La espada oscura (25 page)

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Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La espada oscura
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Erredós soltó una serie de silbidos y pitidos.

—Y no debemos olvidarnos de Erredós, claro —añadió Leia—. Dedicaos a husmear por ahí. Ya veremos qué podéis averiguar, y luego compararemos nuestras respectivas anotaciones.

Chewbacca lanzó un rugido de aprobación, y Leia por fin se relajó lo suficiente para poder terminar su almuerzo.

NAL HUTTA
Capítulo 22

El general Wedge Antilles estaba inmóvil en el puente de la fragata de escolta Yavaris y empezaba a notar la vieja y familiar excitación que acompañaba al combate espacial. Sus naves estaban entrando a toda velocidad en el sistema de Nal Hutta bajo el pretexto de las batallas simuladas que el Equipo Rojo y el Equipo Azul iban a librar en un territorio abierto que, casualmente, era el mundo natal de los hutts.

—Ah, chico, menuda sorpresa se van a llevar esas babosas... —dijo Wedge.

Qwi Xux, la investigadora alienígena de etérea belleza, se levantó de su puesto de control y se reunió con él.

—Esto es mucho mejor que cuando conquistamos la Instalación de las Fauces —dijo—. Por lo menos esta vez ninguna vida corre peligro.

Wedge asintió. Quería abrazarla, pero sabía que no debía hacerlo porque él era el comandante de la nave y ella estaba haciendo sus prácticas como jefe de ciencias de a bordo. El trabajo no encerraba ninguna dificultad para ella, y además le encantaba poder estar con Wedge. Desde que juró que nunca más volvería a colaborar en el desarrollo de nuevos sistemas de armamento, la brillante investigadora alienígena todavía no había encontrado una nueva vocación hacia la que encauzar sus considerables energías mentales.

—Quiero un informe general sobre la situación actual de la flota —dijo Wedge, volviéndose hacia el oficial táctico.

La pantalla del oficial táctico mostró una parrilla con todos los componentes del Equipo Azul. El Yavaris era el navío insignia de Wedge, pero no era la nave más grande de la flotilla. La piedra angular de su flota era la monstruosa fragata de asalto
Dodonna
, una versión altamente modificada de los temibles acorazados imperiales. El Yavaris era más pequeño, pero era la nave que Wedge había pilotado durante su victorioso ataque a la Instalación de las Fauces, el laboratorio secreto del Imperio.

Rodeando a sus naves había seis corbetas corellianas más pequeñas y versátiles cuyas enormes hileras de motores parecían emplazamientos de lanzacohetes que ardieran con un resplandor azulado en la oscuridad del espacio. Las naves de Wedge se habían desplegado en una formación de hilera, con el
Dodonna
y el Yavaris en el centro flanqueados por tres corbetas a cada lado. La flotilla ya estaba entrando en el sistema de Nal Hutta.

—¿Tenemos noticias del Equipo Rojo? —preguntó Wedge, volviéndose hacia el oficial de comunicaciones—. ¿Sabe si el almirante Ackbar ha llegado a sus coordenadas?

Ackbar había llevado a su grupo de naves por un vector de aproximación distinto: su flotilla estaba formada por tres cañoneras corellianas, más pequeñas que las corbetas, y un enorme crucero estelar calamariano, el
Viajero Galáctico
, una de las naves más gigantescas y poderosas con que contaba la flota de la Nueva República. Pero Wedge sabía que por sí solos el tamaño y la potencia de fuego no garantizaban una victoria. Ackbar tenía que entrar en el sistema desde el otro lado, y las dos flotas se enfrentarían muy cerca de Nal Hutta.

—El Equipo Rojo confirma que está en la posición prefijada —le informó el oficial táctico.

—General Antilles, acabamos de recibir un mensaje urgente de Nal Hutta —dijo el oficial de comunicaciones—. Quieren saber qué hemos venido a hacer aquí.

Wedge intentó reprimir una maliciosa sonrisa de satisfacción.

—Hágales saber que vamos a llevar a cabo unos ejercicios de combate simulado —dijo—. No hay ninguna razón para alarmarse..., a menos que intenten gastarnos alguna jugarreta, claro está —añadió en voz baja.

El almirante Ackbar estaba esperando a que su timonel anunciara que podían empezar.

—Los dos equipos están en las posiciones prefijadas, almirante —acabó diciendo el oficial calamariano.

Ackbar inclinó su enorme cabeza en un gesto de asentimiento.

—Preparados para iniciar el enfrentamiento —dijo.

El
Viajero Galáctico
era su nave favorita. Todos los cruceros de batalla calamarianos, aquellos enormes navíos de forma capsular, seguían un diseño ligeramente distinto concebido por los constructores de naves que trabajaban en las instalaciones orbitales que giraban alrededor de su mundo. Mon Calamar¡ llevaba años trabajando incesantemente para sustituir todas las naves que la Nueva República había ido perdiendo durante las encarnizadas batallas con el Imperio, como la que tuvo lugar cuando la almirante Daala y sus Destructores Estelares atacaron los astilleros calamarianos y el mismo Ackbar causó la destrucción del Marea Estelar, un navío de guerra que aún estaba a medio construir.

