—No hay minas —informó la capitana Desjani.
Geary se limitó a asentir con la cabeza. Si hubiera habido un campo de minas justo al otro lado del punto de salto ya se habrían dado cuenta por las malas. Con todo, le parecía que había jugado bastante sobre seguro al predecir que no habría minas allí. Incluso en los tiempos en los que solo se podía ir de una estrella a otra saltando, no había muchos puntos de salida protegidos con campos de minas porque suponían un riesgo tanto para las naves amigas que regresasen a su hábitat natural como para las enemigas. Ya fuera dentro del territorio síndico o en el de la Alianza, a esos efectos, nunca se habrían malgastado recursos para desplazar y mantener campos de minas.
Y aquella era la única trampa que a Geary se le ocurrió que le podrían haber tendido estando tan dentro del territorio síndico.
—No se ha detectado navegación cercana en las primeras exploraciones —informó un consultor.
Geary volvió a asentir con la cabeza. El informe tampoco aportaba demasiado. Habían salido del punto de salto aproximadamente a mil millones de kilómetros de Corvus, pero hacía mucho tiempo que Geary había dejado de pensar en términos de kilómetros cuando se trataba de navegar por el espacio. En lugar de eso, prestaba atención al fichero de horas luz que indicaba que se encontraban a ocho horas luz de la estrella. Si los informes, muy antiguos por otro lado, de los que se habían estado fiando habían sido precisos, el principal mundo habitado que orbitaba alrededor de Corvus se encontraba aproximadamente a una coma dos horas luz de su estrella. Aquello significaba que cualquier cosa que estuvieran viendo y analizando los sensores de la flota alrededor de aquel mundo era una imagen que bien podía tener más de siete horas de antigüedad.
Aparte de ese mundo habitable, Corvus presumía únicamente de otros tres satélites que pudieran merecer llamarse planetas. Uno de ellos era una roca llena de abolladuras circunscrita a una órbita ligeramente excéntrica que se encontraba a menos de una hora luz de la estrella. El otro era un gigante gaseoso situado a unas seis horas luz, y la más lejana era un mundo congelado cuya órbita no se encontraba a más de media hora luz del punto de salto. Lo cual significa que ese mundo congelado estaba también a una media hora luz de la flota de la Alianza.
—Capitana Desjani. —La capitana se giró para mirar a Geary—. Solía ser costumbre entre los síndicos mantener bases defensivas cerca de los puntos de salto. Lo mismo que solíamos hacer nosotros, vaya. Tengo entendido que los síndicos han mantenido activas un buen número de esas bases.
Desjani frunció el ceño.
—Siempre damos por sentado que las viejas bases siguen activas. Si se construye una puerta hipernética, eso implica que allí ha de haber nuevas defensas. Pero en las estrellas que no forman parte de la hipernet, la política de la Alianza ha determinado que si era necesario mantener bases defensivas dentro del sistema, entonces no merece la pena costear su desplazamiento. Los síndicos parecen haber seguido la misma política —argumentó Desjani.
—Eso tiene sentido. ¿Por qué malgastar el dinero? La pregunta es si se habrán molestado en mantener una base tan lejos, aun estando dentro de su territorio. —Geary se frotó la frente, observando como en el visualizador se expandía lentamente una esfera alrededor de las naves de la flota que determinaba la zona en la que se podía aplicar algo parecido a una imagen en tiempo real. La esfera seguía pareciendo ridículamente pequeña en comparación con el tamaño del sistema estelar que estaban invadiendo. Afortunadamente, pronto cubriría la órbita del mundo congelado—. Eso quiere decir que si aún tienen una base aquí, ahí estará —añadió en voz alta.
La capitana Desjani asintió con la cabeza.
—Pronto lo sabremos. Las primeras exploraciones ópticas y de espectro completo muestran instalaciones con señales de calor, así que hay algo activo aún allí dentro, pero necesitamos tener más datos. Aun así, definitivamente no hay una flota de primer orden cerca. De ser así, habríamos visto ya alguna señal, aun sabiendo que la información llega con retardo.
Demos gracias a nuestros antepasados por estas bendiciones no tan nimias,
pensó Geary irreverentemente. En realidad, el tráfico espacial en el sistema parecía escaso. Geary, que se había esperado inconscientemente una intensidad en el tráfico del salto entre sistemas similar al que él mismo estaba acostumbrado, vio cómo, para su sorpresa, no había naves interestelares circulando en varias direcciones hacia los distintos puntos de salto. El tráfico detectado en el interior del sistema, que discurría entre el planeta habitado y lo que debían ser puntos de minería e industria fuera del planeta, quedaba confinado al plano del sistema y agrupado entre los planetas interiores.
¿Dónde coño está todo el mundo?
