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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Intriga, #Ciencia Ficción, #Bélico

Kolonie Waldner 555 (22 page)

BOOK: Kolonie Waldner 555
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—Me parecen bien todos sus desarrollos doctor Dietrich y sabe que yo no entro en su trabajo, ni en el de sus compañeros científicos. No es mi función. De todas maneras, tanto Schutz como yo debemos ser informados previamente de cualquier desarrollo, aunque sea incipiente o sólo una idea. Comprenderá que no está entre mis obligaciones el no dejarle trabajar. Al contrario, pero debo ser informado directamente o a través de mi segundo Schutz. Le recuerdo también que yo debo aprobar los recursos que dedicamos a los proyectos… y, como es lógico, no deben de ser desconocidos para mí. —El doctor Dietrich pareció darse cuenta de que las palabras de Helmut no eran de reproche en el fondo, y que tenía razón.

—Así será,
Hauptsturmführer
Langert. Si me permite, ahora debo continuar con mi trabajo. —Helmut le permitió continuar con el mismo.

Schutz se giró hacia Helmut tras la salida del doctor Dietrich.

—Lo siento Helmut, en el fondo es mi culpa. No es una excusa, pero estoy involucrado en bastantes proyectos y permito que trabajen con un alto margen de maniobra, ya que no puedo estar en todo. —Helmut no le dio ninguna importancia a lo que decía su segundo.

—Tú no eres el problema Wilhelm, en realidad no hay ningún problema. Tengo el mejor equipo del mundo. Estamos llevando adelante, a un paso endiablado, los proyectos más arriesgados y avanzados de la ciencia con una presión descomunal y enemigos al acecho. Y ahora nos hemos centrado en la base Alpha y los discos. Lo único que he hecho ha sido que el doctor Dietrich tenga claro que hay una organización tras él y que su trabajo necesita de nuestro esfuerzo y conocimiento también. Creo que lo ha comprendido. —Schutz agradeció las palabras de Helmut. Este siguió—. Lo último que haría sería eliminar ese margen de maniobra que tú has comentado. Deben de ser arriesgados y tomar sus propias decisiones en los terrenos que dominan. Ahí yo no puedo hacer nada, estoy en sus manos ya que no tengo sus conocimientos científicos, pero estamos detrás de ellos y nos necesitan, y eso han de tenerlo muy claro.

En aquel momento entró Jochen Wittz, responsable de comunicaciones del enclave Dignidad, con un teletipo llegado a través de la línea ultrasecreta de alta seguridad.

—Es para usted, señor —dijo mientras se lo entregaba a Helmut y volvía a salir del despacho.

—Gracias, Jochen. —Helmut invitó a Schutz a sentarse, mientras él lo leía. Su cara mostraba preocupación.

—Qué sucede, Helmut? —inquirió Schutz. Se lo pasó a su compañero, mientras él se atusaba el pelo—. Quieren vernos en Praga, Wilhelm, orden directa del Cuartel General del
führer,
mañana en el Kammlerstab, a ti y a mí sobre la base Alpha. Hemos de llevar lo último en información sobre el proyecto y debemos ir en uno de los discos hasta allí. Los aviones convencionales y los submarinos ya no son seguros para un viaje así.

Schutz miró a Helmut.

—Es un viaje de pocas horas en el disco. Puedo tener toda la información enseguida. No hay problema. Helmut descolgó el teléfono y llamó a los doctores Dietrich y Sommer. También llamó al comandante Berger. Todos debían venir a su despacho enseguida.

—Dime qué podemos necesitar para hablar con los «jefes» allí —solicitó Helmut a Schutz.

—Muy bien. Regreso enseguida. —Schutz salió del despacho, mientras la cabeza de Helmut comenzaba a dar vueltas sobre la inopinada reunión recién convocada.

