La comunidad del anillo (48 page)

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Authors: J. R. R. Tolkien

Tags: #Fantasía épica

BOOK: La comunidad del anillo
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""Iré a ver a Saruman", dije.

""Entonces tienes que ir
ahora"
, dijo Radagast, "pues perdí mucho tiempo buscándote y los días empiezan a faltar. Me dijeron que te encontrara antes del solsticio de verano y ya estamos ahí. Aunque partieras ahora, es difícil que llegues a él antes que los Nueve descubran esa tierra que andan buscando. Por mi parte me vuelvo en seguida", y diciendo esto montó y se dispuso a partir.

""¡Un momento!", dije. "Necesitaremos tu ayuda y la de todas las criaturas que estén de nuestro lado. Mándales mensajes a todas las bestias y pájaros que son tus amigos. Diles que transmitan a Saruman y a Gandalf todo lo que sepan sobre este asunto. Que los mensajes sean enviados a Orthanc."

""Así lo haré", dijo Radagast, y se alejó al galope como si lo persiguieran los Nueve.

 

—No pude seguirlo en ese momento. Yo había viajado mucho ese día y me sentía tan cansado como el caballo y tenía que pensar algunas cosas. Pasé la noche en Bree y decidí que no tenía tiempo de regresar a la Comarca. ¡Nunca cometí mayor error!

"No obstante, le escribí una nota a Frodo y le pedí a mi amigo el posadero que se la enviase. Me alejé a caballo al amanecer y al cabo de una larga marcha llegué a la morada de Saruman. Esta se encuentra lejos en el sur, en Isengard, donde terminan las Montañas Nubladas, no lejos de la Quebrada de Rohan. Y Boromir os dirá que se trata de un gran valle abierto entre las Montañas Nubladas y las estribaciones septentrionales de Ered Nimrais, las Montañas Blancas de su país. Pero Isengard es un círculo de rocas desnudas que rodea un valle, como un muro, y en medio de ese valle hay una torre de piedra llamada Orthanc. No fue edificada por Saruman, sino por los Hombres de Númenor, en otra época; y es muy elevada y tiene muchos secretos; sin embargo no parece ser obra de verdaderos artesanos. Para llegar a ella hay que atravesar necesariamente el círculo de Isengard y en ese círculo hay sólo una puerta.

"Tarde, una noche llegué a esa puerta, como un arco amplio en la pared de roca y muy custodiada. Pero los guardias de la puerta ya habían sido prevenidos y me dijeron que Saruman estaba esperándome. Pasé bajo el arco y la puerta se cerró en silencio a mis espaldas y de pronto tuve miedo, aunque no supe por qué.

"Seguí a caballo hasta la torre y tomé la escalera que llevaba a Saruman y allí él salió a mi encuentro y me condujo a una cámara alta. Llevaba puesto un anillo en el dedo.

""Así que has venido, Gandalf", me dijo gravemente; pero parecía tener una luz blanca en los ojos, como si ocultara una risa fría en el corazón.

""Sí, he venido", dije. "He venido a pedir ayuda, Saruman el Blanco", y me pareció que este título lo irritaba.

""¡Qué me dices, Gandalf el
Gris!"
, se burló. "¿Ayuda? Pocas veces se ha oído que Gandalf el Gris pidiera ayuda, alguien tan astuto y tan sabio, que va de un lado a otro por las tierras, metiéndose en todos los asuntos, le conciernan o no."

"Lo miré asombrado.

""Pero si no me engaño", dije, "hay cosas ahora que requieren la unión de todas nuestras fuerzas".

""Es posible", me dijo, "pero este pensamiento se te ha ocurrido tarde. ¿Durante cuánto tiempo, me pregunto, estuviste ocultándome, a mí, cabeza del Concilio, un asunto de la mayor gravedad? ¿Qué te trae de tu escondite en la Comarca?".

""Los Nueve han salido otra vez", respondí. "Han cruzado el Río. Así me dijo Radagast."

""¡Radagast el Pardo!", rió Saruman y no ocultó su desprecio. "¡Radagast, el domesticador de pajaritos! ¡Radagast el Simple! ¡Radagast el Tonto! Sin embargo, la inteligencia le alcanzó para interpretar el papel que yo le asigné. Pues has venido y ese era todo el propósito de mi mensaje. Y aquí te quedarás, Gandalf el Gris, y descansarás de tus viajes. ¡Pues yo soy Saruman el Sabio, Saruman el Hacedor de Anillos, Saruman el Multicolor!"

"Lo miré entonces y vi que sus ropas, que habían parecido blancas, no lo eran, pues estaban tejidas con todos los colores, y cuando él se movía las ropas refulgían, como irisadas, confundiendo la vista.

""Me gusta el blanco", le dije.

""¡El blanco!", se mofó. "Está bien para el principio. La ropa blanca puede teñirse. La página blanca puedes cubrirla de letras. La luz blanca puede quebrarse."

""Y entonces ya no es blanca", dije. "Y aquel que quiebra algo para averiguar qué es, ha abandonado el camino de la sabiduría."

