Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (2 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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Para mí, las grandes plumas soldadescas tienen uno de los caracteres más destacados del verdadera artista. Detestan la pomposidad y el énfasis. Llegan a la emoción épica por los caminos de la naturalidad. De allí el error de crítica en que incurren muchos de los que juzgan a estos historiadores. Se cree que los hechos hablan por sí mismos y que los indoctos narradores no hacen sino traducir lo que cuenta la vida. No hay tal. El acontecimiento relatado no existe para nosotros sino a través del ojo que lo ve, del temperamento que la siente, del espíritu que lo interpreta y de la imaginación que lo reconstruye. En los hombres sin letras que saben referir un naufragio de Sepúlveda o la visita a un mercado de Tlatelolco, viven grandes poetas desconocidos que los hechos se encargan de revelar. Para convencernos de ello, en el caso de Bernal Díaz, tomemos la Noche Triste, y, comparándola con cualquiera relación artificiosa de aquella retirada, veremos que la impresión dominante no es la de una convencional sucesión de pasos encadenados por la previsión calculadora de un director de escena, sino la de un desconcierta general. ¿Cuáles son esos hechos que hablan, supliendo al artista? Todo lo contrario: el artista habla por los hechos, presentándolos. Cortés da instrucciones minuciosas, olvidadas en los aprietos de la salida. «Sí había algún concierto, maldito aquél». Cada capitán, y aun cada soldado, hace lo que puede. Cortés va delante, y escapa. Pero vuelve, llamado por las voces de los que piden socorro. Encuentra a Pedro de Alvarado, que herido y maltrecho ha dejado atrás su yegua alazana, muerta por los indios, y se presenta con su lanza en la mano, seguido de siete españoles y ocho trascaltecas, todos chorreando sangre. No hay salto. No hay nada de lo que la leyenda inventara, elaborando, en sentido de glorificación, la materia de una sátira compuesta por el libelista Ocampo. Toda la Noche Triste, como el supuesto Salto de Alvarado, sale de la narración de Bernal Díaz con la diafanidad que tiene la vida. El artista alcanza esta perfección únicamente por su fuerza simplificadora. Produce la emoción de lo confuso y caótico, no porque su narración lo sea, sino a la inversa, porque saca de la realidad algunos rasgos que sólo un alto instinto de creación literaria puede seleccionar.

Los noventa y tres días del sitio de Méjico dan otra prueba manifiesta de las dotes de Bernal Díaz. ¿Quién le iguala cuando nos dice cómo oye tañer el tambor del Huichilobos y del Tezcatepuca, retumbando de tal modo que se oyera a dos o tres leguas, y junto con el tambor muchos atabalejos, señal de que los aztecas estaban ofreciendo a sus dioses la sangre y los corazones de los soldados prisioneros? Basta este, y el espanto de los sesenta y dos sacrificios de sus compañeros de armas, para señalarle entre los escritores de primera línea. Otro se hubiera dejado llevar de la jactancia soldadesca. Pero él siente el pavor y sabe expresarlo. Ya le habían asido en dos ocasiones, y en las dos logró salvarse. ¿Pero no podrían engarrafarle de nuevo y llevarle hasta el alto cu? Presumiendo de buen soldado, siempre a la vanguardia, ¿no estaba constantemente expuesta al peligro de que le aserrasen por el pecho y le sacasen el corazón bullente para ofrecerlo al Huichilobos? Por esto, antes de entrar en las batallas, se le ponía «una como grima y tristeza grandísima en el corazón». Ayunaba, se encomendaba a Dios y a su bendita Madre, Nuestra Señora. Y luego se le quitaba aquel pavor. Pero nunca, nunca pudo apartar de su pensamiento las feísimas muertes de los que perecían en la piedra sacrificatoria. Siempre, desde entonces, le dominó el pensamiento de un fin desastroso. Esto no es ya contar batallas. El cronista conoce también un mundo interior.

CARLOS PEREYRA

Nota preliminar

Notando estado como los muy afamados coronistas antes que comiencen a escrebir sus historias hacen primero su prólogo y preámbulo con razones y retórica muy subida para dar luz y crédito a sus razones, porque los curiosos letores que las leyeren tomen melodía y sabor dellas, y yo, como no soy latino, no me atrevo a hacer preámbulo ni prólogo dello, porque ha menester para sublimar los heroicos hechos y hazañas que hecimos cuando ganamos la Nueva España y sus provincias en compañía del valeroso y esforzado capitán don Hernando Cortés, que después, el tiempo andando, por sus heroicos hechos fue Marqués del Valle, y para podello escrebir tan sublimadamente como es digno, fuera menester otra elocuencia y retórica mejor que no la mía; mas lo que yo oí y me hallé en ello peleando, como buen testigo de vista, yo lo escrebiré, con el ayuda de Dios, muy llanamente, sin torcer a una parte ni a otra, y porque soy viejo de más de ochenta y cuatro años y he perdido la vista y el oír, y por mi ventura no tengo otra riqueza que dejar a mis hijos y descendientes, salvo esta mi verdadera y notable relación, como adelante en ella verán, no tocaré por agora en más de decir y dar razón de mi patria y dónde soy natural y en qué año salí de Castilla y en compañía de qué capitanes anduve militando y dónde agora tengo mi asiento y vivienda.