De repente, una idea volvió a su mente: su familia. Ahora llevaba dos meses sin ver a su mujer y sus hijos, desde que se habían trasladado a Santiago de Chile desde Brasil, sin problemas. ¿Valdría la pena aprovechar el vuelo y llevarles a Europa? La verdad es que las noticias del frente no eran halagüeñas para Alemania, pero ellos podían cambiar el curso de los acontecimientos con los nuevos proyectos. En Santiago estaban bien y la colonia alemana les había acogido sin problemas, pero parecían ir de un lado a otro sin destino definitivo. Su mujer Ilse daba signos de cansancio por todo ello y eso le afectaba en su trabajo. Trataba de llevarlo lo mejor posible, pero era difícil. La idea fue abandonada, era descabellada y seguramente había más seguridad en Chile que en Alemania en aquel momento.

Alguien llamó a la puerta.

—Adelante. —Berger entró. Aún llevaba su uniforme de vuelo con la nueva insignia para las tripulaciones de los discos volantes en el lado derecho de su pecho: unas runas SS sobre el perfil de un disco volador y unas hojas de roble que remataban el conjunto en su base—. Siéntese comandante. Esperamos a los doctores Sommer, Dietrich y a mi segundo Schutz. —Mientras Berger se sentaba, llamaron de nuevo a la puerta, Schutz entró sin esperar permiso, saludó a Berger y Helmut le ofreció un puesto en la mesa de reuniones junto a él. Schutz comenzó a sacar algunos documentos que pensaba llevar a Praga. De nuevo sonó la puerta y los dos doctores entraron, tras el permiso de Helmut. Se sentaron.

—Gracias por su rapidez en acudir a esta reunión inesperada. Iré al grano. Acabo de recibir un teletipo del Kammlerstab en Praga, bajo orden directa del Cuartel General del
führer,
en el que nos piden que mi segundo Schutz y yo, vayamos allí mañana para una reunión sobre la base Alpha. Necesitan el máximo de información y conocer de primera mano el avance conseguido hasta ahora, calendarios, recursos, etc. Está bajo el epígrafe «Kriegentscheidend» (decisivo para la guerra). No hay restricciones para este proyecto, señores. ¿Qué necesitamos llevar allí y cómo? Responderé al cómo: en su disco
Hauptsturmführer
Berger y por ello le solicito la máxima celeridad en la preparación de su nave para este viaje.

Berger respondió a la solicitud de Helmut.

—Mi nave está preparada, señor. Ya ha sido reparado un pequeño contratiempo en el tren de aterrizaje. La tripulación también está preparada para partir a sus órdenes. —Helmut sonrió y miró a Schutz y de nuevo al piloto. —¿Qué tiempo de vuelo estima usted hasta Praga? —Sin dudar, Berger contestó.

—Será un vuelo de unas dos horas aproximadamente, señor. —Schutz puso cara de sorpresa.

—¡Es increíble. Me imaginaba que eran motores rápidos, pero no tanto! —Helmut, satisfecho, terció para que Berger pudiese regresar a su nave.

—Muy bien, Berger, esté preparado, le indicaré el momento exacto de nuestra partida. Gracias —El piloto salió del despacho, tras despedirse de los presentes. Los doctores Sommer y Dietrich parecían nerviosos. Sommer intervino en ese instante.

—Con su permiso,
herr
Hauptsturmführer
Langert, en el apartado científico del proyecto disponemos de un volumen enorme de información que requerirá un cierto tiempo para su selección. —Helmut no sonrió ante esta afirmación.