""No necesitas hablarme como a uno de esos simplones que tienes por amigos", dijo. "No te he hecho venir para que me instruyas, sino para darte una posibilidad."

"Se puso de pie y comenzó a declamar como si estuviera diciendo un discurso ensayado muchas veces.

""Los Días Antiguos han terminado. Los Días Medios ya están pasando. Los Días jóvenes comienzan ahora. El tiempo de los elfos ha quedado atrás, pero el nuestro está ya muy cerca: el mundo de los hombres, que hemos de gobernar. Pero antes necesitamos poder, para ordenarlo todo como a nosotros nos parezca y alcanzar ese bien que sólo los Sabios entienden."

"Saruman se acercó y me habló en voz más baja.

""¡Y escucha, Gandalf mi viejo amigo y asistente! Digo
nosotros
, y podrá ser
nosotros, si
te unes a mí. Un nuevo Poder está apareciendo. Ya no podemos poner nuestras esperanzas en los elfos o el moribundo Númenor. Contra ese poder no nos servirán los aliados y métodos de antes. Hay una sola posibilidad para ti, para nosotros. Tenemos que unirnos a ese Poder. Es el camino de la prudencia, Gandalf. Hay esperanzas de ese modo. La victoria del Poder está próxima y habrá grandes recompensas para quienes lo ayuden. A medida que el Poder crezca, también crecerán los amigos probados, y los Sabios como tú y yo podríamos con paciencia llegar al fin a dominarlo, a gobernarlo. Podemos tomarnos tiempo, podemos esconder nuestros designios, deplorando los males que se cometan al pasar, pero aprobando las metas elevadas y últimas: Conocimiento, Dominio, Orden, todo lo que hasta ahora hemos tratado en vano de alcanzar, entorpecidos más que ayudados por nuestros perezosos o débiles amigos. No tiene por qué haber, no habrá ningún cambio real en nuestros designios, sólo en nuestros medios."

""Saruman", dije, "he oído antes discursos parecidos, pero sólo en boca de los emisarios que Mordor envía para engañar a los ignorantes. No puedo pensar que me hayas hecho venir de tan lejos sólo para fatigarme los oídos".

"Saruman me miró de soslayo, e hizo una pausa, reflexionando.

""Bueno, ya veo que este sabio camino no te parece recomendable", dijo. "¿No todavía? ¿No si pudiésemos arbitrar otros medios mejores?"

"Se acercó y me puso una larga mano sobre el brazo.

""¿Y por qué no, Gandalf?", murmuró. "¿Por qué no? ¿El Anillo Soberano? Si pudiéramos tenerlo, el Poder pasaría a
nosotros.
Por eso en verdad te hice venir. Pues tengo muchos ojos a mi servicio y creo que sabes dónde está ahora ese precioso objeto, ¿no es así? ¿Por qué si no, preguntan los Nueve por la Comarca, y qué haces tú en ese sitio?"

"Y mientras esto decía una codicia que no pudo ocultar le brilló de pronto en los ojos.

""Saruman", le dije, apartándome de él, "sólo una mano por vez puede llevar el Unico, como tú sabes, ¡de modo que no te molestes en
decir nosotros!
Pero no te lo daré, no, ni siquiera te daré noticias sobre él, ahora que sé lo que piensas. Eras jefe del Concilio, pero al fin te sacaste la máscara. Bueno, las posibilidades son, parece, someterme a Sauron, o a ti. No me interesa ninguna de las dos. ¿No tienes otra cosa que ofrecerme?"

"Sí", dijo. "No esperé que mostraras mucha sabiduría, ni aun para tu propio beneficio, pero te di la posibilidad de que me ayudaras por tu propia voluntad, evitándote así dificultades y sinsabores. La tercera solución es que te quedes aquí, hasta el fin".

""¿Hasta el fin?"

""Hasta que me reveles dónde está el Unico. Puedo encontrar medios de persuadirte. O hasta que se lo encuentre, a pesar de ti, y el Soberano tenga tiempo para asuntos de importancia menor: pensar por ejemplo cómo retribuir adecuadamente a Gandalf el Gris por tantos estorbos e insolencias."

""Quizá no sea ese un asunto de importancia menor", dije, pero Saruman se rió de mí, pues mis palabras no tenían ningún sentido, y él lo sabía.

 

—Me tomaron y me encerraron solo en lo más alto de Orthanc, en el sitio donde Saruman acostumbraba mirar las estrellas. No hay otro modo de descender que por una estrecha escalera de muchos miles de escalones y parece que el valle estuviera muy lejos allá abajo. Lo miré y vi que la hierba y la hermosura de otro tiempo habían desaparecido y que ahora había allí pozos y fraguas. Lobos y orcos habitaban en Isengard, pues Saruman estaba alistando una gran fuerza y emulando a Sauron, aún no a su servicio. Sobre todas aquellas fraguas flotaba un humo oscuro que se apretaba contra los flancos de Orthanc. Yo estaba solo en una isla rodeada de nubes; no tenía ninguna posibilidad de escapar y mis días eran de amargura. Me sentía traspasado de frío y tenía poco espacio para moverme y me pasaba las horas cavilando sobre la llegada de los Jinetes del Norte.

