Read Maestra del Alma (Spanish Edition) Online
Authors: Laura Navello
En un minuto no estaban, y al siguiente aparecieron, silenciosos y risueños. A la derecha de Alina, un grupo de hermosos seres de baja estatura, enjutos pero de movimientos gráciles y delicados se dejó ver. Con una sonrisa, el más entrado en años sin llegar a ser viejo, se adelantó hasta ellos como si nada hubiese pasado y revoleando la mano con un estudiado movimiento, hizo una complicada reverencia ante el grupo y copiada por el resto de su compañía.
—Bienvenidos al hogar de la madre de todos los seres vivos en nuestra querida Babia. Los estábamos esperando, mi nombre es Gair, gobernador de Faerl. Es un honor tener a la iluminada y sus acompañantes con nosotros —explicó mostrando su reluciente sonrisa.
—Hubiésemos llegado antes si no nos hubiesen puesto tantas dificultades —repuso Elio con brusquedad.
—Me disculpo por los jóvenes, tienen una tendencia a divertirse a costa de extraños, pero supongo que entenderán la inocencia de la juventud —replicó Gair quitándole importancia.
—¿Inocencia? Si eso fue inocencia yo soy el próximo iluminado —murmuró Dai entre dientes.
—Por supuesto que entendemos, pero sus pequeños juegos nos han costado dos preciados días de viaje que debemos recuperar cuanto antes si queremos tener éxito en este enfrentamiento —dijo Mayra con frialdad.
—Ohhh estoy seguro que un grupo tan capaz como el suyo será capaz de recuperar el tiempo perdido y de realizar el trabajo que se requiere de todas maneras —contestó Gair mientras su grupo emitía agudas sofocadas risitas—. Pero basta de cháchara, por favor denme el gusto de guiarlos hacia el pueblo dónde se está realizando una fiesta en su honor...
—No tenemos tiempo para fiestas —repuso Elio secamente.
—También se hablarán de otros asuntos relevantes mientras todo se prepara, muchacho —contestó Gair dirigiendo una filosa mirada hacia Elio, sin rastros de sonrisa.
Siguieron al grupo de pequeños seres, tan ágiles que a los recién llegados les resultaba difícil mantener su paso. Los faerlingas brincaban pisando los lugares óptimos con sus pies descalzos para atravesar el bosque de la forma más silenciosa, rápida y segura. A su vez, les daba la destreza para voltear sus cabezas, mirar a cada uno de los invitados, lanzar pequeñas risitas y comentar entre ellos palabras ininteligibles. Alina notó que varias de las faerlingas miraban con regularidad a Elio antes de estallar en tontas risas al unísono, y que cada vez que esto ocurría, sentía que alrededor de Mayra crecía algo espeso.
A los diez minutos de travesía los guías pararon de golpe su marcha y comenzaron a mirar intrigados las copas de los árboles como si hubiesen escuchado algo. Los recién llegados se miraron los unos a los otros levantando sus hombros en señal de confusión. Finalmente, dos faerlingas emocionadas exclamaron unas palabras incomprensibles para Alina mientras señalaban la copa de uno de los árboles.
—Siempre le gusta llamar la atención —explicó Gair entusiasmado mientras lanzaba una risotada.
A Alina, las faerlingas le recordaban a las fanáticas de los conciertos cuando los cantantes salían a escena.
Solo les falta unas remeras y vinchas con el nombre de una banda y desmayarse en los próximos treinta segundos,
pensó.
De la copa de los árboles comenzó a surgir una hermosa melodía, como si los arboles cantaran con el movimiento de sus hojas, como pequeñas campanitas sonando al mismo tiempo. Pétalos de flores rosados comenzaron a llover mientras una figura flotaba lentamente desde el cielo hacia el grupo de espectadores.
Un Faerlianga... Así que supongo que esto es una ilusión.
