—¡Matarlos! —gritó Noal.
—Destruirlos antes de que puedan informar a los demás —agregó Aldys.
—¡Procuradores! —chilló Tombah.
Kirk fue el primero en disparar, pero el fuego fático concentrado del grupo de seguridad tan rápido como la luz, derribó a los demás procuradores de forma casi simultánea.
El guardián Johon, al ver aquello, reaccionó instintivamente echando mano a su pistola. Spock lo derribó instantáneamente con una descarga paralizadora de su pistola fásica.
—¡Alto! —gritó Kirk por encima de lo que podía convertirse en una confusa refriega, mientras cambiaba el programa de su pistola. Apuntando deliberadamente al suelo, disparó un rayo fásico hacia el piso, delante de Pallar. El piso se calentó y voló por el aire en pedazos con una explosión provocada por la vaporización del agua latente en el material que lo constituía.
Aquello detuvo la confusión.
—No hemos venido aquí para discutir con usted y sus guardianes, Pallar —declaró Kirk con tono seco—. ¡Poseemos un poder armamentístico mayor del que le sería posible imaginar! Esto no ha sido más que una muestra de ello. Los procuradores y el guardián Johon están ilesos; dentro de poco recobrarán el conocimiento. Ni siquiera a todos los procuradores de la Morada les sería posible detenernos, porque esta vez hemos venido con el poder suficiente como para demostrarles la veracidad de ese hecho.
Pallar miró fijamente a Kirk durante un momento, y luego a cada uno de los miembros del destacamento de descenso.
—¿Que es lo que quieren de nosotros? —preguntó finalmente.
Otro procurador apareció en la puerta abierta de la cámara, y los tripulantes de la
Enterprise
que integraban el grupo de tierra oyeron un sonido que pocos de ellos habían percibido alguna vez. El procurador disparó como estaba entrenado para hacerlo: el primer disparo pasó por encima de sus cabezas. La explosión del arma del procurador fue seguida por el sonido silbante de la onda de choque de la bala cuando les pasó a centímetros por encima de la cabeza. El procurador fue de inmediato reducido a la inconsciencia por el rayo fásico de uno de los hombres de seguridad de Kirk.
—En primer lugar, haga que se retiren los procuradores antes de que nos enfademos y alguien resulte herido —le espetó Kirk, con evidente irritación en la voz.
Cuando otros cuatro procuradores aparecieron en la puerta, Pallar levantó una mano para detenerlos.
—¡Cesad, procuradores! ¡Enfundad las armas! —ordenó el guardián uno—. Ahora, nuevamente se lo preguntaré, James Kirk. ¿Qué quieren de nosotros?
—A usted y a tres de sus guardianes. Puede escoger usted mismo a aquellos que lo acompañarán —explicó Kirk—. Nos desplazaremos hasta nuestra Reserva del cielo para celebrar una reunión en paz. Luego se reunirán ustedes con un número igual de procuradores y miembros de la Técnica, con el fin de buscar entre todos ustedes una situación social estable para la Morada.
—Nosotros tenemos ya una situación estable —observó el guardián Jona.
—No por más tiempo —señaló Kirk.
—Guardián Pallar, éste es uno de los más demenciales y elaborados complots que jamás he visto —protestó Noal—. Estas creaciones de la Técnica no están cuerdas.
—Supongo que es usted el especialista médico, guardián Noal, ¿no es cierto? —preguntó Kirk.
—Lo soy.
—Permítame que le presente a mi especialista médico, el doctor Leonard McCoy. —Kirk hizo un gesto hacia el médico de la nave.
—Si está preguntándose usted si somos o no creaciones de la Técnica —dijo lentamente McCoy—, puedo fácilmente enseñarle datos de química sanguínea que por sí mismos demuestran, más allá de toda duda, que es imposible que la Técnica posea la tecnología necesaria para crearnos. ¿Está usted familiarizado con la tecnología de la química sanguínea?
—Por supuesto. Es una de las más primitivas de las tecnologías médicas —replicó Noal con el tono de alguien que se siente insultado.
—Por supuesto. Le aseguro que no tenía intención de insultarlo, guardián, así que mantenga la mano apartada de su arma —continuó McCoy—. Yo soy un hombre de la medicina, no un guerrero. Usted puede matar de acuerdo con su código cuando tiene que hacerlo, pero yo no me rijo por ese tipo de código. Ahora permítame darle algunos datos básicos. La química sanguínea de ustedes está basada en una molécula de hemoglobina dispuesta en torno a un átomo de cobre. Ahora bien, la hemoglobina del señor Spock, aquí presente, originario de una morada llamada Vulcano, está también basada en el cobre. Pero el resto de nosotros tenemos una molécula de hemoglobina basada en hierro. Existen otras diferencias en los grupos sanguíneos, pero la fracción de la hemoglobina es la más fácil de comprobar si tuviera usted alguna duda al respecto.
Hubo un momento de vacilación por parte de Noal antes de que replicara.
