La espada oscura (57 page)

Read La espada oscura Online

Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La espada oscura
12.3Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Los veo —dijo Kyp.

Los dos pozos artilleros empezaron a disparar. Un escuadrón de cazas TIE se aproximaba a gran velocidad por encima de ellos: o eran restos de las fuerzas de Pellaeon, o se trataba de un ala nueva desplegada por el
Caballero del Martillo
de Daala.

—Estos blancos ya me gustan más —dijo Han, y asumió la iniciativa, dirigiendo el
Halcón
en un vector directo hacia la flotilla que se aproximaba rápidamente.

Chewbacca soltó un gemido de preocupación y Cetrespeó se tapó los sensores ópticos con sus manos doradas. Pero el temerario truco de la embestida volvió a dar resultado, y los cazas TIE se apresuraron a apartarse de la trayectoria del
Halcón
, lanzando andanadas sin apuntar que se perdieron en todas direcciones mientras dispersaban su formación.

Han se sintió un poco desilusionado al ver que la torpeza habitual con que los imperiales pilotaban sus naves parecía haber disminuido un poco, pues ninguno de los haces disparados a ciegas por los TIE causó bajas entre ellos. Kyp y Leia concentraron toda su potencia de fuego sobre el aparato que encabezaba la formación, y los dos soltaron un grito de júbilo cuando lo vieron estallar a mitad de su frenética huida.

Han decidió sacar toda la ventaja posible de su nueva táctica y lanzó al
Halcón
hacia adelante en una veloz persecución del escuadrón de cazas TIE que trataba de huir. Se preguntó cuánto tardarían en comprender que sólo se enfrentaban a un oponente solitario, y que tenían muchos más cañones láser que él para usarlos en su contra.

Y de repente un río de fuego desgarró la atmósfera, hendiendo el aire en un aullante sendero de ionización. Una colosal andanada turboláser lanzada desde la órbita del
Caballero del Martillo
cayó sobre uno de los cazas TIE y lo desintegró por completo, convirtiéndolo en una vaharada de energía súbitamente liberada. La onda expansiva abofeteó al
Halcón
, y Han y Chewbacca tuvieron que hacer grandes esfuerzos para recuperar el control de la nave. Han apartó al
Halcón
de la perturbación, ejecutó un rizo hacia atrás y salió disparado a toda velocidad en dirección opuesta. Los cazas TIE giraban locamente por el cielo, atrapados en una espiral incontrolada. Habían perdido su formación, y los pilotos estaban tan confusos que no conseguían hacerse con el control de sus aparatos.

Otra andanada de fuego turboláser cayó del cielo en la lejanía e incendió una sección de la jungla que se encontraba a varios kilómetros de ellos.

—Muy típico de Daala —murmuró Han, meneando la cabeza mientras ponía cara de disgusto—. Ni siquiera sabe contra qué está disparando.

Kyp salió del pozo artillero, y la mueca de salvaje determinación que había en su rostro hizo estremecer a Han.

—La almirante Daala ha contraído una deuda muy grande con nosotros dos, Han. —Kyp volvió la cabeza y clavó sus negras pupilas en la lejanía—. Dorsk 81 se sacrificó para librarnos de la primera flota imperial. Si no fuese por Daala, ahora todos estaríamos a salvo. Es el objetivo que quiero aniquilar.

Cetrespeó se levantó, visiblemente indignado.

—¡Pero ese curso de acción sería altamente irracional, señor! El
Halcón
Milenario
no puede enfrentarse a una nave tan poderosa como ese Súper Destructor Estelar.

—Estás loco, chaval —dijo Han con voz vacilante.

Kyp se encogió de hombros.

—No es locura, sino simple decisión..., y ya me ha dado buen resultado en ocasiones anteriores.

Chewbacca expresó sus reservas mediante un largo gruñido, pero Kyp se acuclilló junto a Han.

—Antes de que viniéramos a Yavin 4, Dorsk 81 y yo enviamos un mensaje de alarma a la flota de la Nueva República. Los refuerzos ya deberían venir hacia aquí. No sé cuánto tiempo tardarán en llegar, pero no podemos permitir que Daala lo destruya todo antes de que hayan llegado.

Han volvió a pensar en cómo la almirante Daala había ordenado que lo ataran a la silla de torturas del
Gorgona
, su Destructor Estelar.

—Lo que tú digas, chico —respondió por fin—. Esto es como una gran partida de sabacc, así que arrojemos todas nuestras cartas sobre la mesa..., y esperemos que Daala no se dé cuenta de que nos estamos tirando un farol.

El
Halcón
atravesó la piel exterior de la atmósfera y puso rumbo hacia la negrura del espacio, allí donde el inmenso planeta Yavin llenaba la mayor parte de los alrededores como un ojo gigantesco que contemplara la batalla. El
Caballero del Martillo
, colosal y temible, flotaba sobre la diminuta luna cubierta de selvas, una oscura ciudad cargada de armas letales suspendida en el vacío.

—A toda máquina, Chewie —dijo Han.

El
Halcón
salió disparado hacia adelante, incrementando su velocidad para seguir un rumbo que los llevaría directamente al
Caballero del Martillo
.

