La espada oscura (58 page)

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Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La espada oscura
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Ordenó a cinco de sus Destructores Estelares de la clase Victoria que concentraran toda su potencia de fuego sobre las tres naves más pequeñas restantes, mientras que su 13X y catorce navíos de guerra se enfrentaban al crucero calamariano.

El
Caballero del Martillo
de Daala seguía desparramando haces de energía turboláser por todo el frenético combate, y sus disparos causaron serios daños a una de las naves de Cronus. El coronel soltó un siseo de ira, pero no se atrevió a abrir un canal de comunicaciones para criticar las acciones de la almirante. El crucero calamariano lanzó una tempestad de disparos de represalia mientras que las tres cañoneras corellianas supervivientes se desplegaban y se añadían a la contienda..., en la que estaban condenadas a perecer.

La batalla había entrado en una fase tan salvajemente complicada que Cronus sintió que le daba vueltas la cabeza, y se obligó a concentrarse en su objetivo primario mientras sus otros Destructores Estelares se enfrentaban a las naves que les había designado como blancos. Los haces de energía turboláser revoloteaban por el espacio, yendo y viniendo a su alrededor. Cronus recibió un mensaje de uno de sus escuadrones.

—Una segunda cañonera corelliana ha sido destruida, coronel —dijo la voz—. Otra ha sufrido graves daños cerca de usted y ha quedado incapacitada.

Cronus se inclinó sobre sus sensores para averiguar la situación de la cañonera que estaba a punto de quedar fuera de combate y retrocedió, súbitamente alarmado. El navío cilíndrico expulsaba llamas por una docena de heridas fatales, pero sus motores todavía estaban funcionando a plena potencia. Algunas baterías continuaban lanzando haces de energía en todas direcciones, pero la cañonera —aunque sólo tenía una cuarta parte de las dimensiones del 13X— siguió avanzando en un último y desesperado esfuerzo de propulsión. Estaba condenada, su casco empezaba a desintegrarse, sus sistemas de apoyo vital perdían sus líquidos refrigerantes y los derramaban por el espacio, sus motores ardían a causa de las llamaradas internas..., pero aun así el capitán se las arregló de alguna manera inexplicable para seguir avanzando en una embestida directa contra el navío insignia del coronel Cronus.

—¡Acción evasiva! —gritó Cronus.

El 13X giró sobre su eje central y empezó a virar hacia la izquierda, pero la cañonera corelliana herida de muerte ya había adquirido velocidad y se estaba moviendo hacia ellos mucho más deprisa de lo que Cronus podía apartarse de su trayectoria.

—¡Aumenten...! —tuvo tiempo de gritar Cronus.

Después cerró los ojos y lanzó un alarido inarticulado mientras la cañonera embestía al 13X por la popa, estrellándose contra la hilera de tubos de escape de los motores del navío de la clase Victoria y estallando un instante después para crear una bola de fuego que convirtió todo el compartimento del puente en un abrasador vacío blanco alrededor de Cronus.

—¡Sigan disparando! —gritó Ackbar—. ¡Informe de situación general! Un oficial táctico calamariano se encargó de proporcionárselo. —Tres navíos de la clase Victoria destruidos, almirante, pero ya sólo nos queda una cañonera corelliana.

La flota de navíos de la clase Victoria seguía disparando contra el
Viajero Galáctico
, y el
Caballero del Martillo
de la almirante Daala les lanzaba andanadas todavía más potentes desde el otro lado.

Han se volvió hacia Leia y le cogió la mano. Se miraron a los ojos durante unos momentos sin decir nada, y después clavaron la mirada en la incontenible marea de la batalla.

Ackbar seguía dando órdenes mientras Kyp Durron se inclinaba hacia adelante, el rostro vacío de toda esperanza e iluminado únicamente por un débil núcleo de decisión que buscaba desesperadamente algún objetivo sobre el que centrarse.

—Los escudos están empezando a fallar, almirante —dijo el oficial calamariano—. Nos quedan aproximadamente diez segundos antes de que fallen por completo.Los destructores estelares de la clase Victoria y el
Caballero del Martillo
seguían aproximándose por ambos lados, continuando con su implacable e incesante ataque.

Y el navío del almirante Ackbar, prácticamente indefenso y sin escudos, estaba inmóvil y atrapado en el centro de la mortífera flota enemiga.

Capítulo 56

El vicealmirante Pellaeon no tenía ni idea de lo que le había ocurrido.

En un momento dado él y sus diecisiete Destructores Estelares se hallaban en órbita alrededor de la cuarta luna de Yavin, absortos en su potente ofensiva. Se habían encontrado con alguna resistencia, pero no era nada que no pudieran aniquilar mediante un par de ataques más.

Y un instante después se encontraron empujados a través del espacio como si una mano gigantesca los hubiera apartado de un bofetón.