Capítulo I: Comienza la relación de la historia

Bernal Díaz del Castillo, vecino e regidor de la muy leal ciudad de Santiago de Guatemala, uno de los primeros descubridores y conquistadores de la Nueva España y sus provincias y Cabo de Honduras y de cuanto hay en esta tierra.... natural de la muy noble e insigne Villa de Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo, regidor que fue della, que por otro nombre le llamaban «El Galán», que haya santa gloria, por lo que a mí toca y a todos los verdaderos conquistadores mis compañeros que hemos servido a Su Majestad en descubrir y conquistar y pacificar y poblar todas las más provincias de la Nueva España, que es una de las buenas partes descubiertas del Nuevo Mundo, lo cual descubrimos a nuestra costa, sin ser sabedor de ello Su Majestad, y hablando aquí en respuesta de lo que han dicho y escrito personas que no lo alcanzaron a saber ni lo oyeron ni tener noticia verdadera de lo que sobre esta materia hay, propusieron, salvo hablar al sabor de su paladar por... muchos y notables servicios porque no haya fama dellos... tal estima como son dignos de tener y aun como la... tal calidad, no querrían los malos retratadores que ... tos y recompensados como Su Majestad lo ha mandado a sus vi...tes y gobernadores, y dejando estas razones aparte ... tan heroicas como adelante diré no se olviden, ni más la ... mente se conozcan ser verdaderas y porque se reprueben ... los libros que sobre esta materia han escrito, porque van... de la verdad y porque haya fama memorable de nosotros con... historias de hechos hazañosos que ha habido en el mundo justa ... tan ilustres se pongan entre los muy nombrados que han acaescido ... riesgos de muerte y heridas y mil cuentos de miserias, posimos y aventuramos nuestras vidas ... descubriendo tierras que jamas se había tenido noticia dellas, y de día y de noche, batallando con multitud de belicosos guerreros, y tan apartados de Castilla, sin tener socorro ni ayuda ninguna, salvo la gran misericordia de Dios Nuestro Señor, que es el socorro verdadero, que fue servido que ganásemos la Nueva España y la muy nombrada y gran ciudad de Tenuztitlan, Méjico, que ansí se nombra, y otras muchas ciudades y provincias, que, por ser tantas, aquí no declaro sus nombres. Y después que las tuvimos pacificadas y pobladas de españoles, como muy buenos y leales vasallos servidores de Su Majestad somos obligados a nuestro rey e señor natural, con mucho acato se las enviamos a dar y entregar con nuestros embajadores a Castilla, y desde allí a Flandes, donde Su Majestad en aquella sazón estaba con su corte. Y pues tantos bienes como adelante diré han redundado dello y conversión de tantos cuentos de ánimas que se han salvado y de cada día se salvan, que de antes iban perdidas al infierno, y además desta santa obra tengan atención a las grandes riquezas que destas partes enviamos en presentes a Su Majestad y han ido y van cotidianamente ansí de los quintos reales y lo que llevan otras muchas personas de todas suertes, digo que haré en esta relación quién fue el primero descubridor de la provincia de Yucatan, y cómo fuimos descubriendo la Nueva España, y quién fueron los capitanes y soldados que la conquistamos y poblamos y otras muchas cosas que sobre las tales conquistas pasamos que son dinas de saber y no poner en lovido, lo cual diré lo más breve que pueda, y, sobre todo, con muy cierta verdad, como testigo de vista, y si hobiese de decir e traer a la memoria parte por parte los heroicos ... a las conquistas, hecimos cada uno de los valerosos capitanes y fuertes ... que desde el principio en ellas nos hallamos, fuera menester hacer un gran ... declarallo como conviene y un muy afamado coronista que tuviera ... elocuencia y retórica en el decir, que estas mis palabras tan mal ... yo y estimar tan altamente como merece, según adelante ... lo que yo me hallé y oí y entendí y se me acordare ... que tornaba... encumbrado y estilo delicado y se me... yo lo escribiré con la ayuda de Dios con recta verdad... de los sabios varones que dicen que la buena retórica ... es decir verdad y... sublimar y decir lisonjas ... ajar a otros en especial en una relación como ésta ... moria della y porque yo no soy latino ni sé del arte ... no trataré dello, porque, como digo, no lo sé ... batallas y pacificaciones como en ellas me hallé. porque yo soy el ... de Cuba, de los primeros, en compañía de un capitán que se decía Francisco ... trujimos de aquel viaje ciento y diez soldados, descubrímoslo ... ataron en la primera tierra que saltamos, que se dice la punta de ... blo más adelante, que se llama Chanpoton, más de la mitad de nosotros ... capitán salió con diez flechazos y todos los más soldados a dos y a ...ndonos de aquel arte hobimos de volver con mucho trabajo a la isla... hablamos salido con el armada y el capitán murió luego en llegando a tierra, que de los ciento y diez soldados que veníamos quedaron muertos los cincuenta y siete
