Ella se echó a reír y lo llevó a la cocina. Mark y Nick estaban todavía despiertos y se acordaban de Cole y prácticamente lo asaltaron y lo arrastraron al suelo. Bueno, Mark lo hizo. Nick se limitó a mirarlo, pero Cecily vio cómo le brillaban los ojos. Cole había causado una honda impresión en sus hijos.
No hablaron de Reuben. No hablaron de los asuntos del mundo. Cole preguntó a los chicos qué estaban haciendo. Comieron helado. Cole demostró que no hace falta dar mordiscos a las magdalenas, que te las puedes meter enteras en la boca. Luego fingió que se ahogaba antes de tragar.
—Lo malo es cuando toses y escupes trocitos de magdalena por la nariz.
A las diez, Cecily envió a los niños a la cama.
—Me marcho —dijo Cole—. También es tarde para ti.
—No —contestó ella—. Quédate. Quiero hablar contigo.
Él respondió en voz baja para que los niños no se enterasen:
—Es sobre Torrent, ¿verdad? No estoy casado con él. Me han asignado a él.
—¿A petición suya?
—Ha vetado al personal de la Casa Blanca y el Pentágono. Trabaja con el FBI para aislar a los sospechosos para que el resto pueda respirar tranquilo de nuevo.
—Eso parece un trabajo muy controvertido para alguien que dice estar en contra de las divisiones —dijo Cecily.
—Ésa es la cuestión. Todo el mundo acepta que es imparcial y que no está motivado políticamente. No tiene una historia con nadie.
—Lo cierto es que sí que la tiene —dijo Cecily.
Bajaron al sótano. Entraron en la oficina. Allí ella desplegó las traducciones de las notas de clase de Reuben.
—Lo primero es lo primero —dijo ella. Le entregó un papel con un párrafo rodeado por un círculo.
—César Augusto —dijo Col—. ¿Y?
Cecily le tendió otro.
—Augusto otra vez.
Y otro.
—Es profesor de historia —dijo Cole—. Y Augusto es historia.
—Tres clases diferentes, Cole —respondió Cecily—. Sólo una de ellas trataba vagamente acerca de Roma.
—Veo que estás construyendo un caso —dijo Cole—. Así que... adelante.
—Lee lo que dijo Reuben justo después de ese párrafo.
Cole lo leyó en voz alta.
—«¿El Imperio romano como obsesión? Sobre todo Augusto y Trajano.» No me has enseñado las notas sobre Trajano.
—Sigue leyendo.
—«Sus héroes. Alguien ve a los dos bandos pelear en guerras civiles. Entonces interviene, lo impide, Roma lo aclama como el héroe que trae la paz y la unidad. Demuestra un gran respeto por el Senado, por la forma republicana de gobierno. Es modesto, pero gobierna con mano de hierro. ¿Padece Torrent un delirio imperialista? Siempre dice que Estados Unidos no puede caer porque seguimos todavía en la fase republicana, que no somos un imperio todavía. ¿Desea poder hacer de Augusto e iniciar uno?»Cole soltó el papel y se acomodó en su asiento.
—Entonces piensas que Torrent... ¿preparó una guerra civil sólo para poder intervenir y ser el gran conciliador?
—He leído mucho acerca de Augusto y Trajano desde que traduje esas notas —dijo Cecily—. Fueron grandes emperadores. No eran crueles. Realmente mantuvieron la estabilidad del imperio. Llevaron a Roma a su auténtico destino. Mejoraron la vida de todo el mundo.
—Así que fueron tipos decentes.
—Pero fueron dictadores, Cole. Le doraron la píldora al pueblo. Al Ejército. Al Senado. Siempre fueron populares. Pero también hicieron asesinar a sus oponentes. Permanecieron en el cargo hasta que murieron. Y cuando tienes un emperador, incluso uno bueno, no puedes estar seguro de que el siguiente vaya a ser un Augusto o un Marco Aurelio, o un Trajano o un Adriano.