Leia entró en la cabina de pilotaje y se detuvo al lado de Kyp, que seguía inmóvil junto a Han.

—No sé qué estás haciendo, pero espero que tengas un plan —dijo. —¿Un plan? —replicó Han, enarcando las cejas—. De momento sólo estoy intentando atraer la atención de Daala.

Un enjambre de cazas TIE revoloteaba por delante del Súper Destructor Estelar, pero el
Halcón
llegó a tales velocidades que no tuvieron tiempo de dispersarse e introducir un nuevo blanco en sus sistemas de puntería. Han conectó el sistema de comunicaciones.

—¡Hola, almirante Daala! Aquí Han Solo, con mi amigo Kyp Durron... Quizá se acuerda de nosotros.

Unos segundos después el
Caballero del Martillo
ya había dejado de bombardear la luna selvática y había elegido al
Halcón
como nuevo objetivo de sus andanadas.

—¡Salgamos de aquí, Chewie! —gritó Han, y volvió a quedar incrustado en el respaldo de su asiento cuando una repentina oleada de aceleración empezó a alejar su nave del
Caballero del Martillo
.

—Ésa ha sido una acción realmente muy inteligente —comentó Leia.

—Por lo menos hemos atraído su atención —dijo Han—. Por no mencionar el hecho de que durante unos minutos han dejado de disparar contra la Academia Jedi.

Las puertas del hangar delantero del Súper Destructor Estelar se abrieron, y cuatro escuadrones de cazas TIE despegaron en pos del
Halcón
Milenario
.

—Espero que nuestros escudos sean lo suficientemente sólidos —dijo Leia.

Los cazas TIE de Daala se aproximaron, disparando repetidas andanadas. El
Halcón
vibró y se tambaleó bajo el interminable diluvio de impactos que caía sobre sus escudos. Han echó una mirada llena de inquietud a sus niveles de energía y vio que sus escudos se estaban debilitando drásticamente a pesar de que el
Halcón
volaba a velocidad máxima.., y los cazas TIE se estaban aproximando cada vez más.

—Amo Han, según mis cálculos hay doscientos dieciocho cazas TIE persiguiéndonos, y cada uno está disparando sus dos cañones láser —dijo Cetrespeó—. Eso proporciona un número de disparos anticipado que asciende a...

—No quiero saberlo, Cetrespeó. Estamos haciendo cuanto podemos. —Pero lo que quiero decir —prosiguió Cetrespeó— es que estadísticamente no podemos tener ninguna esperanza de...

—¡Creo que ya lo habíamos descubierto sin tu ayuda, Cetrespeó! —exclamó Leia.

Y entonces una andanada de fuego turboláser surgió repentinamente de la nada, abriéndose paso a través del enjambre de cazas TIE con una rápida sucesión de terribles explosiones y haciendo que sus pilotos sucumbieran a la más absoluta confusión.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Han.

Chewbacca soltó un estridente aullido wookie, y Kyp sonrió.

—Son nuestros refuerzos —dijo.

El
Viajero Galáctico
del almirante Ackbar entró a toda velocidad en el sistema, flanqueado por cuatro cañoneras corellianas. El crucero calamariano se abrió paso a través de las densas formaciones de cazas TIE, barriendo a la mitad de ellas con su primera pasada. Las cañoneras corellianas, diseñadas específicamente para acabar con los cazas estelares enemigos, se encerraron en un capullo de fuego desintegrador mientras las hileras de artilleros independientes concentraban sus disparos sobre la masa de naves enemigas y unos cuantos fugitivos huían desesperadamente hacia el
Caballero del Martillo
con sus motores iónicos gemelos a máxima potencia.

La voz de Ackbar surgió del sistema de comunicaciones.

—¿Es usted, general Solo? Tengo la impresión de que no les iría nada mal un poco de ayuda.

—¡Nos alegramos mucho de verle, almirante! —respondió Han. —Sugiero que suban a bordo del
Viajero Galáctico
, donde estarán más seguros —dijo Ackbar.

—Oh, me parece una idea realmente espléndida —exclamó Cetrespeó. —Así lo haremos, almirante —dijo Han, y se disponía a cerrar el canal cuando Leia se inclinó sobre el sistema de comunicaciones.

—Estoy segura de que ya puede ver lo que está ocurriendo ahí abajo, almirante Ackbar —dijo—. Luke y sus estudiantes necesitan nuestra ayuda en la Academia Jedi, pero no sé si dispone de las fuerzas suficientes para enfrentarse al Súper Destructor Estelar de Daala.

Ackbar emitió un sonido indescifrable, pero claramente lleno de furia. —Jamás perdonaré a la almirante Daala los daños que infligió a mi hermoso planeta natal —dijo el calamariano. Kyp meneó la cabeza mientras sus labios se curvaban en una sonrisa irónica.

—Daala nunca ha dominado el arte de hacer amigos, ¿verdad?

El
Halcón
entró en el hangar protegido del crucero calamariano de Ackbar en el mismo instante en que Daala abría fuego sobre el navío de combate de Mon Calamar¡. Las cuatro cañoneras corellianas siguieron limpiando el espacio de cazas TIE, pero aun así el
Caballero del Martillo
continuaba superando en potencia de fuego a toda su fuerza combinada...

