Kolonie Waldner 555 (24 page)

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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Intriga, #Ciencia Ficción, #Bélico

BOOK: Kolonie Waldner 555
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Kammler intervino en ese momento.

—Doctor Schutz, permítame una pregunta. Los vuelos suborbitales, orbitales, espaciales y la estancia en la Luna, requieren de un traje complejo para resistir las fuerzas, presiones y temperatura. —Era una pregunta muy interesante.

—Sí, general Kammler, así es —confirmó Schutz. Kammler continuó.

—Recibí un informe suyo hace dos meses en el que ya me indicaba cuáles eran sus ideas sobre este apartado y desarrollos incipientes ¿Cuál es la situación hoy? ¿Tenemos un traje adecuado para el espacio?

Schutz abrió una de las carpetas de su portadocumentos y extrajo varias fotos, una muestra de un tejido y algunos documentos escritos.

—Basándonos en la experiencia obtenida desde 1943 de los pilotos de vuelos suborbitales y de aviones a reacción como Heinz Scheidhauer y Erwin Ziller y los trajes desarrollados con casco
cerrado totalmente y herméticos en su totalidad para esos vuelos, les presento un prototipo del futuro traje espacial que ya tenemos en pruebas. —Schutz, ayudado por Helmut, distribuyó las diferentes fotos a los presentes. Las fotos, desde diferentes ángulos, mostraban un traje de color blanco, de una sola pieza y botas del mismo color. Una escafandra transparente permitía ver la cabeza entera del piloto desde cualquier punto. Una mochila con unas conexiones, remataba el conjunto.

—Si me permiten, les explicaré algunos detalles del traje que ha sido diseñado y confeccionado entre nuestros ingenieros y la empresa chileno-alemana Tejidos y Polímeros, S. A., de Viña del Mar, de absoluta confianza. Quiero puntualizar que tenemos dos tipos de traje para el espacio: el que llamamos de vuelo y que utilizarán las tripulaciones de los discos en viajes orbitales y lunares, que es liviano y muy cómodo, y el traje espacial para su uso sobre la superficie lunar en los trabajos de superficie. El traje espacial está preparado para proteger a su usuario de las condiciones extremas que puedan encontrarse en la Luna, donde hasta la fecha hemos creído que no había atmósfera. Hemos de ver qué tipo de atmósfera es y su capacidad de protección frente a los rayos ultravioletas. El traje da esa protección. Verán que es de color blanco ya que no sólo se localiza visualmente al astronauta fácilmente, sino que tras numerosas pruebas y análisis de colores, es la mejor opción de protección también. Piensen que sin la atmósfera terrestre que filtra la luz solar, el lado del traje orientado hacia el Sol puede alcanzar más de ciento veinte grados centígrado. Sin embargo, el otro lado puede bajar a menos de casi ciento sesenta grados centígrado bajo cero. Imagínense el choque de temperaturas y la importancia de una buena protección. Nuestro prototipo protege perfectamente. Aquí tienen una muestra de una de las siete capas de que se compone nuestro traje espacial. —Entregó la muestra de tejido a los asistentes, que pudieron comprobar su textura y resistencia.

Schutz continuó.

—De las siete capas, la última, la que está en contacto con la persona, es de algodón de alta pureza. Las tres más externas las denominamos «prendas térmicas micrometeroides» por su capacidad de defensa ante las agresiones del entorno. La capa exterior tiene un material reflectante para evitar la radiación electromagnética. Hemos puesto mucho énfasis en la comodidad de uso del traje y a pesar de su aparatosidad. En este lado de aquí —Schutz mostró una pequeña protuberancia— se halla la unidad de ventilación y enfriamiento por líquido. Hay una serie de conductos internos por todo el traje por los que circula agua, con el objetivo de evitar las pérdidas de calor de la persona, proporcionando un tacto cómodo y evitando el sudor. El traje está fabricado de forma modular y las piezas del mismo se ajustan entre sí.

—Qué me dice de las necesidades naturales de una persona —preguntó el doctor Hermann Oberth, aunque conocía la respuesta ya que él había estado involucrado desde Europa en algunos detalles del traje, junto a Schutz.

—Muy buena pregunta, doctor Oberth y lógica también. Efectivamente, los usuarios deberán llevar unos calzones que están fabricados con un material muy absorbente a base de celulosa muy pura, que proporciona una protección ante eventuales pérdidas. —Hubo algunas sonrisas—. Estamos trabajando un sistema de recuperación de la orina y las heces y su transformación positiva. —Schutz siguió—. Desde nuestro punto de vista, todo esto son problemas hasta cierto punto menores y solucionados por ahora. Nuestro próximo objetivo, tras las pruebas reales en la superficie lunar, es un reducción del peso del traje. Este prototipo pesa unos noventa kilos y es voluminoso y por ello supone una gran incomodidad en la Tierra. En el espacio y en la Luna, sin atmósfera, el peso no es problema, allí es gravedad cero. También hemos de intentar que tenga menos componentes, si es posible. Hemos calculado que más del setenta por ciento de la energía consumida por un astronauta se debe a su «lucha» en ¡mover su traje! Las siguientes generaciones de trajes deberán ser más livianos. —El doctor Oberth confirmó las palabras de Schutz.

