La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica (50 page)

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Authors: Bruce Sterling

Tags: #policiaco, #Histórico

BOOK: La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica
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Los cuarteles generales de ON Technology, KEI y EFF alquilados por Kapor, son un lugar moderadamente bullicioso. Tiene más o menos el mismo tamaño que la compañía de juegos de Steve Jackson. Ciertamente dista mucho de la gigantesca zona de carga y descarga de mercancías por ferrocarril en acero gris, situada en la autopista Monseñor O’Brien, propiedad de la compañía Lotus Development.

Lotus, por supuesto, es el gigante del
software
que Mitchell Kapor fundó a finales de los 70. El programa que Kapor ayudó a crear, el
Lotus 1-2-3
, es todavía el producto más rentable de la compañía. También luce una curiosa distinción en los bajos fondos digitales: posiblemente sea la aplicación más pirateada de toda la historia.

Kapor me recibe cordialmente en su propio despacho, pasado el vestíbulo. Kapor —pronunciado Kei-por—, es un hombre de unos cuarenta y pocos años, casado y con dos hijos. Tiene una cara redonda, con una frente alta, una nariz recta y unos ojos marrones grandes, ingenuos y pensativos, podría decirse que llenos de sentimiento. Desdeña las corbatas, comúnmente lleva camisas hawaianas con motivos tropicales, sin ser excesivamente chillonas, pero sí para darle un aire alegre y ligeramente fuera de lugar.

Hay un ligero tufillo a azufre que hace pensar que
Mitch
Kapor es o fue
hacker
. Puede que no tenga el carisma de vaquero duro, directo y guitarrero de su colega de Wyoming, John Perry Barlow, pero hay algo en él que le da a uno que pensar. Tiene el aire del tipo europeo con el bombín, el tipo distraído que está todo el día citando a Longfellow, pero que luego sabe la probabilidad exacta de robar una carta ganadora jugando al póker. Incluso entre sus colegas de la comunidad programadora, que difícilmente podrían caracterizarse por ser cortos de sesera, Kapor da la impresión, de ser un hombre muy inteligente. Habla rápido, con gestos vigorosos, y a veces su acento de Boston cambia al denso y afilado tono nasal de su juventud, en Long Island.

Kapor es un gran defensor del Museo de Ordenadores de Boston —su fundación familiar hace gran cantidad de trabajo filantrópico—. El interés de Kapor en la historia de su industria, le ha llevado a conseguir varias cosas curiosas, como el
byte
que está justo al lado de la puerta de su despacho. Este
byte
—ocho dígitos binarios, un octeto— fue rescatado de los restos de un ordenador de la época anterior a los transistores. Es un viejo chasis de bronce
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del tamaño de una tostadora, con ocho ranuras, llenas con circuitos experimentales de tubos de vacío de una pulgada y soldados a mano. Si se cayera de una mesa probablemente te rompería el pie, pero eso era tecnología punta para los ordenadores de los años 40. —Serían necesarias 157.184 de estas primitivas tostadoras para guardar la primera parte de este libro.

También tenemos un bobinado que forma un colorido dragón escamado, creado por algún inspirado
techno-punk
a partir de transistores, condensadores y cableado brillante de colores.

Dentro del despacho, Kapor se disculpa brevemente para poner un poco de orden a toda velocidad en su Macintosh IIfx. Si su monitor fuera una ventana, una persona ágil podría pasar a través de ella sin dificultad. Hay una taza de café al alcance de Kapor, un recuerdo de su reciente viaje a Europa del Este, con una fotografía serigrafiada y una leyenda: VIAJE DE LOS LOCOS CAPITALISTAS. En la foto pueden verse a Kapor, a Barlow y a dos conocidos suyos, genios californianos de los negocios de capital de riesgo, cuatro hijos de la explosión demográfica americana de los años 50
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, despeinados y sonrientes, con chupas de cuero, vaqueros, botas y bolsas de viaje, en la pista de aterrizaje de algún lugar detrás del antiguo telón de acero. Parece como si nunca se lo hubieran pasado mejor en su vida.

Kapor está de un talante nostálgico. Hablamos un poco acerca de sus días de
empollón
en primaria, yendo los sábados al programa avanzado de ciencias, de la Universidad de Columbia, donde tuvo su primera experiencia programando ordenadores IBM 1620, en 1965 y 1966.


Estaba muy interesado
, —dice Kapor— !y luego me fui a la secundaria y me distraje con las drogas, el sexo y el rock and roll, como cualquiera con una pizca de cerebro habría hecho entonces! —Después fue un DJ
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de rock progresivo, durante un par de años en Hartford, Connecticut.