—Lo comprendo, pero no tenemos tiempo. Les recuerdo que la semana que viene sigue prevista una reunión interna donde ustedes, según el doctor Dietrich, iban a presentarme lo último de este proyecto. Quizás una buena parte del trabajo ya está hecho. —Los dos doctores afirmaron con la cabeza, aunque mostraban signos de preocupación por lo que se les venía encima—. Les ruego que preparen lo siguiente de forma inmediata:

  1. Peso total de la estructura a ensamblar en la Luna.
  2. Número de paneles, tipo y peso unitario.
  3. Número exacto de vuelos necesarios para el montaje.
  4. Número de personas y cualificación profesional para el trabajo.
  5. Metros de cableado, tuberías y fuente energética necesaria para el funcionamiento de la base.
  6. Personal fijo que residirá en la misma y cualificación de cada uno.
  7. Lugar de alunizaje y motivos de la selección.
  8. Maquinaria ligera y pesada necesaria para el proyecto.
  9. Sistema de ventilación, filtrado de aire, tratamiento de agua y residuos.
  10. Invernadero y sistema de obtención de alimentos.
  11. Plano detallado de la instalación de superficie.
  12. Plano detallado de la instalación subterránea.
  13. Número de naves mínimo en la base Alpha.
  14. Sistema de mantenimiento técnico de la base.
  15. Presupuesto económico del proyecto a día de hoy.
  16. Calendario detallado del proyecto, con el camino crítico, las etapas y los departamentos implicados en cada una de ellas.
  17. Armamento de defensa de la base Alpha y operativo militar necesario.
  18. Otros puntos técnicos que consideren necesarios.

Helmut siguió.

—Bien caballeros, teniendo en cuenta la diferencia horaria con Europa, la hora de la reunión en Praga y el tiempo de vuelo que acabamos de conocer, sólo disponemos de seis horas antes de partir… —Y mirando a los científicos—. Y ustedes tienen cinco, ya que yo quiero revisar esa información antes del viaje. Les ruego que se pongan en marcha ahora mismo. Muchas gracias.

Los dos científicos tomaron nota apresurada de las solicitudes, mostrando en sus rostros la complejidad de lo solicitado y el escaso tiempo para ello. Helmut era consciente de lo que pedía y el esfuerzo que representaba, pero no había otra opción. Conocía la reputación del general Kammler.

—Pongan a todo su personal técnico a trabajar en estos puntos. Schutz les ayudará. —Schutz afirmó con la cabeza y se levantó con los dos científicos para comenzar la tarea. Los tres hombres abandonaron el despacho de Helmut—. Póngame con mi mujer en Santiago. Gracias. —Colgó el teléfono y miró la foto de su familia que guardaba en un cajón de su mesa. No podía olvidarles.

Capítulo 11
Kammlerstab, Praga

Mediados de 1944

Se acomodaron en el disco tras haber dejado su equipaje, correo y documentación en unos armarios metálicos habilitados para ello. Se quitaron también sus guerreras SS, quedando con la camisa reglamentaria, tirantes, pantalones y botas. Berger se sentaba en la parte central de lo que era la zona de mando, y dos de sus tripulantes junto a él a ambos lados. Había dos tripulantes más. Uno estaba al cargo de las armas de a bordo y su uso y estaba sentado en el lado opuesto a la zona de mando, y el otro era un técnico en motores, dentro de un compartimiento situado en la zona inferior de la nave. Schutz y Helmut ocuparon sendos asientos en la zona de mando, tras Berger. Podían contemplar como aquellos hombres hacian funcionar aquella nave extraordinaria. Se abrocharon sus cinturones de seguridad al igual que la tripulación. Berger se giró hacia sus pasajeros indicándoles que se iniciaba el vuelo.

Una sirena se oyó en la instalación avisando de la partida del disco, mientras el suave zumbido del motor iba subiendo de intensidad. Las pantallas que les había enseñado el doctor Dietrich ofrecían una imagen excelente del exterior. De repente, la imagen demostró que se habían elevado suavemente, aunque ni Helmut ni Schutz habían notado nada. Era la suavidad total. Sí que notaron seguidamente como el tren de aterrizaje se replegaba dentro de la nave. ¡Estaban flotando y apenas se movían! Unas luces se encendieron indicando la salida hacia el exterior desde el interior de la montaña. Los dos pilotos que acompañaban a Berger movían unas palancas que hicieron que el disco comenzase a desplazarse siguiendo las luces de la pista. El sonido dentro era muy suave y permitía una conversación normal. Oían perfectamente a los pilotos hablar con la torre de mando.