Helmut remató la reunión con la presentación de otros asuntos técnicos menores y algunos datos de carácter administrativo y presupuestario. Tras varias preguntas sobre estos asuntos que fueron despachadas sin dificultad, el general Kammler dio por concluida la reunión tras aprobar lo presentado por Helmut y Schutz y el compromiso de su cumplimiento en tiempo y forma. También se aprobó la utilización de discos como medio de transporte Europa-Sudamérica y viceversa, ya que era el sistema más rápido y seguro, así como para el transporte de material frágil e indispensable.

Antes de terminar, Helmut creyó conveniente indicar lo siguiente.

—General Kammler, quiero agradecer en nombre del doctor Wilhelm Schutz y el mío, la oportunidad de haber tenido esta reunión con todos ustedes y haber profundizado en asuntos de la máxima importancia para Alemania y su lucha por la victoria final. —Miró a Schutz y luego a los presentes—. La situación en Sudamérica ha cambiado enormemente para Alemania. Desde 1942, todos los países nos han declarado la guerra, con lo que nuestra situación allí es comprometida en todos los aspectos. Seguimos operando por la propia podredumbre de los sistemas políticos allí imperantes y por personas y empresas que creen en Alemania y en el
führer
y nos prestan su ayuda desinteresadamente. Nuestros movimientos son cada vez más difíciles pero, afortunadamente, los discos empiezan a ser una gran herramienta para nuestras operaciones. El Abwher tuvo varios fracasos sonoros en la zona y eso puso a nuestros enemigos en sobreaviso. La pérdida de uno de nuestros hombres y un helicóptero en Manaos, en una operación muy importante, nos complicó mucho las cosas en Brasil. Hemos abandonado y destruido la Kolonie Waldner 555, desde principios de este año y nos hemos concentrado en el enclave Dignidad en los Andes chilenos. Allí estamos más tranquilos por ahora. El resto de bases siguen operativas. Y son necesarias para el control de los vuelos espaciales. Creemos que el haber seguido el sistema de seguridad implantado por usted, general Kammler, se ha mostrado mucho más efectivo que el clásico sistema de agentes del Abwher del almirante Canaris. El enemigo en realidad no sabe hasta dónde hemos llegado, ni el alcance de nuestro trabajo.

Capítulo 12
Der Mond

Mediados de 1944

El disco esperaba en el enorme hangar. Sus casi cuarenta metros de diámetro eran imponentes y su acabado en metal bruñido totalmente redondeado, le conferían un aspecto futurista. Casi de otro mundo. La tripulación ya estaba preparada controlando los datos y sistemas de vuelo. Sólo faltaba la llegada de Schutz. Todos llevaban sus cómodos trajes de vuelo, aunque en el interior de la nave colgaban tres trajes de astronauta, para los expedicionarios que pisarían la superficie lunar. Berger observaba algunos detalles externos de su nave con varios técnicos que le iban respondiendo a sus preguntas.

—Bien Wilhelm —dijo Helmut—. Tienes en tus manos el inicio de nuestro proyecto más importante y decisivo para nuestra patria y su futuro. Sólo habrá una oportunidad para que determines la viabilidad de la base Alpha en la Luna. —Schutz escuchaba con atención, aunque Helmut sabía que su compañero era la persona más adecuada para una misión como aquella.

—Lo conseguiré Helmut. No te preocupes. Iremos informando continuamente de los avances. Como sabes tenemos previsto estar unas veinte horas allí. Es tiempo suficiente para la recogida de muestras, búsqueda de acuíferos, análisis de la atmósfera y testigos del subsuelo lunar. Además, vienen conmigo los dos mejores geólogos que conozco.

Jochen Wunderlich y Bertrand Lindberg eran los dos geólogos que citaba Schutz y que no sólo habían nacido en Sudamérica, Brasil concretamente, de familias alemanas sino que habían llevado el peso más importante en la búsqueda, análisis y recomendación de los mejores lugares para las diferentes bases alemanas del cono sur y su posterior construcción. Eran especialistas en construcciones subterráneas y habían ayudado al general Kammler en algunos trabajos en Europa. Estaban en el gran proyecto Sudamérica desde mediados de los años treinta, a las órdenes de Reinhard Heydrich. Eran de absoluta confianza. Estaban entusiasmados ante la perspectiva de viajar al satélite y confirmar las últimas noticias en relación al acuífero y la atmósfera lunar. Lo consideraban, lógicamente, como un hito histórico al margen de su marcado carácter militar.

