Una crónica de la disolución ética y de la desfachatez moral que ha llevado a España y a Europa a una crisis sin precedentes y que señala a sus autores intelectuales, económicos y políticos.
La burbuja del dinero fácil facilitó el frenesí especulativo de una España onírica. Todo parecía estar atado y bien atado para siempre… hasta que el sistema capitalista protagoniza el bandazo histórico actual. En esta curva violenta, tan peligrosa como prolongada, se ha caído toda una realidad. Ya nada volverá a ser no tanto lo que era sino lo que parecía ser.
Hay muchas indecencias. La más obvia: la de la corrupción y el pillaje. Pero la más seria, la más profunda, con su secuela económica y social, es la otra, la crisis del sistema. Una crisis en la que aquellos que han sembrado las condiciones para el estallido de la misma (banqueros, políticos, empresarios, especuladores, bancos centrales), son los que actualmente, en una espectacular jugarreta del destino, dictan la hoja de ruta para salir de ella, una hoja en la que “no hay alternativa” si no es pasar factura a los de siempre. Una estafa sobre la estafa. La estafa de la salida de la crisis sobre la estafa de la crisis misma.
Ernesto Ekaizer va hilando esta crónica con información de primera mano, en gran parte inédita, a la que ha tenido acceso a través de entrevistas y debates en varios países a lo largo de los últimos años. El cuadro que se expone ante el lector apunta a quienes pudiendo haber tomado medidas a tiempo, se zambulleron en la euforia: unos por intereses, otros por servilismo y los demás por ignorancia.
Ernesto Ekaizer
Indecentes
Crónica de un atraco perfecto
ePUB v1.0
Dirdam23.06.12
Indecentes
Ernesto Ekaizer, 2012
Ilustración y diseño de portada: Morato + infinito
Editorial: Espasa Libros
ISBN: 978-84-670-0744-2
Editor original: Dirdam (v1.0
)
ePub base v2.0
A Sìlvia
La perseverancia de un editor con el cual había trabajado hace ahora exactamente diez años ha hecho posible este libro. Por ello, el primer reconocimiento va para Santos López, quien a lo largo de varios años ha mantenido la guardia. El que la sigue, Santos, en efecto, la consigue.
Muchas personas han accedido a aportar al autor su recuerdo sobre los hechos que cobran vida en esta obra. A menudo se olvida o desconoce hasta qué punto los actores principales o secundarios de los episodios nacionales e internacionales suelen retener en su memoria conversaciones, discusiones, llamadas telefónicas, anotar diálogos, conservar emails. La técnica de repetir las mismas preguntas, con espacio de tiempo razonables entre una y otra, y quizá una tercera entrevista, permite poner a prueba la firmeza de las versiones, aclarar contradicciones y completar el trabajo de depuración.
El autor agradece a las personas que aceptaron contestar las múltiples preguntas, sobre contenido, forma y detalles, y aclarar los hechos en la medida de lo posible.
En este reconocimiento, el autor ha sabido apreciar la información aportada por periodistas nacionales y extranjeros en los medios de comunicación que han cubierto y siguen cubriendo los acontecimientos que aquí se narran.
El Gobierno de España ha cambiado en diciembre de 2011, pero la receta económica contra la crisis sigue siendo, con una diferencia de dosis, la misma: la austeridad fiscal. El estallido de la mayor burbuja de precios de activos en la historia contemporánea de este país y una de las más grandes del mundo desarrollado se está «combatiendo» desde hace ahora dos años con una medicina autodestructiva.
Mariano Rajoy ha presentado, en la oposición y en la campaña electoral de 2011, las dificultades para superar esta Gran Depresión española como consecuencia directa de la desconfianza de los mercados financieros, los inversores y la mayor parte de las instituciones internacionales en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Un Gobierno que, según decía el entonces líder de la oposición, al iniciar el ajuste en mayo de 2010, no actuaba «por convicción» sino por imposición exterior.
Por ello, en cierto modo, sus propuestas antes de llegar a La Moncloa pueden ser calificadas como un programa de economía vudú. Unas medidas que impulsadas por la sola llegada del Partido Popular al Gobierno conseguirían por arte de magia frenar la crisis e iniciar la recuperación.
Hay dos Mariano Rajoy. El de aquellos días de la oposición y el actual. El poeta romántico británico John Keats escribió en su última carta: «Tengo la sensación habitual de que mi auténtica vida ha pasado y de que estoy llevando una existencia póstuma». Una vida política de Rajoy claramente ha pasado. Aquella en la cual, según aseguraba, solo su sentido común de gobernante haría retroceder la crisis.
La crónica que el lector tiene ante sí es la crónica del desastre económico y social de un sistema que en varios países, pero especialmente en España, necesitó crear, para seguir funcionando a pleno rendimiento, es decir, acumular beneficios, la gran burbuja especulativa de la vivienda. Y es la crónica de cómo el progresivo desarrollo de esta crisis corroe a un Gobierno y a su presidente, hasta precipitar, de facto, su caída bajo la forma de una espectacular derrota electoral, al tiempo que encumbra a otro Gobierno y a su presidente, que defienden dosis mayores de la misma medicina.
Ahora bien, está la responsabilidad de los políticos y está la de las instituciones que regulan el funcionamiento del sistema financiero, que es el centro nervioso de la economía capitalista. Estas instituciones, como el Banco de España, cuya experiencia en la gestión de la crisis bancaria de este país, durante los años setenta y ochenta del siglo pasado, resultaba de extraordinario valor para saber qué hacer frente al nuevo escenario, se sumaron a la fiesta.
