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Authors: Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

Mundo Anillo (27 page)

BOOK: Mundo Anillo
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Pero era sólo una hipótesis.

—Un experimento para la selección de la especie —continuó Luis—. ¡Y vaya selección, nej! Pero nos utilizaron. ¡Fuimos utilizados!

—Sí —dijo Interlocutor-de-Animales.

Por un momento, Luis no dudó que lo había imaginado. Luego vio la diminuta imagen transparente de Interlocutor en su panel de mandos. No había desconectado el sistema de intercomunicación.

—¡Nej! ¡Estabas escuchando!

—Involuntariamente, Luis. Olvidé desconectar mi intercom.

—Oh.

Demasiado tarde, Luis recordó la sonrisa que le lanzó Interlocutor cuando Nessus acabó de explicar lo que era un señuelo para atraer a los vástagos de estrellas, en teoría fuera del alcance de los oídos del kzin. Recordó que las orejas kzinti están adaptadas a las necesidades de un carnívoro de presa. Recordó que en los kzinti la sonrisa es un reflejo destinado a descubrir los dientes para el ataque.

—Decías algo sobre selección de especies —dijo Interlocutor.

—Sólo estaba... —balbuceó Luis.

—Los titerotes lanzaron nuestras especies una contra con objeto de contener la expansión kzinti. Poseían un señuelo para atraer a los vástagos de las estrellas, Luis. Se sirvieron de él para conducir una nave Forastera hasta vuestro espacio y asegurar así la victoria de los humanos. Un experimento de selección de las especies, decías.

—Escucha, no son más que suposiciones. Si procuras serenarte un poco...

—Pero los dos hemos seguido el mismo razonamiento.

—Humm...

—No sabía si plantearle la cuestión a Nessus o esperar a haber cumplido nuestro principal objetivo, que es lograr salir del Mundo Anillo. Ahora que estás al corriente de la situación, no me queda más remedio que zanjar el asunto de inmediato.

—Pero... —Luis cerró la boca. De todos modos, la sirena hubiera ahogado su voz. Interlocutor había apretado el botón de alarma.

La sirena era un enloquecedor chillido mecánico, un sonido subsónico y supersónico y trepidantemente penetrante. Nessus apareció en el panel gritando:

—¿Sí? ¿Qué pasa?

Interlocutor gruñó su respuesta:

—¡Intervinisteis a favor del enemigo! ¡Vuestra acción es equiparable a una declaración de guerra contra el Patriarca! Teela había conectado su intercom a tiempo para oír la última frase. Luis consiguió atraer su atención y movió negativamente la cabeza. No te metas.

Las cabezas del titerote se levantaron como serpientes preparadas para el ataque. Así expresaba su sorpresa. Cuando habló, su voz no tenía la menor inflexión, como de costumbre.

—¿De qué me hablas ahora?

—La Primera Guerra contra los Hombres. Señuelos para atraer a los vástagos de las estrellas. El motor hiperlumínico de los Forasteros.

Una cabeza triangular se sumergió rápidamente hasta desaparecer. Luis vio una aerocicleta plateada que salía de la formación y no le cupo la menor duda de que era Nessus.

No le preocupó demasiado. Las otras dos aerocicletas parecían moscas plateadas, tan lejos estaban, y tan separadas una de otra. Si el enfrentamiento se hubiera producido en tierra firme alguien habría resultado gravemente herido. Pero, ¿qué ocurriría en el aire? La aerocicleta del titerote debía ser más rápida que la de Interlocutor. Nessus ya se habría asegurado de ello. Sin duda, habría querido tener la certeza de poder correr más que un kzin en caso de necesidad.

Sólo que el titerote no estaba huyendo. Había comenzado a dar vueltas en torno al vehículo del kzin.

—No quiero verme obligado a matarte —dijo Interlocutor-de-Animales—. Si tu intención es atacarme desde el aire, recuerda que tu tasp es de menor alcance que mi rayo desintegrador. ¡Snarl!

El grito de muerte del kzin era para helar la sangre en las venas. A Luis se le agarrotaron los músculos, como si tuviera el tétanos. Sólo advirtió vagamente el punto plateado que se alejaba de la aerocicleta de Interlocutor en círculos concéntricos.

Teela quedó boquiabierta.

—No tengo intención de matarte —dijo Interlocutor-de-Animales, ya algo más calmado—. Pero quiero que me digas la verdad, Nessus. Ya sabemos que tu raza puede dirigir el curso de los vástagos de las estrellas.

—Sí —respondió Nessus.

Su aerocicleta había emprendido la retirada hacia babor a una velocidad increíble. La asombrosa serenidad de los extraterrestres era mera ilusión. Sólo era producto de la incapacidad de Luis Wu para captar la expresividad de un rostro no humano y de la incapacidad recíproca de los extraterrestres para las inflexiones humanas en intermundo.

Nessus huía como si en ello le fuera la vida. Sin embargo, el kzin no habla abandonado su puesto en la formación.

—Quiero saberlo todo, Nessus —insistió.