Geary no pudo evitar pensarlo, a pesar de que sabía que, gracias a la hipernet, «todo el mundo» ya había dejado de tener que pasar por Corvus o sistemas como ese.
Geary tecleó un comando en el cuadro de comunicaciones, aprovechando que su esfuerzo le había costado aprender a manejar los mandos durante el salto a Corvus.
—Aquí el capitán Geary llamando al capitán Duellos y al capitán Tulev. Ustedes se harán cargo del segundo y cuarto escuadrón de cruceros de batalla y adoptarán las posiciones pertinentes para cubrir la salida del salto. Si cualquier fuerza síndica la atraviesa para perseguirnos, debe ser destruida antes de que puedan superar su posición.
Duellos y Tulev expusieron al unísono su conformidad con la orden y Geary casi pudo percibir en sus voces la emoción de pensar en llevar a cabo una carnicería. Geary observó en su escáner cómo los combatientes pesados de los dos escuadrones daban marcha atrás y se movían en dirección al punto de salto. Los cruceros de batalla eran capaces de acelerar bastante rápido para el tamaño que tenían, pero cuando aceleraban perdían capacidad de defensa ya que, al emplear mayor propulsión, perdían capacidad de visualización defensiva. Por eso Geary sabía que tendría que mantenerlos allí el tiempo suficiente como para que pudieran hacer caer sus garras en condiciones sobre cualquier síndico que tratara de pasar a la caza de la flota de la Alianza, todo ello teniendo en cuenta que no se les podía dejar aislados mientras el resto de la flota se marchaba de allí. Era una simple cuestión de coordinación, porque había que conjugar las acciones de siete grandes acorazados y proteger las vidas de sus tripulaciones y Geary era consciente de que todo ello pendía de su capacidad para llevar las operaciones a buen puerto.
Minas. ¿Cómo se me han podido olvidar hasta ahora? No me importan los daños que sufran las naves síndicas.
—Capitán Duellos. Haga que sus naves dispongan un campo de minas alrededor de la salida del salto y amárrelo a la estrella local para que mantenga su posición —ordenó Geary.
Duellos dio acuse de recibo de la nueva orden y esta vez su tono de voz no ocultaba en modo alguno su alegría. La flota de la Alianza había experimentado grandes bajas en el sistema interior de los síndicos a causa de las minas que habían formado parte de las emboscadas, así que a Geary no se opuso a que los tripulantes de la Alianza pudieran saciar los deseos de venganza que pudiesen tener a resultas de aquella mala experiencia.
Geary volvió a teclear un nuevo comando para establecer comunicación con la flota entera.
—Todas las unidades, a excepción del segundo y cuarto escuadrón de cruceros de batalla, deben posicionarse en formación estándar de ataque de flota Alfa Seis inmediatamente a la recepción del presente mensaje. —Las unidades de la flota, que habían quedado entremezcladas después de la batalla en suelo síndico y la retirada a toda prisa hacia el punto de salto, no habían sido capaces de volver a alinearse durante el trayecto por el espacio de salto, así que ahora tenían que intentar parecer de nuevo una formación ordenada. Geary observó en su visualizador como las naves y escuadrones daban lentamente acuse de recibo de una orden que tardó unos pocos minutos luz en llegar hasta las naves más alejadas y trató de no menear la cabeza al observar lo desperdigada que estaba la flota.
—La flota sigue desplazándose por el interior del sistema a una décima de la velocidad de la luz —le recordó Desjani—. A algunas de esas naves les va a costar un buen rato llegar a las posiciones que se les han asignado.
—Sí. —Geary estudió el visualizador, que seguía básicamente desprovisto de información de amenazas en tiempo real—. Si ralentizamos el ritmo de la flota, las naves podrán ir alcanzando sus respectivas posiciones con más facilidad. Pero no quiero arriesgarme a ralentizar la marcha de la flota hasta que dispongamos de más datos sobre la fuerza síndica a la que, con suerte, sorprenderemos aquí.
—El que amarra nunca gana una batalla —aprobó Desjani como quien recita una lección.
Geary seguía meneando mentalmente la cabeza ante la afirmación de Desjani cuando sonó una alarma que reclamaba atención para el visualizador. Geary observó el listado de datos del mundo habitado que, cómo no, llegaba con retardo. En él se analizaban una serie de imágenes y de elementos, como los subproductos químicos de la atmósfera, que indicaban que en aquel mundo todavía seguía funcionando una economía industrializada. No obstante, había indicaciones que señalaban la existencia de instalaciones inactivas y, según parecía, aquel mundo no estaba tan poblado como se esperaba dada la cantidad de tiempo que llevaban los humanos asentados allí. Aquello encajaba con lo que Geary había oído sobre aquellos sistemas que, tras ser ignorados por el sistema hipernético, habían ido desangrándose poco a poco. También había una serie de objetos que orbitaban en torno a aquel planeta: siete de ellos fueron etiquetados como fríos y probablemente desiertos, mientras que otros dos figuraban como probables instalaciones militares. No había naves militares visibles en el radio de ocho horas luz que se podía ver en el visualizador.
