Quiso alejarse de aquella energía imponente y buscar en balde respuestas, consuelo y compañía. Nada parecía suficiente porque nada de lo que encontraba parecía capaz de llenar el vacío que sentía, salvo su propia presencia, comprender su existencia. Pero entendió que temía aquellas sensaciones, que sí llenaban el vacío, pero que a su vez convertían su espíritu en algo oscuro y perverso, algo que no era, que no podía ser. Finalmente, reconoció que no era posible huir de aquella fuerza magnífica, que la calmaba y torturaba por igual, porque estaba en todas partes, conformándolo todo, interconectándolo. Dejó de intentar escapar y sintió en su interior, aún con más intensidad, la presencia de ese poder, y se estremeció al darse cuenta de que la comprendía, porque era similar a lo que su ser y su naturaleza eran. Pero esa igualdad no era real, porque su ser no era libre y por ello no podía explotar plenamente su naturaleza. Deseó con todas sus fuerzas ser libre e igual a aquella energía imponente, enorme, impresionante, pero esa misma energía, que estaba dentro y fuera de su ser al mismo tiempo, se lo impidió, y el vacío que sentía aumentó, provocando que las heridas abiertas en su interior temblaran con furia. Sintió un inmenso dolor hasta que, de pronto, nuevas y potentes emociones llenaron el hueco que había en su espíritu. Sintió rechazo, rabia, furia. Y, por primera, vez odió con una intensidad terrible, que le dio miedo y que rechazó de inmediato.
Una vez más, quiso alejarse de aquella fuerza que le provocaba el peor de los sufrimientos. Comprendió que para su espíritu únicamente había soledad porque no tenía igual, y con aquel pensamiento de nuevo se asustó, regresó el dolor y con él la ira y la furia, pero en esta ocasión no hubo odio, sino que el agujero de su interior se lleno de un nuevo y desconocido sentimiento. De pronto, nuevos seres comenzaron a surgir a su alrededor, similares a su naturaleza, pero a la vez diferentes, y un impulso fruto de la fuerza que todo lo llenaba hizo que sin poder resistirse dotara de conocimiento a las nuevas criaturas, completándolas y posibilitando su existencia, haciendo que fueran más próximas a su naturaleza, pero aún así alejadas y distintas a ella. Contempló uno a uno a los seres que sentía a su alrededor y se enfrentó a la fuerza que todo lo llenaba, y la emoción desconocida que instantes antes había nacido en su seno creció y se reafirmó. Comprendió que esa fuerza que todo lo llenaba no era en realidad distinta a su ser, porque había surgido de ella y sólo a partir de ese instante había comenzado a surgir todo lo que contemplaba. Era causa y consecuencia de todo lo que había a su alrededor, exactamente igual que la fuerza que sentía en su interior y fuera de su ser. Supo que todo lo demás existía únicamente porque en primer lugar había sido su propia existencia, y entendió que no tenía igual pero que tampoco existía naturaleza alguna mejor a la suya. No había belleza similar, inteligencia comparable o poder que lo igualara. Guardó en lo más profundo de su interior aquel nuevo sentimiento que había acabado con el vacío y con el dolor, y lo escondió, protegiendo su hallazgo del resto de seres y, sobre todo, de aquella fuerza que todo lo ocupaba.
