La chica del tiempo (17 page)

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Authors: Isabel Wolff

Tags: #Romántico

BOOK: La chica del tiempo
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—Tienes razón, cariño —dijo Lily cuando llegábamos al festival Cuerpo Mente Espíritu, en Greycoat Square, al día siguiente a la hora de comer—. Es demasiado arriesgado y poco digno —añadió—. La prensa se lo iba a pasar de miedo.

—¿Por qué? —pregunté deprimida—. Ni Peter ni yo somos famosos.

—Un poco sí, Faith. Cinco millones de personas te ven dar el parte meteorológico todos los días. Y además Peter está metido en el comité ese de Ética Familiar.

—Es verdad, se me había olvidado.

—Así que para él sería de lo más violento si vuestro divorcio saliera en los periódicos. —En ese momento enseñábamos las entradas al guardia de seguridad—. No, la verdad es que Peter quedaría fatal, sobre todo teniendo en cuenta que Bishopsgate publica un montón de libros de esos de cómo-no-divorciarse.

—¿Ah, sí?

—Sí. Con eso ganan la mayor parte de sus ingresos. Tienen toda una sección de la editorial dedicada a ello.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque no dejan de enviarnos libros al
Moi!
No, lo mejor es una retirada digna, Faith. Pero va a ser un infierno por una temporada.

—No, si ya es un infierno —dije con un hilo de voz, notando el consabido nudo en la garganta—. Es un infierno, Lily. —Busqué un pañuelo en mi bolso—. No sabía que podía doler tanto.

—No te preocupes, Faith. —Me dio un apretón en el brazo—. Eres mi mejor amiga y te voy a ayudar en todo lo que pueda. Mira, ya que estamos aquí, debes recibir algunas terapias.

—¿Sí? —dije desolada mientras entrábamos en la sala. Yo no había querido acudir a aquella feria, pero Lily me había convencido. Había tantísima gente que apenas podía una moverse entre los puestos. En el aire flotaba un pesado olor a sándalo y pachuli y de fondo se oía el plañidero sonido de los cuencos tibetanos.

—Tendrías que hacerte una limpieza de aura —sugirió Lily pensativa—. O que te miraran tu campo biomagnético. Va de maravilla para el estrés emocional. De todas formas has aguantado casada mucho tiempo —comentó, mientras inspeccionaba los palos de lluvia paraguayos—. Estabas atrapada en el matrimonio y no tenías la llave. Tú todavía no lo ves así, pero esto es un nuevo comienzo, Faith. Las puertas de la vida se han abierto por fin.

—No estaban cerradas —repliqué—. Para mí estar casada y tener niños es vida.

—Sí, pero no vida tal como la conocemos, Faith. Cuando volví de Estados Unidos el año pasado pensé que te habías quedado anclada en el pasado. Todavía con la misma rutina aburrida…

—A mí me gustaba mi rutina.

—Todavía viviendo en las afueras.

—Me gustan las afueras.

—Pero ahora vas a florecer, ya verás. Tienes treinta y cinco años, Faith. Estás en la mitad del viaje, pero has tenido algunos baches en la carretera. Créeme, cariño —dijo alegremente—, el divorcio será lo mejor que te ha pasado en la vida. Dime, ¿qué te vas a hacer?

Yo no tenía ni idea. ¿Qué sería mejor, que me sanaran el karma o convertirme en pensadora cósmica? ¿Hacerme un lifting ayurvédico o descubrir a la diosa interior? Pasamos junto a un puesto en el que vendían cristales y cazadores de sueños indios. A nuestra derecha había una mujer tumbada. Le estaban metiendo una vela encendida en la oreja.

—Son velas hopi. Fenomenales para las migrañas. ¿Sabías que las orejas son la puerta hacia las vidas pasadas?

REESTRUCTURA DEL ADN, anunciaba un cartel en un puesto. Me detuve intrigada.

—Podemos reestructurarle el ADN —me ofreció un hombre.

—Estupendo.