"De que los Nueve estaban otra vez activos, no me cabía ninguna duda, aun no teniendo en cuenta las palabras de Saruman, que quizás eran mentiras. Mucho antes de entrar en Isengard me habían llegado noticias en el camino que no podían inducir a error. El destino de mis amigos de la Comarca me preocupaba de veras, pero todavía abrigaba alguna esperanza. Y esperaba que Frodo se hubiese puesto en seguida en camino, como le había recomendado en mi carta, y que hubiera llegado a Rivendel antes que comenzara la mortal persecución. Tanto mi temor como mi esperanza resultaron infundados. Pues la raíz de mi esperanza era un hombre gordo en Bree y la raíz de mi temor la astucia de Sauron. Pero los hombres gordos que venden cerveza tienen muchas llamadas que atender y el miedo le atribuye a Sauron un poder que todavía le falta. Pero en el círculo de Isengard, prisionero y solo, no era fácil pensar que los cazadores ante quienes todos habían huido, o caído, fracasarían en la lejana Comarca.

—¡Yo te vi! — gritó Frodo —. Caminabas retrocediendo y avanzando. La luna te brillaba en los cabellos.

Gandalf se detuvo asombrado y lo miró.

—Fue sólo un sueño —dijo Frodo—, pero lo recordé de pronto. Lo había olvidado. Ocurrió hace algún tiempo; después de haber dejado la Comarca, me parece.

—Entonces te llegó tarde —dijo Gandalf—, como verás. Yo me encontraba en un verdadero apuro. Y quienes me conocen convendrán en que me he visto pocas veces en una situación parecida y que no las soporto bien. ¡Gandalf el Gris cazado como una mosca en la tela traicionera de una araña! Sin embargo, aun las arañas más hábiles pueden dejar un hilo flojo.

"Temí al principio, como Saruman sin duda se había propuesto, que Radagast hubiese sucumbido también. Sin embargo, yo no había llegado a distinguir nada malo en la voz o los ojos de Radagast, el día de nuestro encuentro. Si así no hubiese sido, yo no habría ido nunca a Isengard, o habría ido con más cuidado. Eso mismo pensó Saruman y no había confesado sus propósitos y había engañado al mensajero. De cualquier modo hubiera sido inútil tratar de que el honesto Radagast apoyara la traición. Me buscó de buena fe, y por eso me convenció.

"Esto fue la ruina del plan de Saruman. Pues Radagast no tenía razones para no hacer lo que yo le había pedido y cabalgó hacia el Bosque Negro donde contaba con viejos amigos. Y las Aguilas de las Montañas volaron lejos y alrededor y vieron muchas cosas: la concentración de lobos y el alistamiento de orcos; y los Nueve Jinetes que iban de acá para allá por las tierras; y oyeron rumores de la huida de Gollum. Y enviaron un mensajero para que me llevara esas noticias.

"Así ocurrió que una noche de luna, ya terminando el verano, Gwaihir el Señor de los Vientos, la más rápida de las Grandes Aguilas, llegó de pronto a Orthanc; y me encontró de pie en la cima de la torre. Le hablé entonces y me llevó por los aires, antes que Saruman se diera cuenta. Yo ya estaba lejos cuando los lobos y los orcos salieron por las puertas de Isengard en mi persecución.

""¿Hasta dónde puedes llevarme?", le dije a Gwaihir.

""Muchas leguas", me dijo, "pero no hasta el fin de la tierra. Me enviaron a llevar noticias y no cargas".

""Entonces tendré que conseguir un caballo en tierra", dije "y un caballo de veras rápido, pues nunca en mi vida tuve tanta prisa".

""Si es así te llevaré a Edoras, donde reside el Señor de Rohan", me dijo, "pues no está muy lejos".

"Me alegré, pues en la Marca de los Jinetes de Rohan, habitan los Rohirrim, los Señores de los Caballos, y no hay caballos como aquellos que se crían en el valle, entre las Montañas Nubladas y las Blancas.

""¿Podemos confiar todavía en los Hombres de Rohan, tú crees?", le dije a Gwaihir pues la traición de Saruman había debilitado mi confianza.

""Pagan un tributo de caballos", me respondió, "y todos los años mandan muchos a Mordor, o así se dice; pero no han caído aún bajo el yugo. Pero si Saruman se ha vuelto malo, como dices, la ruina de esta gente no podrá tardar mucho".

 

.—Poco antes del alba me dejó en tierras de Rohan, y he alargado demasiado mi historia. El resto tendrá que ser más breve. En Rohan descubrí que el mal ya estaba trabajando: las mentiras de Saruman; y el rey no quiso prestar atención a mis advertencias. Me invitó a que tomara un caballo y me fuera, y elegí uno muy a mi gusto, pero poco al suyo. Tomé el mejor caballo de aquellas tierras y nunca he visto nada que se le parezca.

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