—Si queremos llevar a cabo la verdadera misión que nos ha traído aquí, tenemos que mantener lo más asustados y preocupados posible a los hutts —dijo el general Crix Madine, el Comandante Supremo de Inteligencia Aliado, que estaba inmóvil junto a él.

Madine, un hombre barbudo de mediana edad, había dirigido el ataque de superficie en Endor que terminó con la destrucción del generador del escudo de energía, lo cual permitió que la flota rebelde destruyera la segunda Estrella de la Muerte. Madine había sido un alto oficial del ejército imperial, pero había desertado para pasarse a la Alianza y había traído consigo una gran cantidad de información altamente valiosa. Los datos secretos que Madine había entregado a Mon Mothma habían sido el origen de muchas de las victorias obtenidas por los rebeldes. Pero de eso ya hacía bastantes años, y en la actualidad Madine procuraba pasar lo más desapercibido posible y desempeñaba un discreto papel de supervisión en las siempre imprescindibles operaciones clandestinas.

—Ahora que nuestra flota está dentro del sistema —dijo Madine—, dudo mucho que los hutts se atrevan a hacer alguna travesura cuando la jefe de Estado llegue en su misión diplomática.

Ackbar asintió solemnemente.

—Su motivación puede ser ésa, general Madine, pero en estos momentos mi único propósito es obtener una victoria para el Equipo Rojo.

Mientras Ackbar iniciaba los preparativos de la confrontación, Madine fue hasta uno de los puestos de sensores y relevó al teniente que lo ocupaba. Crix Madine era un hombre directo y decidido al que le gustaba hacer su trabajo personalmente. No tenía ninguna forma de saber cuándo podía necesitar un conocimiento general de todos lo niveles de las operaciones, por lo que intentaba acumular la mayor cantidad de experiencia y competencia posible en lo referente a todos los sistemas de a bordo.

Madine ajustó los sensores de largo alcance del
Viajero Galáctico
para que enfocaran y amplificaran el planeta verdoso de Nal Hutta y su Luna de los Contrabandistas, Nar Shaddaa. Con la llegada de la flota de la Nueva República, Madine había percibido un notable incremento en el tráfico que salía de Nar Shaddaa, sin duda debido a que los pequeños delincuentes se apresuraban a huir de aquella impresionante fuerza militar. Madine se resignó a la idea de permitir que tantos bribones escaparan, pero en aquellos momentos no podía interesarse por las heces de la sociedad. Su auténtico objetivo en aquella misión sería mucho más insidioso y oscuro.

—El Equipo Azul ha adoptado la posición defensiva —dijo el oficial táctico.

Ackbar concentró toda su atención en los datos de su puesto de control.

—Páseme la transmisión visual. —Imágenes de la flota de Wedge aparecieron en la pantalla, una hilera de naves que se extendía por el espacio—. Muy bien —añadió—. En este enfrentamiento seremos el agresor. —Contempló la disposición de las naves del Equipo Azul y meneó su cabeza color rosa salmón—. Me parece que tendré que darle unas cuantas lecciones sobre tácticas y vulnerabilidad al general Antilles...

Madine se reunió con el almirante calamariano.

—¿Qué quiere decir? —preguntó, pues siempre había estado muy interesado en las maniobras de la flota.

Ackbar señaló las imágenes con una mano—aleta.

—Nos abriremos paso a través de ellos igual que una daga —dijo—. Avanzaremos con una de nuestras cañoneras delante, y luego vendrá el
Viajero Galáctico
y las otras dos cañoneras después. Pasaremos por entre las dos fragatas, que son los objetivos primarios. La cañonera que encabece la formación llegará disparando con todas sus baterías y pasará por entre ellas sin detenerse. Después el
Viajero Galáctico
aniquilará sus defensas explotando a fondo nuestra superior potencia de fuego. Finalmente, la segunda y la tercera cañoneras acabarán con lo que quede. Una sola pasada nos permitirá eliminar al
Dodonna
y al Yavaris. Las corbetas de flanqueo del Equipo Azul no podrán utilizar su armamento porque sus propias naves estarán obstruyendo la línea de fuego.

—Parece un plan infalible —comentó Madine.

—Lo es, y enseguida podrá ver cómo da resultado —respondió Ackbar.

Wedge se dejó caer sobre el respaldo de su sillón de mando con una traviesa sonrisa iluminando su rostro de firme mandíbula cuadrada.

—¡Ha picado! —exclamó, y dio una palmada—. Muy bien, el Equipo Rojo acaba de cruzar la línea. Sabemos con toda exactitud lo que vamos a hacer, ¿no? Pues prepárense para hacerlo. —Wedge meneó la cabeza v miró a Qwi—. ¿Es que Ackbar piensa que no me he leído sus manuales de tácticas?