Pellaeon había sido arrojado por encima de la barandilla del puente para acabar cayendo de espaldas sobre un puesto de control, y podía considerarse extremadamente afortunado por no haberse roto la columna vertebral.

Sus tripulantes fueron lanzados de un lado a otro como briznas de polvo en un sistema de tormentas. Varios soldados uniformados yacían inconscientes, posiblemente muertos. Otros intentaban incorporarse, parpadeando y cubiertos de sangre. La maltrecha tripulación se fue recuperando poco a poco y las ondulaciones de asombro dieron lugar a conversaciones, mantenidas en susurros primero y luego en voz cada vez más alta hasta terminar en la más lamentable algarabía de confusión y miedo que se pudiera imaginar.

Las alarmas automáticas resonaban por todo el
Tormenta de Fuego
. Los canales de comunicaciones empezaron a zumbar con una creciente actividad a medida que los otros dieciséis Destructores Estelares quisieron saber qué había ocurrido..., pero Pellaeon no podía darles ninguna respuesta.

El vicealmirante se levantó, se pasó las manos por el uniforme para alisarlo y se tambaleó cuando una nube de puntitos negros surgió repentinamente de la nada para invadir su campo visual, saturándolo como la estática de una transmisión bloqueada.

—Informe de situación —logró decir.

Pellaeon tosió y se limpió un poco de sangre de la comisura de los labios. Sus tripulantes hablaban en voz baja e intercambiaban miradas de confusión y aturdida perplejidad.

—¡A sus puestos! —dijo Pellaeon, levantando la voz. Más sangre brotó de sus labios, pero su imperioso tono de mando sacó a la dotación de su estupor—. ¡He dicho que quiero un informe de situación! ¿Qué nos ha ocurrido? Díganme dónde estamos.

—Estabilizando los navíos, señor —dijo el navegante.

Las estrellas giraban en un enloquecido
Torbellino
al otro lado de los ventanales de la torre del puente del
Tormenta de Fuego
. Pellaeon, que ya estaba bastante desorientado, descubrió que el efecto resultaba altamente mareante, pero el Destructor Estelar fue estabilizándose lentamente hasta acabar quedando inmóvil en el espacio.

Pellaeon se agarró a la barandilla del puente para no perder el equilibrio. La estrella más brillante de todas las que tenía delante de él era un lejano puntito amarillo situado a una gran distancia. Pellaeon tuvo la horrible premonición de que aquella estrella tan distante podía ser el sol del sistema de Yavin.

—He conseguido hacer una comprobación posicional, señor —anunció el navegante—. Hemos sido bruscamente arrojados al exterior del sistema solar en cuestión de segundos.

—Nuestro hiperimpulsor ha sufrido daños —añadió el timonel—. Podemos llevar a cabo las reparaciones necesarias en unas cuantas horas, pero no podremos hacer ningún salto —especialmente intrasistémico—, porque el ordenador de navegación ha perdido todos los datos de su memoria.

Pellaeon se agarró a la barandilla del puente, haciendo un gran esfuerzo de voluntad para evitar que su cuerpo se encorvara bajo el peso invisible de la consternación que sentía.

—Quiero que todos nuestros hiperimpulsores queden reparados lo más pronto posible. De momento, iniciaremos el regreso a Yavin 4 con los motores sublumínicos a máxima potencia.

—¡Pero tardaremos semanas, señor! —exclamó el timonel.

Pellaeon le lanzó una mirada gélida e impasible.

—Mientras tanto —siguió diciendo—, calcularemos microsaltos... Si es necesario, prescindiremos del ordenador de navegación y los calcularemos manualmente. ¡Debemos volver a Yavin 4!

La dotación de su puente de mando percibió la determinación que impregnaba la voz del vicealmirante, y todos se pusieron a trabajar. Los tripulantes intentaron recuperar la compostura y se dispusieron a hacer todo lo posible para conseguir que los Destructores Estelares volvieran a alcanzar su nivel de eficiencia máxima lo más pronto posible.

La flota empezó a moverse e inició un lento avance a través de aquel abismo espacial imposiblemente enorme. Pellaeon no podía imaginar qué pensaría la almirante Daala cuando llegara al sistema de Yavin y se encontrase con que toda la flota del vicealmirante se había desvanecido. Tembló, imaginándose ya su furia y sintiéndose lleno de abatimiento ante la incompetencia de que había dado muestra..., aunque cuando había Caballeros Jedi involucrados, las predicciones lógicas solían ser irrelevantes.

Volvió nuevamente la cabeza hacia el gran ventanal del puente y clavó los ojos en el repentinamente distante sol amarillo del sistema de Yavin. Pellaeon se retorció las manos en un incontrolable frenesí de nerviosismo y frustración mientras la brillante luz de la vergüenza ardía en sus ojos.

Cuando su flota por fin consiguiera volver, la batalla sin duda ya habría terminado.

