiritus se movía en su mano sin intentar escapar. Anders sentía las avenidas y arterias de agua en el suelo debajo de él y apenas si podía distinguirlas de su propia y extenuada circulación.

Me... hundo
...

El único calor que había procedía de la herida ardiente y punzante que tenía en el cuello. La herida ardiente se quedaba en la superficie mientras él se hundía en el frío de la tierra y todo se volvía oscuro a su alrededor.

Perdió el contacto con su cuerpo y cayó.

Cántame hasta que me duerma
...

Ya no sabía qué era arriba ni qué abajo, estaba en caída libre, pero sin tocar fondo ni ver acercarse el final. Se encontraba flotando. Estaba dentro de un agua oscura a punto de ahogarse.

Sus pulmones se contrajeron al intentar respirar un aire que no había. Solo le quedaban unos segundos de vida. Pero los segundos pasaban y su pensamiento aún seguía flotando alrededor de la oscuridad informe, se resistía a apagarse y pensó: «Yo he estado aquí antes. Yo sé qué va a pasar ahora».

El terror ante lo que iba a llegar hizo que un corazón empezara a latir más fuerte en algún sitio allá en la oscuridad. Tal vez fuera su propio corazón, pero tales distinciones eran absurdas en esas circunstancias. Había un corazón que latía de miedo y había algo que se acercaba.

Ahora viene
...

La oscuridad se volvió más densa, una sombra tomó forma dentro de otra sombra. Él no era nadie frente a aquella sombra y fue absorbido por ella como el kril que va a ser filtrado a través de las barbas de una ballena. La sombra ni se fijaba en él, era demasiado grande para fijarse en él, pero él se hallaba en su camino y quedaba envuelto en él.

Ven ahora... Ven ahora
...

Una mano se deslizó dentro de su mano, una mano pequeña. Forcejeaba y tiraba. La mano de Maja.

¡Pero ven ahora!

No. Yo soy Maja. La mano de papá es muy grande. Cuando vamos a salir yo le agarro solo del índice. Su dedo índice está en mi mano. ¿Por qué no anda?

¡Vamos, papá, ven ya!

Su mano dentro de la mía, es tan pequeña y tan delgada, es como si estuviera agarrando un dedo, ¡vamos papá, ven ahora, tenemos que irnos!

Ya voy
.

Él siguió la mano que tiraba de él, tiró del dedo que le seguía y la oscuridad se transformó en aluminio mientras el dedo y la mano se convertían en un insecto y el aire salobre del mar era absorbido por sus pulmones con una única respiración profunda.

Ya voy
.

Sus ojos recuperaron la vista. Podía respirar. Estaba tumbado en la hierba. El viento soplaba sobre su cara. A su lado había ropa como tendida para que se secara a la luz de la luna. A juzgar por la posición de la luna en el cielo él había estado inconsciente bastante tiempo, quizá varias horas. A diez metros de él se encontraba el barco en la orilla de la playa.

No tengo fuerzas
.

Vio ante sí el esfuerzo que suponía arrastrar el barco dentro del agua, poner en marcha el motor. No se creía capaz de hacerlo. Quería seguir durmiendo, pero sin sueños.

¡Ven ya!

—Sí, sí... —murmuró Anders, y se puso en pie con las piernas vacilantes y caminó tambaleándose hacia el barco. El viento había arreciado algunos metros por segundo y le había echado una mano. Las pequeñas olas habían golpeado contra el barco y habían empezado a arrastrarlo hacia ellas. Un rato más y seguro que el barco habría quedado a la deriva. Anders no tuvo más que darle un ligero empujón para que flotara en el agua, luego fue él detrás, trepó y cayó por encima de la borda.

Trató de abrir la mano en la que llevaba el Spiritus, pero tenía dos dedos encajados. Con ayuda de los dedos de la otra mano, algo más ágiles, consiguió forzar la mano y poner de nuevo el Spiritus dentro de su caja. Luego se quedó mirando fijamente al motor.

Un tirón. Tengo fuerzas para tirar una vez
.

Anders estuvo a punto de darse por vencido de nuevo cuando el motor no arrancó al primer intento, pero apretó los dientes, rezó una oración incomprensible y tiró otra vez. El motor arrancó. Antes de coger el timón, comprobó que aún tenía el buzo dentro de la cazadora.

Inútilmente
.

Tan encogido en el asiento de proa que apenas si podía ver algo por encima de la borda, dejó atrás Kattholmen y puso rumbo a Domarö. Sabía lo que tenía que hacer, pero necesitaba descansar primero, recuperar un poco las fuerzas.

Estaba casi inconsciente cuando llegó a su embarcadero, y solo cuando se hallaba ya a mitad de camino hacia la Chapuza recuperó la conciencia por un momento y se preguntó:

¿Has amarrado el barco?

No lo sabía, no lo recordaba y no se sentía con fuerzas ni para darse la vuelta y comprobarlo. De todos modos se sentía sin fuerzas para hacer nada en el caso de que
no
lo hubiera amarrado. Un poco después, ligeramente consciente, abría la puerta de casa, cerraba tras de sí, encontraba una botella de vino aguado encima de la cómoda y se la echaba en el gaznate. Luego se derrumbó sobre la alfombra de la entrada y no supo más.

El primero

Anders va a ser el último. Deja que duerma y recupere fuerzas. Va a necesitarlas. Mientras tanto escucha la historia sobre el primero
.

Es una especie de cuento y como en todos los cuentos los detalles han ido desapareciendo en el mar del tiempo y nosotros seguimos aún en la playa, en el mejor de los casos, con la madera de una quilla, la figura de un mascarón de proa o un cuaderno de bitácora estropeado por el agua
.

Esto fue algo que sucedió. Que sucedió alguna vez. Eso es todo lo que necesitamos saber. En los tiempos en los que los habitantes de Domarö vivían de la pesca del arenque en herética alianza con los poderes profundos del mar, quizá la historia se conocía mejor. Ahora quedan solo retazos y tendremos que dejar que nuestra imaginación construya la nave. Porque trata de una nave. O, mejor dicho, de los restos de una nave. Pudo ser un pequeño buque mercante, eso es lo de menos. El barco transportaba sal, probablemente entre Estonia y Suecia, en uno u otro sentido
.

No importa si la tripulación era sueca o estonia, porque nosotros solo tenemos que fijarnos en un superviviente. Supongamos que era sueco y le vamos a llamar Magnus
.

Other books

Hero's Welcome by Rebecca York
the Last Run (1987) by Scott, Leonard B
The Swallows of Kabul by Khadra, Yasmina
A Perfect Life by Mike Stewart
The Reckoning by Karl Jones
The Fire Child by Tremayne, S. K.
Rose's Heavenly Cakes by Rose Levy Beranbaum
Killers for Hire by Tori Richards