Su esencia tomó forma por primera vez y se sorprendió de su hermosura, reconociendo en cada rasgo la naturaleza de lo que ya sabía que era, embelesándose con el cuerpo en el que se expresaba su espíritu y que reflejaba la realidad de su ser. Al mismo tiempo, tomaron forma los seres a su alrededor, y de nuevo los observó, confirmando que no había variado lo que sabía sobre ellos. La magnífica fuerza que lo llenaba todo le pareció ahora incluso más inmensa e imponente, pero no había forma que la definiera y comprendió que esa era una diferencia entre ambos. Pero, aún así, tampoco aquella energía parecía realmente superior, salvo por la libertad de la que gozaba y que le otorgaba un poder mayor al suyo. Deseó con todas sus fuerzas gozar de la misma libertad sin restricción alguna, pero en esta ocasión el fracaso que ya sabía que ocurriría no le dolió, porque el sentimiento que llenaba ahora el vacío de su interior le permitía comprender que su naturaleza no era diferente de la imponente fuerza que esclavizaba su espíritu. En cambio, su ansia de libertad para poder comprobar aquella idea creció, pero al notar quebrarse la barrera que sostenía y limitaba su ser se asustó, y guardó en su interior sus deseos y emociones. A pesar de ello, muchos de los seres que había a su alrededor se aproximaron, reconociendo la superioridad de su naturaleza, haciendo preguntas, requiriendo respuestas, clamando por consuelo contra el dolor que había en su interior y que era similar al suyo. Poco era lo que podía hacer, salvo aceptar a su lado a quiénes habían ido en su busca y compartir cuanto sabía y sentía.
Nuevas formas surgieron mientras se ampliaba el espacio y se atenuaba la intensidad de la fuerza que todo lo llenaba, hasta que, finalmente, surgió una novedad. Se dejó llevar por su curiosidad y quiso contemplar la nueva creación. Nuevos seres habían surgido sin necesidad de su participación para que fuera posible su existencia. Esa nueva creación era distinta a las demás, ajena a su naturaleza y a lo que conocía, y observó al nuevo ser, comprendiendo que era libre, y lo envidió, sin poder dejar de admirarlo. Siguió su evolución y sus movimientos, sin querer regresar junto a aquello que le provocaba dolor, y lentamente la envidia se convirtió en sorpresa, después en fascinación, y, al final, en devoción. El nuevo ser guardaba en su interior las mismas emociones turbias y oscuras que había experimentado en su espíritu, un inmenso dolor, un vacío terrible, incomprensión, confusión y algo que, finalmente, comprendió que era amor. Un amor que le pareció retorcido, pero también hermoso y fuerte. Aquel ser, ajeno a su naturaleza, tan similar en su forma y tan distinto en su interior a todo lo que conocía, se sabía superior a todo lo que lo rodeaba, y se admiraba por ello, amándose y enorgulleciéndose de sí mismo. Sonrió al pensar que había encontrado a un igual en un ser tan distinto, pero, rápidamente, esa ilusión se desvaneció, cuando la fuerza que todo lo llenaba tomó al nuevo ser y lo dividió en dos.
Observó el fin de la soledad y del dolor para aquella indefensa criatura, pues había en él libertad y amor, ahora expresado y correspondido, por una parte misma de lo que siempre había sido. Y lo envidió, y sufrió, y odió. Pero no pudo dejar de contemplarlo y observó cómo el sufrimiento crecía de nuevo en el interior de aquella criatura, que ya no era única, pues eran dos, un par de mitades de un solo ser, que se amaban y se complementaban, pero que eran incapaces de vencer al vacío, a la soledad y al dolor. Comprendió que sin entendimiento de nada le servían a aquella criatura ni el amor ni la libertad, y se compadeció de aquel ser que tenía todo lo que él anhelaba pero que no lo podía disfrutar. Nuevas y desconocidas emociones llenaron su ser con una intensidad como nunca antes había sentido, confundiendo su mente e hinchiendo su espíritu, desbordándolo. Por un instante, que podría haber sido eterno, no hubo más que caos, hasta que, de pronto, sintió como parte de su propio ser todo aquello que existía, había existido o pudiera llegar a existir en algún momento. No había diferencia alguna entre su ser y todo lo demás y tampoco, comprendió, con la fuerza que todo lo llenaba y que, rápidamente ahora, se estaba diluyendo en su interior, apagándose y desapareciendo. El vacío que siempre había habido en su espíritu aumentó, ocupando el espacio que liberaba la fuerza que había llenado su ser hasta el momento, creciendo y haciendo que su propio ser creciera. Finalmente, con una explosión, su propia fuerza substituyó en su interior a la fuerza que alguna vez había llenado y sometido su ser. Su naturaleza se transformó, mejorándose, incrementando la propia grandeza de su esencia. No había ya ataduras ni limitaciones, ni tampoco dolor ni separación. Sintió, como si sintiera su propia esencia, que también disminuía el dolor del nuevo ser al que había estado observando, y al que ahora sabía que amaba, y comprendió su pena, llenándolo de entendimiento y comprensión, otorgándole el don del conocimiento del que carecía.