—Me gustaría ver sus datos, doctor McCoy… y quizá querría tomar algunas muestras de sangre por mí mismo. Las habilidades biológicas de la Técnica podrían ser más avanzadas de lo que nosotros sabemos.
—No lo están —dijo McCoy con firmeza—, pero las mías sí. Venga a verlo por usted mismo.
—Y estamos dispuestos a demostrarles al resto de ustedes que realmente somos quienes decimos ser —intervino Kirk, avanzando rápidamente por aquella brecha abierta en las inamovibles creencias de los guardianes, por la condescendencia del especialista médico—. Tenemos el poder necesario para entrar simplemente aquí y apoderarnos del gobierno, pero eso no corresponde a nuestro código de comportamiento. Nosotros queremos reparar nuestra morada viajera y regresar con nuestra gente a la Cinta de la Noche. Pero ustedes sí serán quienes tengan que continuar viviendo en la Morada, y son ustedes quienes tendrán que solucionar sus problemas a su manera. Estamos aquí para ayudarlos si quieren ayuda, aunque pueden intentar resolver sus problemas sin la ayuda que se nos permite prestarles. Pero deberán solventar esos problemas o su civilización se verá dividida en muy poco tiempo al carecer del factor unificador de la Prueba. Dado que fue nuestra llegada accidental la que provocó todo este asunto, y puesto que tuvimos que estabilizar a Mercaniad para salvar nuestras propias vidas, queremos asegurarnos de que nuestras acciones no destruyan totalmente la civilización de ustedes. Por todo eso, queremos que se reúnan en la
Enterprise
para elaborar los detalles de la transición al nuevo estado de cosas… que ahora es totalmente diferente de lo que jamás hayan soñado que sería posible…
—¿Quiere usted que conferenciemos en su Reserva del cielo? ¡Ridículo! —exclamó Tombah con una carcajada.
—Spock, ¿cómo vamos de tiempo? —quiso saber Kirk.
—Pasará por esta zona del cielo dentro de dos minutos y treinta y cuatro segundos, capitán.
—Que tengan las armas fásicas preparadas —ordenó Kirk, y se volvió nuevamente a mirar a Pallar—. Salgan con nosotros al exterior. Les enseñaremos nuestra Reserva del cielo cuando pase por el cielo de esta zona.
Los guardianes se miraron los unos a los otros.
—Bueno, vamos ya —los instó Kirk—. ¿O es que tienen miedo de que pueda estar diciéndoles la verdad? ¿Tienen miedo de enfrentarse con la realidad del universo? ¿O tienen la intención de continuar viviendo en la fantasía? No tienen que abandonar la villa de los guardianes para verlo. Salgan a cualquier espacio abierto desde el que puedan ver el cielo.
—Esto es de lo más insólito —objetó la guardiana Parna—. Yo sé qué es lo que hay en el cielo. A esta hora va se ha puesto el sol, y no veremos nada excepto la Cinta de la Noche.
—Yo puedo prometerle que verá algo más —insistió Kirk—. Acompáñeme y véalo por usted misma.
Algunos de los guardianes los acompañaron con mayor reticencia que otros. Pero Pallar abrió la marcha al lado de Kirk.
La elevada colina en la que se hallaba la villa de los guardianes, dominaba la isla de Celerbitan y los cielos occidentales de Mercan. Mercaniad acababa de ponerse, y se veía un arrebol que abarcaba todo el horizonte occidental.
—
Enterprise
, aquí Kirk —dijo el capitán de la nave espacial por el comunicador que abrió ante sí.
En el rostro de Pallar apareció una expresión de perplejidad cuando la voz de Scotty llegó hasta ellos.
—Aquí Scott, capitán. En este momento estamos atravesando el horizonte.
—Muy bien, Scotty, apresúrense —ordenó Kirk, y se volvió hacia Sulu—. Señor Sulu, le toca a usted.
Sulu abrió su comunicador.
—
Enterprise
, aquí Sulu. Chekov, ¿está preparado? —Afirmativo, Sulu —le replicó la voz de Chekov—. Estamos siguiendo los blancos definidos por usted. —Continúen el seguimiento. Esperen las nuevas órdenes —le dijo Sulu, pero no cerró su comunicador.
Kirk estaba observando el cielo occidental, y finalmente vio la nave.
Era un brillante punto de luz que relampagueaba. Scotty estaba iluminando la superficie inferior del casco exterior con luces de láser de varias frecuencias, rebotando la iluminación de láser en los escudos inferiores de la nave para evitar perder la coherencia. Aquello hacía que la
Enterprise
destellara y relampagueara con la característica apariencia crepuscular de la iluminación de láser, y con la brillantez de una estrella de magnitud menos cinco. Cambiaba de colores a medida que Scotty variaba la frecuencia de la iluminación.
—Allí está nuestra Reserva celeste, guardianes —señaló Kirk.
Resultaba imposible no verla.
Se oyeron gritos ahogados proferidos por algunos de los guardianes. Aquella visión era completamente nueva para todos ellos. Resultaba evidente que algunos lo habían comprendido y aceptado. Otros, sin embargo, estaban teniendo problemas para conseguirlo.