Vio cómo el Equipo Rojo se aproximaba en una larga línea de naves, con una cañonera encabezando la formación y el gigantesco crucero estelar a continuación, seguido por dos cañoneras más.

—Va a pasar por entre las dos fragatas dijo—. Muy bien. ¡Todo el mundo en alerta roja! ¡A sus puestos de combate! Potencia mínima en todos los sistemas de armamento, la justa para que puedan detectar los impactos que nos anotemos.

—Todos los sistemas de armamento a potencia mínima, señor —informó el sargento artillero—. Los contadores de impactos han sido activados.

Los ojos de Wedge relucieron mientras contemplaba la aproximación de las naves. Alzó una mano.

—Máxima potencia a los escudos laterales en las dos fragatas —dijo—. Desconecten los otros escudos. Sabemos hacia dónde van a disparar.

La cañonera fue hacia el objetivo fijado, avanzando a toda velocidad por entre la fragata de asalto y el Yavaris y lanzando repetidas andanadas de disparos simulados.

—Los escudos están aguantando dijo el oficial de sistemas defensivos.

Entonces llegó el
Viajero Galáctico
, con todas sus baterías secundarias escupiendo fuego. Wedge bajó la mano.

—Cierren la red —ordenó.

El oficial táctico empezó a gritar órdenes por el sistema de comunicación codificado, y las seis corbetas corellianas de los flancos —que se suponía estaban demasiado lejos para poder abrir fuego— describieron un brusco giro que terminó con todas ellas rodeando a las dos fragatas, aparentemente tan vulnerables. Las corbetas se dispersaron como una bandada de mariposas, ocupando velozmente sus posiciones asignadas y disparando contra el crucero estelar de Mon Calamar¡ desde arriba y desde abajo.

El Yavaris y el
Dodonna
empezaron a disparar contra el
Viajero Galáctico
, atrapándolo en el fuego cruzado que había estado esperando..., pero Ackbar no había previsto los ataques desde arriba y desde abajo. Wedge ordenó al Yavaris que atacara a la cañonera que encabezaba la formación del Equipo Rojo y que disparase hasta dejarla incapacitada.

La simulación de ordenador redujo rápidamente las capacidades de la cañonera e informó a su capitán de que habían quedado varados en el espacio.

El general Madine contemplaba los contadores de impactos mientras éstos iban registrando la enorme cantidad de andanadas que caían sobre las naves del Equipo Rojo. Madine se rascó la barba y se volvió hacia Ackbar.

—Le ha atraído hasta una trampa, y usted ha caído en ella —dijo.

—¡Los escudos están empezando a fallar, almirante! anunció el timonel con voz alarmada.

—El ordenador informa de que las dos cañoneras de la retaguardia han sido eliminadas del ejercicio —dijo el oficial táctico.

El rostro del almirante Ackbar se había cubierto de manchas rojizas. —Aumenten la velocidad —ordenó . Salgamos de aquí para no sufrir más impactos.

—Demasiado tarde, almirante —dijo el timonel—. Nuestros escudos han dejado de funcionar.

Madine se volvió para ver cómo las cifras del contador de impactos subían a toda velocidad en una imparable reacción en cascada.

—Los disparos han atravesado las planchas del casco. Almirante, lamento informarle de que el
Viajero Galáctico
acaba de ser destruido. Ackbar encorvó los hombros.

—Una derrota.

El oficial táctico se puso en pie para informar.

—Hemos logrado incapacitar su fragata de asalto y una de sus corbetas, pero el ordenador considera que el Equipo Rojo está «fuera de servicio»... Hemos perdido al
Viajero Galáctico
y a dos cañoneras, y la cañonera que encabezaba la formación también está incapacitada.

Ackbar suspiró.

—El precio del exceso de confianza —dijo—. No he meditado lo suficientemente a fondo mis acciones. Abra un canal de comunicación con el Equipo Azul. —Madine contempló al calamariano mientras Ackbar se ponía en pie y hablaba con Wedge Antilles—. Aquí el comandante del Equipo Rojo. Le felicito por su victoria, general.

—Se ha comportado de una manera demasiado predecible, almirante —dijo Wedge.

Ackbar se rió, pero la risa sonó bastante forzada.

—Intentaré ser más... errático en el futuro, general Antilles.

Echó un vistazo a sus sensores y vio que la nave del cuerpo diplomático de Leia acababa de llegar de Coruscant exactamente en el momento previsto. Ackbar, como comandante de la flota de la Nueva República, abrió un canal de comunicaciones para dirigirse a todas las naves que habían tomado parte en los juegos de guerra.

—La nave de la jefe de Estado Leia Organa Solo ha llegado al sistema. Hagan formar a la flota y escóltenla hasta Nal Hutta—dijo—. Después volveremos a nuestras posiciones anteriores para un nuevo ejercicio.

Ackbar cerró el canal de comunicaciones.

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