Mundo Anillo (12 page)

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Authors: Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Mundo Anillo
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El extraño titerote se abrió paso entre la última fila de brotes escarlata. (Luis recordó que por un tiempo había considerado a Nessus un «animal». ¿Cuándo le había ascendido a la categoría de «persona»? Sin embargo, a Interlocutor, un extraterrestre conocido, le había tratado como «persona» desde el principio.) El titerote se detuvo, justo al borde del supuesto límite de la cúpula perlada. Tenía la crin plateada, a diferencia de Nessus que la tenía de color castaño, y la llevaba cuidadosamente peinada en unos complicados bucles; pero hablaba con la misma voz de contralto que Nessus.

—Debo presentaras mis excusas por no haber acudido a recibiros. Podéis llamarme Chiron.

Luego, era una proyección. Luis y Teela saludaron educadamente. Interlocutor-de-Animales mostró los dientes.

—Aquel al que llamáis Nessus sabe todo lo que ahora voy a contaros. Ha tenido que acudir a otro lugar. Sin embargo, ha mencionado vuestras reacciones al conocer nuestras técnicas de ingeniería. —Luis se estremeció. El titerote continuó—: Puede ser una circunstancia afortunada, os ayudará a comprender nuestras propias reacciones ante una obra de ingeniería aún más ambiciosa.

La mitad de la cúpula quedó a oscuras.

Por desgracia, era el lado opuesto al que aparecía la imagen proyectada del titerote. Luis encontró un botón que le permitió hacer girar su diván; pero de inmediato advirtió que hubiera necesitado dos cabezas giratorias con ojos independientes para contemplar ambos lados de la cúpula a la vez. En el lado oscuro se veía un fragmento de espacio sembrado de estrellas que servía de telón de fondo a un pequeño disco reluciente.

Un disco con un anillo. La escena era una ampliación del grabado instantáneo que Luis Wu tenía en el bolsillo.

La fuente de luz era pequeña y de un blanco reluciente, muy parecida a la imagen de Sol vista desde los alrededores de Júpiter. El anillo era de gran diámetro y lo suficientemente ancho para abarcar la mitad del lado en sombras de la cúpula; pero era delgado, poco más grueso que la fuente de luz de su eje. El lado más próximo era negro y tenía agudos rebordes en el punto de contacto con la luz. El lado más alejado era una cinta azul celeste suspendida en el espacio.

Aunque comenzaba a acostumbrarse a los milagros, Luis no tenía aún la flema de soltar estúpidas especulaciones. Conque se limitó a decir:

—Parece una estrella rodeada de un anillo. ¿Qué es?

La respuesta de Chiron no fue muy espectacular:

—Es una estrella rodeada de un anillo. Un anillo de materia sólida. Un artefacto.

Teela Brown aplaudió y soltó una risita. Al cabo de unos instantes logró reprimir la risita y adoptar un magnífico aire de circunstancias; pero sus ojos seguían echando chispas. Luis lo comprendía perfectamente. El sol con su anillo se había convertido en su juguete particular: algo nuevo en un universo mundano.

El kzin agitaba nervioso la cola. Chiron continuó:

—Ya sabéis que comenzarnos a viajar hacia el norte en dirección al eje galáctico hace doscientos cuatro años terrestres. En años kzin son...

—Doscientos diecisiete.

—Correcto. Como es lógico, todos estos años hemos estado observando el espacio que se extendía ante nosotros, en busca de señales de peligro o de algo inesperado. Ya sabíamos que la estrella EC-1752 estaba rodeada de una banda de materia oscura anormalmente densa y estrecha. Suponíamos que sería un anillo de polvo y de rocas. Pero su regularidad resultaba sorprendente. Hace unos noventa años nuestra flotilla de mundos alcanzó una posición desde la cual el anillo tapaba la estrella en sí. Pudimos ver que el anillo tenía bordes afilados. Posteriores investigaciones revelaron que no era un anillo gaseoso ni de polvo, ni siquiera de rocas asteroidales, sino una banda sólida muy resistente. Como es lógico, sentimos pánico.

Interlocutor-de-Animales preguntó:

—¿Cómo lograsteis calcular su tensión?

—El espectroanálisis y las variaciones de frecuencia nos permitieron deducir una diferencia en las velocidades relativas. No cabe duda de que el anillo gira en torno a su primaria a una velocidad de mil doscientos kilómetros por segundo, suficiente para compensar la atracción de la fuerza de gravedad de la primaria y para prestarle una aceleración centrípeta adicional de 9,94 metros por segundo. ¡Imaginad la tensión que se requerirá para impedir que la estructura se desintegre bajo semejante aceleración!

—Una tensión igual a la fuerza de gravedad —dijo Luis.

—Eso parece.

—Una gravedad ligeramente inferior a la de la Tierra. Alguien vive allí, en la superficie interna.

—Vaya —dijo Luis Wu, que sólo entonces había comenzado a comprender todo el alcance del asunto, mientras un estremecimiento recorría su espina dorsal: había oído el chasquido de la cola del kzin al cortar el aire.

El hombre ya había tenido otros encuentros con seres superiores. Hasta entonces los hombres habían tenido suerte.

