Aquella tarde, Norma entró corriendo en el supermercado Piggly Wiggly a comprar algunas cosas que quería llevar a casa de la tía Elner para la cena de Pascua, y cuando estaba ya en la caja echó un vistazo y vio el titular de portada.
¡GRANJERA DE MISURI, MUERTA DURANTE CINCO HORAS,
SE INCORPORA Y CANTA EL HIMNO DE LAS BARRAS Y ESTRELLAS!
Norma sintió que iba a desmayarse y se sentó en el suelo para no darse ningún golpe. Menos mal que Louise Franks y su hija Polly estaban casualmente detrás de ella en la cola y la ayudaron a levantarse. Acudió el gerente, y todos la acompañaron al lavabo de los empleados, la sentaron en una silla y le dieron un vaso de agua. Cuando pudo hablar, agarró a Louise del brazo y dijo:
—Lo sabía. Esto será nuestra ruina. Ahora seguramente tendremos que irnos del país —gimió—. ¡Adiós a la carrera de mi hija! —exclamó entre sollozos.
Louise se fue y regresó al cuarto de baño con el periódico. Cuando Norma vio la foto grande de la primera plana, ¡se estremeció al ver que la mujer
NO
era la tía Elner!
Después de que el enfermero contara su historia, la reportera del tabloide encargada de cubrir la noticia llamó a la revista local para obtener todos los detalles y explicó a Cathy Calvert que estaba dispuesta a pagar un montón de dinero por cualquier información que pudiera darle. Tras oír la cantidad que ofrecía la mujer, Cathy enseguida accedió encantada a proporcionarle no sólo una historia sino también una fotografía. Todo lo que la periodista tenía que hacer era acceder a cambiar los nombres de la anciana y de la ciudad, y entonces Cathy le daría la información gratis. A la chica del tabloide le daban igual los detalles precisos o la validez de sus fuentes. Al fin y al cabo,
El ojo curioso
no era
The New York Times
, y a ella no le importaba que le pagaran por un trabajo que no había hecho. Y encima, por si fuera poco, la mujer de la revista contó una historia buenísima. ¡Esa parte en que la vieja afirmaba que fue transportada a otro planeta donde todas las mujeres se parecían a Heather Locklear era un toque genial!
Por fin, tras todos esos años, Cathy había encontrado un modo de devolverle a Elner el favor de haberle prestado los mil dólares. Y también había evitado que la ciudad fuera invadida por una masa de curiosos y chiflados. La mujer de la foto de la portada era la abuela de Cathy Calvert por parte de padre, Leona Fortenberry, muerta desde hacía años, y que, que Cathy supiera, muerta seguía.
Norma se recuperó y fue a casa, pero con tanto alboroto se olvidó de la bolsa de comestibles. Y ahora estaba demasiado turbada para volver a buscarla.
Elner y toda la gente de la ciudad estaban muy contentas de que ella hubiera regresado a casa a tiempo para Pascua, que resultó ser una de las mejores jamás celebradas. Acudió toda la familia. Dena y Gerry volaron desde California, y Linda y Apple llegaron desde St. Louis. Como de costumbre, el día antes Elner y Luther pintaron más de doscientos cincuenta huevos, y al amanecer, la mañana de Pascua, los dos estaban en el patio escondiéndolos. Elner recorrió el patio una y otra vez con el huevo de oro en la mano buscando el mejor escondite.
Norma se levantó temprano y corrió al cementerio a poner flores en la tumba de sus padres, y cuando hubo regresado, todos se dirigieron a casa de Elner. La búsqueda de los huevos de Pascua comenzaba siempre hacia las doce, pero este año la gente llegó con sus niños antes, y a menos cuarto ya estaban todos esperando en el patio. Cuando llegó la hora, Elner, desde el porche, tocó la vieja campanilla de la escuela, y unos ochenta niños pequeños con cestos, junto con Polly, la hija de cuarenta y dos años de Louise, echaron a correr y a gritar como alma que lleva el diablo por todo el patio, mientras los mayores permanecían sentados en las sillas plegables y observaban.
Sonny
, el gato, tuvo que subir corriendo a un árbol para no morir aplastado por las exaltadas hordas y durante la hora siguiente se quedó ahí con cara de pocos amigos. Louise Franks y Elner miraban a Polly correr riendo de un sitio a otro con la pequeña Apple, que tenía cinco años, a su lado. Al final, encontró el huevo de oro uno de los nietos de Tot, pero, como de costumbre, Polly Franks recibió el primer premio, un enorme conejo de peluche que Elner y Louise habían comprado la semana anterior. Más tarde, cuando ya todos los niños menos Apple y Polly se hubieron marchado a casa, Macky y Gerry sacaron al patio la gran mesa plegable y cenaron todos debajo de la higuera. La pastora Susie Hill les acompañó y bendijo la mesa, y acto seguido se empezaron a servir los platos. Elner estaba como unas pascuas mientras daba cuenta de la comida y bebía un gran vaso de té frío. De pronto se volvió hacia Dena y le dijo:
—Mira, creo que es una de las mejores Pascuas que recuerdo, y si lo piensas un poco, ya he tenido mi pequeña Pascua de Resurrección, ¿no? De algún modo resucité de entre los muertos. Y me alegro muchísimo de que así fuera, porque si no me habría perdido este jamón y estos huevos duros con salsa picante que ha traído Louise. —Entonces levantó la voz dirigiéndose al resto de la mesa—: ¡Creo que estos huevos picantes son los mejores que has hecho nunca, Louise!