—La instalación del cuarto mundo está activa y ha sido etiquetada como militar —informó el consultor de reconocimiento—. Se han encontrado activos dos combatientes menores cerca de la base con un retardo de cuarenta y un minutos.
Geary movió bruscamente la cabeza a ambos lados y miró al sistema de visualización del planeta congelado. Seguían sin tener ninguna imagen en tiempo real de la zona cercana a la base síndica, pero hacía cuarenta minutos allí había dos naves síndicas.
Hace menos de diez minutos que hemos llegado al sistema
,
así que seguirán sin vernos durante media hora. Para entonces
,
ya estaremos mucho más cerca de ellos.
—¿La identificación de esas naves síndicas es precisa? ¿Estamos seguros de lo que son? —inquirió Geary.
Desjani frunció el ceño, probablemente porque estaba recapitulando la información de su propia nave.
—¿Las identificaciones de las naves cercanas a la base? Sí, capitán Geary. Tanto el tipo como la identificación de clase son seguros. El modelo es aproximado —informó Desjani.
—¡Toma ya! —Desjani miró a Geary como preguntándose a qué venía aquello y él le respondió señalando al visualizador—. En mi época llamábamos a estas cosas corbetas de níquel.
—¿Níquel? —preguntó Desjani.
—Sí. Como las monedas. Son útiles, pero si hay que usarlas no duran mucho. Esas naves ya se habían quedado medio obsoletas cuando… —Geary fue aminorando el tono de sus palabras, porque no estaba seguro de cómo referirse a su aparente deceso en la batalla acontecida hada un siglo—. Cuando combatí por última vez —aseveró finalmente.
Desjani pegó un resoplido de asombro.
—Esa clase de naves no la había visto nunca. Supongo que esas corbetas se debieron de dejar aquí porque era más fácil abandonarlas en manos de las autoridades locales de Corvus que utilizarlas —aventuró Desjani.
—Es probable —coincidió el capitán.
Por un momento, Geary se imaginó a sí mismo en esa base síndica o en esas naves a medida que la flota de la Alianza empezaba a salir por el punto de salto. Si la edad de esas naves síndicas era indicativa, a efectos del mapa general de la guerra, se podía afirmar que este sistema era absolutamente irrelevante. Habían pasado décadas, como poco, desde que Corvus había dejado de participar en el conflicto bélico entre la Alianza y los síndicos, excepto por su obligación de seguir pagando impuestos y de enviar esporádicamente cierto número de jóvenes adultos en edad de combatir. Durante unos pocos minutos más, o tal vez unas pocas horas más, seguirían pensando que eran irrelevantes. Sería entonces cuando empezarían a ver como iba llegando la flota de la Alianza, como se iban haciendo visibles una nave tras otra en los observatorios síndicos. Y todavía seguirían sin creérselo durante unos minutos, ¿o no? No se creerían que lo que estaba llegando era la guerra misma, en forma de una fuerza que entraba en su sistema de manera súbita y avasalladora.
El mando de comunicaciones de la flota volvió entonces a la vida.
—Capitán Geary, aquí el comandante Zeas, de la
Agresiva.
Nos encontramos en el radio de tiro de un emisor de radar activo cuyo objetivo está puesto en el punto de salto.
—Aquí Geary. Elimínenlo. —Geary miró a Desjani—. Ya sé que esto es solo una ayuda de navegación, pero es probable que esté enviando informes de contacto a esa base.
—Estoy de acuerdo —aceptó Desjani—. Con todo, los informes estarán viajando a la velocidad de la luz, así que no llegarán antes de que establezcan contacto visual con nosotros desde la base.
—Cada minuto es importante. ¿La base está mandando algún tipo de emisión de sensores activos? —Geary examinó el visualizador incluso a pesar de que estaba preguntando, sabedor de que la respuesta tendría que estar por ahí en alguna parte.
—No señor. —Desjani le indicó los datos adecuados tomados sobre el terreno—. ¿Se esperaba algo así?
—No. —A Geary casi le molestó la pregunta, pero después le encontró su punto divertido—. Incluso en mi época primitiva resultaba obvio que el radar tardaría el doble de tiempo en identificar algo como un sensor visual, ya que la cadencia del radar tiene que ir y volver, mientras que la luz del sensor solo tiene que recorrer esa distancia una vez.
La diferencia en tiempo era insignificante sobre la superficie de un planeta pero cuando el tamaño del campo de batalla se medía en horas luz, importaba bastante.
Desjani tragó saliva de manera patente.