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Authors: Eliyahu M. Goldratt

Tags: #Descripción empresarial

La meta (15 page)

BOOK: La meta
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¡Bah!, no puede ser. Las fluctuaciones deben compensarse. Nos movemos a la misma velocidad, más o menos, lo que significa que la distancia entre algunos puede variar, pero al cabo de cierto tiempo tiene que terminar igualándose. Puede variar la distancia entre Ron y yo en determinados momentos, pero la media debería mantenerse a lo largo de toda la excursión.

Pues no es así. A pesar de que mantenemos un paso moderado, igual al de Ron, la fila aumenta de longitud. Los huecos aumentan.

Excepto entre Herbie y el chaval delante de él.

¿Cómo lo hace? Cada vez que Herbie se queda atrás, da pasos de más para recuperar el camino perdido. Está gastando más energía que Ron y los que van delante, para mantener la misma marcha. Me pregunto por cuánto tiempo podrá mantenerse de esa forma.

Pero…, ¿por qué no podemos andar a la misma marcha que Ron y permanecer unidos?

Observo la fila. En la cabecera algo llama mi atención; Dave ha reducido el paso para ajustarse las correas. Delante de él, Ron continúa, ignorándole. Se abre un hueco de diez, quince, veinte metros. 0 sea, que toda la fila ha crecido en unos veinte metros.

En ese momento empiezo a comprender lo que sucede. Ron marca el paso. Cada vez que alguien camina más despacio que Ron, la fila crece. Y no hace falta ni siquiera que alguien pare; con que alguno dedos chicos dé los pasos más cortos, la fila se irá haciendo cada vez más larga.

¿Y qué sucede si alguien camina más rápido que Ron? ¿No se eliminarán los huecos?

Supongamos que ando más de prisa. ¿Puedo acortar la longitud de la fila? Entre mí y el chico de delante hay un hueco de unos tres metros. Si él sigue al mismo ritmo y yo acelero, puedo reducir este hueco, pero la longitud total de la fila ya depende de lo que sucede delante. Lo más que puedo hacer es pegarme al trasero del chaval que va delante. No podré ir más deprisa que él, quien, a su vez, no podrá ir más rápido que el siguiente, y así. Lo cual significa que, excepto Ron, la velocidad de cada uno de nosotros depende de los que nos siguen en la fila.

La cosa empieza a tener sentido. Nuestra excursión es un conjunto de sucesos dependientes en combinación con fluctuaciones estadísticas; cada uno de nosotros fluctúa en su velocidad, unas veces por encima, otras por debajo. Pero la posibilidad de superar la velocidad media está limitada por todos y cada uno de nosotros.

Cada uno de nosotros está limitado por los demás para ir más deprisa. En cambio, no hay limitación en lo tocante a reducir el paso. Incluso podemos parar… Así que lo que ocurre no es que se compensan las fluctuaciones, sino que se
acumulan.

Y lo que fundamentalmente se acumula es la lentitud, porque
la dependencia limita las oportunidades de que se produzcan fluctuaciones hacia arriba, por encima de la media
. Esa es la razón de que la fila se extienda. Sólo se podría reducir si todos los que van detrás de Ron anduvieran mucho más deprisa que la velocidad media de él, durante algún tiempo.

Delante de mí veo que la distancia que cada uno tiene que recuperar viene a depender del lugar que ocupa en la fila. Dave sólo tiene que recuperar sus propios retrasos respecto a Ron, esos tres o cuatro metros que le separan de él. Pero para que Herbie no haga aumentar la longitud de la fila tendrá que recuperar sus propias fluctuaciones, más la de todos los chicos que le preceden. Yo, que me encuentro al final de la fila tendría que recuperar los retrasos de todos los demás.

Entonces, empiezo a pensar en el trabajo.

En la fábrica tenemos, desde luego, sucesos dependientes y también fluctuaciones estadísticas, como en esta excursión. La fila de muchachos podría ser como un modelo del sistema que producción. El camino andado sería la producción. Ron comienza, pues, la producción consumiendo ruta virgen ante él, que es el equivalente a materia prima. Ron elabora en primer lugar la ruta, caminando por ella, los demás vamos dando toques al proceso, como en una fábrica, hasta elaborar el producto. Cada uno de nosotros somos una parte de un conjunto de sucesos dependientes. ¿Importa el orden en que estemos? Bueno, alguien ha de ir en primer lugar, y otro en el último. O sea, tenemos sucesos dependientes, sin importar el orden en que coloque a los chicos.

Yo soy la última operación. Podríamos decir que hasta que yo no recorra el camino, el «producto» no se «vende». Y esto sería nuestros «ingresos». No lo que Ron camina, sino lo que yo ando.

¿Y el trozo de camino entre Ron y yo? Esa cantidad tiene que ser el inventario. Ron consume materia prima y la ruta que los demás consumimos es «inventario» hasta que yo termine de procesarla.

¿Y los gastos de operación? Son todos aquellos que nos permitan convertir el inventario en ingresos. En nuestro caso, es la energía que necesitan los chicos para caminar. Aunque no puede ponérsele a esto números, sí sé cuándo estoy cansado.