Con asombro contempló la plenitud en el interior de aquel ser, que ya eran dos, y envidió su libertad y el reconocimiento, ahora total, del amor compartido que sentían las dos mitades que había estado observando. La envidia que había crecido en su espíritu de inmediato dio paso al júbilo y al orgullo, y las nuevas emociones llenaron por completo su espíritu. Regresó rápidamente junto a los suyos, sintiendo su ser lleno de satisfacción y deseando compartirla, pero se encontró con aquellos que se creían sus iguales peleando entre sí, llenos de odio y furia. El vacío regresó entonces a su ser, con más fuerza incluso que antes, y de inmediato se llenó de ira, de rabia y de un odio como nunca había conocido, que cegó su razón.
A su alrededor de pronto no vio más que destrucción y sufrimiento. Nada de lo que había sido alguna vez bello y sagrado permanecía. Todo en su interior le decía que no había otra causa más que su propia presencia que explicara el desastre que observaba. Sintió la energía de la fuerza de la que una vez había surgido llenando su interior, y en su espíritu crecieron en igual medida el alivio y el dolor. Todo su ser se estaba apagando, consumiendo, por los sentimientos que lo atormentaban, y con furia quiso saber por qué a aquel nuevo ser se le había otorgado todo lo que su espíritu había deseado y que una y otra vez le había sido negado. No hubo respuesta y de nuevo se enfureció. La luz que había en su interior, procedente de la energía que todo lo llenaba se atenuó mientras el vacío de su espíritu crecía, hasta que finalmente se apagó por completo, disolviéndose en su interior, aumentando el vacío, pero disminuyendo el dolor. No sintió miedo ni estremecimiento, sólo rabia por aquella reacción que no comprendía, pero, de inmediato, entendió que en su seno era ya sólo posible un tipo de amor, el mismo que había sentido aquel ser que sí había obtenido un ser igual al que amar y que le amara. Un amor que jamás podría sentir porque no había nada igual a su esencia, ni siquiera la fuerza que trataba de llenar y someter una vez más su espíritu.
El vacío de nuevo aumentó en su interior, haciendo que otra vez su espíritu creciera hasta convertirse en todo lo que era existencia, multiplicando su poder, justo antes de que un dolor inmenso, mayor del que jamás hubiera sentido, atravesara su ser que, inmediatamente, cambió. Su forma se diluyó durante un instante, desapareciendo, para regresar enseguida, aunque ya nada en su interior era igual, ni el vacío, ni el dolor, ni el poder, ni el amor que alguna vez hubiera sentido. Quiso saber qué ocurría, comprender y contempló ante sí a un ser igual a su ser, y todo su espíritu se llenó de amor al mismo tiempo que una fuerza indescriptible la empujó al vacío y se precipitó en la oscuridad. Se sintió caer sin poder evitarlo, sin comprender qué sucedía, sin poder ver nada más que negrura a su alrededor y, en un instante, todo acabó.