—Podría ser un Nerón —dijo Cole—. Un Calígula.
—Luego pienso... ¿soy como Bruto? A sus amigos y a él les preocupaba que Julio César se convirtiera en dictador, y por eso conspiraron para asesinarlo y salvar la república. Pero su muerte tan sólo desencadenó las guerras civiles que llevaron a Octavio al poder, el mismo que luego tomó el nombre de Augusto y puso fin a la democracia.
—Tal como era, más o menos, en Roma.
—Era mucho, para aquellos tiempos —dijo Cecily—. Y es mucho también para nosotros. Van a nominarlo, Cole. Sabes que lo van a hacer. Ambos partidos. Se va a presentar a las elecciones sin oposición.
—El sistema bipartidista no va a desaparecer por unas solas elecciones.
—Si es que hay otras.
—Venga ya.
—Oh, él permitirá que haya otras elecciones, y otras, y otras. Augusto mantuvo las formas de la república. Simplemente, se aseguró de que no se nominara a alguien a quien él no aprobara. Mantuvo el control del Ejército.
—Torrent no lo tiene, te lo aseguro.
—Lo sé. Estoy preocupada sin motivo. Pero...
—¿Pero qué?
—¿Y si la imagen benévola de Torrent es sólo eso? ¿Nada más que una imagen?
—Dijiste que tenía una historia. ¿Cuál?
—Lleva enseñando mucho tiempo. Y es un profesor aclamado. Sus libros son muy famosos. Así que todo esto podría ser simple coincidencia.
—¿A qué te refieres?
Cecily le entregó una lista de nombres.
El primer nombre de la lista era Aldo Vero. Había asistido a dos seminarios de Torrent, hacía años: Historia para ejecutivos conscientes del futuro. Cole no había oído hablar de la mayoría de los demás alumnos, pero Cecily le proporcionó una descripción de sus actividades así como de su relación con Torrent. Todos destacaban en las organizaciones progresistas que estaban unidas a Vero.
—Tuvo un montón de estudiantes —dijo Cole.
—Lo sé. Ya te lo he dicho, ¿no? Pero el caso es que tuvo a estos estudiantes.
Le entregó otro papel. Sólo contenía dos nombres.
Reuben Maliceh y Steven Phillips.
—He hablado con Phillips.
—¿No está en la cárcel? —preguntó Cole.
—Nadie puede demostrar que supiera más que Reuben sobre lo que se estaba enviando, a quién ni por quién. No quise insistirle, porque entonces la gente podría insistir en lo que Reuben sabía, y yo sé que él no sabía nada.
—Yo también.
—Phillips dice que Torrent le preguntó si estaría interesado en ser abordado para llevar a cabo algunas misiones extraordinarias. Igual que se lo dijo a Reuben.
—Pero Torrent no llegó a encargarle ninguna misión.
—Sólo le preguntó si estaba interesado. Dijo que alguien diría ir en su nombre. Pero cuando llegó el momento, no le mencionaron a Torrent. Lo mismo que le pasó a Reuben. Así que Phillips, y Reuben, nunca estuvieron seguros de si aquella gente había sido enviada por Torrent o no.
—Pero aceptaron las misiones.
—Porque pensaron que quien las ordenaba era el presidente. Y porque... porque era secreto y excitante y... son hombres, Cole. Y en el fondo, pensaron que probablemente era Torrent, y sabían que era un tipo brillante y que todo debía ser perfecto.
—Como si brillante equivaliera a bueno.
—Exactamente —dijo Cecily—. Pero seguimos sin saber si tuvo algo que ver con ello. Y ni siquiera sabemos quiénes abordaron a Reuben y a Phillips. Phillips no lo sabe, en cualquier caso, y Reuben nunca dijo ni escribió nada acerca de eso.
—Así que Torrent puede tener que ver con Vero, o no.
