Kolonie Waldner 555 (30 page)

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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Intriga, #Ciencia Ficción, #Bélico

BOOK: Kolonie Waldner 555
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Tras este accidentado periplo, Canaris pudo regresar a Alemania y mostrando interés en la nueva arma submarina alemana, inició un curso en la incipiente escuela de submarinos, llegando a formar parte de la tripulación del UB-128 en la primavera de 1918, poco antes del final de la contienda. Dicho submarino tenía su base de operaciones en Cattaro, en la República de Montenegro. Se dice que su submarino llegó a hundir tres barcos en aguas del Mediterráneo.

El almirante Wilhelm Canaris siempre fue un personaje enigmático. Estaba casado desde 1919 con Erika Waag y tuvo dos hijas Eva y Brigitte. No hay dudas de que él fue el impulsor de las actividades secretas alemanas en Sudamérica y los EE. UU. y la estructura de agentes en la zona, con diferentes niveles de éxito. También es cierto que su actividad en el Abwher es, como mínimo, discutible ya que muchos informes suyos para el OKW y para el mismo Hitler, estaban sesgados, cuando no manipulados ofreciendo datos del enemigo que no concordaban con la realidad y que le costó la vida a miles de soldados alemanes.

Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Canaris era investigado por Reinhard Heydrich que no se fiaba de él, a pesar de que aparentemente se llevaban bien y salían a dar paseos a caballo por el Tiergarten de Berlín, ya que compartían su afición por la hípica. Se dice que el asesinato de Heydrich en Praga en mayo de 1942 y su muerte el cuatro de junio por una septicemia a consecuencia de sus heridas, estaba relacionado con la proximidad de ser desenmascarado por este y que los británicos iniciaron una urgente y sangrienta operación de comandos, para que Heydrich no llegase a detenerle. Heydrich era una presa fácil por su rutina diaria y falta de escolta de protección. Por ello y como persona relacionada con los servicios secretos, es fácil especular que Canaris seguramente tenía contactos de alto nivel con los aliados.

Como se sabe, Canaris estuvo involucrado en el atentado a Hitler del veinte de julio y fue ajusticiado en el campo de concentración de Flossenburg el nueve de abril de 1945, poco antes del final de la guerra en Europa.

Epílogo IV
Perón, Argentina y la tecnología alemana

Es interesante ver como la Argentina, después de la guerra siguió sus contactos con científicos y personal alemán a pesar de que hubiesen perdido la guerra. Fue como un paraíso para que los técnicos alemanes siguiesen sus misteriosas investigaciones. Uno de los más interesantes fue el doctor Ronald Richter. Este fue un pionero en la investigación sobre energía durante el Tercer Reich. Sin embargo, es más conocido por su estancia a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta en Argentina a las órdenes de su presidente, el general Perón, y sus investigaciones sobre la energía atómica, o eso parecía… Se supone que todo terminó en un gran fracaso.

Perón, un líder carismático, no tuvo dificultad en anunciar a todos los medios que Argentina había logrado sonados avances en la investigación del átomo. La revista
Time
se hacía eco de la noticia en su número del 2 de abril de 1952, de la siguiente manera: «Juan Perón llamó a los periodistas la semana pasada para anunciarles algo muy especial. Con una elaborada ostentación, miembros de la prensa extranjera fueron convocados».

Lo que debía decir, explicó Perón, era únicamente para su propio pueblo. Anunció: científicos argentinos, utilizando sólo material argentino, relativamente barato, habían conseguido el 16 de febrero de ese año una «liberación controlada de la energía atómica» (es decir, una explosión atómica). «La nueva Argentina ha decidido que copiar la fisión nuclear vale la pena. Y contrariamente a experimentos extranjeros, los técnicos argentinos han trabajado sobre la base de las reacciones termonucleares, que son idénticas a las que expele el sol. El experimento ha sido llevado a cabo por el gobierno en la planta atómica de la isla de Huemul, en el lago andino de Naheul Huapi, novecientas millas al suroeste de Buenos Aires. No requirió ni uranio ni plutonio»; Perón indicó también que esta nueva energía se utilizaría en plantas de energía e industria.

