Ambos luchadores sudaban. Zoal tenía un corte bajo la barbilla, que sangraba. El mono del conde había recibido tajos en diferentes sitios, pero el Danzarín Rostro aún no había logrado herirle. Ni siquiera un rasguño.
De todos modos, Fenring casi había subestimado al Danzarín Rostro, quien luchaba con renovada energía. Sus ataques con el cuchillo eran rapidísimos. Se trataba de un peligro que Fenring no había tenido en cuenta: el ser estaba imitando las formidables habilidades del conde, aprendía de él y repetía sus trucos.
El conde reflexionó en lo que debía hacer y cuándo, pero sin bajar la guardia. Necesitaba encontrar un movimiento nuevo, algo inesperado para aquel ser de laboratorio. Pensó en intentar capturar al Danzarín Rostro con vida, para luego interrogarle, pero sería demasiado peligroso. No podía permitir que la misión fracasara.
Oyó el zumbido de una lanzadera a lo lejos, pero no se volvió. El mínimo descuido sería fatal. Fenring fingió que tropezaba y cayó hacia atrás, arrastrando con él al Danzarín Rostro. El conde gimió como presa del dolor y dejó caer el cuchillo, que fue a parar bajo una caja.
Zoal, que estaba de rodillas, creyó haber herido a su enemigo, y levantó el cuchillo para asestar el golpe definitivo.
Pero Fenring había examinado el terreno y caído cerca del lugar donde se hallaba el primer cuchillo arrojado por el ser. Se apoderó con un veloz movimiento del arma olvidada antes de que Zoal pudiera apuñalarle con la suya. Fenring clavó la punta en la garganta del Danzarín Rostro. Alejó a Zoal de una patada antes de que la sangre que manaba de la yugular seccionada le manchara el mono.
El cuerpo del Danzarín Rostro se desplomó entre las cajas. Fenring miró a su alrededor para asegurarse de que nadie había visto u oído nada. No quería contestar preguntas. Solo quería alejarse de aquel lugar.
Dio la impresión de que Zoal se derretía, sus facciones perdieron definición hasta convertirse en un maniquí sin pelo de cara lisa, sin cualidades distintivas, piel cérea y dedos lisos sin huellas dactilares.
El complot tleilaxu era muy intrigante. Fenring guardaría este descubrimiento como oro en paño. Pensaría en la mejor forma de utilizarlo contra Hidar Fen Ajidica.
Fenring tiró el cuerpo del Danzarín Rostro, que todavía respiraba, en una de las cajas y la cerró herméticamente. Al cabo de algunas semanas, el insólito cadáver llegaría a algún planeta distante, para sorpresa del destinatario de la carga…
Fenring echó un vistazo a las luces del espaciopuerto y vio que la lanzadera orbital estaba aterrizando. Tomaría un pasaje indirecto a Kaitain, sin dejar la menor huella de su paso. No debía viajar en ninguno de los dos cruceros de Clase Dominic, por si los Navegantes reaccionaban negativamente a la especia sintética. Fenring no tenía la menor intención de ser protagonista de la prueba.
Regocijado, corrió al espaciopuerto y se unió a una muchedumbre de obreros y pasajeros de tercera clase que abordaban la lanzadera. Mientras ascendía hacia el crucero en órbita alrededor de Empalme, se mantuvo apartado y no contestó a preguntas, aunque dos de sus compañeros se interesaron por el motivo de su amplia sonrisa.
Un secreto es más valioso cuando permanece secreto. En tales circunstancias, no hacen falta pruebas para explotar la información.
Aforismo Bene Gesserit
Poco después de llegar a Kaitain, tal como había ordenado el barón, Piter de Vries recorría los pasillos del complejo de oficinas imperiales. Su mente mentat se orientaba con total facilidad en el laberinto de edificios gubernamentales.
Era media mañana, y su boca todavía conservaba el sabor de la fruta importada que había desayunado a bordo de la fragata diplomática. Más sabrosa aún era la información acusadora que le habían ordenado entregar de manera anónima. Shaddam se ensuciaría los pantalones imperiales cuando la leyera.
Sacó un cubo de mensajes de debajo de su ropa y lo ocultó en un pequeño hueco que había detrás de un busto idealizado del emperador, uno de los muchos distribuidos por el palacio.
Se abrió una puerta lateral del complejo, y un hombre de cara rubicunda salió al pasillo. De Vries reconoció al embajador Harkonnen Kalo Whylls. Entrado en la treintena, parecía que Whylls aún no tuviera edad de afeitarse. Había logrado el cargo gracias a la influencia de su familia. Ninguna información que Whylls enviaba a Giedi Prime tenía algún valor. Era un hombre ineficaz, incapaz de utilizar su cargo para convertirse en un espía competente.
—¡Caramba, Piter de Vries! —saludó Whylls con voz untuosa—. No sabía que estabais en el palacio. El barón no me ha avisado. ¿Una visita de cortesía? El mentat fingió sorpresa.