—No, ésa no es la cuestión —dijo Cecily—. Estoy casi segura de que no forma parte de la operación de Vero. Vero lo controlaba todo. La gente estaba a sus órdenes y él rendía cuentas ante Dios únicamente. O ante la historia. O ante lo que sea en lo que cree. Pero no rendía cuentas ante Torrent. ¿Y te imaginas a Torrent rindiéndole cuentas a él?
—Tal vez. Es posible.
—No lo creo. Conoces a Vero.
—No lo vi en su mejor momento.
—Pero ¿te parece que si Torrent trabajara para Vero éste se quedaría callado mientras nominan a Torrent ambos partidos? ¿Mientras le entregan en bandeja la presidencia?
—Pues claro que sí —dijo Cole—. Eso significaría que ha ganado, después de todo.
—Vale, tal vez. Pero no lo creo. Por esto.
Le tendió otra hoja de papel. Sólo contenía un nombre. DeeNee Breen. Torrent había sido profesor suyo en Princeton. Había sacado sobresaliente.
Cole estaba un poco harto.
—Pero si sólo asistió a unas clases.
—De Torrent. En Princeton. Coincidencia. Montones de estudiantes fueron a sus clases y no todos ellos han asesinado a un mayor del Ejército estadounidense. No prueba nada. Es sólo que... tenía que decírselo a alguien. Tenía que enseñárselo a alguien o me voy a volver loca viendo cómo Torrent realiza este... este viaje relámpago al poder supremo.
—¿Quién guardaría un secreto así? —dijo Cole—. Esta conspiración sería demasiado...
—Cole, ¿quién hubiese creído que Vero sería capaz de llevar a cabo su conspiración? Además, no sé si fue una conspiración. Puede haber sido más bien una especie de Johnny Appleseed
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malévolo. Torrent puede haber ido por ahí sembrando semillas. Quién sabe lo que le dijo a Vero y que tal vez lo provocó. Algo así como: «Habla usted de lo comprometido que está, señor Vero, pero no hace nada. Lleva el nombre de un emperador romano, pero actúa como un alto ejecutivo.» Así es como habla. Desafiando. Pinchando. Pinchaba a Reuben. Lo llamaba «soldadito» constantemente. Eso hizo que Reuben estuviera aún más ansioso por demostrarle a Torrent su valía.
Cole recordó aquel día en que Torrent los había guiado a través del proceso de razonamiento que llevaba a Chinnereth y Genesseret.
—¿Estás diciendo que ya sabía dónde estaba el centro de operaciones de Vero?
—No, no, y eso es lo mejor de todo. Pincha a Vero. Le hace leer libros de historia que le señalarán ciertos cursos de acción. Pero no participa en sus planes. Creo que realmente dedujo dónde estaba Vero, tal como nos dijo. Tal vez tenía cierta información interna... después de todo, era el CSN y tenía acceso a informes de inteligencia que no estaba obligado a compartir con nosotros. Pero no estaba en el ajo, no más de lo que lo estaba en lo que Reuben y Phillips hacían.
—¿Y DeeNee?
—Eso es diferente. Los hombres que esperaban para sorprenderos... están muertos. No podemos interrogarlos. ¿Sabían que ella planeaba matar a Reuben? ¿Planeaban ellos matarlo o sólo reducirlo y llevarse la PDA? ¿Trabajaban para Vero o para Torrent o para un tercer grupo que no conocemos? Todo es tan pantanoso que no se puede afirmar nada. Pero ella fue alumna de Torrent.
—¿Lo habían sido los que estaban con ella?
—No. Nadie más.
—No sé, Cecily. La verdad es que no sé.
—Yo tampoco lo sé. No lo estoy acusando. De veras que no. Pero es que no se me va de la cabeza.
Cole asintió.
—Supongo que es como cuando no te puedes librar de una canción. La detestas. Así que se la cantas a otro y se os mete a los dos en la cabeza.