El mismo artículo sugería más adelante que la cruz gamada estaba detrás de este desarrollo: «Junto al presidente Perón estaba el doctor Ronald Richter, físico austriaco, que ha estado asociado con el programa atómico argentino desde su inicio hace ya nueve meses» ¡En sólo nueve meses! El doctor Richter había hecho pasar a la Argentina de ser una potencia regional a la primera potencia termonuclear del mundo… A través de un intérprete, el doctor Richter anunció: «lo que hemos conseguido es estrictamente argentino e infinitamente superior al sistema usado en los EE. UU. Desde hace algún tiempo, Argentina conocía el secreto de la bomba de hidrógeno, pero el presidente Perón la rechazaba». La «explosión controlada de fusión» del doctor Richter, fuese lo que fuese, mostraba signos serios de poca credibilidad.

Sin duda, lo que decía el doctor Richter sonaba muy extraño y fantástico para la física convencional del momento, ya que una explosión termonuclear debe ser accionada por una bomba atómica, que actúa como fusible de encendido y consigue la presión y temperatura extrema necesarias para la ignición del ingenio. Tan pronto como Perón hizo su anuncio, fue denunciado en los Estados Unidos por la Comisión de la Energía Atómica. Perón consultó con sus científicos que le aseguraron, sin duda alguna, que la visión norteamericana estaba basada en la ciencia de verdad y que por lo tanto creían que había algo erróneo en el proyecto atómico de Richter. Perón nombró a una comisión de investigación para que emitiera un informe exacto de sus trabajos y su alcance, en la remota isla de Huemul. El informe fue presentado a Perón en septiembre de 1952.

Doctor Ronald Richter

Del extenso informe sobresalen dos cosas curiosas. En primer lugar que el doctor Richter y su equipo actuaban como si no supiesen o tuviesen el suficiente nivel de conocimientos para desarrollar su trabajo. Y en segundo lugar que no parecían contar con los equipos necesarios para su investigación. Por ello, dice el informe: «Los análisis efectuados muestran la imposibilidad, de acuerdo con los conocimientos actuales, de obtener en el laboratorio este tipo de reacciones nucleares. Sin embargo, el doctor Richter dice que ha descubierto una serie de fenómenos que invalidan un razonamiento como el nuestro. Además, insiste en que este fenómeno descubierto por él, constituye la base del secreto del proceso de reacción termonuclear»; sigue el informe: «No es posible conocer a qué clase de fenómeno se refiere el doctor Richter, ya que su existencia no puede contradecir el conocimiento básico que es aceptado en la actualidad». A la vista de este párrafo oficial, hay dos opciones: o el doctor Richter y su investigación fueron un fraude o bien encontró algo más allá de las explicaciones convencionales de la ciencia de la época (incluso hoy). El principio de Richter se basaba en la «Precesión». Richter explicó a la comisión que un ingenio termonuclear se basa en la resonancia obtenida en medio de la frecuencia de precesión de Larmor que se origina en la interacción del campo magnético actuando en el momento magnético del átomo, litio 7 y del campo magnético de oscilación producido por un generador de radio-frecuencia. La cifra obtenida por la intensidad del campo magnético constante es de 15.000 Gauss.

Infraestructura del reactor en construcción del doctor Richter en Argentina, 1947.

Por qué el doctor Richter actuó así es un misterio que le costó la pérdida de los fondos y el material que le suministraba el gobierno argentino. Sin embargo, la última frase del informe es muy sugerente y ambigua: «Todo el fenómeno observado no tiene parecido con un fenómeno nuclear». Es decir, observaron algo que no pudieron racionalizar con sus conocimientos científicos basados en los principios de la reacción nuclear conocidos. El doctor Richter se quejó de que el informe estaba basado en criterios erróneos y desconocimiento científico.