[1]
. Después destas guerras volví segunda vez, desde la misma isla de Cuba, con otro capitán que se decía Joan de Grijalba, y tuvimos otros, grandes rencuentros de guerra con los mesmos indios del pueblo de Chanpoton, y en estas segundas batallas nos mataron muchos soldados, y desde aquel pueblo fuimos descubriendo la costa adelante, hasta llegar a la Nueva España, y pasamos hasta la provincia de Pánuco, y otra vez hobimos de volver a la isla de Cuba muy destrozados y trabajosos, ansí de hambre como de sed, y por otras causas que adelante diré en el capítulo que dello se tratare. E volviendo a mi cuento, vine la tercera vez con el venturoso y esforzado capitán don Hernando Cortés, que después, el tiempo andando, fue marqués del Valle y tuvo otros ditados. Digo que ningún capitán ni soldado pasó a esta Nueva España tres veces arreo, unas tras otras, como yo; por manera que soy el más antiguo descubridor y conquistador que ha habido ni hay en la Nueva España, puesto que muchos soldados pasaron dos veces a descubrir, la uno con Joan de Grijalba, ya por mi memorado, y otra con el valeroso Hernando Cortés; mas no todos tres veces arreo, porque si vino al principio con Francisco Hernández de Córdoba, no vino la segunda con Grijalba, ni la tercera con el esforzado Cortés. Y Dios ha sido servido de me guardar de muchos peligros de muerte, ansí en este trabajoso descubrimiento como en las muy sangrientas guerras mejicanas. Y doy a Dios muchas gracias y loores por ello, para que diga y declare lo acaescido en las mesmas guerras, y, demás de esto, ponderen y piénsenlo bien los curiosos letores, que siendo yo en aquel tiempo de obra de veinte e cuatro años y en la isla de Cuba, el gobernador della, que se decía Diego Velázquez, deudo mío, me prometió que me daría indios de los primeros que vacasen, y no quise aguardar a que me los diesen, siempre tuve celo de buen soldado, que era obligado a tener, ansí para servir a Dios y a nuestro rey e señor y procurar de ganar honra, como los nobles varones deben buscar la vida. Y ya de bien en mejor. no se me puso por delante la muerte de los compañeros que en aquellos tiempos nos mataron, ni las heridas que me dieron, ni fatigas ni trabajos que pasé y pasan los que van a descobrir tierras nuevas, como nosotros nos aventuramos, siendo tan pocos compañeros, entrar en tan grandes poblaciones llenas de multitud de belicosos guerreros. Siempre fui adelante y no me quedé rezagado en los muchos vicios que había en la isla de Cuba, según más claro verán en esta relación, desde el año de quinientos y catorce que vine de Castilla y comencé a melitar en lo de Tierra Firme y a descubrir lo de Yucatán y Nueva España. Y como mis antepasados y mi padre y un mi hermano siempre fueron servidores de la Corona Real y de los Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel, de muy gloriosa memoria, quise parecer en algo a ellos; y en aquel tiempo, que fue año de mil y quinientos y catorce, como declarado tengo, vino por gobernador de Tierra Firme un caballero que se decía Pedrarias Dávila, acordé de me venir con él a su gobernación y conquista: y por acortar palabras no diré lo acaecido en el viaje, sino que unas veces con buen tiempo y otras con contrario, llegamos a el Nombre de Dios, porque ansí se llama. Desde a tres o cuatro meses que estábamos poblados, dio pestilencia, de la cual se murieron muchos soldados, y demás desto todos los más adolecíamos y se nos hacían unas malas llagas en las piernas. Y también había diferencias entre el mesmo gobernador con un hidalgo que en aquella sazón estaba por capitán y había conquistado aquella provincia, el cual se decía Vasco Núñez de Balboa, hombre rico, con quien el Pedrarias Dávila casé una su hija, que se decía doña Fulana Arias de Peñalosa, y después que la hubo desposado, según paresció y sobre sospechas que tuvo del yerno se le quería alzar con copia de soldados, para irse por la mar del Sur, y por sentencia le mandó degollar y hacer justicia de ciertos soldados. Y desque vimos lo que dicho tengo y otras revueltas entre sus capitanes, y alcanzamos a saber que era nuevamente poblada y ganada la isla de Cuba, y que estaba en ella por gobernador