La llamada de la venganza (7 page)

BOOK: La llamada de la venganza
3.55Mb size Format: txt, pdf, ePub

Si iba a haber una emboscada, Mace quería tener mucho sitio para maniobrar. Había decidido que Manex cenaría fuera y que se quedara allí mientras los soles se ponían. Éste había jugueteado con la comida y ahora hacía un débil intento para sorber su jugo de una forma serena. Sólo consiguió derramárselo por la túnica.

Los soles se pusieron y la oscuridad aumentó. Sólo una pequeña luz en la mesa iluminaba la zona. Obi-Wan se mantuvo atento por si oía el sonido que hacían los robots sonda al acercarse. Estaba decidido a no permitir que Balog se les escapara entre los dedos. Una vez lo tuvieran, se haría justicia con Tahl. Y Qui-Gon volvería con ellos. Obi-Wan no lo admitiría nunca ante nadie, pero se sentiría mejor si quienes cogían a Balog eran ellos, y no Qui-Gon.

Mace había conectado su comunicador a los sistemas de seguridad de la casa. Debía de haber vibrado una alerta, porque se volvió hacia Obi-Wan.

—Se ha violado la seguridad en la parte Este —dijo.

—¿Qué? —preguntó Manex.

—Acércate a nosotros haciendo como que miras a las estrellas —ordenó Mace en voz baja.

Manex apartó la silla. Se levantó, aferrando todavía su taza, y simuló mirar al cielo. Obi-Wan sabía que Mace quería a Manex cerca de alguna protección por si pasaba algo. Había un muro de piedra bajo tras el que podrían empujarlo en unos segundos.

Obi-Wan sintió una oleada en la Fuerza y vio una sombra recorriendo el césped. Podía ser un ave nocturna o una nube cruzando ante la luna, pero no lo era.

Mace y él saltaron a la vez. Bant salió de su escondite en un movimiento lateral. Obi-Wan empujó a Manex detrás del muro cuando pasó por su lado. Tres sables láser se activaron cuando los Jedi avanzaron.

—Yo también me alegro de veros —dijo Qui-Gon saliendo a la luz.

—¡Maestro! —exclamó Obi-Wan.

Miró a Manex, que miraba a los tres Jedi desde detrás del muro.

—Veo que es una trampa. Y parece que quien ha caído en ella he sido yo, en vez de Balog.

—Qui-Gon —empezó a decir Mace con severidad—, ¿qué estás...?

Se interrumpió bruscamente. Qui-Gon y él miraron hacia la fachada de la casa. Obi-Wan necesitó un segundo más, pero también lo oyó. Segundos después, Obi-Wan veía a través de las cristaleras a las fuerzas de seguridad derribando la puerta de entrada, mientras el androide de protocolo de Manex agitaba los brazos en protesta.

Mace se apresuró a avanzar hacia ellos, dirigiéndose hacia Qui-Gon por encima del hombro.

—Te sugiero que busques otra salida.

Mace entró rápidamente en la casa, envolviéndose en sus ropajes. Oyeron la voz furiosa de un agente de seguridad.

—Sé que está aquí. ¡Tenemos pruebas! ¡Él compró la sonda robot que mató a la legisladora Pleni!

Qui-Gon estaba oculto por los elaborados arbustos del lugar. Dudó un momento, escuchando al oficial.

—Debes irte, Qui-Gon —le urgió Obi-Wan—. Yo voy contigo.

Qui-Gon titubeó y miró a Obi-Wan a los ojos.

—No. Siento haberte causado preocupación, padawan, pero debo hacer esto a mi modo.

—Pero... —empezó a decir Obi-Wan.

Antes de que pudiera terminar sintió que sus palabras se perdían en el viento incluso antes de tener oportunidad de formularlas.

Qui-Gon se había convertido nuevamente en una sombra, moviéndose sobre la suave hierba verde y desapareciendo.

Capítulo 12

Qui-Gon corrió en la oscuridad, dando gracias por las lunas nuevas que hacían tan oscura la noche. Se desplazó de sombra en sombra sin hacer ruido. No redujo la marcha hasta que hubo una buena distancia entre él y la residencia de Manex.