También estaba en el encalve Dignidad la familia de Schutz, su mujer y sus dos hijas, que le miraban con una mezcla de ansiedad y admiración antes de la partida. Silke se abrazó a su marido con fuerza y cerró sus ojos mientras le besaba. Sus hijas se cogían a las piernas de su padre. La mayor, Heike, levantó su brazos para que su padre la aupase. Schutz besó a su hija y levantó también a la pequeña, Sigrun, para besarla. Helmut contempló la escena en silencio y les dejó un momento a solas en su despacho. Era muy emocionante. Los cuatro se abrazaron fuertemente. No hubo muchas palabras. Schutz se ajustó el cuello de su traje de vuelo y tomando de la mano a sus hijas y seguido de su mujer, salió del despacho de Helmut. Este le esperaba fuera. Todos caminaron juntos por el pasillo hacia el hangar. Caminaban en silencio. Llegaron hasta la puerta metálica que separaba la zona administrativa del resto. La abrieron y salieron hacia el hangar. Las naves estaban muy bien colocadas y ya eran ocho los discos operativos. Se estaba trabajando a un ritmo endiablado.

La importancia del momento hizo que, por un corto espacio de tiempo, se paralizasen otras actividades y todos pudiesen estar allí para despedir a los viajeros. Mientras caminaban hacia la nave, sonó el vibrante
Preussicher Präsentiermarsch
compuesta para Friedrich Wilhelm III de Prusia, a través del sistema de megafonía. Era un detalle emocional hacia Schutz, ya que era su marcha preferida. Helmut abrazó a su compañero y saludó al resto de la tripulación que permanecían en posición de firmes junto a la escalerilla de acceso. Wunderlich y Lindberg, los geólogos, también saludaron con efusión a Helmut.

—Señores —la voz de Helmut sonó tras la finalización de la marcha militar y se situó debajo del disco frente a todos los presentes. Había un silencio absoluto—, hoy empieza una nueva estapa en la historia de nuestra querida Alemania. Todos los que estamos aquí hemos luchado y luchamos también, no desde la trinchera o dentro de un carro de combate, un submarino o un avión. No. Lo hemos hecho desde la ciencia y el desarrollo para mejorar nuestra capacidad militar. Nuestros desarrollos técnicos llegarán un día a los hogares de nuestra patria, pero hoy la prioridad es la guerra y la finalización de la misma. Alemania debe volver a ser fuerte y llevar la iniciativa en el mundo, como le corresponde y le ha correspondido siempre a lo largo de la historia. —Se giró hacia Schutz y el resto de la tripulación—. Estos alemanes, camaradas nuestros, que están aquí hoy conmigo y con vosotros, van a realizar un sueño para toda la humanidad. La conquista de la Luna. Será de carácter militar y será el contrapeso que nos ayudará a la victoria final de nuestro
führer.
También será un avance para todo ser humano, pero en una segunda fase. —Se detuvo unos segundos—. Queridos camaradas, demos la despedida a estos hombres, que llevarán el nombre de Alemania y su
führer
a las estrellas ¡
Heil Hitler
! ¡
Sieg Heil
! —Un estruendoso saludo alemán retumbó en el amplísimo hangar—. Os esperamos aquí —finalizó Helmut. Todos regresaron rápidamente a sus lugares de trabajo para iniciar la preparación de la salida de la expedición y la tripulación entró en el disco, ocupando sus puestos. Schutz fue el penúltimo en subir.

—Gracias Helmut. Lo conseguiremos. —Se abrazaron de nuevo y Schutz miró a su familia, subiendo seguidamente sin mirar atrás. Berger se despidió de Helmut y subió en último lugar. Cerró la escotilla inferior de acceso con un sonido seco.

Helmut fue hasta la torre de mando del enorme hangar subterráneo, acompañado por la mujer y las hijas de Schutz que serían espectadoras de la salida. Allí se situó en uno de los asientos de control acompañado por los técnicos que estarían en contacto continuo con el disco durante su periplo a la Luna. Sus acompañantes fueron ubicadas en unas sillas, junto a Helmut.

—Münchhausen, aquí torre, ¿me copias bien? Repito, ¿me copias bien? —Una voz se oyó en la torre de forma clara y diáfana.

—Aquí Münchhausen. Todo en orden y esperando orden de salida. —Helmut sonrió ya que Münchhausen era el nombre de la nave y la misión. Le había parecido un nombre genial para este vuelo, y estaba basado en el aventurero y fantasioso aristócrata alemán Barón de Münchhausen, un personaje muy famoso del siglo
XVI
, que decía haber viajado a la Luna. Un pequeño dibujo del mismo sobre una bola de cañón, había sido pintado en la parte superior del disco.

Las luces guía hasta la boca de salida se encendieron mostrando claramente el camino al exterior. El disco ya flotaba solo y había recogido en su interior sus brazos hidráulicos de aterrizaje. Desde la torre no se oía ningún sonido, la insonorización era perfecta.

—Münchhausen, puede iniciar la salida ¡Buen viaje! —Tras unos segundos.

—Aquí Münchhausen, gracias torre. Iniciamos vuelo ¡
Heil Hitler
! —El disco se deslizó suavemente hacia la salida. Era una visión fuera de este mundo. La mujer de Schutz estaba asombrada de lo que había visto allí. La nave se alejaba de la vista con decisión. Ya estaba fuera y en pleno vuelo. Era de noche y las luces-guía se apagaron de nuevo.

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