Intrépido (40 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Intrépido
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—No querría parecer descortés, ¿pero podríamos dejarlo para otro momento? He estado bastante ocupado últimamente —se excusó Geary.

—Ya me he dado cuenta. —Rione le dedicó una mirada altiva—. Ha estado tan ocupado que todos mis intentos por reunirme con usted se han visto frustrados hasta este momento. Me gustaría mucho hablar con usted ahora.

Geary consiguió no resoplar demasiado ostensiblemente.

—Está bien. Por favor, pase. —Geary la dejó pasar primero, después le ofreció un sitio y él se sentó sin ceremonia alguna en otro.

Aquello le granjeó otra mirada de Rione.

—Hoy no parece ser ese héroe legendario de voluntad férrea, capitán Geary —ironizó Rione.

—El héroe legendario de voluntad férrea está cansado de cojones hoy, señora. ¿Qué puedo hacer por usted?

Rione pareció un poco sorprendida por lo directo del discurso de Geary, pero finalmente tomó asiento en el lugar indicado.

—Mi pregunta es sencilla. ¿Cuáles son sus planes, capitán Geary? —interrogó la copresidenta.

Geary se encogió de hombros.

—Como he dicho siempre que me han planteado esta pregunta, mi plan es devolver esta flota a casa —respondió Geary.

—¿Entonces por qué seguimos quedándonos en Kaliban? —indagó Rione.

Esta mujer tiene un don para hacer preguntas incómodas. Geary meditó bien la pregunta antes de responderla.

—Necesitamos algo de tiempo. No nos estamos quedando de brazos cruzados. Como a buen seguro sabe usted, estamos extrayendo materias primas para las naves que pueden hacer uso de ellas, la
Titánica
y sus hermanas están fabricando nuevas pastillas de combustible, así como repuestos para el equipamiento que ha sido dañado o destruido y armas que hemos gastado. Además, estamos consiguiendo hacer algunas reparaciones externas muy importantes en algunas de nuestras naves que no podrían realizarse en el espacio de salto y estamos rebuscando entre las instalaciones abandonadas por si descubrimos cosas que podamos reutilizar. Y lo más importante de todo —añadió Geary—, estamos entrenándonos.

—Entrenándose. —Rione entrecerró los ojos—. ¿Para qué?

—Como a buen seguro también sabe, señora copresidenta, estamos entrenándonos para el combate. La próxima vez que nos enfrentemos a una gran fuerza síndica, quiero que esta flota opere como si fuera una organización militar, no como una pandilla desentrenada de guerreros bienintencionados pero excesivamente agresivos. —
Mierda.
Tenía que tener cuidado de no ser demasiado contundente con Rione. No serviría de mucho encontrarse con una frase así repetida hasta la extenuación.

—Capitán Geary, la primera vez que nos vimos le dije que esta flota era frágil. Usted se mostró de acuerdo conmigo. ¿Cómo puede ahora enfrentarse a una gran fuerza enemiga? —La voz de Rione se fue volviendo más plana y áspera a medida que fue acabando la frase.

Geary deseó poder rodearse de escudos que le protegieran contra la fuerza de las palabras de Rione, pero se limitó a asentir con la cabeza.

—En ese momento estaba de acuerdo con usted. Pero el metal frágil puede volver a forjarse, señora copresidenta. Se puede volver a hacer fuerte —indicó el capitán.

—¿Con qué propósito? —inquirió la copresidenta.

Vale. Así que no se fía de mí cuando las cosas se ponen así, supongo. Muy bien. Me crea o no, lo único que va a escuchar de mi boca son verdades como puños.

