La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica (48 page)

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Authors: Bruce Sterling

Tags: #policiaco, #Histórico

BOOK: La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica
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El resultado del juicio a Neidorf hizo que la EFF pasara de ser una voz en el desierto, a ser la estrella de la nueva frontera.

Legalmente hablando, el caso Neidorf no fue un triunfo aplastante para ninguno de los que tuvieron relación con él. No se habían establecido principios constitucionales. Un tema como la
libertad de prensa
de los editores electrónicos había permanecido en el limbo legal. El público no comprendió bien algunas cosas del caso. Mucha gente creyó que Neidorf había sido declarado inocente y liberado de todas sus deudas legales por Kapor. La verdad era, que el gobierno simplemente había abandonado el caso, y que la familia de Neidorf se había empeñado para poder defenderle.

Pero el caso Neidorf proporcionó una única frase demoledora y con gran resonancia pública:

«Los federales decían que valía ochenta de los grandes, y sólo valía trece pavos».

Éste es el elemento más memorable del caso Neidorf. Ningún informe serio sobre el caso lo obvió. Incluso los policías no podían leer esto sin sentir un escalofrío. Dejaba en evidencia la credibilidad pública de los agentes que realizaron la cacería de
hackers
.

Sin embargo,
La Caza
continuó. Los dos cargos contra
Prophet
que se basaban en el
documento E911
fueron silenciosamente olvidados en su sentencia —aunque
Prophet
se había declarado culpable. La acusación federal de Georgia pidió sin dudar, penas de cárcel para los Tres de Atlanta, insistiendo en
la necesidad de enviar un mensaje a la comunidad, el mensaje que necesitan oír los hackers de todo el país
.

Hubo gran cantidad de referencias en sus conclusiones a las terribles cosas que habían hecho otros
hackers
—aunque los Tres de Atlanta no hubieran cometido esos delitos—. Hubo además mucha especulación, sobre las terribles cosas que los Tres de Atlanta
podrían
haber hecho y
eran capaces
de hacer —incluso aunque no las hubieran hecho—. Los argumentos de la acusación triunfaron. Se envió a prisión a los Tres de Atlanta:
Urvile
y
Leftist
fueron condenados a 14 meses cada uno, mientras que
Prophet
—un reincidente— fue condenado a 21.

También se condenó a los Tres de Atlanta a pagar enormes multas como
compensación
: 233.000 dólares cada uno. BellSouth dijo que los acusados habían
robado información de acceso a ordenadores propiedad de la compañía por valor de 233.880 dólares
—específicamente, 233.880 dólares por unas contraseñas y direcciones de conexión. La sorprendente reclamación de BellSouth, que daba un valor altísimo a sus contraseñas y direcciones de acceso, fue aceptada sin pestañear por el tribunal de Georgia. Más aún —como si quisieran enfatizar su naturaleza teórica—, esta enorme suma no se repartió entre los Tres de Atlanta, sino que cada uno de ellos tenía que pagar la cantidad fijada.

Un aspecto chocante de la sentencia, era que se prohibía a los Tres de Atlanta usar ordenadores, excepto para trabajar o bajo supervisión. Privar a los
hackers
de los ordenadores y módems de su casa, tiene algún sentido si se considera que son
adictos a los ordenadores
, pero la EFF, al presentar un recurso sobre el caso, protestó diciendo que dicha medida era inconstitucional. —Privaba a los Tres de Atlanta de sus derechos a la libre asociación y a la libertad de expresión, en medios electrónicos.

Terminus
,
el hacker definitivo
, fue finalmente enviado a prisión por un año gracias al denodado esfuerzo de la Brigada de Chicago. Su delito, del que se declaró culpable, era la transferencia del capturador de contraseñas UNIX, valorado oficialmente en 77.000 dólares, una cifra que causó un intenso escepticismo entre los que estaban familiarizados con los típicos programas UNIX
login.c
.

La encarcelación de
Terminus
y los miembros de Atlanta de
Legion of Doom
, sin embargo, no provocó en la EFF ningún sentimiento de vergüenza o derrota. Al contrario, los activistas de derechos civiles estaban ganando fuerza con rapidez.