Dejaron atrás la base y el disco avanzó con seguridad hacia la salida. Helmut y Schutz sabían que había un acantilado de más de trescientos metros de caída justo después de la boca del túnel. De repente, ¡ya flotaban en el exterior! El disco fue ganando altura con seguridad y rapidez. Con las pantallas posteriores, Helmut vio como las luces se apagaban tras la salida de la nave. Era noche cerrada. El sonido del motor seguía siendo muy suave, no mostraba signos de esfuerzo aparente. El técnico anotaba lecturas que iban apareciendo en una pantalla de control, que seguramente servirían luego para mejorar los motores existentes. La sensación era muy placentera.

—Ahí está Buenos Aires, señores —indicó Berger. Unas luces se recortaban en el horizonte, cuando de repente ya habían sido sobrepasadas. Buenos Aires quedó atrás muy rápido—. Volaremos a unos veitne mil metros de altura y a una velocidad de siete mil kilómetros por hora. No se preocupen, no necesitamos ningún tipo de máscara de oxígeno. Sólo ir bien atados a nuestros asientos. —Sonrió—. La nave está perfectamente presurizada. —Las pantallas indicaban que el disco emitía una luz externa debido a la fricción por la alta velocidad.

—¿Qué velocidad puede alcanzar esta nave? —preguntó Schutz. Berger se giró hacia él.

—Hemos hecho pruebas sobre Atacama y puede alcanzar los diecinueve mil kilómetros por hora. Sin embargo, en el espacio, según los técnicos, se puede doblar esa velocidad como mínimo y quizás más. Hemos llegado al techo estratosférico sin problemas y efectivamente se notaba un incremento en la velocidad por la ausencia de fricción.

Ya volaban sobre el océano Atlántico. Una de las pantallas mostraba el itinerario previsto y marcaba la nave mientras avanzaba, sobre un plano terrestre. Era muy gráfico y de fácil comprensión. Aparecían también números sobre esa pantalla que indicaban la velocidad, la temperatura externa, la latitud y longitud, el tiempo de vuelo y el tiempo restante hasta llegar a destino. El resto de pantallas mostraban el color negro de la noche, que quedaba suavizado por la luna llena. Se veía muy bien y nítida por la gran altura a la que volaban. El continente africano a la altura de Dákar ya no quedaba lejos mientras el disco avanzaba firmemente hacia Europa.

—A este techo de vuelo no vamos a encontrar ningún avión enemigo… —indicó Berger, ante lo que sonrieron Helmut y Schutz. Era una altitud endiablada y el disco mostraba un color entre verdoso y azulado debido a la fricción.

—Parece muy sencillo de pilotar, ¿verdad? —preguntó Helmut mientras observaba a los compañeros de Berger, que efectivamente pilotaban la nave.

—La verdad es que sí —contestó Berger—. Se ha simplificado mucho el sistema de vuelo con respecto a los aviones convencionales. Yo fui piloto de caza. Mi avión era un
Focke-Wulf 190,
un gran avión, muy rápido y ágil. Pero esta nave es más sencilla de pilotar que ese avión, y más efectiva. No hay cola, ni alerones por ejemplo. Sólo se trata de saber cómo hacer que el motor haga esas funciones y ya está. No hay más misterios, ni complicaciones. Y les garantizo que es muy fácil —Berger hablaba con entusiasmo de su disco—. Es más sencillo y más rápido entrenar pilotos para los discos que para los aviones convencionales. ¡Ojalá los hubiésemos tenido en la Batalla de Inglaterra o contra Rusia! —Su voz mostraba una cierta amargura por las vidas perdidas innecesariamente en esas grandes batallas—. Creo que estamos en el buen camino para cambiar la suerte de nuestra patria.

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