—Quizá pronto, señor embajador, pero de momento tengo una cita importante. Asuntos del barón.
—Sí, el tiempo vuela, ¿verdad? —admitió Whylls con una amplia sonrisa—. Bien, yo también he de darme prisa. Los dos tenemos muchas cosas vitales que hacer. Avisadme más tarde si puedo seros de alguna ayuda.
El embajador se alejó por el pasillo a buen paso en dirección contraria, dándose aires de importancia.
En un trozo de papel
instroy
, el mentat dibujó un mapa y escribió instrucciones. Un correo imperial recogería el cubo escondido y lo entregaría a Shaddam en persona. Una bomba de relojería.
Una venganza adecuada por el chantaje richesiano.
Tiene que funcionar.
Haloa Rund supervisaba mientras los obreros del laboratorio terminaban la cubierta de un prototipo del generador de invisibilidad, basado en los dibujos y ecuaciones que el inventor renegado Chobyn había abandonado.
En uno de sus carretes de hilo shiga, Chobyn lo había llamado un «no campo», el cual conseguía que un objeto estuviera y no estuviera en un determinado lugar al mismo tiempo. Rund no paraba de pensar en el asombroso concepto.
Aún no había descifrado el mecanismo de invisibilidad intermitente colocado en la cámara secreta del viejo laboratorio del inventor huido. Basándose en los fragmentos de los esquemas, había determinado que el diámetro mínimo necesario para proyectar el no campo era de ciento cincuenta metros. Con esto en mente, Rund no comprendía cómo el aparato podía ocultar un pequeño cubículo de laboratorio, hasta que descubrió que la mayor parte del campo se extendía de manera asimétrica hasta el espacio exterior a la estación de Korona.
Tras ser informado del proyecto, y después de que el gobierno richesiano hubiera aportado los fondos, el conde Ilban Richese había enviado un mensaje a su sobrino, en el cual le felicitaba por su ingenio y sagacidad. El anciano prometía que algún día iría a Korona para echar un vistazo a los trabajos, aunque dudaba que entendiera algo. El primer ministro Calimar también había enviado un mensaje de aliento a los investigadores.
Durante décadas, la luna artificial había ocultado la tecnología que permitía fabricar los misteriosos y valiosos cristales richesianos. Ninguna otra Casa había sido capaz de reproducir la ciencia de los espejos, pese a los numerosos intentos de espionaje industrial. De todos modos, si lograban descubrir el misterio del no campo, las instalaciones de Korona podrían empezar a producir una tecnología aún más valiosa.
La investigación era muy cara y exigía el intelecto de los mejores científicos, que habían sido dispensados de otras tareas. Hacía poco, el primer ministro Calimar había entregado fondos en forma de una enorme reserva de melange, que sería almacenada en el satélite, donde sería cambiada por dinero en metálico cuando fuera necesario. La melange acumulada representaba el 6 por ciento del volumen utilizable por Korona.
La influencia política del director Flinto Kinnis había aumentado a causa del ambicioso proyecto, pero a Haloa Rund no le importaba. El generador de Chobyn era un problema complicadísimo, que exigía toda su atención.
Al inventor no le preocupaba nada más.
Cuando Shaddam abrió el cubo, canceló todas sus demás citas y se encerró en su estudio privado, echando chispas. Una hora después, mandó llamar al Supremo Bashar Zum Garon.
—Parece que mis Sardaukar van a tener más trabajo.
Apenas podía contener la ira.
El veterano Garon, resplandeciente en su uniforme, se puso firmes, a la espera de las instrucciones. —Estamos a vuestras órdenes, señor.
Después de las advertencias explícitas y el severo ejemplo que Shaddam había dado en Zanovar, ¿la Casa Richese tenía la temeridad de hacer esto? ¿El primer ministro Calimar pensaba que podía hacer caso omiso del decreto imperial y conservar su reserva ilegal de especia? El mensaje anónimo aportaba pruebas indiscutibles de que una cantidad ilegal de especia estaba oculta en la luna artificial de Korona.
Al principio, tales afirmaciones habían despertado su desconfianza. Ecaz y Grumman habían hecho lo posible por acusarse mutuamente, pero las pruebas habían sido endebles y los motivos transparentes.
—Ha llegado el momento de dar otro ejemplo, para demostrar a los ciudadanos del Imperio que no pueden hacer caso omiso de las leyes Corrino.
Shaddam paseaba de un lado a otro del estudio.
Aunque la rabia le consumía, el emperador procuró pensar con la cabeza. El principal motivo de su ataque contra Zanovar había sido borrar del mapa a Tyros Reffa. Sin embargo, su propósito a largo plazo era dejar a toda la economía imperial vulnerable a su inminente monopolio de especia sintética. Tenía que dar el siguiente paso, arriesgar más. Richese sería el segundo chivo expiatorio.