Le pregunto si alguna vez echa de menos esos días de rock and roll, si alguna vez desearía volver a su trabajo en la radio. Kapor mueve su cabeza y niega rotundamente.

—Dejé de pensar en volver a ser un DJ el día después de lo de Altamont.

Kapor se mudó a Boston en 1974 y consiguió un empleo programando en COBOL, ordenadores centrales. Lo odiaba. Lo dejó y se convirtió en un profesor de meditación transcendental. —Fue el largo flirteo de Kapor con el misticismo oriental, el que dio al mundo el «Lotus» —Loto.

En 1976 Kapor se fue a Suiza, donde el movimiento de la meditación transcendental había alquilado un gigantesco hotel victoriano en St-Moritz. Era un grupo totalmente masculino —120 en total— con una determinación: Iluminación o Nada. Kapor le había dado a los transcendentes lo mejor de sí mismo, pero acabó por desencantarse de la chaladura en la organización.


Estaban enseñando a la gente a meditar
, —dice mirando al techo—. Su voz, baja una octava, se hace más grave.


¡No levitaban!

Kapor escogió
Nada
. Volvió a los Estados Unidos y se graduó en psicología asistencial. Trabajó un poco en un hospital, pero tampoco podía soportarlo.

—Mi reputación era la de un chico brillante, con un gran potencial que no se ha encontrado a sí mismo, —dice— casi con treinta años, una verdadera lástima.

Kapor estaba en paro cuando se compró su primer ordenador, una Apple II. Vendió su cadena musical para conseguir el dinero, y condujo hasta New Hampshire para evitar los impuestos.


El día después de comprarlo
, —cuenta Kapor— estaba echando un vistazo en una tienda de ordenadores y vi a otro tipo, un hombre de unos cuarenta años, bien vestido, hablando con el dependiente. Escuché disimuladamente su conversación, y me di cuenta de que el hombre no sabía nada de ordenadores. Yo había programado durante un año. Y sabía programar en BASIC, —lo aprendí solo—. Así que me acerqué a él, y
me vendí como asesor
, —se para.

—No sé de dónde saqué el valor para hacer eso. No fue propio de mí. Simplemente dije:

«He estado escuchando y creo que puedo ayudarle; esto es lo que necesita, y yo puedo hacerlo».

—¡Y me contrató! Fue mi primer cliente. ¡Me convertí en asesor informático el día después que me compré el Apple II!

Kapor había encontrado su verdadera vocación. Atrajo más clientes para su consultora, y formó un grupo de usuarios de Apple.

Un amigo de Kapor, Eric Rosenfeld, graduado en el MIT, tenía un problema. Estaba haciendo su tesis sobre una clase arcana de estadísticas financieras, pero no podía meterse en la abarrotada lista de acceso a los ordenadores centrales del MIT. —En este punto podríamos decir que si el Sr. Rosenfeld se hubiera colado deshonestamente en los ordenadores del MIT, Kapor nunca habría inventado Lotus 1-2-3 y el negocio de los PC se habría retrasado durante años—. Pero resulta que Eric Rosenfeld tenía un Apple II, y creyó que sería posible reescalar el problema para hacerlo más pequeño. Kapor, como un favor, le hizo un programa en BASIC que hizo el trabajo.

Entonces se les ocurrió, casi sin quererlo, que el programa a lo mejor podía venderse. Lo comercializaron ellos mismos en bolsas de plástico por correo, a cien dólares la pieza.

—Fue realmente un negocio artesanal de una
consultora marginal
, —dice Kapor orgullosamente—
¡Así es como todo empezó, gracias a Dios!

Rosenfeld, que más tarde se convirtió en una prominente figura de Wall Street, animó a Kapor a ir a la escuela de negocios del MIT para hacer un MBA
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.

Kapor estuvo allí siete meses, pero nunca consiguió su título. Aprendió algunas cosas de utilidad, —principalmente unas buenas bases sobre los principios de la contabilidad— y en sus propias palabras,
a hablar como alguien que tuviera un MBA
. —Luego lo dejó y se fue a Silicon Valley.

Los inventores de VisiCalc, la primera firma de programas para Apple, había mostrado bastante interés por
Mitch
Kapor. Kapor trabajó diligentemente para ellos durante seis meses, se cansó de California, y volvió a Boston, donde había mejores librerías. El grupo de VisiCalc había cometido el gravísimo error de pasarse a gestión profesional.

—Ello hizo que se vinieran abajo, —dice Kapor.

—Bueno, no se oye hablar mucho de VisiCalc hoy en día, —afirma pensativamente. —Kapor parece sorprenderse.

