Podía ser, en efecto, que la conclusión a la que había llegado fuera cierta en parte, y la Escuela de Batalla existiera tanto para despojar a la Tierra de buenos comandantes como para derrotar a los insectores. El temor de Graff y Dimak podría ser que Bean hiciera partícipes a los otros niños del secreto. En algunos de ellos, al menos, podría volver a encender el sentimiento de lealtad hacía la nación o hacía el grupo étnico o la ideología de sus padres.
Como Bean había estado planeando sondear la lealtad de los otros estudiantes en los siguientes meses y años, ahora tendría que ser el doble de cauteloso para no dejar que sus conversaciones llamaran la atención de los profesores. Todo lo que necesitaba saber era cuál de los niños mejores y más inteligentes sentían mayor lealtad hacía sus hogares. Naturalmente, para eso Bean tendría que descubrir cómo funcionaba la lealtad, para de este modo tener alguna idea de cómo debilitarla o fortalecerla, cómo explotarla o darle la vuelta.
Pero el hecho de que su primera conclusión pudiera explicar las palabras de Graff y Dimak no significaba que fuera acertada. Y como la última guerra insectora no se había librado todavía, tampoco significaba que estuviera completamente equivocado. Podrían, por ejemplo, haber enviado una flota contra el mundo natal insector hacía años, pero seguir formando comandantes para repeler una flota de invasión que se acercara a la Tierra. En ese caso, el fallo de seguridad que Graff y Dimak temían era que Bean asustara a los otros haciéndoles saber lo urgente y apurada que era la situación de la humanidad.
Lo irónico era que de todos los niños que Bean había conocido en su vida, ninguno podía guardar un secreto tan bien como él. Ni siquiera Aquiles, pues al rehusar compartir el pan de Poke había revelado su juego.
Bean era capaz de mantener un secreto, pero también sabía que hay ocasiones en que tienes que dar a entender algo de lo que sabes para conseguir más información. Eso era lo que había instado la conversación que había mantenido con Dimak. Era peligroso, pero a la larga, si podía impedir que lo apartaran de la escuela para silenciarlo (por no mencionar impedir que lo mataran), habría aprendido información más importante que la que ellos le habían facilitado. Al final, lo único que ellos podrían aprender de él quedaba limitado a sí mismo. Y lo que él aprendía sobre ellos no era tan sólo información personal, sino que se extendía a un campo de un conocimiento mucho más grande.
Él. Ése era el puzzle al que se enfrentaban, quién era. Era una tontería preocuparse por si era humano. ¿Qué otra cosa podía ser? Nunca había visto a ningún niño mostrar ningún deseo o sentimiento que él mismo no hubiera experimentado. La única diferencia era que Bean era más fuerte, y no dejaba que sus necesidades y pasiones controlaran sus actos. ¿Lo convertía eso en alienígena? Era humano… sólo que mejor que la mayoría.
El profesor volvió a la habitación. Colgó su toalla húmeda, pero incluso antes de vestirse se sentó y conectó su consola. Bean vio cómo sus dedos se movían sobre las teclas. Era muy rápido. Un destello de golpes. Tendría que repasar el recuerdo en su mente muchas veces para estar seguro. Pero al final lo había visto: nada obstruía su visión.
Bean regresó hacia el pozo vertical. La expedición de esta noche ya lo había llevado hasta donde se atrevía. Necesitaba dormir, y cada minuto fuera del barracón aumentaba el riesgo de ser descubierto.
De hecho, había tenido mucha suerte en su primera expedición por los conductos. Poder oír a Dimak y a Graff conversando acerca de él, descubrir a un maestro que le brindaba la gran oportunidad de ver su contraseña. Por un momento, a Bean se le pasó por la mente que tal vez supieran que estaba en el sistema de ventilación, y que lo habían preparado todo, para ver qué hacía. Podría ser un experimento más.
No. Había sido por azar que el profesor le había mostrado su contraseña. Bean había decidido observarlo porque iba a ducharse, porque su consola estaba colocada sobre una mesa de tal forma que Bean tuvo una razonable posibilidad de verlo escribir. Había sido una elección inteligente por su parte. Había corrido el riesgo, y se había aprovechado de las circunstancias.
En cuanto a Dimak y Graff, podría haber sido casualidad el haberlos oído hablar, pero fue él quien decidió acercarse para escucharlos. Y, ahora que lo pensaba, había resuelto ir a explorar los conductos precisamente por el mismo hecho que había preocupado tanto a Graff y Dimak. No era ninguna sorpresa que su conversación tuviera lugar después de que las luces se apagaran para los niños: entonces era cuando las cosas empezaban a calmarse, y, con los deberes cumplidos, habría tiempo para conversar sin que Graff llamara a Dimak a una reunión extraordinaria que podría provocar preguntas en la mente de los otros profesores. No era suerte, en realidad: Bean había forjado su propia suerte. Vio la conexión y escuchó la conversación porque no había vacilado en entrar en el sistema de ventilación. Sin duda, había sido rápido en actuar.