Comunicaría a los auditores de la Cofradía y de la CHOAM la nueva medida. Después de que la supuesta reserva fuera sacada de Korona (y utilizada para pagar el apoyo de la Cofradía y la CHOAM), otras facciones políticas se congregarían detrás del trono.
Como Hasimir Fenring aún no había regresado de Ix, Shaddam debería tomar solo otra decisión importante. Daba igual. El emperador sabía lo que debía hacer, y la respuesta no podía esperar. Dio las órdenes al comandante Sardaukar.
La Gran Guerra de la Especia estaba a punto de entrar en otra fase.
Se ha demostrado en cada época de la historia que si quieres beneficios has de gobernar. Y para gobernar, has de mantener sosegados a los ciudadanos.
Emperador S
HADDAM
C
ORRINO
IV
Hidar Fen Ajidica, inflamado por el ajidamal que permeaba sus pensamientos, veía por el ojo de un lagarto los cadáveres que sembraban el comedor. Veintidós de los más entrometidos Amos tleilaxu yacían sobre las mesas, envenenados.
Muertos.
Inspirado por las revelaciones recibidas de Dios, estaba a punto de redibujar las líneas de poder del Imperio.
Y entre los cuerpos, un premio especial: el Amo Zaaf en persona, que había llegado el día antes inopinadamente para inspeccionar los trabajos. Cubierto de bacer desparramado, Zaaf estaba echado hacia atrás en la silla, con los ojos saltones y la boca abierta, una postura muy poco digna del Amo de Amos. La toxina de efectos casi instantáneos introducida en la comida por los Danzarines Rostro cocineros había provocado convulsiones en Zaaf y sus compañeros de mesa al cabo de pocos minutos, y su piel gris había adquirido un tono escarlata, como si se hubiera abrasado por dentro.
Cuando el investigador jefe se paró en la puerta, admirando su hazaña, había observado un
Draco volans
en las alfardas, uno de los pequeños lagartos que parecían inmunes a las medidas de control de plagas. De apenas unos centímetros de largo, tenía apéndices escamosos a cada lado del cuerpo, lo cual le permitía surcar el aire como una ardilla voladora terrestre.
Al ver el lagarto, Ajidica había decidido ejercer los nuevos poderes que le habían sobrevenido después de consumir tanto ajidamal. El ojo de su mente parecía estar dentro del diminuto dragón. Desde su posición privilegiada, miró los resultados de la matanza con ojos reptilianos. Uno de los cuerpos se agitó, y luego se quedó tan inmóvil como los demás.
Casi dos docenas de Amos muertos… Era un buen comienzo, en su opinión. Los herejes tleilaxu debían ser eliminados antes de que la Gran Fe resucitara bajo la firme guía de Ajidica.
Sonrió, mientras su mente repasaba la miríada de posibilidades que podía depararle este notable nivel de conciencia. Ajidica casi no dormía ya, pasaba casi todo el día explorando su mente maravillosa, como si fuera un parque de atracciones, con nuevas experiencias y placeres. Podía compaginar noventa y siete líneas de pensamiento a la vez, desde temas mundanos a complejos. Poseía la capacidad de estudiar cada mosaico de información como si fuera un video-libro.
El ajidamal era mucho mejor que la melange, aún más intenso. Con él, los Navegantes de la Cofradía podrían plegar el espacio y adentrarse en otros universos, ya no estarían restringidos a uno solo. Una de sus noventa y siete líneas de pensamiento se impuso a las demás. A estas alturas, el conde Fenring y Zoal ya habrían sustituido la melange por ajidamal en al menos dos cruceros, y los Navegantes estarían a punto de utilizarlo. El propio Fenring estaría muerto, como las víctimas de aquí. El Danzarín Rostro habría cumplido su misión, y pronto regresaría para comunicarle los detalles…
Con sus ojos de lagarto imaginarios, el investigador jefe inspeccionó los cuerpos derrumbados. Ya no había vuelta atrás. Sus demás Danzarines Rostro sustituirían a los Amos, y todo parecería normal. Después, podría enviarles a Kaitain…
Desde aquí, el replicante del Amo Zaaf avisaría a Bandalong de que había decidido quedarse en Xuttuh varios meses, justo el tiempo que Ajidica necesitaba para completar sus planes. Los que se interpusieran en su camino serían eliminados, como insectos atrapados en la lengua de un lagarto volador.
Ajidica parpadeó y devolvió la conciencia a su cuerpo, que seguía en el umbral de la puerta. Notaba un sabor amargo en la boca, y la lengua áspera y dolorida.
Llamó a sus Danzarines Rostro con voz chillona. Llegaron enseguida, dispuestos a recibir órdenes.
—Deshaceos de los cuerpos. Después, preparaos para un viaje.
Mientras los replicantes marchaban a cumplir las instrucciones, Ajidica buscó el pequeño lagarto. Sin embargo, el escurridizo animal había desaparecido.
Estupefacto, un C’tair Pilru de ojos hundidos descubrió los cuerpos en el vertedero. La basura no cubría del todo a los odiados invasores.