Pensó Alina, Dirigió su mirada hacia Dai, que con una mueca de extremo desprecio observaba al ser que bajaba desde lo alto haciendo caso omiso de los pétalos de flores que golpeaban su cara.
Sí, definitivamente es una ilusión
. Centrando su atención en las fans, concluyó que debía de ser alguna celebridad local ya que las muchachas se encontraban en un estado de emoción incomparable mientras que los chicos observaban el acontecimiento con admiración.
Era un muchacho, no más alto que ella misma, flaco pero musculoso, de piel tostada y ojos marrones claro, que se movía con una elegancia notable aunque un poco exagerada. No era natural como la elegancia en los movimientos de los eleutherianos sino forzada.
El chico sonrió al grupo, envió un cálido saludo a las fans, y se dirigió a Mayra con su más cautivante sonrisa.
—Es un placer conocerla mi bella dama —dijo tomando su mano y haciendo ruborizar a la chica.
Misteriosamente, ninguno de los faerlingas parecía embobecido por la luminosidad de Mayra.
—¿Quién eres tú? —interrumpió Elio separando a ambos de forma brusca.
—Mi nombre es Lorien —dijo realizando la misma complicada reverencia que Gair con una gigante sonrisa en su rostro—. Y tú debes ser Elio. Busqué información sobre ustedes para asegurarme de hacerlos sentir a gusto—. Me imagino que aquél muchacho de sagaz mirada es el inteligente Emir, y que esta chica, es la intrigante y misteriosa Alina —dijo lanzándole una seductora guiñada—. Y, por su puesto, nosotros ya nos conocemos no es así Daesuke —dijo de forma divertida mientras se acercaba con su paso ligero a la boca del león.
—Aléjate de mí insecto —repuso Dai furioso.
—Siempre el mismo descortés de siempre, Daesuke, o debería llamarte Demonio Supremo... —dijo provocadoramente mientras caminaba lentamente a su alrededor— O quizá el más poderoso de todos los magos de la mente... bueno, tu poder al parecer no es tan grande como tu fama, dado que eres un esclavo de una simple joya de mi creación —dijo finalmente dando un pequeño golpecito con su dedo índice en la joya que colgaba en el cuello de Dai.
Alina sintió una fuerte sacudida de su alrededor y por un momento pensó que Dai, cuyas pupilas se encontraban más finas de lo normal, iba a estallar. No fue así. El chico enrojeció de rabia pero Lorién se fue rápida pero despreocupadamente del alcance del peligroso muchacho antes de que fuese demasiado tarde.
—Lorien.... Lorien.... ¿De dónde me suena ese nombre..? ¡Ah! ¡Lorien de Faerl! Aquél cuyo poder se compara con el Demonio Supremo Daesuke! —exclamó emocionadamente Emir.
—En persona —confesó—. Pero, como acabo de demostrar, mi poder no se compara, sino que supera al de su amigo el demonio Daesuke.
—Se dice que eres la única persona capaz de derrotarlo, estudié durante mucho tiempo la mejor manera de hacer uso de tu poder en esta batalla... claro que ya has ganado la parte de derrotar al demonio... así que con más razón aún puedes ser un aliado poderoso para la batalla final...
—¡Emir! ¡Cállate! —gritaron Mayra y Elio al mismo tiempo reprochando su indiscreción.
—Oh, lo siento —respondió Emir tímidamente.
—Puedo ver que eres un muchacho de lo más inteligente. Ahora si me lo permiten, me gustaría escoltarlos hasta nuestra adorada ciudad—dijo mientras con una nueva reverencia ofrecía su brazo a una desorientada Mayra que lo tomó con torpeza ante el disgusto de Elio.
Reanudaron la marcha al instante y pronto Emir y Lorien acapararon la conversación del grupo. Uno hablaba tanto como el otro, parecía una competencia de quién se hacía escuchar más.