Siempre forjaba su propia suerte.
Tal vez era algo que acompañaba a la alteración genética de la que había hablado Graff, fuera cual fuese.
Ella, habían dicho. Ella había formulado la pregunta de si Bean era genéticamente humano. Una mujer que buscaba información, y Graff había cedido, le había dado permiso para acceder a hechos que le estaban ocultos. Eso significaba que recibiría más respuestas de esa mujer cuando empezara a manejar esos nuevos datos. Más respuestas sobre el origen de Bean.
¿Podría ser sor Carlotta quien había dudado de la humanidad de Bean?
¿Sor Carlotta, que lloró cuando la dejó y vino al espacio? ¿Sor Carlotta, que lo amaba como una madre ama a su hijo? ¿Cómo podía dudar de él?
Si querían encontrar a un humano inhumano, un alienígena en un traje humano, deberían echar un buen vistazo a una monja que abraza a un niño como si fuera suyo, y luego va por ahí sembrando dudas sobre si es un niño de verdad. Lo contrario del cuento de Pinocho, toca a un niño de verdad y lo convierte en algo espantoso y temible.
No podían haber estado hablando de sor Carlotta. Sería otra mujer. Haber pensado que podía tratarse de ella era, simplemente, un error, igual que haber supuesto que la última batalla con los insectores ya había tenido lugar. Por eso Bean nunca se fiaba del todo de sus propias conclusiones. Actuaba conforme a ellas, pero siempre dejaba abierta la posibilidad de que sus interpretaciones pudieran ser equivocadas.
Además, no era su problema descubrir si era humano o no. Fuera lo que fuese, era él mismo y debía actuar de manera que no sólo continuara vivo, sino que lograra controlar su futuro tanto como le fuera posible. El único peligro al que se enfrentaba era que ellos sí se mostraban preocupados por el hecho de que pudiera haber sido sometido a una alteración genética. Por tanto, Bean debía procurar parecer tan normal que sus miedos sobre ese asunto quedaran zanjados.
Pero ¿cómo podía pretender ser normal? No había ingresado en la Escuela de Batalla por ser normal, sino por ser extraordinario. Ya puestos lo mismo ocurría con todos los otros niños. Y el colegio los presionaba tanto que algunos adoptaban un carácter muy extraño. Como Bonzo Madrid, con su deseo de venganza a voces contra Ender Wiggin. Así que, de hecho, Bean no debería parecer normal, sino extraño, pero del modo esperado.
Era imposible falsear eso. Todavía desconocía qué signos buscaban los profesores en la conducta de los niños de por allí. Podría descubrir diez cosas por hacer, y hacerlas, sin averiguar nunca que había noventa detalles que no había advertido.
No, lo que tenía que hacer no era actuar de un modo predecible, sino convertirse en lo que ellos esperaban que fuera su comandante perfecto.
Cuando regresó a su barracón, se metió en el camastro y miró qué hora era, se dio cuenta de que había estado fuera menos de sesenta minutos. Guardó su consola y se quedó tumbado, repasando mentalmente la imagen de los dedos del profesor, mientras se conectaba. Cuando estuvo razonablemente seguro de cuáles eran la clave y la contraseña, se relajó y procuró dormir.
Sólo entonces, cuando empezaba a conciliar el sueño, resolvió cuál sería su camuflaje perfecto para acabar con los miedos de los profesores y conseguir a la vez seguridad y progreso.
Tenía que convertirse en Ender Wiggin.
—Señor, solicité una entrevista en privado.
—Dimak está aquí porque el Fallo de seguridad afecta a su trabajo.
—¡El fallo de seguridad! ¿Por eso va a ordenar mi traslado?
—Hay un niño que utilizó su clave para entrar en el sistema maestro de los profesores. Encontró los archivos y los escribió de nuevo para proporcionarse una identidad.
—Señor, he observado fielmente todas las normas. Nunca me conecto delante de los estudiantes.
—Es lo que dice todo el mundo, pero luego resulta que no es así.
—Discúlpeme, señor, pero Uphanad no lo hace. Siempre se lo reprocha a los demás cuando sucede. De hecho, es obsesivo a respecto. Los vuelve locos.
—Puede usted comprobar mis registros de conexión. Nunca lo hago durante las horas de clase. En realidad, nunca me conecto fuera de mi habitación.
—Entonces, ¿cómo es posible que este niño esté utilizando sus claves?
—Tengo la consola sobre la mesa. Si puedo usar la suya para demostrar cómo o hago…
—Por supuesto.
—Me siento de esta forma. Siempre le doy la espalda a la mesa para que nadie pueda verme siquiera. Nunca me conecto en ninguna otra posición.
—¡Entonces no hay ninguna ventana a la que pueda asomarse!
—Sí que la hay, señor.
—¿Dimak?
—Hay una ventana, señor, mire. El respiradero.
—¿Me está sugiriendo en serio que podría…?