—Es un procedimiento muy sencillo. Lo que hacemos es realinear y enlazar de nuevo sus cromosomas, lo cual le permitirá recuperar la conexión total con la fuerza divina.

Sonaba tan radical que casi me tentó, pero Lily me cogió del brazo y me sacó de allí.

—Faith, no seas tan crédula, hija. Todo el mundo sabe que eso son tonterías. Mira, yo voy a que me pongan en contacto con mis ángeles. Nos vemos aquí dentro de media hora.

—¡Se leen los dedos de los pies! —anunciaba una mujer.

«En los dedos de sus pies está escrita su personalidad —rezaba la propaganda del puesto—. Oferta especial limitada: ¡Solo diez libras! Preciso análisis de la personalidad y las perspectivas de futuro».

Bueno, no me pregunten por qué, pero el caso es que me apetecía la idea, así que pagué las diez libras, me quité los zapatos y me arremangué las perneras del pantalón.

—Ah, muy interesante —dijo la terapeuta en cuanto me recliné en la silla y le ofrecí los pies. Se los quedó mirando con los ojos entornados, mientras los toqueteaba—. Vaya, tiene los dedos muy separados, lo cual indica una personalidad aventurera. Es evidente que lleva usted una vida muy poco convencional, ¿no es así?

—No —dije bastante decepcionada—. Justo lo contrario.

—Ah. Bueno, estos dedos son muy impulsivos —prosiguió, retorciéndome el tercer dedo del pie derecho—. Muy espontáneos, muy latinos. Es usted una persona algo imprudente, ¿no?

—No, soy muy cautelosa y sensata.

Entonces me dio un apretón en el dedo gordo.

—Tiene usted unos dedos muy blanditos.

—¿Ah, sí?

—Sí, grandes y jugosos. Eso significa que tiene usted una naturaleza artística. Le gusta el arte, ¿verdad? Se le da muy bien la pintura.

—No. Se me da fatal.

—Y también tiene muy buen oído para la música, ¿a que sí? —añadió desesperada.

—En absoluto.

—Toca la flauta.

—No.

—Graduado escolar. Sobresaliente. —No hacía más que decir paparruchas.

—Mire, no quisiera parecer grosera, pero me parece que esto es una pérdida de tiempo.

—Es que soy nueva en esto —explicó ella con expresión contrita—, y mi técnica no es muy buena todavía. Pero ya que ha pagado usted, ¿quiere que le lea el futuro en la bola de cristal? —ofreció—. Soy vidente aficionada.

Era evidente que aquello iba a ser otra sarta de tonterías, pero como me salía gratis acepté. Me puse los zapatos y esperé un rato mientras ella colocaba las manos sobre una enorme bola de cristal.

—Tiene usted serios problemas en su matrimonio —declaró al cabo de unos segundos.

—Sí —contesté sobresaltada—. Es verdad.

—Después de un período de estabilidad doméstica su vida atraviesa por un cambio radical. Ha sufrido usted un tremendo golpe emocional.

—Sí, sí.

—Su marido ha confesado tener una aventura.

—Es verdad.

—Pero es la primera vez, y él se siente fatal. Está confuso y no sabe qué hacer.

—¡Dios mío! —exclamé—. ¡Es verdad! ¿Pero qué va a pasar? —pregunté desesperada—. ¡Dígame lo que me espera, por favor!

—Se va usted a divorciar. —Sentí un escalofrío—. Pero volverá a ser feliz. Y antes de lo que cree. Superará esta época difícil —concluyó—. Dios sanará su dolor.

¿Dios iba a sanar mi dolor?

—¡Faith! —Era Lily, que se acercaba corriendo, como extasiada—. ¡No te imaginas! ¡No sabes cuantísimos ángeles he visto! —exclamó encantada, tirando de mí—. He visto la luz maravillosa de un coro de ángeles. Estaba como inmersa en ella. Era… blanca, blanquísima. Y lo más maravilloso es que los ángeles se llevaron todos mis problemas.

—¿Ah, sí?