—Volver a casa. Eso es lo que quiero decir. Mire. —Geary se estiró lo suficiente como para pulsar un botón que se había acabado aprendiendo a conciencia y después comenzó a hacer gestos sobre el visualizador de estrellas que apareció sobre la tabla que los separaba—. A través del salto entre sistemas nos queda un largo camino hasta llegar a casa. Puedo seguir intentando adelantarme a los pensamientos de los síndicos y tratar de elaborar planes con la suficiente antelación como para evitar que nos tiendan una trampa, pero nunca puedo estar del todo seguro de que no van a descubrir el truco. No se puede pensar que siempre se va a tener suerte. Eso significa que no puedo contar con que nunca nos veremos abocados a enfrentarnos contra una fuerza síndica que pueda hacernos mucho daño. ¿Qué ocurrirá entonces? Si esta flota sigue siendo la fuerza que conseguí sacar del sistema interior síndico, correrá el riesgo de acabar destrozada. Pero, señora copresidenta, si puedo enseñarles a estos soldados a luchar de manera inteligente a la par que valiente, entonces seremos capaces de abrirnos paso ante esa hipotética fuerza síndica.

Rione se quedó mirándolo un buen rato sin articular palabra, si bien a Geary le resultó imposible poder leer sus pensamientos. Finalmente, retomó la palabra con un tono de voz ligeramente menos áspero.

—¿Cree usted que puede hacer algo así? —inquirió Rione.

—Espero que sí. —Geary se echó hacia adelante, tratando de proyectar sus sentimientos—. Aquí hay buenos tripulantes. Buenos oficiales. Buenos capitanes. En su mayor parte, buenos capitanes. Estoy seguro de que sabe que hay algunas excepciones, pero siempre las ha habido y siempre las habrá. Lo único que necesitan es creer en alguien, alguien a quien sean capaces de escuchar, alguien que les muestre el camino de la victoria.

—Porque confían en usted —agregó Rione.

—¡Pues sí, joder! ¿Qué coño hay de malo en eso? Aún no he cometido ningún fallo que permita cuestionar esa confianza, y no lo voy a cometer —bramó Geary.

—¿Está jurándolo, capitán Geary? —La voz de Rione se había vuelto muy suave, pero también muy clara—. ¿Lo jura por el honor de sus antepasados?

Geary se preguntó si Rione sabía de sus visitas ocasionales al rincón de sus antepasados y se imaginó que a esas alturas probablemente ya habría hecho acopio de toda la información al respecto que hubiera podido.

—Por supuesto que sí —afirmó Geary.

—¿Y la Alianza misma? ¿Y los líderes electos de los pueblos de la Alianza? —insistió Rione.

Geary se quedó mirándola.

—¿Qué pasa con ellos? —preguntó el capitán.

Rione le devolvió la mirada, con la exasperación escrita en aquel rostro tan poco propenso a mostrar ninguna emoción.

—¡Ojalá supiera si es usted ingenuo de verdad o si sencillamente está actuando! Capitán Geary, es usted la encarnación de una leyenda —le recordó Rione—. ¿Qué clase de poder cree que podría ejercer si volviera a la Alianza con esta flota a sus espaldas? ¡
Black Jack
Geary, el paradigma de los oficiales de la Alianza, el héroe del pasado, el hombre al que todos los jóvenes de la Alianza aprendieron a reverenciar, vuelto de entre los muertos con una flota poderosa a la que él salvó literalmente de la destrucción! Una flota que usted dirá que entrenó para hacerla mejor que cualquier otra fuerza de la Alianza. ¿En qué se convertirá la Alianza entonces, capitán Geary? Entonces la tendrá en la palma de su mano, podrá disponer de ella a voluntad. ¡Sabe que es así! ¿Qué hará entonces?

—Yo… —Geary miró hacia otro lado, incomodado por las palabras de Rione y por la intensidad de los sentimientos que encerraban—. Yo… No lo sé. Realmente no me he puesto a pensar tan a largo plazo… pero, no. ¡No! No quiero un poder así. No quiero decirles a los líderes electos de la Alianza qué deben hacer. Quiero… —¿Volver a casa? Una casa que, para él, había muerto y ya no existía. ¿Qué le quedaría a él después de completar la misión? ¿Qué clase de vida le esperaría?—. Yo quiero…

—¿Qué, capitán Geary? ¿Qué quiere usted, por encima de todas las cosas? —insistió Rione.