Estaba cansado, pero quería volver a correr. La única forma que tenía de vaciar su mente era forzando su cuerpo. Ver a Mace había sido difícil. Ver a Obi-Wan había sido peor aún. Sabía que su lugar estaba con los Jedi, pero tenía que continuar solo. Sus emociones estaban demasiado desbocadas, demasiado a flor de piel. Se sentía demasiado expuesto al lado de los Jedi. Mace se daría cuenta de lo que le costaba mantener la serenidad. Incluso podría ordenar a Qui-Gon que volviera al Templo. Y eso no podía permitirlo.

La verdad era que temía el momento de volver al Templo y saber que los pasos de Tahl nunca volverían a levantar un eco en sus salones. El Templo ya no le daría la bienvenida del mismo modo. La pérdida sería tan parte de Templo como el refugio que brindaba.

Su ansia por coger a Balog luchaba con su temor por el futuro, cuando esta misión concluyera. Entonces tendría que enfrentarse a su pena y mirar a los años vacíos que le esperaban. ¿Qué sería entonces de él?

Una brisa fría le provocó un escalofrío. El viento frío le secaba el sudor. Vio una patrulla de seguridad delante de él y se metió rápidamente por una calleja lateral. Esa noche tampoco dormiría. Debería mantenerse alerta.

Todos los agentes de la ciudad estarían buscando a Qui-Gon Jinn.

Pero había descubierto algo. Le habían relacionado con el asesinato por las sondas robot. No entendía cómo sus sondas robot pudieron atacar a alguien, en vez de buscar a Balog, que era para lo que estaban programadas. Se preguntó si las dos sondas que habían escapado cuando le atacaron junto al almacén habían sido las suyas. Le había extrañado que se marcharan de pronto. ¿Significaba eso que también habían atacado a Oleg? Alguien las había reprogramado.

Necesitaba respuestas, y por una vez sabía dónde encontrarlas. Haría una visita a Mota, el vendedor del mercado negro al que había comprado las sondas robot. Si las habían reprogramado, Mota era el contacto que le diría quién lo había hecho. Y si esa persona era Balog tendría una forma de encontrarlo.

Qui-Gon dio media vuelta y miró calle abajo. El agente de seguridad ya no estaba. Echó a correr hasta entrar en el parque. Allí había más sitio donde esconderse en caso de ser visto. Y atajar por el parque le acercaría más aún al sector Obrero.

Qui-Gon sintió de pronto que había alguien tras él, siguiéndole los pasos e intentando moverse a su misma velocidad. Qui-Gon se fundió con los árboles. Trazó un arco y se situó tras su perseguidor. Vio un brillo dorado en la oscuridad. Era Eritha.

Avanzó a grandes zancadas y la cogió del brazo. Ella se sobresaltó, y entonces vio que era él. Estaba sin aliento, como si acabara de echar una carrera.

—Te sigo desde que saliste de casa de Manex —dijo ella—. O al menos lo he intentado. Te perdí y estaba dando vueltas cuando te vi entrar en el parque.

—¿Por qué me seguías?

Ella se apoyó en él, intentando recuperar el aliento. Tenía las trenzas deshechas y el rostro colorado.

—¿Tiene Manex la lista?

—No. ¿Me seguías por eso?

Eritha negó con la cabeza.

—Es que no podía esperar a que contactaras conmigo. Supuse que irías a casa de Manex. Tengo la información que necesitas. Le oí decir a Alani dónde está Balog. Puedo llevarte allí.

Capítulo 13

Los Jedi siguieron vigilando a Manex, que ahora se había retirado a descansar en su sala de recepción. Mace cubría la parte delantera de la residencia, mientras Bant cubría la de atrás. Obi-Wan estaba situado tras la curvada escalera. Desde allí tenía una buena visión de la puerta de la sala de recepción. Tenía la sensación de que la noche sería larga.

Aprovecha tu tiempo. Un día descubrirás que tienes demasiado poco.