—Tus suposiciones son correctas —respondió el titerote—. Nuestro estudio de un método seguro para exterminar a los pérfidos y carnívoros kzinti revelaron que tu especie posee un valioso potencial, que podría llegar a sernos útil algún día. Conseguimos que evolucionarais hasta establecer pacíficas relaciones con razas distintas a la vuestra. Empleamos métodos indirectos y muy seguros.

—Ya lo creo. Nessus, esto no me gusta.

—Y a mí tampoco —terció Luis Wu.

No le había escapado el detalle de que ambos extraterrestres seguían hablando en intermundo. Hubieran podido charlar en privado de haber empleado la Lengua del Héroe. Pero habían preferido incluir también a los humanos... y con razón, pues el contencioso también afectaba a Luis Wu.

—Nos utilizasteis —dijo—. Nos utilizasteis con el mismo descaro que a los kzinti.

—Pero en perjuicio nuestro —objetó Interlocutor.

—Muchos hombres murieron en las guerras contra los kzinti.

—¡Déjalo, Luis! —Teela Brown también entraba en liza—. ¡De no ser por los titerotes, a estas horas todos estaríamos convertidos en esclavos kzinti! ¡Nej! ¡Evitaron que nuestra civilización fuera destruida por los kzinti!

Interlocutor sonrió y dijo:

—Nosotros también poseíamos nuestra civilización.

El titerote se había convertido en una imagen fantasmagórica y silenciosa, una pitón con un solo ojo preparada para el ataque. Seguramente tenía la otra boca ocupada conduciendo la aerocicleta que se hallaba ya a cierta distancia del grupo.

—Los titerotes nos utilizaron —dijo Luis Wu—. Nos utilizaron como instrumento, un instrumento para hacer evolucionar a los kzinti.

—¡Pero la cosa salió bien! —le espetó Teela—. Os habéis convertido en una raza pacífica, Interlocutor. Sois capaces de convivir...

—¡Calla, humano!

—Con vuestros iguales —acabó generosamente la frase Teela—. Lleváis bastante tiempo sin atacar a otra especie...

El kzin empuñó el instrumento excavador modificado de diseño esclavista y lo exhibió delante del intercom para que Teela pudiera verlo. Ella calló como por arte de magia.

—Hubieran podido hacer otro tanto con nosotros —observó Luis.

Todos aguzaron los oídos.

—También hubieran podido experimentar con nosotros —repitió—. Si los titerotes hubieran querido seleccionar humanos por alguna característica concreta... —se interrumpió bruscamente—. Oh —dijo—. Teela. Claro.

El titerote no se inmutó.

Teela se movió inquieta bajo la mirada de Luis.

—Luis, ¿qué pasa? ¡Luis!

—Lo siento. Acaba de ocurrírseme una idea... Nessus, cuéntanos. Cuéntanos lo de las Leyes de Procreación.

—Luis, ¿te has vuelto loco?

—Yo también hubiera caído en ello, con un poco de tiempo. —dijo Interlocutor-de-Animales—. ¿Nessus?

—Sí —dijo Nessus.

La aerocicleta del titerote era una motita plateada, que seguía alejándose en dirección a babor. Casi no se distinguía de un punto brillante, más grande e indefinido, situado un poco más adelante, a una distancia ligeramente superior de la flota de la que puede mediar entre dos puntos cualesquiera de la superficie terrestre. La imagen del titerote en el intercom ofrecía el mismo rostro inmutable e inescrutable, producto de una calavera triangular dotada de unos labios prensiles. Jamás podría adoptar un aire amenazador.

—¿Os entremetisteis en las Leyes de Procreación de la Tierra?

—Sí.

—¿Por qué?

—Nos gustan los humanos. Confiamos en ellos. Hemos tenido relaciones ventajosas con los humanos. Nos conviene contribuir al desarrollo de los humanos, puesto que sin duda llegarán a la Nube Menor antes que nosotros.

—Estupendo. Nos tenéis aprecio. ¿Y qué más?

—Intentamos inducir mejoras genéticas en vosotros. Pero ¿qué perfeccionar? Desde luego, no vuestra inteligencia. Vuestra fuerza no reside allí. Y tampoco está en vuestro instinto de conservación, ni en vuestra capacidad de resistencia, ni en vuestros talentos combativos.

—Conque decidisteis hacernos afortunados —dijo Luis. Y soltó una carcajada.

Teela por fin comprendió. Abrió mucho los ojos con expresión de horror en la cara. Intentó decir algo, pero sólo consiguió emitir un chillido.

—Naturalmente —prosiguió Nessus—. Por favor, no te rías, Luis. Fue una decisión razonable. Vuestra especie ha sido siempre increíblemente afortunada. Vuestra historia parece una de milagrosas escapadas por un pelo de toda una serie de desastres, de la guerra atómica intraespecie, de la total polución de vuestro planeta con desechos industriales, de los desequilibrios ecológicos, de asteroides peligrosamente compactos, de los caprichos de vuestro sol e incluso de la explosión del Núcleo, que descubristeis de forma completamente fortuita. Luis, ¿por que no paras de reír?