Geary, desgastado mental y físicamente por los esfuerzos de los últimos días, notó que le invadía una oleada de frío por todo su interior.

—Más de una vez, señora copresidenta, lo que he querido por encima de todas las cosas es haber muerto en mi nave hace un siglo. —Geary se arrepintió de haber dicho aquellas palabras en cuanto le salieron por la boca; eran palabras y pensamientos que no le había revelado a nadie más, pero que habían roto todas las barreras internas que se hallaban debilitadas por el cansancio y por el estrés.

Aquello pareció haber cogido por sorpresa a Rione, que se quedó desconcertada durante un momento. La copresidenta se quedó mirándolo un rato y después asintió con la cabeza.

—¿Podrá mantenerse al margen de ese poder, capitán Geary? Si volvemos a casa, ¿podrá alejarse de ese poder que le permitiría decidir el futuro de la Alianza?

Geary respiró bien hondo.

—Si le soy completamente sincero, yo creo que ya tengo ese poder. Si puedo devolver a esta flota a casa, con el artilugio que usted sabe que está a bordo del
Intrépido
intacto, la Alianza tiene una buena oportunidad de verdad de obligar a los síndicos a sentarse a negociar una manera de poner fin a esta guerra. Pero, si no lo consigo, si nos quedamos aquí perdidos, los síndicos tendrán una ventaja militar muy grande y me parece que no van a desaprovechar algo así para obtener el máximo beneficio que puedan. Así pues, de una forma u otra, lo que consiga hacer va a determinar en gran medida lo que le ocurra a la Alianza. —Geary miró fijamente a los ojos de Rione—. Le juro que me mantendría al margen en este mismo instante si pudiera. Pero no puedo. Y usted lo sabe, ¿verdad? No hay nadie más que tenga la más remota opción de devolver la flota a casa. He intentado convencerme a mí mismo de que no soy indispensable, de que hay más oficiales que podrían llevar a esta flota sana y salva a casa. Pero sé que no es verdad.

Los ojos y la expresión de Rione permanecían implacables.

—Las democracias y las repúblicas no pueden seguir su curso si hay algún hombre o alguna mujer indispensable, capitán Geary —protestó Rione.

—¡Me refiero solo hasta que logre devolver esta flota al sitio de donde viene! Una vez que estemos en suelo de la Alianza, señora copresidenta, tengo la plena intención de entregar el mando al primer almirante que se cruce en mi camino. Después trataré de encontrar un planeta bonito y tranquilo en el que esconderme el resto de mi vida. —Geary se puso de pie y aceleró el ritmo de su discurso a pesar de su cansancio—. Eso es todo lo que se me puede pedir. Ese es el máximo de honor que me podrían exigir mis antepasados. Dimitiré de mi cargo y me iré a… a…

—¿Adónde, capitán Geary? —La voz de Rione sonaba ahora cansada, también, si bien Geary no tenía ni idea de por qué—. ¿Qué planeta cree usted que podría garantizarle un refugio que lo protegiese de las glorias pasadas de
Black Jack
Geary y de la adulación moderna hacia el hombre que salvó a la flota de la Alianza y tal vez a la Alianza misma?

—Yo… —Geary pensó en algún nombre, sabedor de que su propio mundo de nacimiento no podría ser nunca el refugio del que hablaba Rione, sabedor también de que ese mundo podría haber cambiado tanto en un siglo como para que ahora costase mucho trabajo reconocerlo siquiera y temeroso a la vez de ver la cantidad de monumentos en honor de
Black Jack
Geary que a buen seguro existían por allí. En ese momento su cabeza reparó en el nombre del único planeta del que no había dejado de oír hablar en las últimas semanas—. Kosatka.