Estoy en el país de las hadas,
fue lo primero que pensó Alina. A medida que avanzaban se iban haciendo más numerosas las sencillas moradas hechas de madera entre y sobre los árboles del bosque. Firmes puentes colgantes y escaleras hechas de cuerda y troncos conectaban los grandes árboles los unos a los otros y con el suelo. Todo había sido fabricado para no desentonar con la naturaleza que rodeaba la ciudad; más que estar construida en ella, parecía formar parte.
Llegaron finalmente a lo que Alina supuso que era el centro de Faerl, un no muy grande claro donde el césped parecía más verde y suave de lo normal, y donde flores de varios colores crecían en millares. Alina respiró hondo y disfrutó del olor a jazmín y menta que impregnaba Faerl.
Ante la llegada del grupo, los faerlingas que se encontraban en los alrededores hicieron una reverencia a los recién llegados y luego de una sonrisa se fueron. Gair les indicó que tomaran asiento sobre el césped y les dirigió unas agudas y rápidas palabras a las faerlingas que los acompañaban. Éstas brincaron rápidamente hacia una casa de madera en uno de los extremos del claro y pronto volvieron con bandejas repletas de bellos aperitivos y bebidas que dispusieron en el centro del círculo que habían formado al sentarse.
—Bueno, mientras disfrutamos de unos bocadillos por qué no conversamos sobre las noticias que nos traen de los otros pueblos —comenzó Gair con sencillez.
—¿Aquí? —preguntó un desconfiado Elio mirando los abiertos alrededores y la cantidad de personas que había en la reunión.
—Muchacho, aunque soy el gobernante electo de Faerl todos compartimos una misma mente y cada uno colabora con su parte de una manera que ni te imaginas para mantener nuestra forma de vida. Digas lo que digas, sea aquí o encerrado, el pueblo lo sabrá eventualmente —explicó un faerlinga que no parecía ser mayor a Elio.
—Bueno, pero no creo que sea conveniente tener esta conversación frente a él —dijo Elio señalando con un movimiento de su cabeza a Daesuke.
—Por supuesto... Lorien, tú eres el más indicado, por qué no llevas a nuestro invitado a dar un paseo por la ciudad —recomendó Gair.
—Pero
Gair
, no me gustaría perderme de la conversación para hacer de niñera. —protestó.
—Ve —insistió el gobernante.
—Pero no más de cincuenta metros pues está atado a mí —aclaró Alina antes de que Lorien terminara de levantarse con desgana.
—Oh, pobre bella, atada a un monstruo —bromeó Lorien—. Ahora ven pequeño, vamos a jugar.
Ante la sorpresa de Alina, Daesuke se levantó sin protestas más que un silencioso "
Cállate, cucaracha
", y una mirada de asco a los aperitivos.
—No comas nada –susurró al oído de Alina antes de irse.
—Como seguramente habrá sido informado, recientemente se ha descubierto que varios de los ataques realizados por el enemigo tenían como objetivo destruir los símbolos emblemáticos de los diferentes pueblos —comenzó Mayra cuando los dos chicos se hubieron alejado lo suficiente.
—Sí, uno de ellos fue el de hace unos años en el bosque del norte. El enemigo destrozó la fuente de la vida —lamentó Gair mientras los otros faerlingas bajaban la mirada con tristeza.
—No habíamos considerado ese ataque... ¿desde hace tanto que están planeando esto? –dijo Emir.
—Estos ataques se realizaron con el propósito de bajar nuestra moral, de entristecernos y deprimirnos, o por lo contrario generar el sentimiento oscuro de venganza —continuó Mayra.
—Una táctica despreciable —comentó una faerlinga sentada al lado de Gair.
Aunque probablemente Gair ya supiera todo, les permitió que relataran el plan de las reliquias como si lo estuviese escuchando por primera vez, interrumpiendo solo lo necesario. Lo que sí era nuevo para sus oídos fue el reciente ataque a Eleutheria, algo que pareció sorprenderlos por completo.