—A bordo de nuestra Reserva, la
Enterprise
, tenemos una energía mayor que cualquier cosa que ustedes hayan visto —le dijo Kirk con tono casi pontifical al grupo de guardianes—. Y ahora se lo demostraremos a ustedes. Señor Sulu, puede proceder a la demostración.
Cuando la luz de colores que era la
Enterprise
se elevaba hacia el cenit, Sulu dio una orden en voz baja a través del comunicador.
—Chekov, aquí Sulu. Programe ambos cañones fásicos delanteros en amplia dispersión, disparo fijo, y efectúe una descarga de diez segundos a nivel de la ionosfera.
Del punto de luz del cielo manó una luz incandescente, y luego todo el cielo nocturno se encendió cuando los rayos fásicos de la
Enterprise
excitaron la ionosfera que cubría Celerbitan, produciendo una brillante aurora que hendió las tinieblas con serpentinas de luz anaranjada y amarilla que partían del punto de luz de la
Enterprise
en dirección a ambos polos.
Fue un espectáculo brillante de fuegos artificiales científicos. Ya había sido empleado antes para impresionar a pueblos más primitivos que el mercaniano. Kirk contaba con que impresionaría a los guardianes de una forma distinta, puesto que estaban considerablemente por encima del nivel primitivo de inteligencia y civilización.
Luego vino el plato fuerte.
—Cañones fásicos de babor y estribor, rayo concentrado, disparo fijo, apunten al océano a cinco kilómetros al oeste de Celerbitan, emisión de dos segundos. Fuego a discreción —ordenó Sulu.
Unos rayos gemelos de una luz increíblemente blanca emanaron de la
Enterprise
y se esparcieron por la atmósfera, ionizando el camino que recorrían. Se concentraron e hicieron blanco en el océano Sel Ethan a cinco kilómetros al oeste de Celerbitan, donde el agua hirvió repentinamente. No duró mucho, sólo dos segundos, pero fue lo suficiente como para hacer hervir un kilómetro cuadrado y dejar nubes de condensación que se elevaban hacia el cielo.
Mientras los guardianes miraban con la boca abierta aquella demostración evidente y descarada del poder armamentístico de la nave, Kirk le habló a Pallar.
—Ésa es la
Enterprise
, nuestra Reserva del cielo. El primer procurador Lenos está allí. También están Thallan, Orun, Delin y Othol. Lo invitamos a escoger a tres de sus guardianes para desplazarse con nosotros hasta la
Enterprise
con el fin de dialogar.
—¿Cómo puedo saber que no se trata de un truco para eliminarnos? —preguntó Pallar—. Acaban de demostrarnos que poseen un armamento capaz de conquistar la Morada, provocando conflictos y conquistas como los de las antiguas leyendas.
—La conquista no forma parte de nuestro código —explicó Kirk—. Y si quisiéramos destruirlos en lugar de hablar —señaló luego—, podríamos haberlo hecho en cualquier momento desde que llegamos aquí… y con toda comodidad, como acaba de ver. —Le enseñó el comunicador—. Al principio pensaron ustedes que esto era un distintivo de rango. Es más que eso. Nos permite hablar con los que se encuentran en la
Enterprise
. —Seguidamente habló por él—.
Enterprise
, aquí Kirk. Teniente Uhura, por favor, ponga al primer procurador Lenos al habla.
—Eh… Capitán Kirk, aquí el primer procurador —replicó una voz que era incuestionablemente la de Lenos. Resultaba obvio que no estaba habituado a ninguna clase de comunicación remota.
Kirk le entregó el comunicador a Pallar.
—Hable con su primer procurador, guardián uno. Pero le advierto que Thallan también está allí y le escuchará.
—Eh… Lenos, ¿estás bien?
—Sí, guardián uno. ¿Se desplazará usted aquí para celebrar la reunión?
—Lenos, ¿es verdad?
—Es verdad, guardián uno. Me encuentro en la
Enterprise
y estoy mirando las luces de Celerbitan que pasan por debajo de mí. Ya he hablado en privado con el capitán Kirk.
Lo mismo ha hecho Thallan. Ambos lo instamos a que se desplace hasta aquí con una delegación de guardianes para celebrar una conferencia. Estoy convencido de que lo que está en juego es nuestro futuro en la Morada.
—Tú no puedes hablar en nombre de Thallan. ¿Puede él hablar por sí mismo?
—Sí, guardián uno, soy Thallan —le respondió la voz del líder de la Técnica—. Confirmo todo lo que el procurador Lenos acaba de decirle. Nosotros, los de la Técnica, estamos dispuestos a reunirnos con los procuradores y los guardianes, porque se ha producido un gran cambio que nos afecta. Ya no habrá más Pruebas. Pero debemos hablar juntos de esto y buscar una solución pacífica. En caso contrario, temo que surgirán conflictos, porque el propósito primordial de los guardianes ya no existe para mantener unida a la civilización de Mercan.