Luis se levantó bruscamente y se acercó a la pared de la cúpula. Fue inútil. El anillo y la estrella fueron retrocediendo, y por fin se encontró frente a la lisa superficie. Sin embargo, logró distinguir algo que no había advertido antes.

El anillo estaba segmentado, Unas sombras rectangulares distribuidas de forma regular surcaban la parte posterior, de color azul.

—¿No tenéis una instantánea mejor?

—Podemos ampliar ésta —dijo la voz de contralto.

La estrella G2 se proyectó hacia delante, luego salió disparada hacia la derecha y Luis se encontró contemplando la cara interior iluminada del anillo. La imagen era muy borrosa y Luis sólo pudo imaginar que las zonas más blancas y brillantes debían de ser nubes, que las regiones de un azul ligeramente más intenso debían de corresponder a la tierra, mientras que las zonas azul claro debían de ser el mar.

Las zonas sombreadas se distinguían claramente. El anillo parecía dividido en rectángulos: una larga franja de brillante azul cielo, seguida de una franja más corta de intenso azul oscuro, tras la cual venía otra larga franja azul claro. Puntos y rayas.

—Algo crea esas sombras —dijo.

—¿Algo situado en órbita?

—Exactamente. Veinte formas rectangulares giran en órbita organizadas en una roseta de Kemplerer, mucho más próxima a la primaria. No sabemos para qué sirven.

—Es natural. Hace demasiado tiempo que vivís sin sol. Esos rectángulos en órbita deben servir para separar el día de la noche. De lo contrario siempre sería mediodía en el anillo.

—Ahora podéis comprender por qué hemos solicitado vuestra ayuda. Vuestro punto de vista de extranjeros puede sernos muy útil.

—¿Cuánto mide el anillo? ¿Lo habéis estudiado bien? ¿Habéis hecho sondeos?

—Hemos estudiado el anillo lo mejor que hemos podido sin reducir nuestra velocidad ni llamar la atención de ningún otro modo. Como es lógico, no hemos efectuado sondeos. Sería preciso controlarlos a distancia por medio de hiperondas, lo cual podría delatar nuestra presencia.

—No se puede detectar el origen de una señal de hiperonda. Es teóricamente imposible.

—Tal vez los que construyeron el anillo hayan desarrollado teorías distintas. No obstante hemos estudiado el anillo con otros instrumentos. —Mientras Chiron seguía hablando, la escena proyectada en la pantalla cambió a tonalidades negras y blancas y grises. Los contornos comenzaron a moverse y a ondular—. Hemos obtenido fotografías y holografías en todas las frecuencias electromagnéticas. Si os interesa...

—No son muy detalladas.

—No. Los campos gravitatorios y el viento solar, así como las interferencias de polvo y gases retractan demasiado la luz. Nuestros telescopios no pueden captar mayores detalles.

—Luego no habéis descubierto gran cosa.

—Yo diría que hemos descubierto muchas cosas. Un detalle sorprendente. Todo parece indicar que el anillo frena alrededor de un orden del cuarenta por ciento de los neutrinos.

Teela se limitó a mirarle desconcertada; pero Interlocutor emitió un gruñido de asombro y Luis silbó por lo bajo.

Ello eliminaba cualquier posible explicación.

La materia normal, incluso la materia terriblemente comprimida del centro de una estrella, no frenaba prácticamente ningún neutrino. Cualquier neutrino cogido al azar tenía un 50 por 100 de probabilidades de atravesar una masa de acero de varios años luz de espesor.

Los objetos situados en un campo estático de diseño esclavista reflejaban todos los neutrinos. Otro tanto ocurría con los fuselajes que fabricaba Productos Generales.

Pero no existía ninguna materia conocida que frenara un 40 por 100 de los neutrinos y dejara penetrar el resto.

—Debe ser algo nuevo —decidió Luis—. Chiron, ¿qué dimensiones tiene ese anillo? ¿Es muy denso?

—La masa del anillo en gramos es igual a dos veces diez elevado a la decimotercera potencia, mide 0,95 veces diez elevado a la octava potencia kilómetros de radio y un poco menos de diez elevado a la sexta potencia kilómetros de ancho.

A Luis le costaba un poco pensar en términos de potencias abstractas de diez. Intentó traducir los números en imágenes.

El anillo tenía más de ciento cincuenta millones de kilómetros de radio (una longitud aproximada de mil millones de kilómetros, según sus cálculos), pero menos de un millón y medio de kilómetros de ancho. Su masa era ligeramente inferior a la del planeta Júpiter...

—La masa parece demasiado pequeña —comentó—. Algo tan grande debería pesar casi lo mismo que un sol de gran tamaño.

El kzin asintió:

—Resulta curioso imaginar a billones de seres intentando vivir en un artefacto tan delgado como el celuloide de las películas.

—Tu imaginación te engaña —dijo el titerote de los rizos plateados—. Ten en cuenta las dimensiones. Si el anillo fuese una cinta de metal de fuselaje, por ejemplo, tendría unos quince metros de espesor.

¿Quince metros? Costaba creerlo.