—Sí, se los llevaron al cielo. Todas mis preocupaciones sobre el precio de nuestra portada y las suscripciones. ¡Los serafines y los querubines se las llevaron! ¡Y el arcángel Miguel me dijo que voy a superar en ventas al
Vogue!
¿No es maravilloso?

—Increíble.

—¿Y tú qué has hecho?

—Me han leído los dedos de los pies.

—¿Y qué tal?

—No muy bien. Pero luego han leído mi futuro en una bola de cristal, y han acertado en todo. La vidente me dijo que me recuperaría, que Dios sanaría mi dolor. Pero no sé cómo.

—¿Qué Dios sanaría tu dolor? —repitió ella pensativa—. Eso solo puede significar una cosa, Faith… ¡Vas a conocer a alguien!

—No digas tonterías, Lily. Es demasiado pronto. Pero si ni siquiera estoy divorciada.

—Sí, pero Peter tampoco está divorciado, y mira, ya tiene a otra. —Al oír esto sentí un fuerte dolor en el pecho, como si me hubieran pisoteado el corazón—. Peter ha encontrado a alguien —repitió ella con suavidad—, ¿por qué no te va a pasar lo mismo a ti?

—Vas demasiado deprisa —murmuré irascible—. Yo no puedo pensar con tanta antelación.

—Pues no vas a esperar a que te salgan canas. Mira, no te queda otra opción: Tienes que salir a ligar otra vez.

—No sabría cómo. Yo nunca he hecho eso.

—Sí, es verdad. No te imagino ligándote a alguien.

—Y no querría.

—¿No?

—¡Pues claro que no! —exclamé indignada.

—¿Por qué no?

—Pues… supongo que prefiero que me liguen a mí.

—Ah. En ese caso tienes que aprender a flirtear. Y yo te voy a ayudar.

No sé por qué me presto a los planes de Lily. No sé por qué, pero el caso es que siempre me convence. Siempre ha sido así. Ella dirige y yo la sigo. Supongo que es la pura fuerza de su personalidad. Lily es como una avalancha, y me arrastra consigo. Si no, no podría explicar cómo es que cuatro días más tarde me encontraba con ella en un taller para aprender a seducir.

—He accedido a esto porque todavía estoy medio loca con esto de Peter —dije al llegar al hotel Sloane, en Earls Court.

—No, Faith —me corrigió—. Lo haces porque en realidad quieres, porque sabes que te sentará bien. Tienes que aprender a tratar con los hombres de nuevo —aseveró con autoridad—. Tienes que aprender a relacionarte con ellos de forma sana y positiva. Y el flirteo hará que ellos se interesen más por ti, lo cual será una inyección para tu autoestima. Te han traicionado, Faith —añadió muy seria, mientras entrábamos en la sala de conferencias—, así que te sientes pequeña, insignificante.

—Gracias.

—Sientes que no eres deseable, te sientes poco atractiva. De hecho te parece que eres todo un fracaso.

—Vale, vale.

—Pero aprender a coquetear te ayudará a sentirte atractiva de nuevo, guapa, sexy…

—Lo dudo muchísimo.

—Y cuando aprendas estarás lista para ir a por un hombre nuevo.

—Yo no quiero ir a por ningún hombre, ni nuevo ni viejo —señalé con amargura.

—Ahora no, cariño. Pero ya verás. Y por supuesto eso haría muchísimo daño a Peter.

—¿Qué?

—Que a Peter le dolería mucho que encontraras a otro.

—¿Aunque sea él quien tiene una amante?

—Sí.

Entonces noté que algo dentro de mí brincaba y me di cuenta por primera vez que no me importaría nada hacer daño a Peter. De hecho quería hacerle daño. Al fin y al cabo, él me había hecho daño a mí. Me había traicionado, me había herido. Así que mientras esperaba a que empezara la clase, me entretuve en imaginar mi venganza. Ya no quería asesinar a Andie. Quería asesinarle a él. «Me gustaría atropellarle —pensé con calma—. O arrojarle por un barranco, o echarle veneno en el café o…».