Luis no podía parar de reír debido a la expresión de Teela. Estaba encendida de ira. Sus ojos se movían de un lado a otro como si quisiera esconderse en alguna parte. No es agradable descubrir que uno es producto de un experimento genético.

—Conque decidimos modificar las Leyes de Procreación de la Tierra. Resultó sorprendentemente sencillo. Nuestra desaparición del espacio conocido provocó un crac en la bolsa. La especulación arruinó a varios miembros del Comité de Fertilidad. Sobornamos a algunos y presionamos a otros con la amenaza de llevarles a la cárcel por deudas, luego dimos publicidad a la corrupción existente en el Comité para forzar un cambio. Fue una operación terriblemente onerosa, pero bastante segura y tuvo éxito, al menos en parte. Conseguimos introducir las Loterías de Derechos de Procreación. Confiábamos en obtener una estirpe de humanos extraordinariamente afortunados.

—¡Monstruo! —gritó Teela—. ¡Monstruo!

Interlocutor-de-Animales había envainado su excavadora-desintegradora.

—Teela, antes no te quejaste al oír que los titerotes habían manipulado la herencia de mi raza —dijo—. Intentaron obtener un kzin dócil. Y para conseguirlo nos hicieron criar como cría animales seleccionados un biólogo, matando a los defectuosos y conservando los otros. Te complacía pensar que ese crimen había resultado ventajoso para tu especie. Ahora, en cambio, te quejas. ¿Por qué?

Teela, llorando de rabia, se desconectó del sistema de intercomunicación.

—Un kzin dócil —repitió Interlocutor—. Intentasteis producir un kzin dócil, eh, Nessus. Pues si crees que lo conseguisteis, ¿por qué no te acercas un poco?

El titerote no respondió. El punto plateado de su aerocicleta, que se había adelantado muchísimo a la flotilla, resultaba ya demasiado pequeño para poder distinguirlo a simple vista.

—¿No deseas unirte al grupo? ¿Y cómo esperas que te proteja en esta tierra desconocida si no te unes a nosotros? No te lo reprocho. Haces bien en tener miedo —dijo el kzin. Había sacado las garras, aguzadas como agujas y ligeramente curvas—. Vuestro intento de obtener un humano afortunado también ha sido un fracaso.

—No —replicó Nessus vía intercom—. Obtuvimos humanos afortunados. Lo que sucedió fue que no pude localizarlos para esta funesta expedición. Fueron demasiado afortunados.

—Habéis estado jugando a dios con nuestras dos especies. Más vale que no intentes acercarte.

—Me mantendré en contacto con vosotros a través del sistema de intercom.

La imagen de Interlocutor desapareció.

—Luis, Interlocutor me ha desconectado de su aparato —dijo Nessus—. Cuando quiera decirle algo, tendré que comunicarme con él por tu mediación.

—Tiene gracia —observó Luis, y también lo desconectó.

Casi de inmediato se encendió una lucecita en el lugar donde antes se veía la imagen del titerote. Nessus quería hablar.

Ya estaba harto de él, ¡nej!

Unas horas más tarde sobrevolaron un mar del tamaño del Mediterráneo. Luis perdió altura para investigar y observó que las demás aerocicletas le seguían, Luego, aún pilotaba la flotilla, pese a que nadie quería hablar con él.

Toda la línea costera era una continua ciudad y toda la ciudad estaba en ruinas. Excepto por los muelles, era del mismo estilo que Zignamuclikclik. Luis no aterrizó. Nada nuevo podrían descubrir allí.

Luego, la tierra fue subiendo gradualmente de nivel, cada vez más, hasta que sintió que le estallaban los oídos y los medidores de presión bajaron al mínimo. La verde campiña se convirtió en monte bajo, luego en una alta tundra desértica, más adelante encontraron kilómetros y kilómetros de rocas desnudas, a continuación...

A lo largo de casi un millar de kilómetros de serranía, los vientos habían ido arrastrando los matorrales, la tierra y las rocas. No quedaba más que un espinazo desnudo de material base del anillo, de un repugnante gris translúcido.

¡Qué descuidados! Los ingenieros del Mundo Anillo jamás hubieran permitido tamaño deterioro. Luego, la civilización de los constructores del Mundo Anillo debía de haber entrado en decadencia mucho tiempo atrás. El proceso debió de iniciarse de ese modo: la base del anillo comenzó a asomar bajo el revestimiento en los lugares menos transitados...

A lo lejos, en la dirección seguida por Nessus, se divisaba una vasta extensión brillante en medio de la llanura. Calculó que estaría a unos cincuenta u ochenta mil kilómetros de distancia. Una gran extensión reluciente del tamaño de Australia.

¿Otra extensión de material base desnudo? Grandes superficies de material base asomaban bajo lo que antaño había sido tierra fértil, tierra que se había vuelto estéril, se había resecado y había sido arrastrada por el viento, una vez paralizado el sistema de irrigación. El desmoronamiento de Zignamuclikclik, la avería universal en el sistema de suministro de energía, debió de ser la última fase del proceso destructor.

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