Las palabras de Qui-Gon asomaron a su mente. Obi-Wan seguía dándole vueltas a lo que debió hacer cuando vio a su Maestro. El aura nublada que sintió rodeando a Qui-Gon le preocupaba profundamente. Era una confusión que le impedía conectar de verdad con él. Le había afectado mucho. Puede que hasta el punto de impedirle actuar con más rapidez. ¿Debería haber seguido a Qui-Gon, irse con él, dijera lo que dijera?

Aprovecha tu tiempo...

Obi-Wan no creía poder hacerlo. Tenía la mente demasiado confusa.

Es el momento en el que más necesitarás la disciplina. Para eso sirve tu entrenamiento.

Muy bien. Pues acallaría la voz de Qui-Gon en su mente obedeciéndola.

Aunque estaba cansado, aunque sentía que había repasado los acontecimientos de días pasados demasiadas veces para poder contarlas, Obi-Wan se concentró y volvió a hacerlo. Repasó todos los acontecimientos desde que Qui-Gon y él pisaron Nuevo Ápsolon. Repasó mentalmente lo sucedido, buscando inconsistencias. Meditó todas las preguntas sin respuesta y todas las respuestas posibles.

Irina había jurado que no fue ella la que les disparó el primer día. Nunca habían descubierto con seguridad quién fue. ¿Balog? En aquel momento aún no eran una amenaza para él, ¿o sí?

¿Había sido una casualidad que los de seguridad se presentaran donde Mota cuando ellos compraban las sondas robot? Ahora le parecía probable que Alani les hubiera hablado de Mota para poder pillarlos allí. Podría haber sido ella quien alertase a seguridad de que los Jedi estaban comprando mercancía ilegal.

Las sondas robot debieron de ser reprogramadas para atacar a Pleni.

Obi-Wan apartó esas dudas. No creía que le condujeran a Balog. Si tan sólo las respuestas estuvieran claras. Si pudieran tener alguna pista sólida. Si tan sólo Eritha les hubiera proporcionado alguna información sobre Balog. Llevaba más de dos días al lado de su hermana. Ya debía de saber algo.

¿Le costaría mucho a Eritha traicionar a su hermana?

Pero ella ya había dado un paso que no podía deshacer. Tras descubrir que su hermana estaba detrás del secuestro de Tahl, había acudido a decírselo a Qui-Gon y Obi-Wan. Había arriesgado mucho haciéndolo. Podría haber perdido fácilmente la vida en la cueva. Obi-Wan recordaba lo asustada que estuvo Eritha cuando se detonaron los explosivos y la cueva se derrumbó. Admiraba cómo había seguido adelante a pesar de su miedo. Aún la recordaba gritando: "¡Me abandonaron! ¡Se olvidaron de mí!".

Obi-Wan se concentró un momento. Hubo algo en la forma en que Eritha había dicho eso que ahora le preocupaba. ¿Qué había sido? La emoción que la movía era ligeramente diferente a la que él se había esperado.

Asombrada. Había sonado asombrada. Y traicionada.

"¡Se olvidaron de mí!"

Como si no debieran hacerlo, como si ella fuese alguien privilegiado, pese a ser una prisionera.

Si es que era una prisionera...

¿Y por qué se dirigía hacia el fondo de la cueva?

Vale, el humo era muy espeso cerca de la entrada, pero, ¿no debía haber intentado atravesarlo?

Se dirigía a la otra salida situada al fondo de la cueva
, se dio cuenta Obi-Wan. Pero, ¿cómo conocía su existencia? Aún no la habían encontrado cuando capturaron a Eritha. No tenía forma de saber lo profunda que era la cueva.

Más despacio
, se reconvino Obi-Wan. Podía haber otra explicación para lo sucedido. Eritha estaba asustada. Reaccionaba, no pensaba.

Pero, puesto que la sospecha se había alojado en su mente en ese momento, repasó la conducta de Eritha durante todo el tiempo que pasaron juntos. Se concentró rememorándolo todo momento a momento, tan fresco como si hubiera pasado esa misma mañana.

Eritha había parecido sincera cuando los alcanzó.

Poco después fueron atacados por los Obreros Mineros.