—El resto de la flota de la Nueva República viene a reunirse con nosotros —anunció Ackbar.

Han, Leia, Chewbacca y Kyp acababan de entrar en el puente del
Viajero Galáctico
. Cetrespeó se había tropezado con otro androide de protocolo, y enseguida estuvo muy ocupado deleitándole con el relato de las aventuras que había vivido hasta el momento.

—El Imperio ha lanzado un ataque concertado contra todos los sectores de la Nueva República ——siguió explicando Ackbar—. El general Antilles ha partido con su ala de la flota para responder a una señal de socorro enviada por el general Madine. Creemos que Madine ha conseguido descubrir el paradero del arma secreta de los hutts..., y hemos estado recibiendo informes sobre ataques imperiales altamente destructivos contra objetivos estratégicos esparcidos por toda la Nueva República.

—Tenemos que detenerlos aquí y ahora —dijo Kyp.

—Lo haremos —dijo Leia, y alzó la mirada hacia Han y Ackbar—. Ese Súper Destructor Estelar es un enemigo demasiado poderoso para que podamos acabar con él, pero disponemos de la potencia de fuego suficiente para resistir y retrasar el ataque de Daala hasta que lleguen los refuerzos. No deberían tardar mucho en aparecer.

Como si acabara de oírles, Daala lanzó una potente salva de haces turboláser.

—Escudos a máxima potencia —ordenó Ackbar—. Retrocedan.

Mientras el
Viajero Galáctico
y las cuatro cañoneras corellianas iniciaban un rápido viraje, incrementando la distancia que las separaba del
Caballero del Martillo
, un invencible muro de fuego turboláser apareció repentinamente a estribor. Los escudos de la nave de Ackbar quedaron seriamente dañados y una de las cuatro cañoneras corellianas, pillada totalmente por sorpresa, se partió por la mitad y estalló debajo del
Viajero Galáctico
.

Ackbar se tambaleó en el puente, consternado y aturdido al ver que el espacio se había llenado de naves... imperiales. Los refuerzos habían llegado.

Y venían en ayuda de Daala.

El coronel Cronus volvió a Yavin 4 con veinte de sus Destructores Estelares carmesíes. El resto de su flota había sido enviado a los objetivos de la lista secundaria para que continuara con su labor de acoso, pero Cronus ya había llevado a cabo con éxito su misión principal.

Aun así, Cronus se vio rápidamente obligado a reconsiderar la situación en cuanto los navíos de la clase Victoria llegaron al sistema de Yavin. Los diecisiete Destructores Estelares del vicealmirante Pellaeon no eran visibles por parte alguna. El
Caballero del Martillo
de la almirante Daala flotaba sobre la luna selvática en una órbita de proximidad y estaba disparando andanadas turboláser contra un grupo de navíos de combate rebeldes, que no debería haberse hallado en el sistema y que estaba formado por un gigantesco crucero de aspecto orgánico de Mon Calamar¡ y cuatro cañoneras corellianas. La flotilla rebelde era una fuerza de combate bastante significativa, aunque su potencia de fuego no igualaba ni siquiera a la del Súper Destructor Estelar en solitario.

El coronel Cronus sonrió. Con la adición de sus veinte Destructores Estelares de menor tamaño, acabarían rápidamente con los rebeldes y sólo dejarían detrás de ellos unos cuantos cascos destrozados enfriándose en el espacio, allí donde la potente gravedad del planeta Yavin no tardaría en atraerlos hacia sus remolinos de nubes gaseosas.

Cronus sólo necesitó un segundo para pasar por todas las fases de aquella cadena de pensamientos, y después entró en acción inmediatamente y empezó a dar órdenes a su flota.

—Que todas las naves tomen parte en el enfrentamiento —dijo—. Vamos a acabar con unos cuantos objetivos más.

Los navíos de combate de la clase Victoria atacaron sin ninguna advertencia previa y empleando todo su letal poderío. En su primera pasada acabaron con una de las cañoneras corellianas y causaron daños significativos en los escudos del crucero calamariano. Pero el navío de combate rebelde salió rápidamente de su perpleja vacilación, y sus potentes sistemas de armamento empezaron a disparar lanzas de energía letal contra los Destructores Estelares de la clase Victoria.

Cronus deseó haber traído consigo a toda su flota, aunque estaba seguro de que veinte de sus naves bastarían. El coronel imperial flexionó los músculos de sus brazos y se inclinó hacia adelante.

—Fuego de desgaste —ordenó—. Acaben con las otras cañoneras corellianas antes de ocuparse del crucero.

Other books

A Flower for the Queen: A Historical Novel by Caroline Vermalle, Ryan von Ruben
Plains of Passage by Jean M. Auel
The Just City by Jo Walton
The Betsy (1971) by Robbins, Harold
Warrior's Lady by Gerri Russell
Karen Harbaugh by The Marriage Scheme
Rogue Dragon by Avram Davidson
Engine City by Ken Macleod