—Bueno.....Lotus la compró.

—¡Vaya! ¿La comprásteis de veras?

—¡Claro que sí!

—Suena como si Bell System comprara Western Union.

Kapor sonríe socarronamente.

—¡Sí , sí! ¡Eso es!

Mitch
Kapor no controlaba plenamente su propio destino o el de su empresa. Los valores más importantes entre los programas informáticos en los primeros años 80, eran los juegos —el Atari parecía destinado a entrar en la casa de todos los quinceañeros de América—. Kapor decidió meterse en el mundo de las aplicaciones ofimáticas, simplemente porque no tenía especial talento para los videojuegos. Pero era tremendamente rápido, abierto a las nuevas ideas e inclinado a seguir sus instintos. Y sus instintos estaban en lo cierto.

Eligió un buen equipo para trabajar con él. Jonathan Sachs, un dotado programador —co-autor de Lotus 1-2-3—. El genio de las finanzas Eric Rosenfeld, astuto analista de Wall Street. Y el empresario emprendedor, Ben Rose. Kapor fue el fundador y presidente de Lotus, una de las aventuras empresariales más espectacularmente exitosa en este siglo XX.

Kapor es ahora un hombre extremadamente rico. —Le pregunto si realmente sabe cuanto dinero tiene.

—Sí, —dice— con un margen de error del 1 ó 2 por ciento.

—Entonces, ¿cuánto dinero tiene realmente?

Agita la cabeza y contesta:

—Mucho. Mucho. No es algo de lo que hable. Las cuestiones de clase y dinero son siempre muy delicadas.

No le suplicaré que me lo diga. Estaría fuera de lugar. Podemos asumir, descortésmente, que Kapor tiene al menos cuarenta millones de dólares —es lo que obtuvo el año que abandonó Lotus. Pero la gente que debería saberlo, afirma que tiene alrededor de ciento cincuenta millones de dólares, añadiendo o quitando en cada momento las fluctuaciones que sufran sus acciones en el mercado.

Si Kapor se hubiera quedado con Lotus, como hizo su colega y amigo Bill Gates con Microsoft, es probable que disfrutase de una fortuna similar a la de Gates —estimada e unos tres mil millones de dólares—. En todo caso Michael Kapor tiene todo el dinero que puede querer. El dinero ha perdido el atractivo que pudo tener en algún momento para él —probablemente no demasiado, en todo caso—. Cuando Lotus se convirtió en una empresa excesivamente estirada y burocrática, se situó muy lejos de sus posibles fuentes de satisfacción personal y Kapor se marchó. Simplemente, cortó todas sus relaciones con la empresa y salió por la puerta. —Esto asombró a todos, excepto a los que realmente le conocían.

Kapor no tuvo que emplear a fondo sus recursos, para causar una completa transformación en la política sobre el
ciberespacio
. En su primer año el presupuesto de la EFF fue de un cuarto de millón de dólares, así que Kapor podía mantenerla con el dinero que llevaba en la cartera.

A Kapor le costó mucho contarme, que realmente no se considera un auténtico activista de las libertades civiles. Ha pasado últimamente cierto tiempo entre genuinos activistas de las libertades civiles y le resultan tan políticamente correctos, que le fastidia. Le parece que dedican demasiado tiempo, a críticas legales, nimias y excesivas, y no el suficiente, al ejercicio vigoroso de los derechos civiles en el mundo real de cada día.

Kapor es un emprendedor. Como todos los
hackers
prefiere involucrarse de forma directa, personal y activa.


El que la EFF tenga su propio nodo en Internet es fantástico. Somos editores. Somos distribuidores de información
.

Entre las cosas que se pueden encontrar en el sitio de Internet
www.eff.org
están números atrasados de
PHRACK
. —Se produjo una discusión interna en la EFF al respecto y finalmente decidieron hacerlo. Podrían incluir otras publicaciones digitales underground.

—Pero si se hace, —dice— s
eguro que incluiríamos cosas de Donn Parker y cualquier cosa que Gail Thackeray quiera poner. Nos convertiremos en una biblioteca pública con una utilidad muy amplia. Avanzando en la dirección de que la gente tome sus propias decisiones
. —Sonríe—
Trataremos de etiquetar a todas las editoriales
.

Kapor está decidido a abordar las cuestiones técnicas de Internet, al servicio del interés público.


El problema de ser un nodo de la Red hoy en día, es que necesitas tener un técnico especialista las 24 horas. Nosotros tenemos a Chris Davis para el cuidado de la bestia. ¡No podríamos hacerlo nosotros solos!

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