Como tantas otras veces, Ángel revivió paso a paso todos y cada uno de los actos que lo habían conducido a tomar la decisión que lo había condenado. Pero, en esta ocasión, un nombre antiguo, arcaico y poderoso resonaba con fuerza en su interior, llamándolo. Un nombre que le había pertenecido antes del inicio de los tiempos, cuando había sido el más perfecto de los seres de la Creación, cuando su esencia había brillado con luz propia sobre el resto de criaturas y el amor había llenado el vacío que había en él. Un nombre que no había sido sólo suyo, sino también de aquella parte de su espíritu que sentía ahora fundida en él con furia, llenándolo, completándolo como no pensaba que fuera posible, porque no recordaba que una vez ambos habían sido uno. Pero, en aquel instante, aquel nombre, viejo y lleno de poder, volvía a ser suyo, porque, de nuevo, aunque fueran dos, eran en realidad un único ser que se había reencontrado. Se aferró a la esencia perdida que sentía en él y vio, como si sucediera en ese mismo instante, el momento en el que una fuerza más allá de lo imaginable atravesó su ser único y lo dividió.
Rememoró el instante en que contempló frente a él aquella parte de su propio ser, mutilada y arrancada de él con violencia, incorpórea, etérea, pero infinitamente bella, y el sufrimiento al comprender que allí, frente a él, estaba todo lo que una vez en él hubiera sido bueno y sagrado. Y amó a aquel nuevo ser, que era espíritu de su espíritu, hasta que el amor casi le dolió, y entendió que esa parte de él, que ya no era suya ni le pertenecía, igualmente lo amaba, de un modo inconcebible hasta aquel instante, exactamente igual como él mismo amaba a la mitad de sí que tenía enfrente, y la más absoluta felicidad lo embargó. Ya no hubo para él dolor, ni vacío, ni tormento, sino sólo plenitud. En aquel instante, después de haber sufrido el peor dolor imaginable, nada parecía importante porque había conseguido todo cuanto en algún momento había deseado, y toda su imaginación parecía limitada en comparación a la sensación de saberse libre y amado por un igual, que jamás pensó que pudiera existir, y al que del mismo modo podía amar con furia y ansia, como deseaba.
No cabía perdón o arrepentimiento sincero en su seno, porque aquella acción que había desatado el desastre y que había llevado a cabo desde la plena convicción, desde la misericordia que ya no había en él, le había supuesto un bien mayor a lo imaginable, a pesar de todos los males. La ira de la fuerza de la que había surgido, y que hasta entonces lo había llenado y encadenado por igual, fue inmediata al comprender que no habría de su parte, ni de la del nuevo ser que ya no era él, ni arrepentimiento ni contrición. Aquel nuevo ser, que había sido parte de él, que encerraba todo lo bueno, toda la luz, que en algún momento hubiera albergado su espíritu, fue arrojado al abismo y encerrado en el interior del cuerpo de la hembra de la última obra de la Creación.
Contempló a la mujer convulsionar y caer de rodillas, elevar las manos al cielo y clamar desesperada por un perdón que no llegaría, y un grito de dolor terrible salió de su garganta y resonó con furia en el espacio. Se enfrentó a la fuerza que todo lo llenaba, de la que él mismo había surgido, pero que ya no se encontraba dentro de él, espléndido y monstruoso, y, de inmediato, comprendió el motivo de aquel castigo que le producía un dolor más allá de lo concebible. Su poder, al igual que todo lo demás en él, había sido también dividido en dos. No habría otro desastre como el ocurrido, porque jamás sería el mismo que lo había provocado, uno e inmenso, hermoso y terrible al mismo tiempo, y, aunque aún superior y más perfecto que el resto de seres, nunca su ira podría destruir de aquella manera una parte tan grande de la Creación. La energía que todo lo llenaba lo envolvió, atravesándolo, y su ser, mutilado y dolorido, se sobrecogió, pero no lo aceptó en su interior. No pidió perdón ni se arrepintió, porque no había nada por lo que considerara que debía hacerlo, y su espíritu ya únicamente contenía ira y dolor. Todo lo que en algún momento había sido bueno y puro en él le había sido arrebatado y estaba encerrado en aquel momento en el interior de un cuerpo ajeno, que clamaba al cielo desesperado, en busca de misericordia, pero sin un ápice de arrepentimiento por los actos llevados a cabo.