Sin embargo, Teela se había quedado mirando el techo y comenzó a mover rápidamente los labios sin emitir sonido alguno.

—Tiene razón —dijo al fin—. Los cálculos son correctos. Pero, ¿para qué sirve? ¿Para qué puede haber construido alguien una cosa así?

—Para disponer de espacio.

—¿Espacio?

—Espacio vital —completó Luis—. Ahí está el quid del asunto. Más de dos mil trillones de kilómetros cuadrados de superficie representa tres millones de veces la superficie de la Tierra. Sería como contar con tres millones de mundos dispuestos uno junto a otro y unidos por los bordes. Tres millones de mundos accesibles con un aeromóvil. Ello permitiría resolver cualquier problema de población.

—¡Y deben de haber tenido un problema enorme! Nadie se embarca en un proyecto de esa envergadura sin tener un buen motivo.

—Una pregunta —intervino el kzin—. Chiron, ¿habéis explorado las estrellas vecinas en busca de otros anillos del mismo tipo?

—Sí, hemos...

—Y no habéis encontrado ninguno. Ya lo suponía. Si la raza que construyó el anillo hubiera podido desplazarse a velocidades hiperlumínicas, habrían colonizado otras estrellas. No habrían tenido necesidad de construir él anillo. En consecuencia, sólo existe un anillo.

—Así es.

—Ello me tranquiliza. Al menos somos superiores a los constructores del anillo en un aspecto.

De pronto, el kzin se puso de pie de un salto:

—¿Tendremos que explorar la superficie habitable del anillo? —Tal vez fuese excesivamente ambicioso intentar un aterrizaje físico.

—Tonterías. Tenemos que inspeccionar el vehículo que nos habéis preparado. ¿Posee un tren de aterrizaje lo suficientemente versátil? ¿Cuándo salimos?

Chiron silbó, en disonante expresión de asombro:

—Debes de estar loco. ¡Imagina el poderío de los seres que construyeron ese anillo! ¡Mi propia civilización resulta primitiva a su lado!

—O cobarde.

—De acuerdo. Podréis inspeccionar vuestra nave cuando regrese aquel a quien llamáis Nessus. Mientras esperáis, podéis analizar estos datos adicionales sobre el anillo.

—Vas a agotarme la paciencia —dijo Interlocutor. Pero se sentó.

«Embustero —pensó Luis—. Finges bien y estoy orgulloso de ti ».

Cuando Luis regresó a la cápsula-diván, comenzó a sentir retortijones de estómago. Una cinta azul celeste que se extendía entre las estrellas; el hombre había encontrado seres superiores... una vez más.

Los primeros fueron los kzinti.

Cuando los hombres comenzaron a utilizar motores de fusión para cruzar los espacios interestelares, los kzinti ya conocían el polarizador de gravedad como fuente de energía para sus naves de guerra interestelares. Gracias a ello, sus naves eran más rápidas y poseían mayor capacidad de maniobra que las naves humanas. El hombre no hubiera podido ofrecer más que una resistencia formal a los avances de la flota kzinti de no ser por el axioma kzinti: Un motor a reacción es un arma de potencia devastadora directamente proporcional a su eficiencia impulsora.

Su primera incursión en el espacio humano había desconcertado por completo a los kzinti. La sociedad humana llevaba varios siglos viviendo en paz, tantos que prácticamente habían olvidado lo que era la guerra. Sin embargo, las naves interestelares humanas empleaban motores de fotones con propulsión a fusión, equipados con una combinación de velas de fotones y cañones láser con base asteroide.

Conque los telépatas kzinti continuaron informando que los humanos estaban completamente desarmados... mientras gigantescos cañones láser iban destrozando las naves kzinti, y otros cañones móviles más pequeños lanzaban ataques relámpago valiéndose de la presión de la luz de sus propios reflectores...

Esa inesperada resistencia humana, y el freno que suponía la barrera de la velocidad de la luz, determinaron que la guerra durara décadas, en vez de años. Sin embargo, los kzinti hubieran acabado por vencer, de no haber sido por el casual aterrizaje de una nave Forastera en la pequeña colonia humana de Lo Conseguimos. El alcalde les había comprado el secreto del hiperreactor Forastero, a plazos. En Lo Conseguimos no tenían noticia de la guerra contra los kzinti; pero, una vez enterados, comenzaron a construir naves hiperlumínicas.

Los kzinti nada pudieron hacer contra los hiperreactores.

Luego llegaron los titerotes y establecieron enclaves comerciales en el espacio humano.

Los hombres habían tenido suerte. En tres ocasiones habían entrado en contacto con razas de una tecnología superior a la suya. Los kzinti les habrían aniquilado de no haber podido contar con el hiperreactor de los Forasteros. Estos, a su vez, también eran claramente superiores al hombre; sin embargo, no codiciaban nada de lo que éste poseía, excepto bases de repostamiento e información, cosas que podían comprar sin problema. De todos modos, los Forasteros, frágiles criaturas con un metabolismo de helio II, eran demasiado vulnerables al calor y la gravedad para ser buenos guerreros. Y los titerotes, con un poder tecnológico casi inconcebible, eran demasiado cobardes.

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