1) Aunque Charles Manson no entró con los asesinos en la casa donde cometieron sus crímenes, lo declararon culpable de los asesinatos. Explique por qué, y qué influencia ejerció sobre los autores de los crímenes. Escriba en qué diferencia esto a Manson de otros asesinos que hemos estudiado.
2) Explique y compare el ataque de Ted Bundy a la residencia de la hermandad Chi Omega con el asesinato a manos de Richard Speck de las ocho enfermeras de Chicago. ¿Por qué son distintos? ¿Qué semejanzas hay entre los dos crímenes? ¿Qué impacto social tuvieron en sus comunidades respectivas?
Terminó de escribir en la pizarra y volvió a su asiento detrás del escritorio. Mientras los estudiantes se enfrascaban en el examen, él cogió el periódico de esa mañana. Había una noticia en la parte inferior de la primera plana que le pareció desalentadora. Un profesor de lenguas románicas del cercano Smith College había muerto a causa de un disparo la noche anterior mientras caminaba por el campus poco después del atardecer. Al parecer el asesino del profesor había seguido al hombre, había sacado una pistola de pequeño calibre y le había pegado un solo tiro en la base del cráneo antes de desaparecer en las sombras, sin que nadie lo viera ni identificara. La policía estaba interrogando a muchos de los alumnos actuales y ex alumnos del profesor, sobre todo a los que habían suspendido alguno de sus cursos. Era notoriamente exigente en una época en que las notas altas se regalaban con frecuencia a alumnos que no se las habían ganado.
Continuó leyendo; pasó a la sección de deportes —otro escándalo de sobornos y jugadores comprados en el equipo de baloncesto— y luego a la de noticias locales. Mientras leía, algunos alumnos terminaron su examen. Él había dispuesto una pequeña bandeja de plástico al pie de la tarima. Ellos tiraban sus carpetas azules allí y se marchaban. De vez en cuando alguno se entretenía en la puerta, y Jeffrey oía carcajadas o quejas por parte de los que salían. Para cuando sonó el timbre que marcaba el final de la clase, el aula estaba vacía.
Recogió las carpetas azules, le dio las gracias al poli aburrido y regresó a su pequeño despacho en el Departamento de Psicología. Como era su costumbre, antes de empezar a corregir los exámenes, los contó para asegurarse de que todos los alumnos hubieran entregado su examen.
Se sorprendió cuando su cuenta llegó a 108.
Miró con curiosidad la pila de exámenes. Había ciento siete alumnos matriculados en su clase. Ninguno le había pedido una segunda carpeta. Y, en cambio, ahora tenía 108 por corregir. Lo primero que pensó es que todo formaba parte de una elaborada estratagema para copiar. No habría sido la primera vez que unos alumnos probaran suerte con una artimaña semejante. Ante algunos de los intentos más creativos, él no podía por menos de pensar que, si los alumnos hubieran dedicado el mismo tiempo a estudiar, no habrían tenido que recurrir a las trampas. Pero también entendía que la naturaleza de la educación moderna a veces hacía que el engaño fuese preferible al aprendizaje.
Contó de nuevo. Obtuvo la misma cifra.
Jeffrey rebuscó en el montón, preguntándose qué forma iba a tomar la trampa, cuando se percató de que una de las carpetas azules no llevaba ningún nombre escrito en la cubierta. Suspiró, pensando que había mezclado sin querer una carpeta en blanco entre las otras, y la sacó de la pila.
La abrió distraídamente, sólo para cerciorarse.
Dentro de la carpeta azul había una nota escrita a mano:
¿Sabes? Si uno de verdad quisiera matar al profesor que tantas cosas le ha arrebatado, no le resultaría tan difícil. Una forma sería ocultar el móvil auténtico del asesinato. Esto puede hacerse fácilmente, por ejemplo, ejecutando al azar a miembros del profesorado de las otras cuatro universidades y academias de las comunidades cercanas. Matar a otros dos, y después matar al objetivo real, y luego a dos más. Seguramente reconocerás este ardid, profesor; Agatha Christie lo describió en
El misterio de la guía de ferrocarriles
, libro escrito en 1935, hace casi un siglo. En él, un astuto francés, un hablante de una lengua románica, era el encargado de descubrir la trama. Me pregunto si la novela estará ya descatalogada. Me pregunto si alguno de nuestros policías locales es tan listo como Hercule Poirot. Pero esto es sólo una idea.Tengo otras.
Nuestro padre me enseñó mucho. Siempre decía que debía cultivarme a fondo para poder enfrentarme con éxito al Profesor de la Muerte. Destruir el nuevo mundo en el que me crie seguramente supondrá un desafío menor, así que creo que mañana, o tal vez el año que viene, pero en un futuro cercano, regresaré al estado cincuenta y uno. La última noche que estuve con mi padre, intercambiamos ideas sobre el tipo de terror que yo podría sembrar en aquel entorno tan arrogantemente seguro.
Sólo quería que supieras que volveré a por ti cuando esté preparado.
La nota no estaba firmada, cosa que no le sorprendió. Jeffrey Clayton notó un vacío en su interior que no era producto, sin embargo, ni del miedo ni de la angustia ante una amenaza, ni siquiera de la tristeza. Pensó que en muy poco tiempo había aprendido mucho y que, durante toda su vida, el conocimiento era lo único que lo había distinguido de su padre y de otros como él.
Notó que una sonrisa irónica asomaba a sus labios, y entonces comprendió por qué su padre no había enviado su carta sensacional a los periódicos. Porque sabía lo que estaba dejando a la posteridad. Era un tipo de legado distinto. Y lo que había dejado tenía todo el potencial del mundo para superar sus propios logros. Padres e hijos.
Jeffrey dejó a un lado la carpeta azul. Acogió incluso esta inquietante información con un entusiasmo frío y descarnado. Contempló la nota una vez más y cayó en la cuenta también de que el profesor muerto que aparecía en la portada del periódico de la mañana formaba parte de la nota tanto como las palabras escritas a mano que tenía ante sí. Supuso que debería estar asustado, pero en cambio se sentía intrigado y lleno de energía.
Sacudió la cabeza. «No si yo te encuentro primero», le dijo en silencio a la imagen fantasmal de su hermano.
[1]
Se refiere a un grupo de pioneros que, al dirigirse hacia el Oeste en la década de 1840, quedaron atrapados a causa de la nieve y se vieron obligados a recurrir al canibalismo. (N. del T.)
<<