Mientras sonaba la música, el Banco de España, que debería haber ejercido el papel de director de orquesta, los bancos y cajas no se resistían a bailar. A sabiendas de que cuando se hiciera el silencio, es decir, se cortara el grifo de la liquidez, la situación ya sería muy difícil de controlar. ¿Quién mejor que el Banco de España podía saberlo? El Banco de España no es que mirara para otro lado. Con su cooperación necesaria, las entidades financieras españolas, en busca del aumento de rentabilidad, se endeudaron ellas mismas y promovieron el apalancamiento de familias y empresas a continuación.
Estas instituciones, como el Banco de España, en lugar de desactivar riesgos acumulados a lo largo de muchos años, han alentado con su conducta la apuesta por unos créditos que llevaban implícitos la posibilidad de un estallido. Tenían los medios para controlar la situación. Y no los han utilizado. Le han fallado a la sociedad. Las consecuencias de este fallo son tan devastadoras como irreparables.
¿Solo cuándo la marea baja se sabe quiénes se «forraron» en esta orgía? No. Se sabía antes. Algunos de nuestros millonarios ocasionales se subían a los rankings de fortunas mundiales. Otros, políticos y ejecutivos avispados de cajas de ahorro y Comunidades Autónomas, se aplicaron al saqueo y al pillaje, con sus sueldos y
bonus,
desde el comienzo. ¡Que la indecencia de todos nos valga!
A la hora de escribir estas líneas, España, con una deuda exterior neta, pública y sobre todo privada, de un billón de euros, o el 95 por ciento del PIB, volvía, como en mayo de 2010, agosto y noviembre de 2011, a ponerse a merced de los mercados financieros.
Unos mercados y unas instituciones que están refundando la moneda única. Que nos recuerdan que al fin y al cabo «el euro era y es esto».
A la hora de viajar hacia el principio de esta crisis, me pregunto por el papel que juega el azar. Qué hubiera pasado si alguien, después de ver el programa de la televisión británica BBC,
The Last Laugh Show
(«El show de la última risa»), protagonizado por los humoristas John Fortune y John Bird, hubiese tomado una decisión estratégica: enviarle el
link
(enlace) al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Muy tarde? El programa se emitió el 14 de octubre de 2007 y, aunque con un humor exquisito del que solo los británicos quizás sean capaces, se tomaba muy en serio las consecuencias de los primeros grandes síntomas de la crisis en Estados Unidos, en agosto de 2007. En España estábamos en precampaña. Las elecciones se celebrarían el 9 de marzo de 2008.
No conocí el programa hasta las Navidades de 2007 y fue a través de un email. Antes de irme a la cama, en la madrugada del 25 de diciembre, decido abrir el ordenador. Clavo la mirada en un correo que viene de fuera. Es de Roberto Dañino Zapata. Exprimer ministro de Perú. Vive entre Washington y Lima. Roberto, de 61 años, abogado peruano, fue «principal asesor jurídico» y vicepresidente del Banco Mundial. La traducción del email en inglés enviado por Roberto, ahora vicepresidente de Hochschild Mining, empresa minera de metales preciosos con actividad en Perú, Chile y Argentina, dice:
«Queridos todos: Esto es solo una rápida nota para desearos un muy feliz y saludable 2008. Para que lo comencéis con un enfoque adecuado he aquí mi regalo de Navidad: un profundo análisis de uno de los asuntos más relevantes del año que estamos por cerrar. Como siempre, todo lo mejor para vosotros y vuestras familias.
Roberto» http://www.dailymotion.com/swf/k2GEzYKbvlP6IUHSp
Tengo mucha curiosidad. Pincho. Es un programa de la televisión británica.
The Last Laugh Show.
Un diálogo entre dos veteranos humoristas. John Fortune entrevista a John Bird, que se presenta, bajo el nombre de George Parr, como banquero:
—George Parr, tú eres un banquero de inversiones, ¿no es así? —Sí, lo soy. —Y como tal tienes tu dedo sobre el pulso del mercado financiero. —Sí, en gran medida sí. —Y durante el verano ha habido mucha turbulencia y… —Volatilidad en el mercado… tremenda… tremenda. —Y volatilidad. ¿Qué ha causado eso? —Tienes que entender un par de cosas sobre el mercado.
Una es que está formado por gente de lo más aguda y sofisticada. Las mayores cabezas del mundo. Y la otra es que está dirigido por sentimientos.
—¿Y eso qué significa?
—¿Qué significa?… Todo está yendo normalmente y, de repente… una de esas personas agudas y sofisticadas se lleva la mano a la cabeza y profiere un alarido: ¡Dios mío, lo hemos perdido todo! ¿Qué vamos a hacer? Y lo repite una y otra vez…
—¿Salto por la ventana? —¿Salto por la ventana? ¿Saltamos todos? —¡Vende! —¡Vende! Precisamente… Y entonces algunos días más tarde esta misma persona aguda y sofisticada dice: «Creo que todo va bien. Sabes, creo que somos ricos».
—Somos ricos… Compra, compra, compra.
—Compra, compra, compra, sí. Y a esto lo llamamos el sentimiento del mercado… —Pero, bueno, estamos exagerando un poco, ¿no? —No estoy muy seguro, en agosto, a mediados de agosto pasado, cuando la Bolsa de Londres se desplomó, una firma muy reputada, State-Street Global Market, sacó un comunicado en el que decía, y la cito: «Los agentes del mercado no saben si comprar por el rumor y vender por la noticia, hacer lo opuesto, hacer ambas cosas, o no hacer ninguna en función de la dirección del viento».