Si aumenta la distancia entre Ron y yo, significa que el inventario crece. Los ingresos son lo que yo ando, que se ven influidos por las fluctuaciones en la marcha de los demás. Según se acumulan las fluctuaciones por debajo de la media, éstas terminan por reflejarse en mi marcha. O sea, me veo obligado a reducirla. Lo que significa que, debido al crecimiento del inventario, los ingresos de todo el sistema disminuyen.

¿Y los gastos de operación? No estoy seguro. En UniCo, siempre que aumentan los inventarios, crecen los costes de los mismos en la misma medida. Los costes de los inventarios son parte de los gastos de operación; por tanto, este parámetro también tiene que crecer. En nuestra excursión, los «gastos de operación» aumentan cada vez que corremos para alcanzar al vecino, porque utilizamos más energía de la habitual.

El inventario sube. Los ingresos bajan. Y, probablemente, los gastos de operación también suben. ¿Es esto lo que ocurre en mi fábrica?

Creo que sí.

Cuando levanto los ojos, tropiezo prácticamente con el chaval de delante. ¡Ajá! He aquí la prueba de que he debido de pasar por alto algo en esta analogía. ¡La fila parece reducirse, más que extenderse! Entonces sí se produce la compensación después de todo. Me echo a un lado del camino para comprobar que Ron sigue andando sus dos millas a la hora de media.

Ron no está haciendo ninguna media. Está parado a la orilla del camino.

—¿Qué pasa?

—La hora del almuerzo, señor Rogo.

14

Dice uno de los chicos:

—Pero, no era aquí donde teníamos que comer. Había que llegar hasta Río Revuelto.

—Según el horario del jefe de escuadra, tenemos que comer a las doce —responde Ron.

—Ya son las doce —puntualiza Herbie, señalando su reloj—. Así que hay que comer.

—Pero tendríamos que estar ahora en Río Revuelto y no lo estamos.

—¿Y qué más da? Este es un sitio magnífico para almorzar, fíjate.

Ron lleva razón. El camino atraviesa un parque natural y nos encontramos en una zona de merenderos. Hay mesas, una fuente, cubos para los desperdicios, barbacoas, todo tipo de instalaciones (éstos son los «horizontes inexplorados» que se pueden llegar a conocer).

—Bueno, vamos a someter a votación si nos quedamos a comer. Los que estén hambrientos, que levanten la mano.

Todos levantan la mano. Hay total unanimidad. Hacemos un alto para almorzar.

Sigo dándole vueltas a un par de ideas en la cabeza, mientras me como un bocadillo, sentado en una de las mesas. Me preocupa el hecho de que no haya forma de dirigir una fábrica sin sucesos dependientes ni fluctuaciones estadísticas. No puedo escapar a esa combinación. Pero tiene que haber alguna forma de contrarrestar sus efectos. Porque todos nosotros nos quedaríamos sin negocio si el inventario creciera
y
los ingresos disminuyeran permanentemente.

¿Qué sucedería sí tuviese una fábrica equilibrada, del tipo de la que todos los directores tratan de conseguir, según Jonah? Una fábrica en la que cada recurso tuviera la capacidad exacta para la demanda del mercado. En realidad, ¿no sería ésa la respuesta a mis problemas? ¿No desaparecería el inventario sobrante si equilibrase perfectamente capacidad de producción y demanda? ¿No desaparecerían los problemas de carencia de piezas? De todas formas, ¿cómo es posible que Jonah tenga razón y todos nosotros estemos equivocados? Siempre se ha recurrido a ajustar la capacidad para reducir los costes e incrementar los beneficios. Ese es el juego.

Estoy empezando a pensar que el modelo que me he construido con el ejemplo de la excursión me está despistando. De acuerdo que representa muy bien la combinación de fluctuaciones estadísticas y sucesos dependientes, pero ¿representa un sistema equilibrado? Supongamos que la demanda sea caminar tres millas a la hora, ni más ni menos. ¿Podría adaptar la capacidad de cada muchacho para andar a esa velocidad, exactamente? En ese caso obligaría, gritando, golpeando, con dinero, o como fuera, a mantener constantemente ese paso y el sistema estaría perfectamente equilibrado.

El problema está en la manera de ajustar, a la hora de la verdad, la capacidad de estos quince chicos. Por ejemplo, si ato una cuerda a sus tobillos para que cada paso tenga exactamente la misma longitud..., bueno, no sería muy edificante. Podría también sacar quince copias genéticas exactas de mí mismo, con lo que tendría una tropa de Alex Rogos, cuya capacidad de marcha sería exactamente la misma. Lo malo es que esto último no es factible hasta que no avancemos algo más en el campo de la tecnología clónica. Podría, también, tratar de encontrar otro modelo más viable que me permitiera analizar lo que pasa.

Estoy rompiéndome la cabeza con estos pensamientos, cuando observo a uno de los chavales cómo lanza un par de dados en una mesa cercana. (Supongo que estará practicando para su próxima escapada al casino.) El dado me da una idea. Me acerco a él.

—Oye, ¿no te importaría prestármelos un momento?