Eritha había estado sinceramente sorprendida y asustada por el ataque, Obi-Wan estaba seguro de eso. Cuando Qui-Gon le dijo que se mantuviera detrás de ellos, ella se mostró de acuerdo.

Entonces, ¿por qué había corrido hacia delante cuando apareció la sonda robot? Les había obligado a protegerla. Debido a ello, Obi Wan se había herido en un pierna y la sonda robot había quedado destruida. ¿Sería un método desesperado para destruir su única forma de encontrar a Balog?

¿Y qué pasaba con el ataque al centro Minero? Qui-Gon le había dicho que había hablado con Eritha antes del alba. Había ido a reaprovisionar los deslizadores. O eso había dicho ella. Pero, ¿y si se preparaba para irse? Si Alani y ella habían conspirado juntas contra los Jedi lo habían hecho bien. Qui-Gon y Obi-Wan se habían quedado sin sonda robot, sin manera de encontrar a Balog. Eritha no sabía que Obi-Wan ya estaba mejor de la pierna y podía viajar. Debió de suponer que Qui-Gon se quedaría en el centro con él.

Igual pensaba marcharse porque estaba al tanto del ataque.

¿Sería eso posible? Obi-Wan se preguntó si Eritha no les habría engañado haciéndoles creer que la hermana buena era ella. ¿No sería que las dos hermanas deseaban el poder?

Había una última cosa. Cuando Obi-Wan y Eritha volvieron a Nuevo Ápsolon, ésta se enfureció porque Manex ofreciera su propio equipo médico para atender a Tahl. Obi-Wan lo había visto en sus ojos. Había creído que era porque ella sentía su misma desconfianza hacia Manex y le preocupaba la salud de Tahl. Pero, ¿y si era al revés? ¿Y si no quería que Tahl se recuperara?

¿Y si él había estado sospechando de quien no debía? ¿Y si Manex era bueno y Eritha mala? Nunca había deseado más la presencia de Qui-Gon.

Cuando Manex les contó su decisión de presentarse al cargo, Obi-Wan había mencionado a Alani. ¿Por qué había titubeado Manex? ¿Había algún motivo para que se presentara contra la hija de Ewane?

Obi-Wan se frotó los ojos. Le estaba afectando la falta de sueño y descanso. Los pensamientos daban vueltas en su cabeza. No sabía si estaba construyendo un caso contra Eritha sin pruebas, o si debía seguir por esa línea. Para empezar, ¿por qué iban a solicitar las gemelas la ayuda de Tahl, si siempre habían planeado apoderarse del poder? No tenía sentido.

Obi-Wan sabía que su mente no descansaría hasta que no tuviera alguna respuesta. Se acercó a la puerta de la sala de recepción de Manex y pulsó la luz indicadora que alertaría a Manex de que tenía visita.

Segundos después, la puerta se abría con un siseo.

—¿Es Balog? —susurró Manex desde la oscuridad.

—No. Necesito hacerte unas preguntas —dijo Obi-Wan, entrando.

Manex conectó una luz situada junto a su colchón de dormir. Posó los pies en el suelo y se frotó los ojos.

—Estoy a su servicio.

—¿Por qué insististe en llamar a tu propio equipo médico para atender a Tahl? —dijo bruscamente Obi-Wan—. El equipo del Gobernador Supremo debe de ser igual de bueno.

—El mío es mejor. ¿No recuerdas que tengo lo mejor de todo? —intentó decirlo con tono alegre, pero le salió falso.

—¿Hay alguna razón para que no confíes en Alani y Eritha? Si es así, debes decirme la verdad. Si tienes una sospecha, debes manifestarla.

Other books

Cat in the Dark by Shirley Rousseau Murphy
The Judas Gate by Jack Higgins
The Time of Your Life by Isabella Cass
The Successor by Stephen Frey
A Dawn of Death by Gin Jones
Bloodletting by Victoria Leatham
When Winter Come by Frank X. Walker
That Boy From Trash Town by Billie Green
Lady Scandal by Larissa Lyons
Benworden by Neal Davies