—¿Kosatka? —Esta vez Rione no pudo evitar soltar una carcajada, si bien más por incredulidad que porque le hubiera hecho gracia—. Ya se lo dije antes, capitán Geary. Su sino no está en Kosatka. Kosatka es un buen mundo, pero allí no hay poder. Kosatka no podría acogerlo ahora mismo.

—Yo no…

—Ningún planeta podría acogerlo ahora mismo, independientemente de adonde crea usted que le deben conducir sus obligaciones. —Rione se quedó de pie también, con la mirada clavada en Geary—. Pero si acaba siendo necesario pararle los pies, si alguien tiene que actuar para limitar su poder, entonces ahí estaré yo para hacer todo lo que esté en mi mano.

Geary se quedó mirándola, sin creerse muy bien lo que había escuchado.

—¿Me está amenazando?

—No. Simplemente le informo de que como intente hacerse con algo que podría ser suyo, yo estaré ahí para que tenga las manos quietas. —Rione se dio la vuelta para marcharse, pero antes de eso se volvió para mirarlo cara a cara—. Y no lo dude ni un instante, capitán Geary, yo sí que no soy indispensable. Incluso aunque yo no estuviera, habría otros.

—No he hecho nada —se defendió Geary.

—Ahí seguramente se equivoca. No me malinterprete —advirtió Rione—. No lo estoy prejuzgando, y lo que ha hecho usted hasta el momento son cosas que se pueden entender como algo que era necesario hacer para salvar esta flota. Si sigue manteniendo su promesa de rechazar el poder que le llegará de manera natural, no encontrará una aliada más sincera que yo misma. Pero no finja que no le entrará la tentación al menos, capitán Geary. No finja que no habrá quienes le impelan a emprender determinadas acciones supuestamente en beneficio de la Alianza, acciones que a usted le podrían parecer justificables, pero que destruirían todas aquellas cosas que usted mismo dice honrar.

Geary le lanzó una mirada fulminante.

—No soy la clase de persona que haría ese tipo de cosas —desafió.

—¿Es
Black Jack
Geary de esa clase de personas? —indagó Rione.

—¿Qué? —Geary meneó la cabeza varias veces como si estuviera tratando de aclararse las ideas, sorprendido por el hecho mismo de que le hubiera planteado tal pregunta—. No tengo ni idea. No sé quién es ese héroe imaginario. No sé siquiera qué aspecto tiene. Lo único que sé es que ese tipo no soy yo.

Rione meneó ella también la cabeza, pero lentamente, dando a entender que rechazaba abiertamente la última frase de Geary.

—Lamento decirle que se equivoca. Da igual quién se crea que es, debe darse cuenta de que, para todo lo que importa en este universo, usted es
Black Jack
Geary —lo corrigió la copresidenta.

—¡Entonces quizá pueda tomarse la molestia de explicarme por qué tengo que trabajar tan duro para tener a la mayoría de estos oficiales al mando contentos si tanto creen en
Black Jack
Geary, coño! —rugió el capitán.

Rione torció el gesto.

—Usted mismo lo ha dicho. Creen en
Black Jack
Geary, capitán. En sus mentes, esa persona debe ser excepcional en todos los sentidos. Si acaban convenciéndose que usted no es
Black Jack
Geary, tal y como ellos se imaginan que debe ser esa persona, dejarán de creer en usted —apuntó Rione.

—¿Así que lo que me está diciendo es que me dé por jodido haga lo que haga? ¿Que, para salvar a esta flota, tengo que ser excepcional en todos los sentidos? ¿Qué tengo que convertirme de facto en el
Black Jack
Geary del que ellos han oído hablar o, si no, esta flota se verá abocada a la perdición? ¿Pero cómo se supone que puedo ser excepcional en todos los sentidos? —se quejó Geary.

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