Louise Franks se rio y dijo:
—Elner, cada año dices lo mismo.
Susie, la líder de «Personas que cuidan la línea», se sirvió otro plato de boniatos con malvaviscos encima y señaló:
—Aquí todo es delicioso.
Elner miró la variedad de tartas y pasteles que había al final de la mesa y dijo:
—Me muero de ganas de atacar la tarta de coco y ese pastel helado de limón. ¿Y usted?
—Yo también —confesó Susie.
A la mañana siguiente, cuando Linda fue a buscar a Apple, que había pasado la noche de Pascua con Elner,
Sonny
se quedó escondido debajo del sofá hasta que ella se marchó de una vez. Estaba harto de que la pequeña no parara de cogerlo y estrujarlo. Ya en el avión, Linda advirtió algo en la mano de su hija.
—¿Qué tienes en el pulgar?
Apple lo levantó orgullosa.
—La tía Elner me tomó la huella dactilar. ¿Sabías que nadie más en el mundo entero tiene otra igual?
5h 48m de la tarde
La experiencia cercana a la muerte de la tía Elner tuvo un profundo e inesperado efecto en Macky. Estar a punto de perder a una persona querida ilumina la vida con una luz brillante y despoja súbitamente a uno de todo salvo de los sentimientos auténticos. Después de que la tía Elner se salvara de milagro, por primera vez Macky vio los verdaderos hechos tan claramente como si la niebla se hubiera disipado de repente. Se dio cuenta de que lo que había sentido por Lois no era amor sincero, no el amor hasta los tuétanos que había sentido por Norma. Lois había sido un encaprichamiento, un espaldarazo al ego, una última oportunidad para la fantasía. Con los años, Norma se había convertido tanto en parte de él, que casi no había reparado en que ella constituía su vida entera. ¿Qué diablos había estado pensando al albergar siquiera por un instante la idea de irse con una desconocida? Había estado peligrosamente cerca de destrozar su vida. Se había salvado gracias a una acción de fortuna o de suerte o lo que fuera. Aquella tarde Norma entró exactamente igual que tantas otras veces, pero ahora la veía realmente, y ella era para él tan hermosa como cuando tenía dieciocho años.
—¿Qué estás mirando, Macky? —dijo Norma mientras dejaba el correo sobre la mesa del vestíbulo—. ¿Te encuentras bien?
—Sí —dijo él—. ¿Te he dicho últimamente que te adoro?
Norma dejó el bolso.
—¿Qué?
—¿Sabías que estás más guapa que nunca? —dijo Macky con dulzura.
—¿Yo?
—Sí, tú.
Norma se miró en el espejo.
—¿Yo? Cómo puedes pensar esto, con esas raíces grises, las arrugas y mi cuerpo viejo y fofo, y ahora esas cosas rojas en la nariz. Estoy hecha un trasto.
—Quizá, pero eres mi trasto, y a mí no me pareces vieja.
—Bueno, tendrías que cambiarte las gafas —dijo Norma—, porque evidentemente estás mal de la vista, parezco
El naufragio del Héspero
.
Macky rompió a reír.
—¿Qué es eso del Héspero?
—No lo sé, pero eso es lo que parezco —afirmó Norma.
—Bien, para mí eres como un millón de dólares, y sólo quiero que sepas que, para mí, eres y serás siempre la única chica.
Ella se acercó y le puso la mano en la frente.
—Macky, no estarás enfermo, ¿verdad? ¿Pasa algo que no me quieres decir?
—No.
—¿Has ido a ver al doctor Hailing a mis espaldas?
—No, me siento mejor que nunca —dijo Macky—. ¿Qué tal si fingimos que es domingo?
—¿Domingo? ¿Por qué…? —De repente cayó en la cuenta de lo que él quería decir—. Oh, por el amor de Dios, Macky, si sólo es martes. —Luego lo miró—. ¿Crees de veras que aún estoy de buen ver o era sólo para que mordiera el anzuelo?
—Norma, para mí eres la mujer más atractiva del mundo. Y, como dice la tía Elner, veo perfectamente bien, de aquí a la luna.
Norma se sentó y lo miró fijamente unos instantes, y luego dijo:
—¿Sabes qué?
—¿Qué?
—Creo que acabo de oír campanas… ¿Tú no?
—¿Qué? —Acto seguido Macky cayó en la cuenta de lo que ella quería decir.
—Deja que tome un baño —apuntó Norma—. ¿Podrás aguantar ese pensamiento durante treinta minutos?
—Sí, aunque no será fácil.
Macky se sentó a esperar y pensó: «El matrimonio es fabuloso. Cada vez que te enamoras de tu mujer es mejor y mejor.»