Se encoge de hombros y me los entrega.

Vuelvo a mi mesa y hago rodar los dados algunas veces. Fluctuaciones estadísticas, naturalmente. Cada vez que arrojo los dados, obtengo un número aleatorio predecible dentro de ciertos márgenes, concretamente del uno al seis por cada dado. Y ahora necesito una serie de sucesos dependientes.

Mientras los coloco, discurro la manera de construir un modelo. Dave se acerca con un amigo y me observan mientras lanzo los dados y muevo las cerillas.

—¿Qué haces?

—Creo que me estoy inventando un juego. Su amigo pregunta rápidamente:

—¿Un juego? ¿De verdad? ¿Podríamos jugar también, señor Rogo?

—Claro, desde luego, ¿por qué no? Dave se interesa de inmediato.

—¡Eh! ¿Puedo yo también?

—Sí, creo que también te dejaré entrar. Mejor, ¿por qué no te traes a un par de compañeros más para que nos ayuden?

Mientras se va a por los otros, termino los detalles. El sistema que he construido está pensado para «procesar» cerillas. Saco un número de cerillas de su caja y las muevo a través de cada cuenco sucesivo. El dado decide cuántas cerillas paso de un cuenco al siguiente y representa la capacidad de cada cuenco, o sea, de cada recurso. El conjunto de cuencos forma los sucesos dependientes, las diferentes etapas del proceso. Cada cuenco tiene, exactamente, la misma capacidad, pero su producción real variará.

Utilizo uno solo de los dados para limitar las fluctuaciones al mínimo. Así las fluctuaciones abarcarán del uno al seis. Entonces puedo ir pasando cerillas, entre cuenco y cuenco, desde un mínimo de una a un máximo de seis.

En este sistema, los «ingresos» vendrán representados por el número de cerillas que salgan por el último cuenco. El «inventario» será la cantidad total de cerillas que contienen todos los cuencos en cualquier momento. Y supondré que la demanda del «mercado» es igual a la media de cerillas que el sistema puede elaborar. De modo que la capacidad de producción de cada recurso está perfectamente equilibrada con la demanda del mercado. En definitiva, ahora tengo un modelo de una «fábrica» perfectamente equilibrada.

Cinco chicos deciden participar en el juego. Además de Dave, Andy, Ben, Chuck y Evan. Cada uno se sienta detrás de su cuenco. Cojo papel y lápiz para anotar lo que pasa. Entonces les explico lo que tienen que hacer.

—Se trata de ir pasando tantas cerillas como podáis desde vuestro cuenco al situado a vuestra izquierda. Cuando os toque, tiráis el dado y ése será el número de cerillas que podéis mover. ¿Entendido?

Todos asienten.

—Pero sólo podéis mover las cerillas que haya en vuestro cuenco. Por ejemplo, si sacáis un cinco y sólo tenéis dos cerillas, entonces movéis esas dos. Y si no tenéis ninguna, no movéis.

Todos lo entienden.

—A ver, ¿cuántas cerillas pensáis que podemos pasar por toda la fila al final de una vuelta?

La perplejidad se refleja en sus caras.

—Si es posible mover un máximo de seis y un mínimo de una en cada turno, ¿cuál será la media?

—Tres —intenta Andy.

—No, no serán tres. El punto medio entre uno y seis no es tres.

Escribo unos números sobre el papel.

—Mirad. 1,2,3,4,5,6.

Les explico que la media exacta de los seis números es el 3,5.

—Entonces, ¿cuántas cerillas habrá movido cada uno de vosotros como media después de una serie de vueltas?

—Tres y media por vuelta —dice Andy.

—¿Y después de diez vueltas?

—Treinta y cinco —dice Chuck.

—¿Y después de veinte vueltas?

—Setenta —afirma Ben.

—Vamos a verlo.

Un largo suspiro suena al final de la mesa. Evan me mira.

—¿No le molestaría que no jugase, señor Rogo?

—¿Y eso?

—Porque creo que me va a aburrir.

—A mí también —añade Chuck—. Venga a mover cerillas, ¿para que?

—Os diré lo que vamos a hacer. Para hacerlo más emocionante, pondremos premios. Digamos que cada uno tiene que mover un mínimo de 3,5 cerillas por vuelta. Todo el que mejore esa cifra, que mueva de media más cerillas, no tendrá que lavar esta noche los platos. Y el que la saque peor, tendrá trabajo extra después de la cena.

—¡Eso sí! —dice Evan entusiasmado.

—¡Me gusta! —añade Dave.

Ahora todos se han alborotado. Practican con el dado. Mientras tanto dibujo una cuadrícula. Mi intención es apuntar las cantidades que se desvían de la media. Todos empiezan con cero. Si el número de cerillas movidas es de 4, 5 o 6, entonces apunto una ganancia de 0,5-1,5-2,5, respectivamente. Las desviaciones, por supuesto, se acumularán. Si, pongamos por caso, alguien termina con 2,5 sobre la media, entonces la próxima vuelta empezará con esa cantidad y no desde cero. Eso es lo que ocurriría también en la fábrica.

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