un hidalgo que se decía Diego Velázquez, natural de Cuéllar, y otra vez por mí memorado, acordamos ciertos caballeros y personas de calidad, de los que habíamos venido con el Pedrarias Dávila, de demandalle licencia para nos ir a la isla de Cuba, y él nos la dio de buena voluntad, porque no tenía necesidad de tantos soldados como los que trujo de Castilla para hacer guerra, porque no había qué conquistar, que todo estaba de paz, que el Vasco Núñez de Balboa, su yerno del Pedrarias, lo había conquistado, y la tierra de suyo es muy corta. Pues desque tuvimos la licencia nos embarcamos en un buen navío y con buen tiempo llegamos a la isla de Cuba y fuimos a hacer acato al gobernador, y él se holgó con nosotros y nos prometió que nos daría indios, en vacando. Y como se habían ya pasado tres años, ansí en lo que estuvimos en Tierra Firme e isla de Cuba, y no habíamos hecho cosa ninguna que de contar sea, acordamos de nos juntar ciento y diez compañeros de los que hablamos venido de Tierra Firme y de los que en la isla de Cuba no tenían indios, y concertamos con un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba, que ya le he nombrado otra vez y era hombre rico y tenía pueblo de indios en aquella isla, para que fuese nuestro capitán, porque era suficiente para ello, para ir a nuestra ventura a buscar y descobrir tierras nuevas para en ellas emplear nuestras personas. Y para aquel efecto compramos tres navíos, los dos de buen porte, y el otro era un barco que hobimos del mesmo gobernador Diego Velázquez, fiado, con la condición que primero que nos lo diese nos habíamos de obligar que habíamos de ir con aquellos tres navíos a unas isletas que estaban entre la isla de Cuba y Honduras, que agora se llaman las islas de los Guanaxes, y que habíamos de ir de guerra y cargar los navíos de indios de aquellas islas, para pagar con indios el barco, para servirse de ellos por esclavos. Y desque vimos los soldados que aquello que nos pedía el Diego Velázquez no era justo, le respondimos que lo que decía no lo manda Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos. Y desque supo nuestro intento, dijo que era mejor que no el suyo, en ir a descubrir tierras nuevas, que no lo que él decía, y entonces nos ayudó con cosas para el armada. Hanme preguntado ciertos caballeros curiosos que para qué escribo estas palabras que dijo el Diego Velázquez sobre vendernos su navío, porque parecen feas y no habían de ir en esta historia. Digo que las pongo porque ansí conviene por los pleitos que nos puso el Diego Velázquez y el obispo de Burgos, arzobispo de Rosano, que se decía don Joan Rodríguez de Fonseca. Y volviendo a mi materia, y desque nos vimos con tres navíos y matalotaje de pan cazabe, que se hace de unas raíces, y compramos puercos, que costaban a tres pesos, porque en aquella sazón no había en la isla de Cuba vacas ni carneros, porque entonces se comenzaba a poblar, y con otros mantenimientos de aceite, y compramos cuentas y cosas de rescate de poca valía, y buscamos tres pilotos. que el más principal y el que regía nuestra Armada se decía Antón de Alaminos, natural de Palos, y el otro se decía Camacho de Triana, y el otro piloto se llamaba Joan Álvarez el Manquillo, natural de Huelva; y ansimesmo recogimos los marineros que hablamos menester y el mejor aparejo que podimos haber, ansí de cables y maromas y guirdalesos y anclas, y pipas para llevar agua, y todas otras maneras de cosas convinientes para seguir nuestro viaje, y esto todo a nuestra costa y minción. Y después que nos hobimos recogido todos nuestros soldados, fuimos a un puerto que se dice e nombra en lengua de indios Axaruco, en la banda del norte, y estaba ocho leguas de una villa que entonces tenían poblada, que se decía San Cristóbal, que desde ha dos años la pasaron adonde agora está poblada la Habana. Y ara que con buen fundamento fuese encaminada nuestra armada, hubimos de haber un clérigo que estaba en la misma villa de San Cristóbal, que se decía Alonso González, el cual se fue con nosotros; y demás desto, elegimos por veedor a un soldado que se decía Bernaldino Iñiguez, natural de Santo Domingo de la Calzada, para que si Dios nos encaminase a tierras ricas y gente que tuviesen oro o plata, o perlas, u otras cualesquier riquezas, hubiese entre nosotros persona que guardase el real quinto. Y después de todo esto concertado y oído misa, encomendándonos a Dios Nuestro Señor y a la Virgen Santa María Nuestra Señora, su bendita Madre, comenzamos nuestro viaje de la manera que diré.

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