—¡Lo siento! —dijo ella—. Fíjate que no te he llamado, tú has venido a verme.
—Por supuesto. Y me alegro de que me lo hayas contado. De verdad. No miento. Me alegro de que me lo contaras a mí y a nadie más.
—Porque pensarían que estoy loca.
—Porque se correría la voz y alguien podría asesinarte —dijo Cole.
Ella se quedó impresionada por sus palabras.
—Venga ya.
—Si es cierto... —dijo Cole—. Sólo si es cierto. Entonces estás pidiendo a gritos que te asesinen para cerrarte la boca.
Ella recogió los papeles, conectó el destructor de documentos que había junto a la mesa, y los redujo a tiras.
—Muy dramático, pero están en disco, ¿no?
—No por mucho tiempo —contestó ella—. Y, sí, sé cómo reescribir los archivos para que queden completa y verdaderamente borrados.
—Pero tú lo sabes y yo lo sé. Y ambos vamos a seguir atentos, ¿verdad?
—No sé. No pensaba que fuera algo peligroso.
—Sin embargo, no se lo has contado a nadie.
—Porque creía que pensarían que estoy loca. Todo el mundo habla de Torrent como si fuera Dios.
—El salvador de Estados Unidos —dijo Cole—. Pero a lo mejor no te asesinarían. Podrían declararte mentalmente incapacitada y quitarte a tus hijos. Sería igualmente efectivo, ¿no?
—Me estás asustando.
—Lo siento. Pero no bromeo. Has plantado la semilla en mi mente. Estaré atento. Te lo prometo. Amo este país. No quiero un dictador. Pero no quiero que se lo cuentes a nadie más. Y no quiero que sigas investigando. Has tenido que llamar a cierta gente para obtener esta información. Has tenido que visitar páginas web, que escribir a alguien, ¿me equivoco?
Ella asintió.
—Entonces ya puedes estar en alguna lista en alguna parte. Aunque sólo sea dentro de la cabeza de Torrent. De todos modos, aunque creo que hay bastantes probabilidades de que estés completamente equivocada, es importante que no digas a nadie más estas cosas, porque si Torrent es inocente, entonces esto es... una difamación muy grave.
Cecily volvió a asentir.
—Cecily, vamos a vigilarlo los dos. Veamos cómo se desarrollan las cosas. Qué hace con el verdadero poder cuando le ponga las manos encima.
—De acuerdo —dijo ella.
—Mientras tanto, quiero decirte que os he echado de menos. Me gustan tus hijos. ¿Podemos ser amigos? Paranoicos juntos, sí, ¿pero también amigos?
—Mark y Nick te adoran.
—Y viceversa —dijo Cole—. Os visitaré de vez en cuando, y en ocasiones veremos a Torrent en las noticias e intercambiaremos miradas de inteligencia. Con suerte, nos reiremos de lo que hemos llegado a pensar.
—¿Lo que hemos llegado a pensar? ¿No lo pienso yo sola?
—Oh, ya has conseguido que yo también lo piense. Me has pegado la canción.
Salieron de la oficina. Cole insistió en fregar los platos del helado y meterlos en el lavavajillas.
—Es la primera vez que friego los platos para alguien que no es mi madre —dijo—. Quiero decir, para alguien que me agrada y no es mi madre.
—Te prepararé galletas la próxima vez.
—Bien, porque la ambición de mi vida es estar gordo.
Ella le dio un abrazo en la puerta.
—No he podido evitarlo —dijo—. Ahora me siento mejor, porque hay alguien más que lo sabe.
Cuando él se marchó, echó el cerrojo, bajó las escaleras, recogió todas las tiras del destructor de documentos y las tiró a la basura.
En la convención demócrata, Torrent fue nominado para presidente a la segunda votación.
Una semana más tarde, en la convención republicana, fue nominado por unanimidad.