—Ese niño más pequeño que jamás…
—¿Es el pequeño Bean quien consiguió mi clave?
—Excelente, Dimak, ha conseguido soltar el nombre, ¿no?
—Lo siento, señor.
—Ah. Otro fallo de seguridad. ¿Enviará a Dimak a casa conmigo?
—No voy a enviar a nadie a casa.
—Señor, debo señalar que la intrusión de Bean en el sistema maestro de los profesores es una oportunidad excelente.
—¿Para tener a un estudiante suelto por los archivos de sus compañeros?
—Para estudiar a Bean. No hemos conseguido que use el juego de fantasía, pero ahora tenemos el juego que él ha decidido jugar. Vigilaremos adonde va dentro del sistema, qué hace con este poder que se ha otorgado a sí mismo.
—Pero el daño que puede causar es…
—No causará ningún daño, señor. No hará nada para descubrirse. Este niño está demasiado picardeado por su vida en la calle. Lo que quiere es información. Mirará, no tocará.
—Así que ya lo ha analizado, ¿no es eso? ¿Sabe lo que está haciendo en todo momento?
—Sé que si hay una historia que realmente quiera creer, tiene que descubrirla él solo, Tiene que robárnosla. Así que pienso que este pequeño fallo de seguridad es el modo perfecto de sanar otro mucho más importante.
—Me pregunto qué más habrá oído, al colarse por los conductos.
—Si cerramos el sistema de conducción, sabrá que lo hemos pillado, y entonces no confiará en lo que le preparemos.
—Así que tengo que permitir que un niño se arrastre por los conductos y…
—No podrá hacerlo mucho más tiempo. Pronto los conductos le resultarán demasiado estrechos.
—Eso no es un gran consuelo. Y, por desgracia, sigo pensando que tenemos que matar a Uphanad por saber demasiado.
—Por favor, dígame que no habla en serio.
—No, no hablo en serio. Lo tendrá de estudiante muy pronto, capitán Uphanad. Vigílelo con mucha atención. Hable de él solo conmigo. Es impredecible y peligroso.
—Peligroso. El pequeño Bean.
—Le ha tomado el pelo, ¿no?
—Y a usted también, señor, si me permite recordárselo.
Bean pasó revista a todos los estudiantes de la Escuela de Batalla, leyendo los archivos de media docena de ellos cada día. Descubrió que las primeras puntuaciones que obtuvieron eran lo menos interesante. Todos habían sacado unas notas tan altas en las pruebas que habían realizado en la Tierra que las diferencias eran casi triviales. Las puntuaciones de Bean eran las más altas, y la diferencia que había con el siguiente, Ender Wiggin, era notable… tanto como la diferencia entre Ender y el niño que lo seguía. Pero todo era relativo. La diferencia entre Ender y Bean era de medio punto porcentual; la mayoría de los niños se encontraban entre el 97 y el 98 por ciento.
Por supuesto, Bean sabía lo que ellos desconocían: que le había resultado muy fácil sacar la máxima nota posible. Podría haber sacado más, podría haberlo hecho mejor, pero había llegado al límite de lo que la prueba podía descubrir. La diferencia entre Ender y él era mucho más grande de lo que suponían.
Sin embargo… al leer los archivos, Bean se dio cuenta de que las notas eran solamente una guía de la capacidad de cada niño. Los profesores hablaban principalmente de factores como la inteligencia, la capacidad de reflexión, la intuición; la habilidad para desarrollar relaciones, de ser más listo que un oponente; el coraje para actuar con valentía; la precaución para asegurarse antes de comprometerse, la sabiduría para saber qué curso de acción era el adecuado. Y al considerar todo esto, Bean se dio cuenta de que no era necesariamente mejor que los otros estudiantes en estos parámetros concretos.
Ender Wiggin sí sabía cosas que Bean no sabía. Bean podría haber pensado en hacer lo que hacía Wiggin, conseguir prácticas extra para compensar que ningún comandante quisiera entrenarlo. Bean incluso podría haber intentado conseguir que unos cuantos estudiantes entrenaran con él, ya que muchos ejercicios no se podían realizar a solas. Pero Wiggin había aceptado a todos los que se le acercaban, no importaba lo difícil que pudiera ser practicar con tanta gente en la sala de batalla, y según las anotaciones de los profesores, pasaba más tiempo ahora entrenando a los demás que mejorando su propia técnica. Naturalmente, eso se debía en parte a que ya no estaba en la escuadra de Bonzo Madrid y no tomaba parte en las prácticas estándar. Pero seguía Abajando con los otros niños, sobre todo con los novatos ansiosos que querían tener alguna ventaja antes de que los ascendieran a una escuadra regular. ¿Por qué?
¿Está haciendo lo que hago yo, estudiar a los otros alumnos para prepararse para una guerra posterior en la Tierra? ¿Está construyendo alguna especie de red que se extienda por todas las escuadras? ¿Los está entrenando mal de algún modo, para aprovecharse de sus errores más tarde?