—¿Eleutheria? ¿Pero cómo? Las ciudades Eleutherianas son prácticamente imposibles de alcanzar. ¡Los ataques contra ellas pueden ser contados con los dedos de las manos en toda la historia! —dijo sin salir de su asombro.
Emir se encargó de explicarle con detalles la estrategia seguida por el enemigo, y para cuando hubo terminado, todos los faerlingas tenían su risueño rostro decidido.
—Por supuesto que el pueblo Faerl aportará su parte en esta batalla. Haremos entrega de parte del cuerpo de nuestra querida madre hoy en la noche durante la fiesta que estamos realizando en su honor —dijo Gair, nuevamente con su sonrisa en el rostro, mientras se levantaba dando por terminada la pequeña reunión.
—Los acompañaremos a un lugar donde podrán ponerse cómodos y asearse —dijo otro faerlinga.
¿Parte del cuerpo de nuestra madre?
Oh, por favor, que no vayan a torturar a nadie,
pensó Alina alarmada, pues ya nada la sorprendía. Su preocupación se debe de haber hecho visible ya que Mayra se acercó con disimulo y al oído le dijo "
Luego te explico
".
***
—¿Entonces? ¿Alguien piensa explicarme que es todo eso de cortar un pedazo de la madre?
Estaban en una pequeña cabaña, una simple habitación con hamacas colgantes a modo de cama dónde algunos del grupo descansaban, excepto Elio que roncaba profundamente, balanceándose rítmicamente. Dai, la miró con exasperación pero no dijo una palabra, se había rendido de preguntar la razón por la cual Alina parecía no conocer hechos básicos de Babia.
—
Snooooooorrrrr.... —
roncó Elio.
—Los faerlingas son... desagradables... pero no son carniceros. Ni siquiera comen carne —dijo Daesuke mirando con molestia a Elio dándole una patada.
—No es una persona, es un árbol —dijo Mayra desde una de las hamacas.
—¿Eh?
—Según la creencia faerlinga, la madre de todo aquello en este mundo se sentía sola pues ninguna de las razas la entendía, ni tenían el interés de aprender el lenguaje de la naturaleza. Un día, tras mucho deliberar, hizo que nacieran los faerlingas e hizo que por instinto se juntaran en el corazón del bosque más grande. En dicho centro, se encontraba el árbol padre del bosque, y en él decidió hacer su morada la madre para poder estar cerca de sus hijos y vencer la soledad —explicó Emir rápidamente.
—¿Nos darán parte de su corteza entonces? —preguntó Alina con alivio.
—Eso suponemos —respondió Mayra.
—Junto con una demostración de cuán maravillosos son mediante un espectáculo lleno de pompa y esplendor y
mentiras
. —aclaró Daesuke haciendo énfasis en la última palabra.
—
Snooooooorrrrr.... —
roncó Elio.
—Ya cállate Elio —gritó Mayra haciendo temblar la hamaca del chico tan fuertemente que casi se cae.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó adormilado el chico acomodándose nuevamente para volver a dormir.
—No sé cómo puedes dormir. ¡Estoy tan emocionado de la fiesta de hoy de noche! Dicen que las actuaciones de los faerlingas son inolvidables y no muchos tienen el honor de estar presente en una. ¡Menos aún en una dentro de su propio territorio! ¡Seguramente participen todos los del pueblo! —dijo Emir emocionado.
—Cálmate, no te mojes los pantalones, son solo cosas bonitas que ponen dentro de tu cabeza para ocultar lo que realmente te rodea —explicó Dai.
—Oh, tú dices eso simplemente porque sabes que son mejores que tú. Apuesto que la envidia no ha parado de comerte desde que llegamos a su territorio —espetó Emir comenzando a enojarse.
—No creo que sea yo el que últimamente siente envidia... —respondió Dai en un murmullo que solo Alina pudo oír.