—¡Hola a todos! —Mis violentos pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de nuestra profesora, Brigitte, una morenaza de aspecto despampanante, de unos cuarenta y cinco años. Sus ojos barrieron la sala como si fueran sopletes—. Vaya, veo que tenemos muchos alumnos.

Era verdad. En total éramos unos treinta, divididos mitad y mitad entre hombres y mujeres. Todos sonreíamos con timidez. Todos menos Lily, claro. Ella le estaba guiñando el ojo a un hombre bastante atractivo sentado frente a ella.

—Así que queréis aprender a seducir, ¿eh? —dijo Brigitte con una sonrisa beatífica. Lily se tocaba el dobladillo de la falda—. Queréis resultar más atractivos al otro sexo —prosiguió. Lily se había desabrochado un botón de la blusa—. Es una suerte que la gente quiera seducir —en ese momento Lily se pasaba la lengua por los labios— porque si no la raza humana desaparecería. Yo flirteo mucho —nos confesó Brigitte— y creedme: se lo pasa una de miedo. ¡Bueno! —exclamó dando una palmada—, vamos a comenzar con el primer ejercicio. Tenéis que dividiros en grupos de seis y tiraros unos a otros estas pelotas de tenis mientras os presentáis de forma sexy y coqueta.

Todos nos movimos entre risitas, nos levantamos de mala gana y nos dividimos en grupos.

—Hola… ja ja ja… Me llamo Brian.

—Hola, soy Sue.

—Qué tal, soy Mike.

—Eh… Hola. Me llamo Faith.

—Buenos días. Yo soy Dave.

—Hola, hola, Dave, encanto. Me llamo Lily. —A Dave se le cayó la pelota.

—Muy bien —declaró Brigitte al cabo de tres o cuatro minutos—. El siguiente ejercicio es de contacto visual. A muchos nos da vergüenza mirar fijamente a alguien a los ojos. Pero establecer el adecuado contacto visual es en extremo provocativo y puede tener un fuerte efecto. Así que eso es lo que vamos a hacer ahora. Vamos a caminar por la sala, mirándonos unos a otros de arriba abajo de la forma más provocativa posible.

Aquello era una locura, pensé mientras paseábamos mirándonos a los ojos unos a otros. Aunque era difícil mirar a los hombres a los ojos, porque la mayoría estaban absortos en Lily.

—¡Muy bien! —nos animó Brigitte—. Dejad vagar la vista. Arriba y abajo. Mirad profundamente a los ojos. Muy bien, sostened la mirada. Que vuestros ojos hablen con la otra persona, que vuestros ojos digan: «¡Hola, hola!».

Aquello era asqueroso. Yo tenía la cara como un tomate. Luego tuvimos que juntarnos por parejas para dedicarnos espléndidos cumplidos. A mí me tocó con un estudiante de medicina chino llamado Ting.

—¡Tenéis que alabaros el uno al otro! —indicó Brigitte—. Y cuando recibáis un cumplido, simplemente decid gracias con una sonrisa. ¿De acuerdo?

—Esto… tienes el pelo muy brillante —dije.

—Glacias. Tú tiene cala mosa.

—Ah, gracias. Tienes unos dientes muy bonitos.

—Y tu pienas bien.

—Ya. Me gusta tu nariz.

—Tu fada bonita.

Brigitte dio otra palmada.

—La clave de la seducción —explicó— es que a todos nos gusta la gente a la que gustamos. Por eso la imitación es la forma más sincera de adulación. De modo que lo que vamos a hacer ahora es imitar al otro, lo que técnicamente se conoce como «eco postural». Copiad los movimientos del otro lo mejor que podáis. A ver si podéis también adoptar su mismo ritmo de respiración.

Al cabo de quince minutos, Brigitte nos interrumpió de nuevo.

—Y ahora —dijo animadísima—, el siguiente desafío: ¡encontrar al animal que llevamos dentro! Sí, vais a buscar un animal que concuerde con vuestra personalidad y vais a sentir ese animal en todo el cuerpo, ¿de acuerdo? Muy bien. A ver, Lily, ¿tú qué animal eres?

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