Mientras estaba sentada en la bañera, Norma se sentía relajada y contenta. Conocía a Macky como la palma de su mano, y por la forma de mirarla podía asegurar que por fin había terminado todo con la Lois esa. Él creía que ella no se había enterado, pero sí.
9h 18m de la mañana
Unos días después de la Pascua, Elner sacó del buzón una carta con el matasellos de Kansas City. No reconocía la letra. La abrió y la leyó.
Querida señora Schimfinkle:
Quería darle las gracias por esa magnífica receta que envió usted a mi hija. La tarta me gustó muchísimo.
Saludos cordiales,
señora T
ERESA
M
C
W
ILLIAMS
Elner se rio por la forma de deletrear su nombre, se reclinó y escribió una nota de respuesta.
Querida señora McWilliams:
Me alegro de que le gustara la tarta. Si algún día pasa cerca de Elmwood Springs, por favor, venga a verme.
Atentamente,
E
LNER
S.
6h 31m de la tarde
Al cabo de unos meses, Linda Warren estaba preparando la cena para ella y su hija Apple cuando sonó el teléfono. Estuvo a punto de no cogerlo. A la hora de cenar, normalmente era para venderte algo. Pero no paraba de sonar.
Cogió el auricular. Se oyó una voz de hombre.
—¿Es usted Linda Warren?
—Sí.
—¿La que trabaja en AT&T?
—Sí.
—Oh, bueno, no sé si me recuerda, ha pasado un tiempo, yo era uno de los médicos de su tía, Brian Lang, el neurólogo. Hablé con usted en el hospital.
—Ah, sí, claro.
—¿Cómo le va? —dijo Lang.
—Bien.
—Espero que no le importe que la haya llamado así, pero es que me acaban de trasladar a St. Louis y…, bueno, pensaba que igual algún día le gustaría cenar conmigo, o comer…, no sé.
—Vale, me parece bien.
Después de que hubieron fijado la cita para el viernes por la noche, ella colgó y se sintió extrañamente agitada. Claro que se acordaba de él. Se acordaba de haber pensado que sería bonito que Apple lo conociera. Era uno de los chinos más atractivos que había visto en su vida. Se preguntaba si él sabía que ella tenía una hija china.
Naturalmente que lo sabía. Elner se lo había dicho. Además, el día que conoció a Linda, él pensó que era una de las chicas más atractivas que había visto jamás.
«Un papá para Apple.» Menudo pensamiento feliz.
Sentado en la cabina telefónica del aeropuerto, él pensaba: «Espero gustarle.»
«Me gustó enseguida», pensaba ella.
«Podría averiguar en qué barrio vive y alquilar un piso cerca», pensaba él.
«Antes del viernes he de adelgazar un kilo y medio», pensaba ella. Sería difícil. Ya estaban a jueves.
«Me gustó enseguida», pensaba él.
«No te pongas nerviosa, es sólo una cena», pensaba ella.
«He estado buscando mucho tiempo, quizás es ella», pensaba él. Tal vez estaba escrito que iban a encontrarse.
Alguien llamó a la puerta de la cabina.
—¿Ha terminado ya?
—Lo siento —dijo, cogió la bolsa y salió pensando: «Es sólo el principio.»
Echó un vistazo al aeropuerto de St. Louis. De pronto le pareció precioso. ¡Junio florecía por todas partes!
«Vaya por Dios —pensó—, estoy en un apuro.»
5h de la mañana
Elner tenía un plan: sabía que no debía preguntarle a Norma si podía ir, así que dejó una nota en la puerta de la calle.
Norma, heidocon LutheryBobbie Jo, que se casan. Llamaré cuando esté de vuelta.
Recuerdos,
tía E
LNER
Hacia las doce del mediodía, Norma encontró la nota y llamó inmediatamente a Macky.
—¡Macky! La tía Elner se ha ido con Luther, a su boda. ¿Sabías tú que iba?
—Mencionó algo de eso —admitió Macky.
—¿Y por qué no me lo dijo? —se alteró Norma.
—No quería que te preocuparas.
—¿Adonde han ido?
Macky rio entre dientes.
—A Dollywood.
—¡Dollywood! Dios mío, eso está en Tennessee. ¡Ha ido hasta Tennessee en un camión! ¿Y la has dejado ir?
A las cinco de aquella mañana, Luther y Bobbie Jo la pasaron a buscar con el camión de dieciocho ruedas y luego tomaron la carretera de Tennessee. Como Bobbie Jo siempre había deseado casarse en junio, y la señora Elner siempre había querido ir a Dollywood, Luther pensó que sería una buena idea casarse en una pequeña capilla de los jardines del parque temático, y matar así dos pájaros de un tiro.
Al día siguiente, Bobbie Jo, una feliz recién casada con shorts y una camiseta sin mangas, sostenía su certificado de matrimonio y el ramillete que le había regalado la gente de la capilla mientras observaba a Luther y Elner en el Thunderhead, la montaña rusa más grande del parque. Esa noche, en la cena de la boda en el Cracker Barrel, Elner estaba radiante mientras comía hígado con cebollas. Pensó: «Me siento tan feliz por los dos, que simplemente no sé qué hacer.»