Capítulo 57

El hangar de bombarderos repletos de proyectiles del
Caballero del Martillo
era como una trampa que esperase ser activada..., y mientras Calista posaba la nave seriamente dañada que había secuestrado entre las demás, se juró que desencadenaría la energía destructiva que la estaba aguardando allí.

Todos los pilotos habían sido evacuados debido a su advertencia de que padecía filtraciones en un núcleo motriz, pero los investigadores no tardarían en llegar. Calista tenía que darse prisa.

Escuadrones enteros de cazas y bombarderos TIE que aguardaban la llegada de sus pilotos se alineaban sobre la reluciente cubierta metálica. Las naves habían sido preparadas para el lanzamiento y tenían todos los sistemas activados, pero Daala debía de haber acabado decidiendo que permanecieran a bordo del Súper Destructor Estelar. Calista supuso que la almirante había optado por continuar con la batalla desde una distancia que le evitara correr riesgos antes que poner en peligro sus bombarderos sin ninguna auténtica necesidad. Daala estaba convencida de que acabaría venciendo de todas maneras, y podía permitirse continuar la terrible ofensiva desde su órbita actual.

Calista acababa de posar su nave y las puertas del hangar aún se estaban cerrando cuando oyó el gemido de nuevas alarmas resonando a través del
Caballero del Martillo
: estaban anunciando la llegada de una nueva flota rebelde y que el Súper Destructor Estelar iba a librar un combate espacial. «Excelente», pensó. Eso tal vez retrasaría a los imperiales durante unos cuantos minutos más antes de que vinieran a interferir con sus planes.

El bombardero averiado de Calista se había posado en un área despejada que había sido usada no hacía mucho tiempo para la reparación y el mantenimiento de naves. El bombardero TIE se había portado bastante bien a pesar de los daños sufridos, y Calista pensó que el piloto al que mató había conseguido completar las reparaciones más necesarias de una manera admirable.

Calista bajó a la cubierta de un ágil salto y se encogió sobre sí misma mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que no había nadie esperando para recibirla, temiendo que pudiera haber algún grupo de médicos o partida de rescate enviada «para ayudar»..., pero el hangar estaba desierto.Empezó a trabajar, moviéndose deprisa y respirando con jadeos entrecortados. Podía oír cómo los sordos ecos del palpitar de la batalla resonaban por el casco del
Caballero del Martillo
. Calista titubeó un momento, diciéndose a sí misma que le daba igual lo que estuviera ocurriendo ahí fuera.... pero tenía que saber qué estaba pasando.

Fue corriendo hasta una pantalla mural y solicitó un informe sobre la situación actual de la batalla, y se sorprendió al ver cómo el
Halcón
Milenario
desaparecía dentro de un hangar del
Viajero Galáctico
, el navío insignia del almirante Ackbar. Eso quería decir que el combate se había complicado de repente. El crucero calamariano de Ackbar contaba con armamento pesado, pero ni siquiera el poderío combinado de todas las naves de la Nueva República sería capaz de enfrentarse a un Súper Destructor Estelar.

La almirante Daala disparó sus baterías, infligiendo un severo castigo a los escudos de Ackbar, y el crucero calamariano retrocedió. Calista sabía que tenía que darse prisa, pero en el mismo instante en que empezaba a darse la vuelta vio cómo otra flota de Destructores Estelares de la clase Victoria surgía del hiperespacio y se unía al ataque contra la flota de Ackbar. Los navíos de la misión de rescate enviada por la Nueva República quedarían hechos pedazos en cuestión de momentos..., si Calista no actuaba pronto.

Activó el código de bloqueo de la puerta que permitía acceder al hangar desde los pasillos exteriores para asegurarse de que no la molestarían. La protección que le ofrecía no duraría mucho rato si un descodificador imperial trataba de abrirse paso a través de ella, pero Calista necesitaba obstaculizar al máximo cualquier posible interferencia.

Volvió corriendo a su bombardero TIE dañado y abrió los paneles de las reservas de armamento, donde evaluó el cargamento de proyectiles detonadores almacenados detrás de sus sistemas de lanzamiento.

Después volvió corriendo al muro y estudió el diagrama del
Caballero del Martillo
. No era muy detallado, y tenía como fin principal ayudar a los nuevos reclutas que pudieran extraviarse a bordo de un navío tan inmenso, pero Calista enseguida pudo ver materializadas sus mayores esperanzas. Los hangares de bombarderos TIE se encontraban en la parte de atrás del
Caballero del Martillo
, y quedaban separados de los gigantescos motores y sistemas de propulsión por unos gruesos mamparos.

Calista clavó sus ojos grises en el muro blindado que se alzaba al otro extremo del hangar y dirigió los proyectiles del bombardero TIE directamente hacia él. Después ajustó sus cronómetros para el lanzamiento automático. Deberían bastar para abrir una brecha..., y eso sólo sería el comienzo.

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