Sin embargo, el doctor Richter no era un cualquiera y quizás iba muy por delante de su tiempo. Lo prueba el informe de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, dentro de la Operación Paperclip para llevar científicos alemanes a los Estados Unidos y trabajar para ellos. En el informe se cita el tipo de trabajos e investigaciones que Richter llevaba a cabo en Alemania antes y durante la guerra. No son cualquier cosa:

Investigación en la activación de catalizadores, procesos de rotura e hidrogenación del carbón por catalizador de alta presión; desarrollo de un convertidor de imagen para un microscopio de actividad contractada, basado en el escaneo de hidrógeno o deutrinos, absorbiendo las superficies laterales con protones, deutrinos o electrones: por vez primera será posible ver y fotografiar la actividad que no puede ser visible por la luz ni por los microscopios electrónicos. Investigación y estudios sobre sistemas de arcos eléctricos; desarrollo de nuevos tipos de arcos de plasma analizando instrumentos y métodos. En 1936, descubrimiento de un proceso de generación de onda de plasma, concepción de un nuevo tipo de sistema de reactor de arco industrial, basado más en la reactividad de la onda de plasma que en la transferencia de calor. Desarrollo de una base de operación para probar las condiciones de la onda de plasma por medio de la inducción de reacción nuclear en colisión de plasma.

Aparte de lo que se pueda decir de Richter, estaba muy adelantado al pensamiento convencional aliado y por lo tanto pudo ser considerado un fraude en Argentina en los cincuenta. El texto anterior indica claramente que Richter quería medir, analizar y desarrollar un microscopio que pudiese ver más allá de los límites del microscopio electrónico y poder observar el tejido atómico y las partículas subatómicas ¡en 1936! Parece que consiguió un avance importante en este campo y sólo se quejaba de «la falta de equipo de medición que pudiese aguantar la presión de las altas temperaturas». Algo así pasó en Argentina, donde el equipo de que disponía era de tipo estándar y quizá por eso su comportamiento técnico parecía no correcto ante la comisión.

Al final del texto, también hay otro dato interesante y es que el doctor intentaba inducir fusión en el plasma por medio de la presión eléctrica y trataba de desarrollar un reactor para tal propósito que trabajase con ondas de choque. Es decir, ondas longitudinales para conseguir la colisión del plasma y finalmente la fusión. Para que entendamos lo adelantado del trabajo del doctor Richter en la Alemania de los años treinta, una idea muy similar ha sido propuesta seriamente a principios del siglo xxi por una corporación norteamericana llamada General Fusion. Es decir, setenta años más tarde una empresa considera la misma idea.

Otra área de investigación argentina, donde los técnicos alemanes participaron fue en los desarrollos aeronáuticos. El gobierno argentino ofrecía muy buenos salarios, trabajar en sus especialidades y tener la tranquilidad suficiente de un país en crecimiento y rico. Uno de los más importantes fue el ingeniero aeronáutico Kurt Tank con un grupo en el que también estaba el antiguo as de la Luftwaffe Adolf Galland y luego otro as, Ernst Rudel. El gobierno de Perón les dio trabajo ya que una de sus promesas políticas fue impulsar y modernizar las fuerzas armadas argentinas y entre ellas su Fuerza Aérea, que actuaba de forma independiente desde 1945.

Argentina se hallaba en una situación financiera inmejorable en comparación con Europa, y además disponía de recursos de todo tipo como materias primas y alimentos abundantes. De hecho fue abastecedor de los aliados durante la guerra y llegó a aceptar el trueque de comida por armamento con Inglaterra, con el consiguiente enfado norteamericano. La Fuerza Aérea argentina voló con aviones británicos durante esa época. Pero lo que nos interesa, es que al margen de aviones británicos, Argentina comenzó la fabricación de sus propios aviones y entre ellos los famosos
IAe.27 Pulqui
y el
IAe33 Pulqui II
(flecha, en mapuche), que fueron los primeros aviones a reacción fabricados en Sudamérica.

Pero, ¿cómo empezó la historia de los aviones a reacción argentinos? Hemos de remontarnos al verano de 1948 en Europa. Allí, el antiguo jefe de ingenieros de la fábrica de cazas y bombarderos
Focke-Wulf,
el profesor ingeniero Kurt Tank, se puso en contacto con Galland para verse con él. Después de explicarle con detalle los planes que tenía el gobierno argentino para construir una nueva aeronave de combate, Kurt Tank logró convencer a su interlocutor para que se integrara en el equipo de trabajo que él mismo dirigía como piloto de pruebas.

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