Uno de los primeros y más fuertes apoyos fue Patrick Leahy, senador por Vermont del partido demócrata, que había sido uno de los promotores en el Senado, del ‘Acta sobre Privacidad en las Comunicaciones Electrónicas’. Incluso antes del juicio a Neidorf, Leahy había hablado en defensa del
poder hacker
y la libertad en el teclado:

«No podemos pararle los pies excesivamente a un curioso chico de trece años, que gracias a lo que experimente hoy, puede desarrollar en el futuro la tecnología informática o de telecomunicaciones que lleve a Estados Unidos al siglo XXI. Representa nuestro futuro y nuestra mayor esperanza para seguir siendo una nación, tecnológicamente competitiva.»

Era una buena frase, quizás aún más efectiva debido a que los cazadores de
hackers no disponían
de ningún senador que hablara en favor de
ellos
. Al contrario, sus acciones y tácticas de alto secreto, todas esas
órdenes de registro selladas e investigaciones confidenciales en marcha
, puede que les hicieran ganar mucha publicidad en un primer momento, pero al final, esto les estaba dejando fatal en la propaganda de guerra que estaba apareciendo. Gail Thackeray quedó reducida a una fanfarrona sin apoyos:


Algunas de estas personas que están en lo más alto, pueden acabar en el suelo, cuando todos los hechos se hagan públicos, y se confirmen en sus puestos a los policías
. —Predijo en ‘Newsweek’—. Pero no todos los hechos se hicieron públicos.

Los hechos que se conocieron no eran muy halagüeños. No se confirmó en sus puestos a los policías. Gail Thackeray fue despedida. A finales de 1991, William J. Cook, también dejó su empleo.

1990 había sido el año de
La Caza
, pero en 1991 sus agentes estaban en terribles aprietos, y los activistas estaban triunfando. La gente se unía a su causa.

Un aliado especialmente interesante había sido Mike Godwin de Austin, Texas. Godwin era una persona casi tan difícil de describir como Barlow; había sido editor del periódico de los alumnos de la Universidad de Texas, vendedor de ordenadores, programador, y en 1990 había vuelto a la facultad de Derecho, con la intención de graduarse.

Godwin también era un loco de las BBS. Era muy conocido en la comunidad de las BBS de Austin por su apodo
Johnny Mnemonic
, que adoptó por un relato
ciberpunk
de William Gibson. Godwin era un ferviente fan del
ciberpunk
. Como natural de Austin de edad e intereses similares, yo mismo había visto a Godwin durante muchos años. Cuando William Gibson y yo estábamos escribiendo entre los dos, nuestra novela de ciencia-ficción,
‘The Difference Engine’
54
, Godwin había sido nuestro asesor técnico, en nuestro esfuerzo para unir mi procesador de textos Apple en Austin con el de Gibson en Vancouver. Gibson y yo estábamos tan agradecidos por su generosa y experta ayuda, que decidimos llamar a uno de los personajes de la novela Michael Godwin.

El apodo
Mnemonic
le iba muy bien a
Godwin
. Su erudición y conocimientos impresionaban hasta el punto del estupor; su ardiente curiosidad parecía insaciable, y su deseo de debatir y discutir parecía el centro de su vida. Godwin había creado incluso su propia sociedad de debates en Austin, irónicamente llamada el
Club de los Hombres Aburridos
. En persona, Godwin podía ser abrumador; un sabio de enorme cerebro que no parecía dejar escapar ni una sola idea. En las BBS, sin embargo, los mensajes de Godwin, cuidadosamente razonados y escritos se ajustaban bien al medio, y se convirtió en una celebridad en las BBS locales.

Mike Godwin era el principal responsable de que se diera a conocer al público el caso de Steve Jackson. El registro a Izenberg en Austin no había aparecido en la prensa. Los registros del 1 de marzo realizados a
The Mentor
,
Bloodaxe
, y Steve Jackson Games, Inc. aparecían sólo en una breve columna de portada en el ‘Austin American-Statesman’, pero de una manera confusa y tergiversada: las órdenes de registro iban selladas y el Servicio Secreto no hablaba. Se mantenía a Steve Jackson en la oscuridad. Jackson no había sido arrestado; no se le había acusado de ningún delito; no estaba siendo juzgado. Había perdido algunos ordenadores por una investigación que estaba teniendo lugar —entonces, ¿qué?— Jackson trató de llamar la atención hacia la difícil situación en la que se veía, pero no conseguía nada; nadie que estuviera en condiciones de ayudarle parecía comprender el asunto.

Godwin, sin embargo, tenía una preparación única, casi mágica, para encargarse del caso de Jackson y darlo a conocer. Godwin era un entusiasta de las BBS, un fan de la ciencia-ficción, un antiguo periodista, un vendedor de ordenadores, casi un licenciado en Derecho, y era de Austin. Por una coincidencia aún más sorprendente, en su último curso en la facultad, Godwin se había especializado en juicios federales y procedimientos delictivos. Actuando totalmente por su cuenta, Godwin elaboró una nota de prensa que resumía el asunto y proporcionaba contactos útiles para los periodistas. El esfuerzo entre bastidores de Godwin —que lo había realizado sobre todo, para demostrar una cosa en un debate que mantenía en una BBS local— hizo que la historia volviera a aparecer en el ‘Austin American-Statesman’ y en ‘Newsweek’.

La vida dejó de ser igual para Mike Godwin después de aquello. A medida que se unía al debate sobre libertades civiles en Internet, era obvio para todas las partes implicadas, que era un tipo, que en medio de toda la confusión,
verdaderamente comprendía todo aquello de lo que hablaba
. Los tan disparatados elementos, de la diletante existencia de Godwin, encajaron de repente como las caras de un cubo de Rubik.

Cuando llegó el momento de que la EFF contratara a un abogado a jornada completa, Godwin fue la elección obvia. Hizo el examen de licenciatura en Texas, se fue de Austin, se trasladó a Cambridge y se convirtió en un activista de derechos civiles profesional, que al poco tiempo empezó a recorrer la nación representando a la EFF, siendo bien recibido en sectores tan dispares como investigadores de universidad, gente de la industria informática, aficionados a la ciencia ficción y policías federales.

Michael Godwin es hoy en día el asesor jurídico jefe de la Electronic Frontier Foundation en Cambridge, Massachusetts.

Otra de las primeras personas que tomaron parte en el debate con una gran influencia fue Dorothy Denning. La Dra. Denning era única entre los investigadores del
underground
informático, ya que ella no entró en el debate por motivos políticos. Era una criptógrafa profesional y una experta en seguridad informática cuyo interés primordial en los
hackers
era
académico
. Tenía una licenciatura y un máster en Matemáticas, y un doctorado en Informática por la Universidad de Purdue. Había trabajado para SRI International, el hogar de las
cabezas pensantes
de California, que también era el hogar del importante experto en seguridad informática Donn Parker, y había escrito un texto muy influyente titulado ‘Criptografía y Seguridad de Datos’. En 1990, la Dra. Denning trabajaba para DEC (Digital Equipment Corporation) en su Centro de Investigación de Sistemas. Su marido, Peter Denning, también era un experto en seguridad informática, que trabajaba para el Instituto de Investigación de Informática Avanzada de la NASA. Había editado el bien recibido ‘Ordenadores Atacados: Intrusos, Gusanos y Virus’.

La Dra. Denning se decidió a contactar con el
underground
digital, casi con un interés antropológico. Allí descubrió que estos intrusos informáticos, los
hackers
, a los que se les había calificado de carentes de ética e irresponsables, y de los que se había dicho que eran un peligro para la sociedad, en realidad tenían su propia cultura y sus reglas. No eran unas reglas muy estrictas, pero en el fondo eran reglas. Básicamente, no robaban dinero y no dañaban nada.

Los objetivos informes de sus investigaciones, causaron una gran influencia en serios profesionales de la informática —la clase de gente que simplemente se fijaba en las rapsodias ciberespaciales de John Perry Barlow.

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